Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Pedro»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas


Mensaje 32

EL PASTOREO DE LOS ANCIANOS Y SU RECOMPENSA

  Lectura bíblica: 1 P. 5:1-4

  En 1 Pedro 5:1, Pedro dice lo siguiente: “Por tanto exhorto a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que ha de ser revelada”. Las palabras “por tanto” indican que los versículos del 1 al 11 del capítulo 5 representan una conclusión a la sección precedente (4:12-19), la cual trata acerca de sufrir por Cristo al hacer el bien con nobleza. La exhortación que hace Pedro se dirige a los ancianos de la iglesia en los versículos del 1 al 4, a los miembros más jóvenes en el versículo 5 y a todos en general en los versículos del 6 al 11.

  En 5:1-4 Pedro se dirige a los ancianos. Los ancianos son los que tienen la función de vigilar la iglesia, los que toman la iniciativa entre los creyentes en los asuntos espirituales (He. 13:17). El apóstol los exhorta a ellos primero, con la expectativa de que ellos tomen la iniciativa en sufrir noblemente por Cristo.

  Pedro era el primero entre los primeros apóstoles (Mt. 10:1-4; Hch. 1:13), y al mismo tiempo era uno de los ancianos de la iglesia en Jerusalén, como también lo era el apóstol Juan (2 Jn. 1:1; 3 Jn. 1:1; Hch. 15:6; 21:17-18). Pedro, al exhortar aquí a los ancianos de las otras iglesias, no se dirige a ellos como apóstol sino como anciano, a fin de poder hablar con ellos a su nivel, con intimidad.

TESTIGO DE LOS PADECIMIENTOS DE CRISTO

  En 5:1 Pedro se refiere a sí mismo como testigo de los padecimientos de Cristo. Pedro y los primeros apóstoles fueron testigos de Cristo (Hch. 1:8), no solamente en calidad de testigos oculares que dan testimonio de lo que vieron en cuanto a los sufrimientos de Cristo (Hch. 5:32; 10:39), sino también en calidad de mártires que vindican su testimonio al sufrir el martirio por Él (Hch. 22:20; 2 Co. 1:8-9; 4:10-11; 11:23; 1 Co. 15:31). Esto significa participar de los padecimientos de Cristo (1 P. 4:13), a tener parte en la comunión de Sus padecimientos (Fil. 3:10).

  Pedro también dice en 5:1 que él es participante de la gloria que ha de ser revelada. Pedro fue primeramente un testigo, un mártir, un participante de los sufrimientos de Cristo. Luego, fue un participante de Su gloria (Ro. 8:17). Cristo mismo había recorrido ese camino (1 P. 1:11; Lc. 24:26).

  En griego, la palabra traducida testigo y mártir es la misma. Esto indica que debemos dar testimonio como testigos, a riesgo de ser mártires, de sacrificar nuestras vidas. Esto fue lo que hizo Pedro. En el día del Pentecostés, Pedro dio un testimonio muy poderoso con respecto a los sufrimientos de Cristo. Él tuvo el denuedo de decir a los judíos que ellos habían crucificado al Señor Jesús. Sin embargo, antes del día de Pentecostés, Pedro no actuó con valentía; en lugar de ello, se mostró muy tímido. La noche en que el Señor Jesús fue traicionado, Pedro negó ser uno de Sus seguidores. Aun en presencia del Señor, Pedro lo negó. De hecho, en aquella ocasión él no se comportó como Pedro, una piedra, sino como Simón, un trozo de barro. Sin embargo, en el día de Pentecostés, Pedro tuvo el denuedo de reprender a los judíos por haber crucificado al Señor Jesús. Desde ese día, Pedro empezó a sufrir persecución. Él fue arrestado y encarcelado. No obstante, él estaba dispuesto a arriesgar su vida para ser un testigo del Señor Jesús.

  Pedro, sin duda, recordó las palabras del Señor en Hechos 1 acerca de ser testigos. Cuando los discípulos preguntaron al Señor cuándo sería restaurado el reino de Israel, Él les respondió: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre dispuso por Su propia potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:7-8). Pedro fue el primero en llegar a ser tal testigo. Él fue un testigo sobresaliente, un mártir, que estuvo dispuesto a sacrificar su vida con tal de dar testimonio de los sufrimientos de Cristo. Finalmente, el propio Pedro sufrió el martirio. Sacrificó su vida como parte de su testimonio de Cristo. Así se cumplió lo que el Señor le había dicho tocante a Pedro en Juan 21:18, con respecto a “con qué muerte había de glorificar a Dios” (Jn. 21:19). Cuando Pedro escribió su primera epístola, era una persona ya entrada en años; y cuando escribió su segunda epístola, sabía que el tiempo de su martirio estaba cerca: “Sabiendo que pronto será quitado mi tabernáculo, como también me lo ha declarado nuestro Señor Jesucristo” (2 P. 1:14). Cuando Pedro escribió estas epístolas, se acordó de las palabras que el Señor había profetizado acerca de él. En 5:1 vemos que Pedro tenía un status triple. Él era un anciano también con los demás, un testigo de los padecimientos de Cristo y un participante de la gloria que estaba por ser revelada.

  Todos los ancianos deben ser testigos de los padecimientos de Cristo. Esto significa que deben estar preparados para sacrificar sus vidas como parte de su testimonio. Si un hermano no está dispuesto a arriesgar su propia vida, eso significa que todavía no satisface todos los requisitos necesarios para ser anciano. Todo anciano debe ser un mártir, una persona que sacrifica su vida por Cristo. El que seamos participantes de la gloria de Cristo o no, depende de que seamos tales mártires. Si los ancianos están dispuestos a sufrir el martirio, si están dispuestos a arriesgar sus vidas, entonces ciertamente serán participantes de la gloria que ha de ser revelada. Pero si no están dispuestos a sacrificar sus vidas, entonces, en lugar de participar de la gloria cuando el Señor venga, es probable que sean reprendidos por Él.

  Como hemos visto, en 4:19 Pedro dice: “De modo que también los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, haciendo el bien”. Aquí “haciendo el bien” se refiere a hacer actos que son rectos, buenos y nobles. El encomendar nuestras almas al fiel Creador tiene eficacia siempre y cuando hagamos el bien, es decir, siempre y cuando realicemos actos nobles. Nada es más noble que sufrir el martirio por el Señor. Policarpo fue un ejemplo de un mártir noble. Policarpo, uno que aprendió del apóstol Juan, sufrió el martirio cuando tenía más de ochenta años de edad. Antes de morir, se le dio oportunidad para salvar su vida si negaba al Señor. Él rehusó, diciendo que no podría negar a Aquel que siempre le había sido fiel. Sin duda alguna, Policarpo no sólo fue osado y valeroso, sino también noble. A costa de su vida, él confesó noblemente al Señor delante de sus perseguidores.

  Cuando actuamos de una manera tan noble, tenemos una base firme para encomendar nuestras almas al fiel Creador. Él es perfectamente fiel. Pero, ¿somos nosotros fieles? ¿Realizamos actos nobles? ¿Atendemos a las necesidades de Su testimonio de una manera noble? Cuando el Señor Jesús estaba siendo juzgado, antes de Su crucifixión, Pedro no se comportó en lo más mínimo de una manera noble. Sin embargo, más tarde, en el libro de Hechos, él testificó de Cristo ante sus perseguidores de una manera muy noble. Un ejemplo de esto es lo que Pedro y Juan dijeron a sus perseguidores: “Juzgad si es justo delante de Dios escuchar a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído” (Hch. 4:19-20). Pedro y los demás apóstoles encomendaron sus almas al fiel Creador, haciendo el bien. Así que Pedro ciertamente podía decir: “Señor, Tú eres fiel conmigo; ahora yo deseo serte fiel. Te seré fiel aun al costo de mi vida”. Ciertamente el Señor honraría una entrega tan noble.

  Debido a que Pedro era un testigo noble, un mártir noble, él tenía la certeza de que sería participante de la gloria venidera. Quisiera hacer esta pregunta a los ancianos: ¿Tienen ustedes la seguridad de que también son participantes de la gloria que ha de ser revelada? Dudo que la mayoría de los ancianos tenga esta seguridad. Tal vez puedan decir que son testigos; sin embargo, si un anciano ha de ser un participante de la gloria venidera o no, ello depende de cuán noble y fiel sea él como testigo. Lo que queremos resaltar aquí es que un anciano tiene que estar dispuesto a sacrificarse.

  No solamente los ancianos, sino también sus respectivas esposas deben tener el concepto de que el oficio de un anciano conlleva sacrificio. No es correcto que la esposa sienta que ha sido exaltada por el hecho de que su esposo haya sido nombrado anciano. De hecho, es vergonzoso que la esposa se sienta así. Ser anciano no es una ganancia, sino un sacrificio. Un hermano que desee ser un buen anciano tendrá que sacrificarse a sí mismo. Tendrá que sacrificar su tiempo, e incluso su vida familiar. Ser anciano no es cuestión de adquirir cierta posición o de recibir honor personal; la función de anciano exige sacrificio. Un anciano que no esté dispuesto a sacrificarse todavía no ha satisfecho los requisitos necesarios para ser anciano. Los ancianos siempre deben estar dispuestos a sacrificarse. Ellos deberán sacrificar no sólo su tiempo y energía, sino también sus propias vidas. Si los ancianos están dispuestos a sacrificarse de esta manera, podrán ser testigos de los padecimientos de Cristo y participantes de la gloria venidera. Primeramente, un anciano debe participar de los padecimientos de Cristo. Sólo entonces podrá participar de la gloria de Cristo. Espero que todos los ancianos reciban estas palabras.

  Puedo testificar que todas las iglesias del recobro del Señor han sido levantadas, establecidas y edificadas, en su mayoría, gracias a la fidelidad y el sacrificio de los ancianos. Yo diría que el establecimiento y la edificación de las iglesias puede atribuirse en un sesenta o setenta por ciento a la labor y el sacrificio de los ancianos, y un treinta o cuarenta por ciento, al ministerio. Espero que estos porcentajes les ayude a entender cuán importante es la función de los ancianos. Si el cuerpo de ancianos de una iglesia es leal, fiel y sacrificado, esa iglesia será fuerte y estará bien establecida. El ministerio que sirve a todas las iglesias es el mismo; sin embargo, algunas iglesias son fuertes mientras que otras son débiles. El hecho de que una iglesia sea fuerte o débil, depende de cuán leales, fieles y sacrificados son los ancianos. Damos gracias al Señor porque en Su recobro los ancianos, en su mayoría, son leales, fieles y están dispuestos a sacrificarse.

PASTOREAR EL REBAÑO DE DIOS

  En 5:2 Pedro dice: “Pastoread el rebaño de Dios que está entre vosotros, velando sobre él, no por fuerza, sino voluntariamente, según Dios; no por viles ganancias, sino con toda solicitud”. Pastorear el rebaño de Dios requiere sufrir por el Cuerpo de Cristo, tal como Cristo sufrió (Col. 1:24). El que hace esto será recompensado con la corona inmarcesible de gloria (1 P. 5:4).

  Literalmente, la palabra griega traducida rebaño es pequeño rebaño. Esto se refiere a la iglesia de Dios (Hch. 20:28), la cual es pequeña en número (Lc. 12:32) en comparación con el mundo. La iglesia como pequeño rebaño de Dios es una hierba pequeña útil para suministrarnos vida, y no un árbol grande donde se alojan las aves (Mt. 13:31-32), es decir, no es una religión inmensa como lo es la cristiandad.

  Según este versículo, los ancianos no son gobernantes, sino pastores. En ocasiones tal vez un pastor tenga que ejercer cierta autoridad sobre el rebaño, pero no lo hará a la manera de un rey, sino como alguien que se preocupa por el rebaño. Pastorear significa cuidar del rebaño de una manera apropiada. El rebaño necesita el debido cuidado y protección, y que se le guíe en la dirección correcta. Necesita ser conducido a lugares donde pueda comer y beber. En esto consiste el pastoreo.

  En 5:2 Pedro no les dice a los ancianos que pastoreen su propio rebaño; más bien, les encarga que pastoreen el rebaño de Dios. El rebaño no es propiedad de los ancianos, sino de Dios. En cierto sentido, los ancianos han sido empleados por Dios para que pastoreen Su rebaño.

  Los ancianos no deben pensar que la iglesia en la cual ellos presiden es propiedad de ellos. En el Nuevo Testamento se nos dice que la iglesia es de Cristo, de Dios y de los santos. A la iglesia se le llama la iglesia de Cristo, la iglesia de Dios y la iglesia de los santos (Ro. 16:16; 1 Co. 1:2; 14:33), pero en ningún momento se le llama la iglesia de los apóstoles, ni la iglesia de los ancianos. La iglesia en definitiva no es pertenencia de los apóstoles ni de los ancianos. Sin embargo, puesto que la iglesia está compuesta de los santos, es la iglesia de los santos; puesto que fue redimida por Cristo, es la iglesia de Cristo; y puesto que fue regenerada por Dios, es la iglesia de Dios. Con todo, es posible que un apóstol piense que puesto que cierta iglesia fue levantada por su ministerio, esa iglesia le pertenece a él, y, asimismo, que los ancianos piensen que puesto que ellos presiden en la iglesia, esa iglesia les pertenece. Sin embargo, Pedro deja muy claro que los ancianos deben pastorear el rebaño de Dios, no su propio rebaño.

VELAR, NO TENER SEÑORÍO

  La palabra velando del versículo 2 significa “asumir la responsabilidad de vigilar”, “observar atentamente para conocer la verdadera situación”. Hace años pensaba que velar consistía en fijarse en quién tenía la razón y quién estaba equivocado, quién estaba progresando bien y quién no. Pero más tarde comprendí que velar principalmente tiene que ver con atender a las necesidades. Por ejemplo, cuando un pastor vela por el rebaño, su preocupación no es saber cuál oveja tiene la razón y cuál oveja está equivocada, sino enterarse de cuál es la necesidad del rebaño. Él vela para proteger al rebaño, para guiarlo y alimentarlo. El pastor vela de esta manera para suministrarle al rebaño todo lo que necesite.

  Con respecto a los ancianos, tanto Pedro como Pablo utilizaron la palabra velar, en lugar de usar palabras tales como tener señorío o gobernar. Velar significa “observar la situación, la condición, y enterarse de la necesidad”; significa cuidar de la iglesia y de todos los santos. Los padres no vigilan a sus hijos con el fin de descubrir sus faltas, sino con el propósito de protegerlos y cuidarlos. Debido a que los padres aman a sus hijos y se preocupan por ellos, están atentos a todo lo que ellos hacen. Eso no significa que los padres gobiernen a sus hijos, sino que los vigilan a fin de protegerlos y cuidarlos.

  Los ancianos deben comprender que el Señor no los puso por gobernantes para que ejercieran autoridad sobre los demás. Ejercer señorío sobre otros es algo desagradable y vil. Los ancianos jamás deben ejercer señorío sobre nadie. En el Evangelio de Mateo el Señor Jesús dijo que Él es el único Señor y Maestro y que todos nosotros somos hermanos (Mt. 23:8, 10). Esto significa que los ancianos, los que toman la delantera, no son más que hermanos también. Hace más de un siglo, los llamados Hermanos vieron esta verdad, renunciaron a todos los nombres denominacionales y simplemente se llamaron a sí mismos hermanos. De hecho, el título “Hermanos” es un apodo que otros les pusieron. En la iglesia todos somos hermanos, y ninguno debe ejercer señorío sobre otro.

  En 5:2 Pedro dice que los ancianos deben velar sobre el rebaño no por fuerza, sino voluntariamente, según Dios. Los ancianos deben estar dispuestos a cuidar de otros, a atender a sus necesidades y a protegerlos. No debieran hacer esto por obligación.

  Por el contexto podemos darnos cuenta de que velar no significa ejercer ningún tipo de señorío, no significa ser rey. En la vida natural, a todos les gusta tener señorío sobre los demás; no es necesario obligar o forzar a nadie a que sea un monarca. Las palabras “no por fuerza” indican que velar consiste en cuidar de la iglesia, y en no enseñorearse de ella.

  Como dice Pedro, los ancianos deben velar “voluntariamente, según Dios”. Velar según Dios quiere decir velar según la naturaleza, el deseo, el camino y la gloria de Dios, no conforme a la preferencia, el interés y el propósito del hombre. Los ancianos no deben velar sobre el rebaño conforme a sus opiniones, conceptos o gustos personales, sino, más bien, según el gusto, deseo, intención y preferencia de Dios. Los ancianos deben velar por el bienestar de la iglesia absolutamente según el pensamiento, el sentir, la voluntad y el gusto de Dios. Deben velar según los gustos o preferencias de Dios.

  Tanto Pablo como Pedro hablan en sus escritos acerca de los ancianos. Sin embargo, yo diría que lo que Pedro nos dice en 5:1-4 es aun más profundo que lo que nos dice Pablo en 1 Timoteo y en Tito. Lo que Pedro nos dice aquí es incluso mucho más serio que lo que dice Pablo.

  En 5:2 Pedro advierte a los ancianos que no velen por viles ganancias, sino con toda solicitud. Esto significa que los ancianos no deben sacar provecho de su cargo, usándolo como un medio para enriquecerse. Ellos deben velar con la misma solicitud con que los padres cuidan de sus hijos.

NO COMO TENIENDO SEÑORÍO SOBRE LO QUE SE LES HA ASIGNADO

  En el versículo 3 Pedro añade: “No como teniendo señorío sobre lo que se os ha asignado, sino siendo ejemplos del rebaño”. Tener señorío sobre los demás es ejercer señorío sobre los que son gobernados (Mt. 20:25). Entre los creyentes, aparte de Cristo, no debe haber otro señor; todos deben ser siervos e inclusive esclavos (vs. 26-27; 23:10-11). Los ancianos de la iglesia solamente pueden guiar (no ejercer señorío), y todos los creyentes deben respetar esta dirección y seguirla (1 Ts. 5:12; 1 Ti. 5:17).

  En el versículo 3 Pedro dice expresamente a los ancianos que no ejerzan señorío sobre la iglesia. Todos los ancianos deben ser esclavos de los santos. No basta con que los ancianos sean siervos, ya que tienen que ser esclavos. Esto es algo que Pedro aprendió del propio Señor. Pedro escuchó al Señor Jesús decir que los que deseen ser grandes tienen que ser esclavos. Los ancianos deben considerarse a sí mismos esclavos, y considerar a los hermanos y hermanas, sus amos.

  Las palabras “lo que se os ha asignado” literalmente significan lotes, porciones; por tanto, heredades, porciones encomendadas, lo cual se refiere aquí al rebaño mencionado en la cláusula siguiente. Las iglesias son posesión de Dios, y Él las ha asignado a los ancianos como heredad o porción, encomendándolas al cuidado de ellos.

  La iglesia es el rebaño de Dios y Su posesión. Los ancianos han sido designados por Dios para que pastoreen el rebaño. De ahí que, Dios les haya asignado la iglesia de su localidad para que cuiden de ella. En efecto, la iglesia en determinada localidad es posesión de Dios; no es posesión de los ancianos. Sin embargo, Dios se la ha asignado a los ancianos para que cuiden de ella y la pastoreen. Además, Dios ha encomendado el cuidado de la iglesia a los ancianos, pero sólo temporalmente. La iglesia es posesión de Dios por la eternidad. Aun los ancianos mismos son parte de la iglesia, la cual es posesión de Dios.

  Los ancianos, en lugar de ejercer señorío sobre lo que se les ha asignado, deben ser ejemplos del rebaño. Esto significa que ellos deben tomar la iniciativa en servir a la iglesia y en cuidar de ella, a fin de que los creyentes sigan su ejemplo.

LA CORONA INMARCESIBLE DE GLORIA

  El versículo 4 dice: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona inmarcesible de gloria”. En los tiempos del apóstol, a quienes ganaban en los juegos de atletismo se les otorgaba coronas (1 Co. 9:25; 2 Ti. 4:8). Éstas eran coronas corruptibles, cuya gloria se marchitaba. La corona que el Señor otorgará a los ancianos fieles será una recompensa por su leal servicio. La gloria de esta corona nunca se marchitará. Será una porción de la gloria que disfrutarán los vencedores cuando el reino de Dios y de Cristo sea manifestado (2 P. 1:11).

  Lo que Pedro dice a los ancianos es breve, pero muy significativo y conmovedor. Espero que todos los ancianos dediquen el tiempo necesario para ahondar en estos versículos a fin de conocer las profundidades de la verdad que allí se revelan.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración