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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Jacobo»
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Mensaje 10

LAS VIRTUDES PRÁCTICAS DE LA PERFECCIÓN CRISTIANA

(10)

  Lectura bíblica: Jac. 4:6-17

  En el mensaje anterior vimos los tres problemas principales que se encuentran en 4:1-10. Estos problemas son: las pasiones, el mundo y el diablo. En este mensaje examinaremos lo que dice Jacobo en 4:6-17.

MAYOR GRACIA

  En el versículo 6 Jacobo dice: “Pero Él da mayor gracia. Por esto dice: ‘Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia’”. El sujeto del verbo dice en este versículo se refiere a la Escritura mencionada en el versículo 5. La última parte del versículo 6 es una cita de Proverbios 3:34 tomada de la Septuaginta. Este versículo dice: “Ciertamente él escarnecerá a los escarnecedores, y a los humildes dará gracia”. Según el contexto, esto se refiere a ser soberbios u orgullosos ante Dios, lo cual hace que Él nos resista. Ser humildes también es una actitud que tenemos ante Dios, y hace que Él nos dé gracia, lo cual es Su deseo.

  Debemos aprender a acercarnos a Dios (v. 8) para recibir mayor gracia. En lugar de ser soberbios y resistir a Dios, debemos recibir con mansedumbre la palabra implantada. El que es soberbio no recibe la palabra implantada de Dios. Si somos humildes, recibiremos la palabra implantada, y también recibiremos mayor gracia.

ESTAR SUJETOS A DIOS

  En el versículo 7 Jacobo dice: “Estad sujetos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. Estar sujetos a Dios es ser humildes ante Dios (v. 10; 1 P. 5:6).

  Ser soberbio ante Dios es aliarse con el enemigo de Dios, el diablo, mientras que ser humilde ante Dios, es decir, someterse a Dios, es resistir al diablo o estar en contra de él. Ésta es la mejor estrategia para luchar contra el enemigo de Dios, pues siempre le hace huir de nosotros.

  La carne a la cual se alude en el versículo 1, el mundo mencionado en el versículo 4 y el diablo mencionado en el versículo 7 son los tres mayores enemigos de los creyentes. Ellos están relacionados entre sí: la carne está en contra del Espíritu (Gá. 5:17), el mundo está en contra de Dios (1 Jn. 2:15), y el diablo está en contra de Cristo (3:8). La carne se complace en los placeres amando al mundo, y el mundo usurpa nuestro ser para el diablo. Esto hace nulo el propósito eterno de Dios con respecto a nosotros.

  En el versículo 8 Jacobo añade: “Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”. Aquí, al igual que en 1:8, Jacobo usa la expresión doble ánimo. En 1:8, ser de doble ánimo está relacionado con dudar cuando uno ora. Cuando Dios creó al hombre le dio solamente un alma, con una sola mente y una sola voluntad. Cuando un creyente duda en la oración, se convierte en una persona de doble ánimo, como un barco que tiene dos timones y es, por ende, inestable en su rumbo. En 4:8, ser de doble ánimo es tener un corazón dividido, un corazón que se inclina por dos partes que son contrarias: Dios y el mundo. Esto hace que las personas sean adúlteras (v. 4) y pecadoras, y que necesiten que sus corazones sean purificados y sus manos lavadas para poder acercarse a Dios y así Dios pueda acercarse a ellas.

  En el versículo 9 Jacobo dice: “Sufrid aflicciones, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en llanto y vuestro gozo en abatimiento”. Este versículo es una solemne amonestación a la esposa adúltera de Dios, la cual, bajo la usurpación del diablo, se entrega a los placeres carnales amando al mundo.

  En el versículo 10 Jacobo concluye esta sección, diciendo: “Humillaos delante del Señor, y Él os exaltará”. Lo dicho aquí, como conclusión de esta sección (vs. 1-10), es una exhortación contra los conflictos y los deseos mencionados en los versículos del 1 al 3.

NO HABLAR MAL DE LOS HERMANOS

  En los versículos 11 y 12 Jacobo nos dice que no debemos hablar mal de los hermanos: “Hermanos, no habléis mal los unos de los otros. El que habla mal del hermano o juzga a su hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno solo es el dador de la ley y Juez, que puede salvar y destruir; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a tu prójimo?”. Nótese que en estos versículos Jacobo menciona la ley cuatro veces. En el versículo 12 él se refiere a Dios como el dador de la ley. Las palabras de Jacobo aquí y en 2:8-11 con respecto a la ley del Antiguo Testamento, y sus palabras en 1:25 y 2:12 referentes a la perfecta ley de la libertad, parecen indicar que, según su concepto, no existía diferencia alguna entre guardar la ley del Antiguo Testamento y vivir por la perfecta ley de la libertad, la ley interna de la vida divina. Sin embargo, conforme a la revelación divina en todo el Nuevo Testamento, existe una diferencia muy clara y definida entre los dos. Guardar la ley del Antiguo Testamento simplemente nos pone en buenas relaciones con Dios y con los hombres para ser justificados por la ley. Pero vivir por la ley interna de la vida divina (He. 8:10-11; Ro. 8:2) equivale a vivir y magnificar a Cristo (Fil. 1:20-21) para la edificación de Su Cuerpo a fin de expresarle (Ef. 1:22-23), y para la edificación de la casa de Dios a fin de satisfacerle (1 Ti. 3:15). Esto tiene como fin el cumplimiento de la meta eterna de Dios conforme a Su economía neotestamentaria. Aunque llegáramos a ser perfectos guardando la ley del Antiguo Testamento, todavía no llegaríamos a la meta eterna de Dios. Esta meta sólo se cumple cuando nosotros vivimos por la ley interna de la vida divina. Este vivir, de forma espontánea y automática, satisface más que lo que se requiere bajo la ley del Antiguo Testamento (Ro. 8:4); incluso satisface la norma de la constitución del reino, como se revela en los capítulos del 5 al 7 del Evangelio de Mateo.

NO CONFIAR EN NUESTRA PROPIA DETERMINACIÓN SINO EN EL SEÑOR

  Hasta aquí, hemos abarcado nueve aspectos de las virtudes prácticas de la perfección cristiana: soportar por fe las pruebas (Jac. 1:2-12), resistir la tentación como nacidos de Dios (vs. 13-18), llevar una vida en el temor de Dios por la palabra implantada según la perfecta ley de la libertad (vs. 19-27), no hacer acepción de personas entre los hermanos (2:1-13), ser justificados por las obras en el contexto de nuestra relación con otros creyentes (vs. 14-26), refrenar la lengua (3:1-12), conducirnos con sabiduría (vs. 13-18), vencer las pasiones, el mundo y el diablo (4:1-10), y no hablar mal de los hermanos (vs. 11-12). En la siguiente sección (vs. 13-17) encontramos otra virtud de la perfección cristiana práctica: no confiar en nuestra propia determinación sino en el Señor.

  En el versículo 13 Jacobo dice: “¡Vamos ahora! los que decís: Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, y estaremos allá un año, y negociaremos, y tendremos ganancia”. Este versículo comienza con las palabras vamos ahora. Jacobo usa esta expresión por segunda vez en 5:1, donde se dirige a los ricos. ¿Qué significa esta expresión? Es posible que se trate de una expresión idiomática equivalente a: “Escuchadme”.

  Al leer 4:13 debemos prestar atención al tiempo futuro de las palabras iremos,estaremos,negociaremos y tendremos. Luchar por satisfacer los placeres carnales (v. 1), hacer amistad con el mundo (v. 4), hablar mal de un hermano, es decir, juzgar la ley (v. 11), haciendo nuestros propios planes para ir y negociar, y jactarnos en nuestra propia soberbia (v. 16), son señales de la confianza impía y presuntuosa de una persona que se olvida de Dios. Jacobo enseñó todo esto basándose, probablemente, en su perspectiva tocante a la perfección cristiana práctica.

  Una vez más, quisiera hacer notar el contraste entre el énfasis que Jacobo hace en la perfección cristiana práctica y el énfasis que Pablo hace en sus epístolas en cuanto a experimentar a Cristo para que se produzca la iglesia. Si vemos claramente este contraste, nos percataremos de la necesidad de avanzar del nivel humano, el cual se recalca en la Epístola de Jacobo, al nivel divino, el cual se recalca en las Epístolas de Pablo. En el nivel divino, conocemos a Cristo, le experimentamos y le poseemos por causa de la edificación de la iglesia, Su Cuerpo, como expresión Suya. Espero que el libro de Jacobo nos ayude a ver este contraste.

  En los versículos 14 y 15 Jacobo añade: “Vosotros no sabéis lo que será mañana, qué será de vuestra vida; porque sois un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. El tono de lo que dice Jacobo aquí es, en cierto modo, el tono del Antiguo Testamento (véase Salmos 90:3-10). En cualquier caso, sus palabras nos inspiran temor de confiar en nuestra propia determinación, y nos llevan a confiar en Dios, como lo expresa el versículo 15.

  En 4:16 y 17 Jacobo concluye, diciendo: “Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; a aquel, pues, que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. La palabra soberbias del versículo 16 también significa “pretensión, vanagloria”.

  La palabra pues del versículo 17 indica que este versículo es una conclusión a todas las exhortaciones de los versículos anteriores. Dice que si los destinatarios de esta epístola reciben ayuda de lo escrito por Jacobo, y aún así no obran conforme a lo que él escribió, les será pecado.

UNA MÁXIMA

  Muchos cristianos valoran 4:13-17, especialmente lo que Jacobo dice en los versículos 14 y 15. En el versículo 14 Jacobo dice: “Sois un vapor que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece”. Esta afirmación podría considerarse un proverbio. Luego, en el versículo 15, Jacobo nos exhorta a que digamos: “Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. Aquí Jacobo dice que en lugar de afirmar que hoy o mañana iremos a cierto lugar, estaremos allá por algún tiempo, negociaremos y tendremos ganancia, debemos simplemente decir: “Si el Señor quiere...”.

  Lo que Jacobo dice en el versículo 15 se asemeja mucho a una máxima. Cuando era joven, pensé en hacer un letrero con esta máxima para que me acordara siempre de decir: “Si el Señor quiere”. Aunque sigo valorando esta expresión, reconozco que su tono es del Antiguo Testamento.

  Los cristianos a veces usan este versículo cuando escriben sus cartas; dicen que irán a cierto lugar o que harán ciertas cosas “si el Señor quiere”. Por experiencia sé que esta frase nos puede servir como protección. Por ejemplo, supongamos que me invitan a ir a cierto lugar y decido aceptar la invitación; en dado caso, en mi carta de aceptación añadiría la cláusula “si el Señor quiere”. Con esta frase me cubriría en caso de que al final no pudiera ir conforme a lo planeado, y nadie podría criticarme por no haber ido. Por lo tanto, decir “si el Señor quiere” puede protegernos hasta cierto punto.

GUIADOS POR EL ESPÍRITU

  Lo que Jacobo dice en estos versículos tiene un tono diferente del que tienen otros libros del Nuevo Testamento, en especial, las epístolas de Pablo. Tal vez nos vengan a la mente ciertos versículos escritos por Pablo que son muy similares a lo que Jacobo escribe en 4:15. No obstante, el tono general de los escritos de Pablo es diferente, pues él nos encarga a andar conforme al Espíritu. Por ejemplo, en Gálatas 5:16 Pablo dice: “Digo, pues: Andad por el Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos de la carne”. Luego, en Gálatas 5:25 Pablo añade: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. Además, en Romanos 8:4 Pablo dice: “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu”.

  En el libro de Hechos vemos que Pablo fue guiado por el Espíritu y anduvo en el espíritu. Hechos 16:6 dice que les hubo “prohibido el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia”. Luego, el versículo 7 dice que el Espíritu de Jesús no les permitió ir a Bitinia. Con esto vemos que mientras Pablo viajaba para predicar el evangelio, él fue restringido y guiado por el Espíritu. En otras ocasiones, vemos que Pablo fue provocado en su espíritu (17:16), fue presionado en el espíritu (18:5) y que se propuso en espíritu ir a Jerusalén (19:21).

  De manera que la expresión si el Señor quiere es más bien objetiva y concuerda mucho con el tono del Antiguo Testamento. En cambio ser guiados por el Espíritu, andar en el Espíritu y hacer lo que nuestro espíritu nos constriña a hacer son experiencias subjetivas y concuerdan mucho más con el Nuevo Testamento.

  Ciertamente no tengo la intención de menospreciar a Jacobo ni su epístola. Sin embargo, debo ser fiel a la verdad y hacerles notar que, después de haber estudiado este libro por muchos años, he aprendido que esta epístola tiene un carácter muy judío y un “color”, un tono, un sabor y una atmósfera propios del Antiguo Testamento. Si no tuviéramos las catorce Epístolas de Pablo, el libro de Jacobo tal vez podría influir en nosotros para hacernos regresar al judaísmo. Aunque valoramos y necesitamos el énfasis que Jacobo hace en la perfección cristiana práctica, es necesario que entendamos con toda claridad que esta epístola en gran medida tiene el tono, el “color” y la atmósfera propia del Antiguo Testamento.

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