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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Jacobo»
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Mensaje 9

LAS VIRTUDES PRÁCTICAS DE LA PERFECCIÓN CRISTIANA

(9)

  Lectura bíblica: Jac. 4:1-10

  En este mensaje examinaremos lo que Jacobo dice en 4:1-10 en cuanto a cómo vencer las pasiones, el mundo y el diablo. Pero antes de hablar de estos asuntos, quisiera añadir algo breve acerca del contraste entre la sabiduría que se revela en la Epístola de Jacobo y la sabiduría que se revela en los escritos de Pablo.

DOS NIVELES DE SABIDURÍA

  En 1:5 Jacobo dice: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos con liberalidad y sin reproche, y le será dada”. Luego, en 3:13 dice: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en la mansedumbre de la sabiduría”. Además, en 3:17 Jacobo nos dice: “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, comprensiva, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía”. Todas éstas son características de la perfección cristiana práctica según la perspectiva de Jacobo, que al parecer estaba bajo la influencia de los preceptos del Antiguo Testamento tocantes al comportamiento, la moralidad y la ética humanos (Pr. 4:5-8). Lo que Jacobo dice acerca de la sabiduría corresponde al nivel del carácter humano. Esta sabiduría no alcanza la altura de la sabiduría en cuanto al misterio escondido de la economía neotestamentaria de Dios con respecto a Cristo y la iglesia (1 Co. 2:6-8; Ef. 3:9-11).

  En lo que Jacobo escribe acerca de la sabiduría, no dice ni una sola palabra con respecto a que Cristo es vida ni con respecto a que la iglesia se edifica a medida que experimentamos las riquezas de Cristo con miras a expresarle. Además, el Espíritu de Dios se menciona sólo una sola vez en el libro de Jacobo (4:5), y esto, en un contexto negativo. El espíritu humano no se menciona en absoluto. Con esto vemos que Jacobo no menciona tres asuntos cruciales en su epístola: Cristo como vida, la edificación de la iglesia mediante las riquezas de Cristo y el espíritu humano. La única vez que Jacobo menciona al Espíritu Santo de Dios, tiene que ver con la lucha en contra de la concupiscencia (v. 5). Debido a la ausencia de estos asuntos, el libro de Jacobo no llega a la altura de la sabiduría que vemos en las Epístolas de Pablo.

  En su epístola, Jacobo parece presentar la sabiduría como algo que Dios nos da una vez y para siempre. En cambio, el entendimiento que Pablo tenía de la sabiduría era mucho más elevado. Él nos muestra que la sabiduría es, de hecho, Cristo mismo como corporificación de Dios, quien fue instalado en nosotros y ahora se transmite a nosotros continuamente. La instalación fue hecha de una vez y para siempre, pero la transmisión no ocurre una vez y para siempre, sino continuamente. Podemos usar una vez más la electricidad como ejemplo. La electricidad se instala en un edificio una vez y para siempre; pero después de instalada, ésta debe transmitirse continuamente al edificio desde la central eléctrica.

  La sabiduría de la cual enseñaba Jacobo era algo dado por Dios, mientras que la sabiduría de la cual enseñaba Pablo es el Cristo que se transmite a nosotros continuamente. Esta transmisión divina es la impartición divina. El hecho de que la electricidad se transmita a un edificio significa que se imparte al edificio para que los que están en él la usen de diversas maneras. Este mismo principio se aplica con respecto al Cristo que es sabiduría.

  Cristo es la corporificación del Dios Triuno y, como tal, fue instalado en nuestro ser tripartito para ser transmitido, impartido, a nosotros continuamente a fin de que podamos llevar una vida que exprese a Cristo, y a fin de que la iglesia, el Cuerpo de Cristo, pueda ser edificada como plenitud Suya. ¡Qué alturas las que alcanzó Pablo al escribir acerca del Cristo que es la sabiduría de Dios!

  Por la soberanía de Dios, la Epístola de Jacobo figura después de las catorce epístolas escritas por Pablo. En las Epístolas de Pablo vemos una sabiduría que está en el nivel más alto. Pero en la Epístola de Jacobo vemos una sabiduría que está en otro nivel, el nivel del vivir humano.

  Una vez que veamos el cuadro que nos presentan estos dos niveles de sabiduría, sabremos dónde debemos estar. Debemos estar en la economía de Dios y en la perfección cristiana práctica. Por un lado, debemos entregarnos a la economía de Dios. La economía de Dios consiste en que Cristo mismo, como corporificación del Dios Triuno, sea impartido a nosotros para la edificación de la iglesia como plenitud de Cristo. La perfección cristiana práctica está relacionada con que seamos perfectos y cabales en nuestra conducta, carácter y comportamiento, a fin de que podamos dar un testimonio positivo ante los demás, e incluso ante los ángeles y los demonios. Si alcanzamos tal perfección cristiana práctica, nadie podrá reprocharnos nada. Por causa de la economía de Dios, debemos ser personas que exhiben la perfección cristiana práctica que Jacobo nos describe en su epístola. Ahora podemos entender por qué estos dos niveles de sabiduría —uno en las Epístolas de Pablo y el otro en la Epístola de Jacobo— se revelan en el Nuevo Testamento.

LAS PASIONES, EL MUNDO Y EL DIABLO

  En 4:1-10 Jacobo nos dice cómo vencer las pasiones, el mundo y el diablo. A algunos les pudiera inquietar el hecho de que usemos la palabra pasiones en un sentido negativo. En nuestra vida de iglesia nosotros no tenemos pasiones; tenemos disfrute. De hecho, nuestra vida de iglesia es un deleite. Este deleite es algo muy positivo, pero las pasiones mundanas son extremadamente negativas. En 4:1-10 Jacobo asocia las pasiones con el mundo y el diablo. Una de las virtudes de la perfección cristiana es la de vencer las pasiones, el mundo y el diablo.

Guerras, conflictos y homicidios

  En 4:1 Jacobo dice: “¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre vosotros? ¿Acaso no vienen de esto, de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?”. Aquí las pasiones aluden a los placeres de la carne.

  Lo que dice Jacobo en el capítulo 4 es bastante confuso y difícil de entender. Por ejemplo, en el versículo 1 Jacobo habla de las guerras y conflictos que hay entre los destinatarios de su epístola. ¿Cree usted que en aquella época había guerras y conflictos entre los creyentes judíos de Jerusalén y los que estaban esparcidos en el mundo gentil? Yo no creo que éste fuera el caso, al menos en cierta medida. ¿Podrían acaso los creyentes haber estado teniendo conflictos, peleándose unos con otros? Jacobo dice que estas guerras y conflictos vienen de las pasiones, las cuales combaten en nuestros miembros.

  En 4:2 Jacobo añade: “Deseáis, y no tenéis; matáis y tenéis celos, y no podéis alcanzar; combatís y hacéis guerra. No tenéis, porque no pedís”. Aquí deseáis significa “codiciar, ansiar”. ¿Cómo hemos de entender este versículo? En el versículo 1 Jacobo habla de dos tipos de guerra: guerras entre los santos y guerras en nuestros miembros. Luego, en el versículo 2 él dice: “Combatís y hacéis guerra”, y después añade: “Matáis y tenéis celos”. Me incomoda mucho lo que dice Jacobo en el versículo 2. Yo creo que este sentimiento de incomodidad se debe a la mezcla presente en el libro de Jacobo, la mezcla del judaísmo con las enseñanzas neotestamentarias. Jacobo estaba saturado de las ideas, conceptos, enseñanzas, ordenanzas y prácticas de la religión judía. Estaba empapado del elemento de esa religión, y había vivido por mucho tiempo en esta esfera y atmósfera. Además, estimaba mucho las cosas del judaísmo. No obstante, las enseñanzas neotestamentarias también influían en Jacobo de manera profunda. Esto quiere decir que en Jacobo encontramos dos elementos, dos esferas y dos atmósferas, el resultado de lo cual es una mezcla en su manera de pensar, una mezcla del judaísmo con las enseñanzas del Nuevo Testamento.

  A pesar de haber estudiado 4:1-10, todavía se me hace muy difícil trazar bien estos versículos. Lo que dice Pablo en 2 Timoteo 2:13 en cuanto a trazar bien la palabra de verdad indica que no debemos trazarla en zigzag. Pero cuando se trata del libro de Jacobo, simplemente no nos es posible trazar rectamente la Palabra. Como ejemplo de esta dificultad, quisiera hacerles notar la palabra matáis, que aparece en 4:2. Esta palabra me inquieta mucho, pues no logro entender a qué se refiere Jacobo con esto. Sin duda alguna, él no estará diciendo aquí que los creyentes literalmente se mataban unos a otros. Pero, ¿cómo podríamos espiritualizar la palabra matáis? Es fácil entender lo que Pablo quiere decir en Romanos 8:13 cuando habla de hacer morir los hábitos del cuerpo, pero ¿quién puede entender lo que Jacobo quiere decir con la palabra matáis en este versículo? ¿Quién mataba a quién?

  De manera que no es fácil trazar el pensamiento de Jacobo en estos versículos. Él dice que las personas a quienes les escribe matan y tienen celos, y no pueden alcanzar, y que combaten y hacen guerra. Este combate tiene que haber sucedido entre ciertas personas. Luego, al final del versículo 2, Jacobo añade: “No tenéis, porque no pedís”. Por un lado, Jacobo dice: “matáis”, y por otro, dice que deben pedir. ¿Significa esto que un homicida puede pedir, que un homicida puede orar? Lo único que puedo hacer es presentarles este versículo y pedirles que lo analicen y lo expliquen.

  En el versículo 3 Jacobo continúa, diciendo: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. ¿Cómo hemos de entender este versículo en relación con los versículos anteriores? No parece haber ningún indicio que nos ayude a trazar el pensamiento de Jacobo.

La amistad con el mundo

  En el versículo 4 Jacobo dice: “Adúlteras [gr.], ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que decide ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. Aquí Jacobo da un giro, del asunto de las pasiones al asunto de ser amigo del mundo y constituirse enemigo de Dios. La manera en que él escribe aquí es maravillosa; sus palabras son muy descriptivas. En el versículo 4 Jacobo dice claramente que ser amigo del mundo lo constituye a uno enemigo de Dios.

  En 4:4 Jacobo usa la palabra adúlteras. Dios y Cristo son nuestro Marido (Is. 54:5; 2 Co. 11:2). Por lo tanto, nosotros debemos ser puros y amarlo sólo a Él con todo nuestro ser (Mr. 12:30). Si nuestro corazón está dividido por amar al mundo, somos adúlteros.

  En el versículo 4 Jacobo usa las palabras amistad y amigo en relación con el mundo. Tener amistad con el mundo equivale a amar al mundo por causa de los placeres de la carne. El “mundo” es el sistema satánico, el cual es enemistad con Dios. La palabra griega traducida “mundo”, kósmos, tiene varios significados en el Nuevo Testamento. En Mateo 25:34, Juan 17:15, Hechos 17:24, Efesios 1:4 y Apocalipsis 13:8, esta palabra denota el universo físico como un sistema creado por Dios. En Juan 1:29, 3:16, y Romanos 5:12, denota la humanidad caída, a la cual Satanás corrompió y usurpó para que formara parte de su maligno sistema mundial. En 1 Pedro 3:3, denota adorno u ornamento. Aquí, en Jacobo 4:4, al igual que en 1 Juan 2:15, Juan 15:19 y 17:14, denota un orden, algo preestablecido, un conjunto de cosas dispuestas en forma ordenada, por ende, un sistema ordenado (organizado por Satanás, el adversario de Dios). Con esto vemos que la palabra mundo no se usa para denotar la tierra. Dios creó al hombre para que viviera en la tierra con miras al cumplimiento de Su propósito. Pero Su enemigo, Satanás, a fin de usurpar al hombre creado por Dios, estableció en la tierra un sistema mundial contrario a Dios para recluir en él a los hombres junto con la religión, la cultura, la educación, la industria, el comercio y el entretenimiento, valiéndose de la naturaleza caída de los hombres, la cual se pone de manifiesto en sus concupiscencias, placeres, aspiraciones, y aun en la forma exagerada con que atienden a necesidades tales como el alimento, la ropa, la vivienda y el transporte. Según lo que dice Jacobo en 4:4, amar al mundo hace que el que ama a Dios se constituya enemigo de Dios.

El Espíritu que mora en nosotros

  En 4:5 Jacobo dice además: “¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?”. Cuando Dios nos adquirió para que fuéramos Su esposa, Él puso Su Espíritu en nosotros para hacernos uno con Él (16-17, 1 Co. 6:19). Él es un Dios celoso (Éx. 20:5), y Su Espíritu nos cela con celo de Dios (2 Co. 11:2), esto es, nos anhela o desea celosamente, a fin de que no hagamos amistad con Su enemigo y al mismo tiempo pretendamos amarle a Él.

  El versículo 5 es la única ocasión en que Jacobo menciona al Espíritu de Dios que mora en nosotros, y esto, en un contexto negativo —el hecho de poner fin a toda amistad con el mundo—, y no en un contexto positivo, el de la edificación del Cuerpo de Cristo.

  La palabra griega traducida “morar” en 4:5 puede traducirse también “hacer Su hogar”. El Espíritu que mora en nosotros hace Su hogar en nosotros a fin de poder ocupar todo nuestro ser por Dios (véase Efesios 3:17) y hacer que nos entreguemos totalmente a nuestro Marido.

  En 4:5 Jacobo habla de lo que “la Escritura dice”. Sin embargo, no sé a qué versículo de las Escrituras se refiere él. No creo que ningún maestro de la Biblia haya podido encontrar ese versículo en las Escrituras.

  Los traductores difieren en el entendimiento de las palabras griegas traducidas “El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente”. A mí me parece que “anhela celosamente” es la traducción más exacta. Este anhelo emana del amor. Por ejemplo, un marido que ama a su esposa la anhela intensamente, y se sentiría muy celoso si ella llegara a amar a alguien más. Él jamás querría que ella amara a nadie más que a él.

  En los versículos 4 y 5 Jacobo usa el matrimonio como ejemplo de nuestra relación con Dios. Dios es nuestro Marido, y nosotros somos Su complemento y, como tal, nosotros debemos amarlo a Él. Si amamos alguna cosa o persona que no sea Él, nos volvemos adúlteras. El Espíritu de Dios, el cual Él ha hecho morar en nosotros, anhela que nosotros sólo tengamos ojos para Él. Si en lugar de vivir exclusivamente dedicados a Él amamos al mundo, este Espíritu, el cual está en nosotros, no sólo se sentirá ofendido, sino que además se pondrá celoso. Éste es el entendimiento correcto de lo que Jacobo quiere decir cuando afirma que el Espíritu que mora en nosotros nos anhela celosamente.

  En 4:6 Jacobo salta al asunto de la gracia: “Pero Él da mayor gracia. Por esto dice: ‘Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia’”. Al parecer, no hay ninguna conexión lógica entre los versículos 5 y 6. El versículo 6 es una cita de Proverbios 3:34 tomada de la Septuaginta.

  En los versículos del 7 al 10 Jacobo nos dice que debemos estar sujetos a Dios, resistir al diablo, acercarnos a Dios, limpiar nuestras manos, purificar nuestros corazones, sufrir aflicciones, lamentarnos y llorar, que nuestra risa se convertirá en llanto y nuestro gozo en abatimiento, y que debemos humillarnos delante del Señor.

  Al examinar 4:1-10, notamos que Jacobo salta de un asunto a otro. Esto dificulta que podamos seguir su pensamiento. Además, resulta difícil trazar bien la Palabra en esta sección.

Adúlteras, enemigos y pecadores

  No obstante, si bien es difícil trazar el pensamiento de Jacobo versículo por versículo, podemos ver claramente que en 4:1-10 a él le preocupan tres asuntos principales, los cuales representan problemas para nosotros: las pasiones (v. 1), el mundo (v. 4) y el diablo (v. 7). Estos tres asuntos deben ser totalmente erradicados, pues, de lo contrario, seremos adúlteras, enemigos de Dios y pecadores. Ciertamente, como personas que aman al Señor, no queremos ser adúlteras, enemigos de Dios, ni pecadores. Sin embargo, si no tomamos las medidas necesarias con respecto a las pasiones, el mundo y el diablo, tarde o temprano podríamos llegar a ser adúlteras, enemigos de Dios y pecadores.

  Me preocupa que algunos de entre nosotros ya se hayan convertido en adúlteras y en enemigos de Dios. Las personas de las que se habla aquí son el pueblo de Dios, pertenecen a Dios y han nacido de Dios. Sin embargo, según su verdadera condición, son enemigos de Dios. La razón por la cual son enemigos de Dios es que hay en ellos mucho del mundo. Han desarrollado un fuerte lazo de amistad con el mundo, el sistema satánico organizado por el enemigo de Dios, Su adversario. (El hecho de que Satanás no sólo sea el enemigo de Dios, sino también Su adversario, quiere decir que él es un enemigo que está dentro de la esfera de Dios; por ende, un adversario).

  Si un hijo de Dios ama el mundo, y cultiva la amistad con el mundo, el mundo lo constituirá enemigo de Dios. Tal creyente llegará a ser enemigo de Dios por cuanto se pone del lado del enemigo de Dios al amar el mundo, el sistema satánico. En un sentido muy real, él desea incorporarse al sistema satánico del mundo. Por consiguiente, a los ojos de Dios, él llega a ser un enemigo. Además, él se convierte en un pecador. Con esto vemos que, conforme a su verdadera condición, un hijo de Dios podría ser adúltera, enemigo de Dios y pecador.

Las pasiones y la concupiscencia

  Para evitar ser adúlteras, enemigos de Dios y pecadores, debemos tomar las medidas necesarias con respecto a las pasiones, el mundo y el diablo. Las pasiones tienen que ver con la concupiscencia. Si no tuviéramos concupiscencia, no tendríamos pasiones. El gozo, en cambio, no está relacionado con la concupiscencia. Dios es un Dios de gozo, y el gozo es para satisfacer nuestro ser, y no para satisfacer nuestras concupiscencias. Es correcto que tengamos gozo, pero no es correcto tener pasiones relacionadas con la concupiscencia.

  Aquellos que procuran el placer son aquellos que dan rienda suelta a su concupiscencia. En todo el mundo, el domingo se ha convertido en un día dedicado al placer. Este día, hablando de modo general, ya no se le considera el día del Señor, el día en que el pueblo de Dios tiene comunión con Él, permanece con Él, le adora, le disfruta y descansa en Él. En lugar de ello, los domingos la gente del mundo procura dar gusto a su concupiscencia para tener placer. A menudo, las conversaciones que se escuchan en la escuela o en el trabajo los lunes por la mañana tienen que ver con las cosas pecaminosas y mundanas que se hicieron durante el fin de semana. Hoy en día la gente del mundo da rienda suelta a su concupiscencia participando de todo tipo de placeres.

  Esta concupiscencia también está en nosotros. Si no vivimos en el espíritu, no podremos vencer el desenfreno de las concupiscencias. Por lo tanto, nuestro espíritu debe ser nutrido por la palabra implantada. Cada mañana y también durante el día debemos ser nutridos al tener contacto con la palabra implantada, para que nuestro espíritu sea fortalecido y pueda resistir la concupiscencia, e incluso vencerla.

  Jacobo, un hombre piadoso, no quería ver que los creyentes se involucraran en los placeres de la concupiscencia. Él sabía que esos placeres los constituiría adúlteras, enemigos de Dios, e incluso pecadores. Él sabía que todos esos placeres estaban relacionados con el mundo. Dedicar el fin de semana para procurar el placer es amar el mundo. Un creyente que emplea el fin de semana de esa manera se hunde espiritualmente. Incluso podría parecernos que se requiere una enorme “grúa” para volverlo a levantar.

Una trinidad maligna

  Según 4:1-10, las pasiones están relacionadas con el mundo, y el mundo está relacionado con el diablo. Ésta es una trinidad maligna que se opone a la Trinidad Divina. Como cristianos, nosotros tenemos un Dios Triuno, y nos enfrentamos a un problema triuno. El problema triuno es la trinidad diabólica de la concupiscencia, el mundo y el diablo. Esta trinidad se opone a la Trinidad Divina: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Nuevo Testamento revela claramente que los deseos de la carne están en contra del Espíritu, que el mundo está en contra del Padre, y que el diablo está en contra del Hijo. Gálatas 5 dice que la carne con sus deseos está en contra del Espíritu, Jacobo 4 y 1 Juan 2 revelan que el mundo es contrario a Dios el Padre, y 1 Juan 3 indica que el diablo, Satanás, se opone al Hijo, quien vino a destruir las obras del diablo. Esto nos muestra que el Dios Triuno combate en contra del problema triuno, es decir, que la Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es contraria al mundo, al diablo y a la carne. Si tenemos una visión panorámica de 4:1-10, veremos que en estos versículos se abarcan tres asuntos principales: las pasiones, el mundo y el diablo.

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