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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Jacobo»
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Mensaje 12

LAS VIRTUDES PRÁCTICAS DE LA PERFECCIÓN CRISTIANA

(12)

  Lectura bíblica: Jac. 5:12-20

  En este mensaje estudiaremos las últimas dos secciones de la Epístola de Jacobo: hablar honestamente sin jurar (5:12) y prácticas sanas en la vida de iglesia (vs. 13-20).

HABLAR HONESTAMENTE SIN JURAR

  En 5:12 Jacobo dice: “Pero ante todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis bajo juicio”. No debemos jurar, porque no somos nada y nada está bajo nuestro control ni depende de nosotros (Mt. 5:34-36). Al jurar ponemos de manifiesto que confiamos en nuestra propia determinación y que nos hemos olvidado de Dios. En cambio, cuando permitimos que nuestro sí sea sí y nuestro no sea no, actuamos conforme a la naturaleza divina recibida mediante la regeneración, tomando en cuenta la presencia de Dios y rechazando nuestra propia determinación y nuestra naturaleza pecaminosa.

  Lo que Jacobo dice en este versículo nos recuerda las palabras del Señor Jesús en Mateo 5:37: “Sea, pues, vuestra palabra: Sí, sí; no, no; porque lo que va más allá de esto, procede del maligno”. Aquí el Señor dice que nuestra palabra debe ser sencilla y verdadera: “Sí, sí; no, no”. No debemos tratar de convencer a otros con muchas palabras.

  En 5:12 Jacobo dice que si nuestro sí es sí y nuestro no es no, no caeremos bajo juicio. La fidelidad y sinceridad genuinas de nuestras palabras, expresadas conforme a la naturaleza divina de la cual participamos, nos guardarán del juicio de Dios.

  Una vez más, lo que Jacobo dice acerca del juicio nos recuerda lo dicho por el Señor Jesús. En Mateo 12:36 y 37 el Señor dijo: “Y Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. La palabra griega traducida “ociosa” es argós, compuesta de dos palabras: a, que significa “no”, y érgon, que significa “obra”. Una palabra ociosa es una palabra sin oficio, una palabra inoperante, una palabra que no tiene una función positiva y que es inútil, carente de provecho, infructuosa y estéril. En el día del juicio los que han hablado tales palabras darán cuenta de cada una de ellas. Ya que tal es el caso, ¡cuánto más debemos dar cuenta por cada palabra mala! En Mateo 5:37 el Señor nos da una seria advertencia. Esta advertencia nos da a entender que debemos aprender a controlarnos y restringirnos en lo que hablamos.

  Lo que Jacobo dice en 5:12 concuerda con el tema de esta epístola, que es: la perfección cristiana práctica. La manera en que hablamos tiene mucho que ver con esto. Hablar honesta y cuidadosamente es una virtud de la perfección cristiana. Pero si hablamos con ligereza, estaremos lejos de alcanzar esta perfección. Por lo tanto, después de decirnos que no juremos, Jacobo dice que nuestro sí debe ser sí y que nuestro no debe ser no, para que no caigamos bajo juicio.

  Como hombre piadoso que era, Jacobo siempre tenía presente el juicio venidero, y vivía consciente de este juicio. Espero que todos tengamos el entendimiento de que todo cuanto hagamos será juzgado. Por ejemplo, nuestras conversaciones telefónicas serán juzgadas por el Señor. Cuando algunas hermanas conversan por teléfono, hablan sin restricción alguna. Al parecer no se han dado cuenta de que todo lo que dicen, un día será juzgado conforme a lo dicho por el Señor en Mateo 12:36-37.

  Jacobo empleó un tono muy solemne cuando habló acerca de jurar y hablar sin restricción. Sin embargo, hay creyentes que no toman estas cosas en serio. Pareciera que no creen que habrá ningún juicio. Probablemente tienen el concepto de que una vez que uno es salvo de la perdición eterna, ya no enfrentará más problemas. Pero sabemos conforme al Nuevo Testamento que todos los creyentes tendrán que rendirle cuentas al Señor en Su tribunal.

  Lo que embargaba el corazón de Jacobo mientras escribía esta epístola era el asunto de la perfección cristiana. Fue debido a su preocupación por la perfección cristiana que dijo en 5:12: “Pero ante todo, hermanos míos, no juréis”. Después de todo lo que dijo acerca de la lengua en el capítulo 3, él expresa estas palabras en cuanto a no jurar en 5:12.

  Una persona que jura no es honesta, sino más bien mentirosa. El que es honesto no tiene necesidad de jurar. La razón por la cual nosotros los cristianos no debemos jurar es que somos honestos. Todo aquel que jura es una persona que finge, y el hecho de jurar indica que no es honesta. Por lo tanto, jurar es una señal de fingimiento.

  Sin embargo, la razón básica por la cual no debemos jurar es que nada está bajo nuestro control. Ni el cielo ni la tierra son nuestros. De hecho, ni siquiera nos pertenecemos a nosotros mismos ni tenemos control sobre nada. Dado que nada está bajo nuestro control, no debemos hacer ningún juramento. Una vez más, vemos que debemos restringirnos en lo que hablamos.

  En 5:12 Jacobo nos da a entender que no debemos hablar excesivamente. Las pláticas innecesarias siempre ocasionan problemas. Si hablamos descuidadamente, correremos el riesgo de exagerar y de no ser honestos. Pero si nos restringimos en lo que hablamos, podremos ejercitarnos para hablar con sinceridad.

PRÁCTICAS SANAS EN LA VIDA DE IGLESIA

Orar

  En 5:13 Jacobo prosigue al tema de las prácticas sanas en la vida de iglesia: “¿Sufre alguno entre vosotros? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas”. Orar nos infunde la fortaleza del Señor para soportar el sufrimiento, y cantar alabanzas hace que nos mantengamos en el gozo del Señor. Las palabras griegas traducidas “cante alabanzas” también significan “cante salmos” o “toque un instrumento de cuerdas”. Ya sea que oremos o cantemos alabanzas, debemos tener contacto con Dios. En cualquier entorno y circunstancia, ya sea que seamos humillados o exaltados, o experimentemos pena o alegría, debemos tener contacto con el Señor.

  En el versículo 14 Jacobo añade: ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor”. En este versículo, Jacobo se refiere a alguien que está enfermo a causa de debilidad. La debilidad conduce a la enfermedad (1 Co. 11:30), y la enfermedad produce más debilidad.

  En el versículo 14 Jacobo aconseja al que está débil llamar a los ancianos de la iglesia. Llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por la enfermedad de alguien implica que no hay problemas entre el hermano que llama y la iglesia, la cual es representada por los ancianos; implica que ha sido restaurada la relación entre el hermano que llama y la iglesia, en caso de que la enfermedad se debiera a que el hermano hubiese ofendido a la iglesia (véase 1 Corintios 11:29-32); y, por último, indica que el enfermo y los ancianos se han confesado mutuamente todas sus faltas (Jac. 5:16).

Ungir con aceite en el nombre del Señor

  En el versículo 14 Jacobo habla de ungir con aceite en el nombre del Señor. Hay dos palabras griegas que son traducidas “ungir”: aléifo, la palabra usada aquí y en Juan 12:3, es un término común que significa “aplicar aceite”; crío significa “ungir oficialmente para un oficio”, como en el caso de un sacerdote (Hch. 10:38), de un rey (He. 1:9), o de un profeta (Lc. 4:18). La palabra crío, la cual está relacionada con la palabra Cristós (Cristo), es usada en el caso de la unción del Hijo por parte del Padre (Hch. 10:38). Ungir con aceite, por tanto, significa impartir el Espíritu de vida —el cual ha sido derramado como el aceite de la unción sobre el Cuerpo de Cristo (Sal. 133:2)— al miembro enfermo del Cuerpo por medio de la iglesia representada por los ancianos, para que el enfermo sea sanado (1 Jn. 5:16).

  “En el nombre del Señor” significa en unión con el Señor. La acción de ungir en 5:14 no la efectúan los ancianos solos, sino que, al ser ellos uno con el Señor, representan tanto al Cuerpo como a la Cabeza.

  El versículo 14 es el único versículo del libro de Jacobo donde se menciona expresamente la iglesia; y esta única vez que Jacobo menciona la iglesia lo hace en un contexto negativo en el que se habla de sanar la enfermedad. Asimismo, todo lo relacionado con hacer volver a un hermano que se ha extraviado de la verdad también tiene que ver con la vida de iglesia. Por tanto, lo que Jacobo habla acerca de la iglesia tiene que ver con asuntos negativos tales como orar por los enfermos y restaurar a los hermanos que se han descarriado.

  Los pensamientos de Jacobo estaban saturados de las cosas del judaísmo y muy poco de las cosas relacionadas con la iglesia. En cambio Pablo, a diferencia de Jacobo, estaba impregnado, saturado y empapado de los asuntos de la iglesia. En sus escritos él habla una y otra vez acerca de la iglesia. En sus epístolas Pablo escribe acerca de Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, y lo hace de manera profunda. Pero en esta epístola, Jacobo habla muy poco acerca de Cristo, el Espíritu, la vida o la iglesia. Aunque ciertamente tenemos aprecio por el énfasis que hace Jacobo en la perfección cristiana práctica, debemos avanzar con la ayuda del ministerio de Pablo en cuanto a la economía de Dios, y ver que la iglesia se edifica con las riquezas del Cristo todo-inclusivo.

La oración de fe

  En 5:15 Jacobo añade: “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados”. La palabra griega traducida “oración” aquí no es la que comúnmente se traduce “oración”. En Hechos 18:18 y 21:23 se traduce “voto”.

  En el versículo 15 Jacobo menciona la enfermedad y los pecados. La enfermedad a menudo se debe a que se ha cometido algún pecado (Jn. 5:14). En tales casos, la sanidad viene después que se ha pedido perdón (Mt. 9:2, 5-7; Mr. 2:5). Es por ello que en la primera parte del versículo 16, Jacobo dice: “Confesaos, pues, vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados”.

Orar en oración

  En 5:16b-18 Jacobo dice: “La petición del justo puede mucho. Elías era hombre de sentimientos semejantes a los nuestros, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra hizo brotar su fruto”. Las palabras oró fervientemente literalmente significan “oró en oración”, lo cual indica que el Señor le dio a Elías una oración, basado en la cual oró. Elías no oró conforme a sus sentimientos, pensamientos, intenciones ni estado de ánimo; tampoco oró motivado por las circunstancias o situaciones en que se encontraba, ni oró para cumplir sus propios propósitos. En vez de ello, oró basado en la oración que el Señor le dio para que se llevara a cabo Su voluntad.

  En el versículo 16 Jacobo dice que la petición del justo puede mucho. Esto indica que al orar por los enfermos, debemos hacer una petición que sea eficaz. Esto significa que no debemos orar sin haber recibido ninguna carga de parte del Señor; más bien, debemos orar como lo hizo Elías.

  En el versículo 17 Jacobo dice que Elías oró ferviente [literalmente, oró] en oración para que no lloviese. En otras palabras, Elías oró basado en una oración. La versión King James dice que Elías oró fervientemente. Sin embargo, orar en oración realmente no significa orar fervientemente. Según el griego, Jacobo no nos dice que Elías oró fervientemente, sino que oró en oración.

  ¿Cuál es el significado de la expresión orar en oración? La oración que Elías oró era una oración de grandes consecuencias, pues pidió para que no lloviese sobre la tierra por tres años y seis meses. Esto tiene mayor trascendencia que orar por la sanidad de una persona enferma. Luego, después de tres años y medio, Elías oró de nuevo, esta vez para que el cielo diera lluvia. Elías pudo orar de esta manera porque Dios le había dado una oración, le había dado la carga de hacer tal oración. En otras palabras, Elías recibió la carga de orar de una manera particular, y dicha carga consistió en la oración que Dios le dio.

  No debemos orar conforme a nuestros pensamientos, observaciones o preocupaciones propias; más bien, debemos esperar que Dios nos dé la carga de orar por algo específico, así como Elías recibió la carga de orar conforme a la oración que Dios le dio. Dios le dio a Elías una oración, y él oró basado en ella. Esto no es sólo una cuestión de orar fervientemente; más bien, consiste en que Dios, según Su mover y conforme a Su plan, le dio a Elías una oración, y Elías recibió la carga de orar conforme a la oración que Dios le dio. De ahí que se nos diga que Elías oró en oración.

Hacer volver a un pecador al camino de la verdad

  En 5:19 y 20 Jacobo dice además: “Hermanos míos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino, salvará de muerte el alma de éste, y cubrirá multitud de pecados”. Esto podría darnos a entender que el enfermo mencionado en el versículo 14 se había extraviado de la verdad y necesitaba que lo hicieran volver al camino de la verdad.

  Según el contexto de estos dos versículos, el pecador mencionado en el versículo 20 no es un incrédulo, sino un hermano, un creyente, que se había extraviado de la verdad y a quien se le hizo volver de su error al camino de la verdad. Por consiguiente, la salvación de su alma no se refiere a la salvación eterna de la persona, sino a la salvación dispensacional, o sea, a que su alma sea salva en la dispensación actual para que no sufra la muerte física bajo la disciplina de Dios.

  Los versículos de 1 Pedro 1:5 y Hebreos 10:39 también tratan del tema de la salvación del alma. La salvación mencionada en 1 Pedro 1:5 no se refiere a ser salvos de la perdición eterna, sino a que nuestras almas sean salvas del castigo dispensacional del juicio gubernamental del Señor. Hebreos 10:39 habla acerca de ganar el alma. Cuando creímos en el Señor Jesús y fuimos salvos, nuestro espíritu fue regenerado con el Espíritu de Dios (Jn. 3:6). Sin embargo, debemos esperar hasta que el Señor Jesús regrese para que nuestro cuerpo sea redimido, salvo y transfigurado (Ro. 8:23-25; Fil. 3:21). Si hemos de salvar o ganar el alma, eso depende de lo que hagamos con respecto a nuestra alma mientras seguimos al Señor después de ser salvos y regenerados. Si hoy estamos dispuestos a perder el alma por causa del Señor, ciertamente la ganaremos (Mt. 16:25; Lc. 9:24; 17:33; Jn. 12:25; 1 P. 1:9), y ésta será salva cuando el Señor regrese. Éste será el galardón que recibirán los victoriosos seguidores del Señor (Mt. 16:22-28).

  En 1:21 Jacobo habla de la salvación de nuestras almas. La salvación de nuestras almas, conforme al contexto de dicho capítulo, implica el soportar las pruebas que se originan en nuestras circunstancias (vs. 2-12) y resistir la tentación de la concupiscencia (vs. 13-21). La perspectiva de Jacobo tocante a la salvación de nuestras almas era hasta cierto punto negativa, y no era tan positiva como la de Pablo, quien dijo que nuestra alma puede ser transformada de gloria en gloria por el Espíritu renovador hasta obtener la imagen del Señor (Ro. 12:2; Ef. 4:23; 2 Co. 3:18).

  En 5:20, salvar de muerte el alma no significa lo mismo que ser salvo de la perdición eterna, sino que se refiere a ser salvo de la disciplina relacionada con la dispensación actual, infligida por la muerte física (1 Jn. 5:16). En el versículo 20, la expresión de muerte debe de ser equivalente a la frase lo levantará del versículo 15.

  En el versículo 20 Jacobo dice que el que salva un alma de la muerte, también cubrirá multitud de pecados. Cubrirá multitud de pecados es una expresión del Antiguo Testamento (Sal. 32:1; 85:2; Pr. 10:12) que Jacobo usa para mostrarnos que hacer volver a un hermano extraviado es cubrir sus pecados para que no sea condenado. “Cubrirá ... pecados” aquí debe equivaler a “pecados ... perdonados” del versículo 15, al igual que en Salmos 32:1 y 85:2. Los pecados mencionados en Jacobo 5:20 son los pecados cometidos por el hermano pecador, los cuales le acarrearon muerte (1:15).

  Algunos escritores han dicho que en 5:19 y 20 Jacobo habla de la salvación de un pecador perdido. Ellos afirman que aquí el pecador es una persona que aún no ha sido salva, que la salvación del alma se refiere a ganar almas, y que la muerte equivale a la muerte eterna, o sea, a la perdición eterna. Esta interpretación no es correcta. En el versículo 19 Jacobo se dirige a los hermanos, y habla de alguien de entre los hermanos que se extravía de la verdad y que luego lo hacen volver al camino de la verdad. Esto indica que esta persona anteriormente estaba en la verdad. Si no hubiera estado en la verdad, ¿cómo podría haberse extraviado de ella? El hecho de que diga que se extravió de la verdad, indica que anteriormente debió de haber estado en la verdad. Asimismo, el versículo 20 habla de un pecador al cual le hacen volver del error de su camino. Esto también indica que después de haber estado en la verdad y haberse extraviado de la verdad, se vuelve al camino de la verdad. Ciertamente esto no se refiere a un pecador incrédulo. Es cierto que en el versículo 20 Jacobo usa la palabra pecador, porque a los ojos de Dios un creyente que se ha extraviado es temporalmente un pecador. El hecho de que se haya extraviado tiene que ver con el hecho de pecar. Por consiguiente, por haberse extraviado, él llega a ser un pecador, al menos por ese momento. Por lo tanto, hacer volver al pecador al camino de la verdad significa hacer volver a este hermano al camino de la verdad. Este pecador, por consiguiente, es un hermano que se ha descarriado.

Salvar un alma de muerte

  En 5:20 Jacobo también dice que el que hace volver a tal pecador, al hermano que se ha extraviado, salvará su alma de muerte. Debemos prestar atención al hecho de que Jacobo no dice “lo salvará”, sino “salvará el alma de éste”. Debemos discernir la diferencia entre estas dos frases. Por consiguiente, el asunto que se trata en el versículo 20 tiene que ver con la salvación del alma.

  En esta epístola, Jacobo ya había hablado acerca de la salvación del alma. En 1:21 él dijo: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”. La salvación del alma no tiene que ver con la salvación inicial; más bien, se refiere a la etapa progresiva de la salvación, la etapa de la transformación (véase la nota 5 en 1 Pedro 1:5). Los que han recibido la salvación inicial necesitan recibir más de la palabra que puede salvar sus almas. Por tanto, según 1:21, después de recibir nuestra salvación inicial, todavía nos hace falta experimentar una salvación adicional, la salvación de nuestra alma.

  La salvación del alma de la cual se habla en 5:20 no consiste en salvar a una persona de la perdición eterna; más bien, consiste en salvar su alma de cierta clase de sufrimiento. Según 1 Juan 5, el pecado puede ocasionarnos la muerte física, la cual es consecuencia de la disciplina de Dios. Cuando un creyente peca, Dios le da una advertencia; luego, si no hace caso a esa advertencia y continúa en pecado, Dios podría disciplinarlo y permitir que se enferme. Esta enfermedad es una disciplina y también una advertencia que se le da al creyente para que se arrepienta, abandone su pecado y deje de llevar una vida pecaminosa. No obstante, si no se arrepiente, Dios podría disciplinarlo aún más, al grado de acortarle la vida. Como resultado, este creyente finalmente muere.

  Sin embargo, el hecho de que un creyente muera a causa de su pecado no significa que perecerá eternamente. Una vez que somos salvos, somos salvos eternamente. El día en que creímos en el Señor Jesús fuimos salvos una vez y para siempre, y jamás nos perderemos. Sin embargo, si un creyente persiste en llevar una vida de pecado, Dios podría darle una advertencia y disciplinarlo con una enfermedad. Primero, Dios podría disciplinarlo con la enfermedad, lo cual sería una advertencia para que él regrese al camino de la verdad. Luego, tal vez la iglesia le pida a alguien que trate de hacer volver a este hermano. No obstante, si él permanece en su pecado, esto podría obligar a Dios a disciplinarlo aún más y permitir que muera.

  Supongamos que usted siente la carga de hacer volver al camino de la verdad a un hermano que se ha extraviado. Hacerle volver equivaldría a salvar su alma de la muerte física. Ésta es la interpretación correcta de 5:19-20.

  Lo que Jacobo dice en estos versículos no tiene nada que ver con la perdición eterna ni con la salvación eterna. La cuestión de la salvación eterna quedó totalmente resuelta en el momento en que creímos y fuimos salvos. No obstante, si nos descarriamos y volvemos a caer en el pecado, podríamos sufrir alguna enfermedad, la cual sería una disciplina de parte de Dios. Después de esto, si no nos arrepentimos, podríamos morir prematuramente.

  Cuando una persona muere, es el alma específicamente la que sufre, y no el cuerpo. La muerte física es un verdadero sufrimiento para el alma. La manera de ser salvos de tal sufrimiento en nuestra alma es ser encaminados a la verdad. Esto es lo que significa hacer volver a un creyente que se ha descarriado, lo cual salva su alma de la muerte física.

  Lo que Jacobo describe en estos versículos corresponde a la vida de iglesia; no obstante, tiene que ver con un aspecto negativo de la vida de iglesia. Entre los asuntos que Jacobo abarca en su epístola con respecto a la vida de iglesia, no encontramos ninguno que sea positivo. Aunque lo que Jacobo dice acerca de la vida de iglesia tiene que ver con un aspecto negativo, aun así podemos recibir mucha ayuda positiva de lo que él escribe en este libro. En particular, podemos recibir ayuda con respecto a la perfección cristiana práctica.

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