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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Jacobo»
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Mensaje 13

UNA VIDA QUE NO CONCUERDA PLENAMENTE CON LA ECONOMÍA NEOTESTAMENTARIA DE DIOS NI LA TIENE POR OBJETIVO

(1)

  Lectura bíblica: Jac. 1:1, 17-18, 21, 25; 2:2, 9-10; 3:13, 17; 4:4-5

  En el Evangelio de Marcos encontramos una vida, la vida del Señor Jesús, la cual concuerda plenamente con la economía neotestamentaria de Dios y la tiene por objetivo. En cambio, en la Epístola de Jacobo vemos una vida que no concuerda plenamente con la economía neotestamentaria de Dios ni la tiene por objetivo. En este mensaje y en el siguiente veremos varios asuntos contenidos en el libro de Jacobo que aluden a la mixtura formada cuando se confunde la economía del Nuevo Testamento con la dispensación del Antiguo Testamento.

  Jacobo era un hombre muy piadoso y, desde una perspectiva humana, era bastante sabio. Sin embargo, una y otra vez vemos que la persona de Jacobo estaba demasiado ocupada con los asuntos del Antiguo Testamento. Sin duda alguna, él estaba saturado, empapado, de los sentimientos, del sabor y de la atmósfera del Antiguo Testamento. En Jacobo no vemos indicios claros de que hubiera experimentado un traslado completo de la dispensación del Antiguo Testamento a la economía del Nuevo Testamento. Es probable que él hubiera sido bautizado; sin embargo, conforme a lo que leemos en sus escritos, no creo que en ningún momento hubiera tenido la experiencia de llegar a su propio fin y ser sepultado junto con todas las cosas del pasado, tanto buenas como malas.

CONSERVA AÚN LAS DOCE TRIBUS DE LA DISPENSACIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO

  Jacobo, en su epístola, aún conserva las doce tribus de la dispensación del Antiguo Testamento. Esto lo indica la manera en que Jacobo empieza este libro: “Jacobo, esclavo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión” (1:1). El hecho de que Jacobo dirija su epístola a las doce tribus que están en la dispersión podría indicar que no tenía una perspectiva clara de la diferencia entre los cristianos y los judíos, entre la economía neotestamentaria de Dios y la dispensación del antiguotestamentaria. Quizás no tenía en claro que en el Nuevo Testamento Dios libró de la nación judía a los judíos que creían en Cristo y los separó de ella. Por lo tanto, la expresión doce tribus de 1:1 es demasiado vieja, es una expresión que pertenece a la dispensación del Antiguo Testamento.

  Según los escritos de Pablo, los judíos que habían creído en Cristo habían sido llamados por Dios a salir de la antigua dispensación. En el libro de Gálatas, Pablo incluso considera el judaísmo el presente siglo maligno cuando dice: “El cual se dio a Sí mismo por nuestros pecados para rescatarnos del presente siglo maligno, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (1:4). Según el contexto de todo el libro de Gálatas, el presente siglo maligno mencionado en Gálatas 1:4 se refiere al mundo religioso, a la corriente religiosa del mundo, es decir, a la religión judía. Esto nos lo confirma Gálatas 6:14-15, donde a la circuncisión se le considera parte del mundo, el mundo religioso, el cual le había sido crucificado al apóstol Pablo. Por lo tanto, Pablo señala en el libro de Gálatas que Cristo se dio a Sí mismo por nuestros pecados con el fin de rescatarnos del mundo religioso judío, el presente siglo maligno.

  El presente siglo maligno mencionado en Gálatas 1:4 significa lo mismo que la “perversa generación” de Hechos 2:40. En el día de Pentecostés, Pedro exhortó a las personas a que fueran salvas de esa perversa generación. ¿Cómo, pues, pudo una persona tan piadosa como Jacobo, dirigir su epístola, la cual fue escrita a judíos cristianos, a las doce tribus que estaban en la dispersión? Eso definitivamente era contrario a la economía neotestamentaria de Dios.

POSEE LA VIDA DIVINA POR MEDIO DEL NACIMIENTO DIVINO

  En 1:17 y 18 Jacobo dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, y desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni oscurecimiento causado por rotación. Él, de Su voluntad, nos engendró por la palabra de verdad, para que seamos en cierto modo primicias de Sus criaturas”. Estos versículos indican que el Padre de las luces nos engendró para que seamos primicias de Sus criaturas. Esto se refiere al nacimiento divino, a nuestra regeneración (Jn. 3:5-6), la cual se lleva a cabo en conformidad con el propósito eterno de Dios. El hecho de que hayamos sido engendrados por la palabra de verdad significa que la palabra es la simiente de vida mediante la cual fuimos regenerados (1 P. 1:23). Por lo tanto, Jacobo nos da a entender que poseemos la vida divina por medio del nacimiento divino.

  Así, pues, vemos que por un lado, Jacobo dirige su epístola a las doce tribus; y por otro, habla acerca de la vida divina que hemos recibido mediante el nacimiento divino. Las doce tribus son algo que pertenece totalmente al Antiguo Testamento, mientras que la vida divina recibida por medio del nacimiento divino es ciertamente algo que pertenece al Nuevo Testamento. ¡Qué mixtura tan terrible encontramos en el libro de Jacobo! Él mezcla el Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento. ¿Cómo puede ser que a personas que fueron regeneradas por Dios y nacieron de Él, todavía se les llame las doce tribus? ¿Cómo pudo Jacobo dirigirse a las doce tribus y después decir que Dios las había engendrado para que fueran en cierto modo primicias de Sus criaturas? Con todo, esto es lo que Jacobo escribió en este libro. ¿Cómo podían ser engendradas por Dios las doce tribus para ser en cierto modo primicias? Cuando comparamos 1:1 con 1:17 y 18, vemos cuán nebulosa era todo lo relacionado con Jacobo, según se revela en esta epístola.

  A estas alturas quisiera decirles que no debemos dejarnos atraer por ninguna persona simplemente porque sea piadosa. A través de los siglos, existieron muchas personas piadosas que estaban en una condición nebulosa con respecto a la economía de Dios; estaban bajo una nube, y su piedad era un velo que los cubría. De la misma manera, es posible que nosotros seamos engañados por una persona piadosa, así como Pablo fue engañado por la persona piadosa de Jacobo en Hechos 21. No es fácil escapar de la influencia de un entorno que es espiritualmente nebuloso.

  En Hechos 21 Pablo aceptó la sugerencia que le hizo Jacobo de ir al templo con algunos que tenían obligación de cumplir voto, y pagar sus gastos. Tal vez pensemos que al proceder de este modo Pablo tuvo una actitud muy amplia y que puso en práctica lo que dijo a los corintios: “Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley” (1 Co. 9:20). Pero en Hechos 21 vemos que el Señor no fue tan amplio como supuestamente lo fue Pablo. En el último día del voto, en el día séptimo, se suscitó un alboroto, y Pablo fue arrestado. Si leemos Hechos 21 detenidamente, veremos que el Señor no estuvo de acuerdo con lo que ocurría en Jerusalén, e intervino para detener aquello.

RECIBE LA PALABRA IMPLANTADA

  En 1:21 Jacobo dice: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”. En este versículo Jacobo compara la palabra de Dios con una planta viva que es implantada en nuestro ser y crece en nosotros con el fin de producir fruto para la salvación de nuestras almas. Esto es ciertamente un asunto maravilloso. Sin embargo, esto también se halla confundido con asuntos del Antiguo Testamento en la Epístola de Jacobo.

GUARDA LA PERFECTA LEY DE LA LIBERTAD COMO SE HACE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

  En 1:25 Jacobo dice: “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”. La perfecta ley, la ley de la libertad, es algo excelente. Ésta es la ley de la vida divina inscrita en nuestros corazones (He. 8:10), cuya norma moral corresponde a la norma de la constitución del reino de los cielos, decretada por el Señor en el monte (Mt. 5—7). Aunque guardar la perfecta ley de la libertad es algo muy positivo, Jacobo nos habla de guardar esta ley tal como se hace en el Antiguo Testamento. Esto es confirmado por lo que se nos dice en 1:26 y 27: “Si alguno se cree religioso, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura e inmaculada delante de nuestro Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”. Aquí vemos que Jacobo encarga a los creyentes que guarden la perfecta ley de la libertad con respecto a tres cosas: refrenar la lengua, visitar a los huérfanos y a las viudas, y guardarse sin mancha del mundo. Ninguno de estos asuntos es de crucial importancia para la economía neotestamentaria de Dios. Con esto vemos que Jacobo no nos dice que guardemos la perfecta ley de la libertad como se pone en práctica en el Nuevo Testamento; al contrario, al encargarnos que refrenemos nuestra lengua, que visitemos a los huérfanos y a las viudas, y que nos guardemos sin mancha del mundo, él se refiere a prácticas del Antiguo Testamento.

  Al leer el capítulo 1 de esta epístola, vemos que Jacobo se aferraba al concepto de guardar la perfecta ley. En 1:22 nos dice que debemos ser hacedores de la ley y no solamente oidores. Luego, en 1:25 dice que el que mira atentamente la perfecta ley y persevera en ella, siendo hacedor de la obra, será bienaventurado en lo que hace. Jacobo dice claramente que debemos ser hacedores de la ley. Un hacedor de la ley, según Jacobo, es uno que guarda la ley. Sin embargo, él no nos relata la manera de guardar la perfecta ley de la libertad según el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento enseña que guardamos la ley de la libertad al vivir y andar conforme al Espíritu. El Nuevo Testamento no nos ha sido dado para que lo guardemos por nosotros mismos, sino para que vivamos por el Espíritu a fin de poder guardarlo. Simplemente guardar la ley consiste en hacer algo por nosotros mismos, pero para vivir conforme al Espíritu necesitamos al Espíritu que mora en nuestro espíritu regenerado. Ahora lo que se necesita no es tratar de guardar la ley por nosotros mismos ni ser hacedores de ella por nuestro propio esfuerzo; lo único que tenemos que hacer es andar conforme al Espíritu. Esto significa que en lugar de ser personas que obran por sí mismas, debemos ser personas que viven por el Espíritu. Hay una gran diferencia entre una persona que guarda la ley por sí misma y una que vive conforme al Espíritu.

  En la Epístola de Jacobo no encontramos muchas cosas que concuerdan con el pensamiento predominante en el Nuevo Testamento. Al contrario, el pensamiento que nos comunica esta epístola es en gran medida el pensamiento que predomina en el Antiguo Testamento. En efecto, Jacobo habla de la ley de la libertad, pero habla de ella conforme a la manera en que se guarda la ley de la letra en el Antiguo Testamento. Es posible que Jacobo hubiera pensado que la ley de Moisés no era completa ni perfecta, pero que la enseñanza del Nuevo Testamento sí lo era. Es probable que él se hubiera dado cuenta de que la enseñanza del Nuevo Testamento es perfecta y que nos liberta. Así que, según Jacobo, debíamos guardarla; debíamos ser hacedores de ella. La manera en que él concibe cómo cumplir la ley definitivamente no concuerda con el Nuevo Testamento. La manera en que él habla acerca de la ley se rige por el principio del Antiguo Testamento, pues nos dice que debemos guardarla y ser hacedores de ella por nosotros mismos; y no se rige por el principio del Nuevo Testamento, el cual nos habla de vivir, andar y conducirnos conforme al Espíritu.

  Al leer la Epístola de Jacobo, algunos podrán pensar que no hay nada de malo en ser hacedores de la perfecta ley, y tal vez digan: “Jacobo tiene la razón cuando dice que debemos ser hacedores de la ley. Sin lugar a dudas, todos debemos ser hacedores de la perfecta ley de la libertad”. Si ésta es la manera en que leemos la Biblia, la leemos según el entendimiento natural, y no según la iluminación del Espíritu. De hecho, todas las enseñanzas del Nuevo Testamento nos definen tanto el vivir como el morar del Espíritu todo-inclusivo en nosotros. Por consiguiente, lo que necesitamos no es guardar dichas enseñanzas ni tratar de cumplirlas por nosotros mismos, sino andar conforme al Espíritu que mora en nosotros y por Él. Cuando andamos conforme al Espíritu y por el Espíritu, llevamos una vida que es según la perfecta ley, la ley de la libertad, una vida que es conforme a todo el Nuevo Testamento. Nosotros no guardamos el Nuevo Testamento por nuestros propios esfuerzos; más bien, vivimos por el Espíritu a fin de guardarlo. La acción de guardar o cumplir es algo que hacemos por nosotros mismos, pero la acción de vivir se lleva a cabo por el Espíritu Santo. Ésta es la razón por la cual Pablo dice en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. El pensamiento predominante en el Nuevo Testamento es éste: ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Al respecto, la Epístola de Jacobo no es clara. Jacobo sabía que nacimos de Dios, que Dios nos engendró por la palabra de verdad; no obstante, su concepto con respecto a la vida que debe llevar el pueblo de Dios, y en particular, con respecto a la perfección cristiana práctica, parece estar basado en el pensamiento que predomina en el Antiguo Testamento.

CONFUNDE LA ECONOMÍA DEL NUEVO TESTAMENTO CON LA PRÁCTICA DE LA DISPENSACIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO QUE FUE RECOBRADA

  Jacobo confundió la práctica de la economía del Nuevo Testamento con la práctica de la dispensación del Antiguo Testamento que fue recobrada. Esto lo comprueba el hecho de que él usa la palabra sinagoga en 2:2. Hemos visto que la palabra griega sunagogé se compone de dos vocablos: sun, juntos, y ago, traer; por lo tanto, significa “juntarse, reunirse o congregarse”, y denota el lugar de reunión. Se usa en el Nuevo Testamento para denotar la congregación de los judíos (Hch. 13:43; 9:2; Lc. 12:11), y su lugar de reunión (7:5). En Jerusalén había muchas sinagogas formadas por varios grupos de judíos (Hch. 6:9).

  Las sinagogas no existían antes de la cautividad babilónica de los hijos de Israel, sino que se formaron después de que el templo fue destruido. Los judíos venían a la sinagoga buscando el conocimiento de Dios mediante el estudio de las Santas Escrituras (Lc. 4:16-17; Hch. 13:14-15). Cuando los judíos regresaron del cautiverio, trajeron a su país esta práctica de reunirse en sinagogas. Ésta fue la práctica de la dispensación del Antiguo Testamento que fue recobrada después que los judíos regresaron de Babilonia. Así que, en Jerusalén había sinagogas para los judíos que habían regresado de diferentes lugares y que tenían sus propios idiomas y costumbres. Después de regresar a Jerusalén, ellos establecieron sinagogas conforme a estos idiomas y costumbres. Ésta es la razón por la que había diferentes sinagogas entre los judíos de Jerusalén.

  En 2:1 y 2a Jacobo dice: “Hermanos míos, retened la fe de nuestro Señor Jesucristo, el Señor de gloria, sin hacer acepción de personas. Porque si en vuestra sinagoga entra...”. En 2:1 Jacobo habla de la fe de nuestro Señor Jesucristo, y en 2:2, de la sinagoga. Esto nos muestra que la economía neotestamentaria de Dios se confundía con la práctica de la dispensación del Antiguo Testamento tal como ésta existía después que regresaron los cautivos de Babilonia. Al parecer, Jacobo no tenía noción alguna de la diferencia entre los cristianos y los judíos. El hecho de que usara la palabra sinagoga parece indicar que él consideraba la asamblea de los creyentes judíos y su lugar de reunión como otra de las sinagogas de los judíos, quizá una sinagoga cristiana. Esto pudiera indicar que para él, los cristianos judíos seguían siendo parte de la nación judía, el pueblo escogido de Dios según el Antiguo Testamento. De ser así, esto indicaría que él no veía claramente que había una diferencia entre el pueblo escogido de Dios del Antiguo Testamento y los creyentes en Cristo del Nuevo Testamento. ¡Qué mixtura tan terrible es ésta!

GUARDA AÚN LA LEY DE LA LETRA DEL ANTIGUO TESTAMENTO

  En los capítulos 2 y 4 de su epístola vemos que Jacobo continuaba guardando la ley de la letra del Antiguo Testamento. Por ejemplo, en 2:9 y 10 él dice: “Pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un solo punto, se hace culpable de todos”. Estas palabras indican que Jacobo aún guardaba la ley del Antiguo Testamento. Esto concuerda con lo que Jacobo y los ancianos de Jerusalén dijeron a Pablo en Hechos 21:20. Miríadas de creyentes judíos aún permanecían en una mezcla de fe cristiana y ley mosaica. Jacobo y los demás incluso le aconsejaron a Pablo que practicara tal mezcla judaica (vs. 17-26). En Hechos 21 Jacobo alentó a Pablo a que guardara la ley. Al parecer no sabía que la dispensación de la ley había llegado a su fin y que los creyentes sólo tenían que hacer caso a la dispensación de la gracia, y que si no tenían en cuenta la distinción entre estas dos dispensaciones, esto sería contrario a la administración dispensacional de Dios y estropearía en gran manera el plan de Dios en Su economía con respecto a la edificación de la iglesia como expresión de Cristo. Por lo tanto, la Epístola de Jacobo fue escrita bajo la nube de una mixtura judaica.

SE COMPORTA SEGÚN UNA SABIDURÍA QUE TIENE EL SABOR CARACTERÍSTICO DEL ANTIGUO TESTAMENTO

  En su epístola Jacobo recalca la importancia de la sabiduría. En 1:5 él dice: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos con liberalidad y sin reproche, y le será dada”. Jacobo se dio cuenta de que la sabiduría de Dios era necesaria para alcanzar la perfección cristiana práctica. Luego, en 3:13 él habla en cuanto a la mansedumbre de la sabiduría: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en la mansedumbre de la sabiduría”. Conforme al contexto del capítulo 3, la mansedumbre de la sabiduría se refiere al hecho de restringirse al hablar. En 3:17 Jacobo habla de la sabiduría que es de lo alto, diciendo: “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, comprensiva, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, imparcial, sin hipocresía”. Esta sabiduría incluye la mansedumbre que se menciona en el versículo 13 y las virtudes humanas mencionadas en el versículo 17. Según la perspectiva de Jacobo, todas estas virtudes son características de la perfección cristiana práctica.

  Lo que Jacobo dice acerca de la sabiduría tiene el sabor característico del Antiguo Testamento. Según el entendimiento de Jacobo, la sabiduría que es de lo alto era muy semejante a la sabiduría que Dios le dio a Salomón. La sabiduría de Salomón no provenía de abajo, del mundo, de Egipto, sino que provenía de arriba, de Dios.

  La clase de sabiduría de la que habla Jacobo es la sabiduría que nos ayuda a tener un buen comportamiento humano. Esta sabiduría tiene el sabor propio del Antiguo Testamento, y no tiene nada que ver con la sabiduría del Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento la sabiduría de Dios consiste en vivir a Cristo y en tenerle como nuestro todo. En 1 Corintios 1:30 Pablo dice que Cristo nos fue hecho de parte de Dios sabiduría. Además, la sabiduría de Dios, que es según el Nuevo Testamento, no tiene como fin perfeccionar nuestro carácter o lograr la perfección cristiana, sino edificar la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Si leemos 1 Corintios 1 y 2, Efesios 1 y 3, y Colosenses 2, veremos la gran diferencia que hay entre estas dos categorías de sabiduría: la sabiduría del Antiguo Testamento, que nos ayuda a tener un buen comportamiento humano, y la sabiduría del Nuevo Testamento, que consiste en que Cristo sea el todo para nosotros para que se edifique la iglesia.

  Muchos cristianos valoran mucho el tipo de sabiduría que se encuentra en el libro de Jacobo. La razón por la cual valoran este tipo de sabiduría es que no han visto los asuntos cruciales, a saber: Cristo como vida y la edificación de la iglesia. Hoy en día entre los cristianos se dan muy pocos mensajes que hablen de disfrutar a Cristo como el todo para que la iglesia, el Cuerpo de Cristo, sea edificada. En lugar de ello, los creyentes tienen en muy alta estima la Epístola de Jacobo. Pero podemos ver que hay una gran discrepancia entre la sabiduría que se nos presenta en la Epístola de Jacobo y la sabiduría de Dios revelada en las epístolas de Pablo.

EXPERIMENTA AL ESPÍRITU QUE MORA EN NOSOTROS ÚNICAMENTE CON RELACIÓN A VENCER EL MUNDO

  En 4:4 y 5 Jacobo dice: “Adúlteros, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que decide ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?”. Ésta es la única vez que Jacobo menciona al Espíritu de Dios que mora en nosotros, y esto lo hace en un contexto negativo —el hecho de poner fin a toda amistad con el mundo—, y no en un contexto positivo como es vivir a Cristo para la edificación del Cuerpo de Cristo. Así, pues, aunque Jacobo habla del Espíritu que mora en nosotros, lo hace únicamente con relación a vencer el mundo.

  En lo que se refiere al Espíritu, hay una gran diferencia entre el libro de Jacobo y las Epístolas de Pablo. Pablo habló mucho acerca del Espíritu que mora en nosotros. Por ejemplo, en Romanos 8 el Espíritu que mora en nosotros hace que la vida divina ocupe nuestro espíritu, nuestra mente y finalmente nuestro cuerpo mortal. De este modo, el Espíritu que mora en nosotros hace que nuestro ser tripartito sea plenamente saturado de la vida divina. Por supuesto, en Gálatas 5 Pablo también dice que el Espíritu lucha contra la carne: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne” (v. 17). En otro versículo de Gálatas, Pablo habla acerca del Espíritu del Hijo: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (4:6). Hemos recibido al Espíritu del Hijo para que Cristo sea formado en nosotros (v. 19). ¡Cuán crucial es que Cristo sea formado en nosotros! Por lo tanto, el Espíritu del Hijo no nos es dado únicamente para que venzamos la carne y tomemos ciertas medidas con respecto al mundo, sino para que Cristo sea formado en nosotros. Éste es un énfasis muy positivo acerca del Espíritu que no se encuentra en el libro de Jacobo.

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