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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Job»
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Mensaje 27

UNA PERSONA EN EL ESPÍRITU

  Lectura bíblica: Ap. 1:10; 4:2; 17:3; 21:10

  Lo dicho por Job, por sus tres amigos y por Eliú estaba totalmente carente del ejercicio del espíritu para contactar a Dios. Ellos no oraron y no tuvieron comunión con Dios ni tuvieron comunión unos con otros en espíritu. Aunque eran personas piadosas, no se reunieron para orar ejercitando su espíritu a fin de tocar a Dios. En lugar de ejercitar su espíritu, ejercitaron sus mentes a fin de componer poesía y exhibir sus conocimientos. En este asunto, Eliú siguió el ejemplo de sus mayores y habló del mismo modo que ellos. Por tanto, Eliú dijo: “Oídme; / también yo declararé lo que sé” (32:10). Tal como hemos señalado, Eliú era una persona repleta del conocimiento del bien y del mal. Él no era una persona en el espíritu.

EN EL ESPÍRITU EN EL DÍA DEL SEÑOR

  Al inicio del libro de Apocalipsis Juan dijo: “Yo estaba en el espíritu en el día del Señor” (1:10). En este versículo, la palabra espíritu no se refiere al Espíritu de Dios, sino al espíritu humano, el órgano que nos permite percatarnos del mover de Dios y responder al mismo. Únicamente el espíritu (nuestro espíritu) puede responder al Espíritu (el Espíritu de Dios).

  En aquella ocasión, Juan había sido exiliado a la isla de Patmos. Él estaba solo y carecía de una iglesia así como de las reuniones de la iglesia y de la comunión con los santos. No obstante, Juan estaba en el espíritu. Esto quiere decir que Juan era una persona que permanecía en su espíritu. Puesto que estaba en su espíritu, él era en realidad un miembro del Cuerpo de Cristo y parte del nuevo hombre.

VER VISIONES EN EL ESPÍRITU Y LLEGAR A SER UNA PERSONA QUE PERMANECE EN SU ESPÍRITU

  Mientras estaba en el espíritu, Juan vio diversas visiones con base a las cuales escribió los veintidós capítulos del libro de Apocalipsis. Este libro, Apocalipsis, está compuesto de cuatro visiones principales: (1) la visión de las iglesias (caps. 1—3); (2) la visión del destino del mundo (caps. 4—16); (3) la visión de Babilonia la Grande (caps. 17—18) y (4) la visión de la Nueva Jerusalén (caps. 21—22). Juan estaba en su espíritu cuando vio estas cuatro visiones (1:10; 4:2; 17:3; 21:10). Nosotros también debemos estar en nuestro espíritu para recibir las visiones que se encuentran en este libro. No es simplemente un asunto de entender intelectualmente con la mente, sino de comprender espiritualmente en el espíritu.

  Primero, Juan vio los candeleros como símbolos de las iglesias (1:12, 20), lo cual indica la economía de Dios con respecto al Cuerpo de Cristo. Después, en este libro hay siete epístolas escritas a las siete iglesias (caps. 2—3). En estas siete epístolas encontramos lo que el Espíritu le dice a las siete iglesias. A ello le sigue la escena en los cielos (caps. 4—5), los siete sellos (6:1—8:5), las siete trompetas (8:6—11:19) y las siete copas (15:1—16:21). Juan también vio la destrucción de la Babilonia religiosa (17:1-18), la destrucción de la Babilonia comercial y material (18:1-24), las bodas del Cordero (19:5-10), cómo Cristo derrota y destruye al anticristo (19:11-21), cómo Satanás es atado (20:1-3), el reino milenario (20:4-6) y el juicio del gran trono blanco (20:11-15). Finalmente, Juan vio el cielo nuevo y la tierra nueva juntamente con la consumación máxima de la economía de Dios, la Nueva Jerusalén (21:1-27). Él pudo recibir estas visiones debido a que estaba en el espíritu.

  Cuando yo era joven, tenía sumo interés en el estudio de las profecías contenidas en el libro de Apocalipsis. Hoy en día no me interesan tanto las profecías en sí, sino que me interesa más poder ser iluminado al considerar las visiones espirituales que se hallan en este libro, en particular, la visión de los siete candeleros y la visión de la Nueva Jerusalén. Al comienzo de Apocalipsis, tenemos las iglesias locales como candeleros de oro; y al final de este libro, tenemos la Nueva Jerusalén como candelero de oro, único y universal, por la eternidad (21:10-11, 18b, 23). Ver estas visiones en Apocalipsis nos ayuda a ser personas que permanecen en el espíritu.

APRENDER A PERMANECER EN NUESTRO ESPÍRITU

  Muchos de los lectores de Apocalipsis no ven que aquel que recibió las visiones en este libro era una persona completamente dedicada a permanecer en el espíritu humano. En el día del Señor, Juan estaba en su espíritu. Todos debemos aprender a ser prisioneros en nuestro espíritu y a no salir de nuestro espíritu. Debemos ser personas que están en su espíritu todo el tiempo. Si somos esta clase de persona, los demás no podrán entendernos, pues en espíritu nos movemos a medida que Dios se mueve en nosotros.

  Cuando nos volvemos a nuestro espíritu y nos sumergimos en él, incluso mientras manejemos un auto, podremos cantar, alabar y regocijarnos. También podremos clamar, llorando mientras oramos: “Señor, mira la condición de Tu Cuerpo”. Todos hemos gustado esto en alguna medida. Tenemos que ser perfeccionados y ser conjuntamente edificados hasta llegar a ser tales personas. Permanecer en nuestro espíritu es la única manera en que podremos llegar a ser personas que aman a Dios, buscan a Cristo y son vencedores.

DISFRUTAR A CRISTO Y LA IGLESIA EN EL ESPÍRITU

  Si usted es una persona que permanece en el espíritu, estará en su espíritu para encontrarse con Dios, ver a Dios y permanecer junto con Dios. Y este Dios es el Espíritu consumado, la realidad de Cristo; más aún, cuando usted obtiene a Cristo, también obtiene la iglesia, pues Cristo es la Cabeza del nuevo hombre y la iglesia es el Cuerpo. Entonces usted disfrutará de la iglesia, el Cuerpo, así como de Cristo, la Cabeza.

LAS ORACIONES PREVALECIENTES DE UNA PERSONA QUE PERMANECE EN EL ESPÍRITU MOVIÉNDOSE EN EL MOVER DEL SEÑOR

  Si usted permanece en el espíritu, los asuntos referentes a la iglesia local vendrán a usted, y ello hará que usted ore por la condición de la iglesia. Estas oraciones son las oraciones auténticas y prevalecientes, pues usted ora en su espíritu y, al permanecer en el espíritu, usted se mueve en el mover del Señor. Sus oraciones son el mover del Señor en usted. Usted y el Señor, el Señor y usted, se mueven juntos y oran juntos. Esto es muy dulce y es muy diferente de las oraciones que elevamos por considerarlas nuestra responsabilidad, nuestra obligación o una especie de tarea. Esta oración es una oración en dulce comunión con el Señor.

  La manera en que llegamos a ser tal clase de persona es muy simple: permanecer en nuestro espíritu. Me gusta mucho la frase: “en el espíritu en el día del Señor”. Primero, Juan estaba en su espíritu; después, él oyó “una gran voz como de trompeta”. Cuando se volvió para ver la voz que hablaba con él, vio la visión de los siete candeleros de oro (Ap. 1:12). Todos debemos aprender de Juan a permanecer en nuestro espíritu a fin de ver la visión y disfrutar al Señor, disfrutar del Cuerpo y disfrutar las palabras que el Espíritu habla a las iglesias.

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