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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 13

EL MINISTERIO DEL SALVADOR-HOMBRE SE LLEVA A CABO EN SUS VIRTUDES HUMANAS JUNTO CON SUS ATRIBUTOS DIVINOS EN GALILEA

(3)

  Lectura bíblica: Lc. 5:1-39; 6:1-11

LA CONDICION ESPIRITUAL DE TODOS LOS SERES HUMANOS CAIDOS

  En 5:1—6:11 tenemos un relato de cinco casos: se atrae a los ocupados (5:1-11), se limpia a los contaminados (5:12-16), se sana al paralítico (5:17-26), se llama a los menospreciados (5:27-39) y se quebranta el precepto sabático distorsionado para satisfacer y liberar al pueblo (6:1-11). No debemos pensar que estos casos son solamente relatos de lo que les sucedieron a diferentes personas. En realidad, todos estos casos retratan a una sola persona.

  Después de que el Señor Jesús realizó un milagro relacionado con la pesca, Pedro le dijo: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (5:8). Inmediatamente después, tenemos el caso en que se limpia a un hombre lleno de lepra, es decir, se limpia a un contaminado. Pedro no solamente era una persona ocupada sino también una persona contaminada. Espiritualmente hablando, éste es también nuestro caso. Además de que estamos ocupados y contaminados, estamos paralizados, somos menospreciados y estamos bajo el cautiverio de los preceptos distorsionados.

  Los casos presentados en 5:1—6:11 retratan la condición espiritual de todos los seres humanos caídos. Antes de que fuéramos salvos, estábamos ocupados. Eramos también leprosos, gente pecaminosa en necesidad de limpieza. Además, éramos paralíticos, siendo incapaces de andar o hacer cualquier cosa conforme a Dios. Así que, necesitábamos que el Señor nos sanara.

  No importa qué ocupación tenga una persona, cuando el Señor le llama y le libera, se da cuenta inmediatamente de que es pecaminosa. Cuando las personas están atareadas con sus ocupaciones, tal vez piensen que son muy buena gente. Pero cuando se les liberan de sus ocupaciones para seguir al Señor, se dan cuenta de que son pecaminosas. Además, después de ser limpiadas, se dan cuenta de que están paralizadas con respecto a Dios y a las cosas de Dios. No son capaces de andar en el camino de Dios. Pero después de que son sanadas, comienzan a ver que son “recaudadores de impuestos”, gente menospreciada, sin ningún valor. Con el tiempo, entienden que están bajo el cautiverio de ciertos preceptos y que tienen la necesidad de ser satisfechas y liberadas.

  Después de que somos liberados de nuestras ocupaciones, limpiados de nuestra lepra, sanados de nuestra parálisis, nos convertimos, en el Señor, en personas de valor, pues ahora le tenemos como la vestidura nueva que nos cubre externamente y como el vino nuevo que nos llena internamente (Lc. 5:36-39). Después de esto, somos liberados de los preceptos apresadores. Como resultado, llegamos a ser completamente salvos por el Salvador-Hombre.

  Al leer 5:1—6:11, no debemos pensar que estos casos son separados el uno del otro. Más bien, necesitamos considerar todos estos casos como los aspectos descriptivos de una sola persona. En particular, estos casos son un retrato de la condición espiritual de todos los seres humanos caídos.

LIMPIA A LOS CONTAMINADOS

Revela las virtudes humanas del Señor

  En cada uno de estos casos, podemos ver las virtudes humanas del Salvador-Hombre y también los atributos divinos expresados en ellas. Considere el caso de la limpieza del leproso. Lucas 5:12 dice: “Sucedió que estando El en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, y viendo a Jesús, se postró sobre su rostro y le rogó diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme”. El Señor “extendiendo El la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de aquél” (v. 13). En este caso, el Señor actúa en el más alto nivel de moralidad. Vemos que El se compadeció del leproso. Según el Antiguo Testamento, un leproso era uno que no podía ser tocado por nadie. Con el fin de mantener a otros alejado de él, se le requería que gritase: “¡inmundo, inmundo!” Por lo tanto, un leproso estaba totalmente aislado. Pero el Salvador-Hombre extendió Su mano para tocarle. El hecho de que el Señor le tocara revela Sus virtudes humanas.

Expresa los atributos divinos del Señor

  Los atributos divinos del Señor fueron expresados en la limpieza del leproso. Es imposible para cualquier ser humano limpiar a un leproso. Por lo tanto, Aquel que limpió a este leproso debió de ser Dios.

  En la compasión del Señor vemos Su virtud humana, y en la limpieza del leproso vemos Su atributo divino. El era el Dios-hombre genuino. El, como hombre, estaba lleno de las virtudes humanas, y como Dios tenía los atributos divinos que le permitieron limpiar la lepra del hombre. En este caso, las virtudes humanas del Señor expresan Sus atributos divinos.

  Según los ejemplos bíblicos, la lepra viene de la rebelión y la desobediencia. Miriam quedó leprosa debido a su rebelión contra la autoridad delegada de Dios (Nm. 12:1-10). La lepra de Naamán fue limpiada debido a su obediencia (2 R. 5:1, 9-14). A los ojos de Dios todos los seres humanos caídos han quedado leprosos a causa de su rebelión. Pero el Salvador-Hombre vino a salvar a los hombres de su rebelión y a limpiarlos de su lepra.

  Un leproso, según la ley, debía ser excluido del pueblo a causa de su inmundicia, y nadie lo podía tocar (Lv. 13:45-46). Pero el Salvador-Hombre tocó al que estaba lleno de lepra. ¡Qué misericordia y qué compasión! Por un toque de El, “al instante la lepra se fue de aquél”.

  Un leproso representa un pecador típico. La lepra es la enfermedad más contaminadora y dañina, pues hace que su víctima sea aislada tanto de Dios como de los hombres. Limpiar al leproso indica restaurar el pecador a la comunión con Dios y con los hombres. Es significativo que el leproso no fue solamente sanado sino también limpiado. Alguien con lepra no sólo requiere sanidad como otras enfermedades, sino que también necesita limpieza del pecado (1 Jn. 1:7); esto se debe a la naturaleza sucia y contaminadora de la enfermedad.

SANA AL PARALITICO

  En el caso en que se sana al paralítico (5:17-26), vemos también los atributos divinos del Señor expresados en Sus virtudes humanas. En 5:20 El dijo al paralítico: “Hombre, tus pecados te son perdonados”. Cuando los escribas y los fariseos oyeron esto, comenzaron a cavilar, diciendo: “¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (v. 21). El Señor Jesús ejercitó Su autoridad divina para perdonar los pecados del paralítico y Su poder divino para sanarle. Pero en este caso también vemos que el Señor ejercitó Su bondad, la cual es una virtud humana. Por lo tanto, en este caso la virtud humana del Señor también expresa Su atributo divino.

  Lucas 5:24 dice: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”. El Salvador-Hombre era Dios mismo encarnado, y no se consideró el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Exteriormente, El tenía la semejanza y el porte del hombre, pero interiormente El era Dios (Fil. 2:6-7). El era el Salvador-Hombre y también el Dios-Salvador. Así que, no sólo tenía la capacidad de salvar pecadores, sino también la potestad para perdonar pecados. En este caso, siendo Dios, perdonó los pecados del paralítico, pero afirmó que era el Hijo del Hombre. Esto indica que El era el Dios verdadero y un hombre auténtico, que poseía deidad y humanidad. En El los hombres pueden ver tanto Sus atributos divinos como Sus virtudes humanas.

LLAMA A LOS MENOSPRECIADOS

Mateo, un recaudador de impuestos menospreciado

  En 5:27-39 tenemos el caso de la llamada de un recaudador de impuestos menospreciado llamado Leví o Mateo. El versículo 27 dice: “Después de estas cosas salió, y vio a un recaudador de impuestos llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme”. La oficina de impuestos era una casa de peaje, donde Mateo recaudaba impuestos para los romanos. Mateo era uno de los recaudadores de impuestos (Mt. 10:3) y probablemente ocupaba una posición elevada, era un hombre censurado, menospreciado y aborrecido por los judíos (Lc. 18:11; Mt. 5:46). No obstante, fue llamado por el Salvador-Hombre y más tarde fue escogido y designado como uno de los doce apóstoles. ¡Qué misericordia!

  Lucas 5:28 dice de Mateo: “Y dejándolo todo, se levantó y le siguió”. Parece ser que ésta fue la primera vez que el Señor se encontró con Mateo. Debe de haber existido algún poder atrayente en la palabra o en la apariencia del Señor que motivó a Mateo a seguirlo.

  Hemos mencionado que los judíos menospreciaban a los recaudadores de impuestos porque recaudaban impuestos para los imperialistas romanos. Eran considerados traidores, y los judíos los repudiaban y los menospreciaban a lo sumo. No obstante, el Señor Jesús vino a uno de estos recaudadores de impuestos y le llamó.

  Cuando Mateo fue llamado no se hizo ningún milagro. Cuando el Señor Jesús vino a Pedro, le atrajo de su ocupación por medio de un milagro. Pero El no hizo un milagro cuando vino a Mateo. El hecho de que estuvo dispuesto a ir a Mateo fue una gran misericordia.

  Los judíos se mantenían apartados de los recaudadores de impuestos, puesto que los consideraban peores que los leprosos. Así que, Mateo debió de haberse sorprendido cuando el Señor Jesús se le acercó. Quizás Mateo se dijera: “¿Quién soy yo que éste se me acerque? Soy un recaudador de impuestos, una persona menospreciada. ¿A quién le importo yo? No obstante, Jesús se me acerca y me dice que le siga”.

  En la llamada del Señor a Mateo vemos el alto nivel de moralidad de Su virtud humana. Quizás el Señor se dijera a Sí mismo cuando estaba a punto de llamar a Mateo: “Sí, éste es un recaudador de impuestos. Sin embargo, es un ser humano, y no le voy a rechazar ni me desahuciaré de él. Más bien, iré a él, me pondré en contacto con él, y le llamaré. Yo no solamente llamo a los ocupados, sino también a los menospreciados”.

La misericordia del Salvador-Hombre

  Lucas 5:29 dice: “Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había una gran multitud de recaudadores de impuestos y de otros que estaban reclinados a la mesa con ellos”. La llamada del Señor a Mateo debió de haberle conmovido en el fondo de su corazón. Inmediatamente, Mateo le brindó una gran fiesta en Su honor.

  El dinero que se usó para esta fiesta pudo haber sido ganado por Mateo ilícitamente. Esto quiere decir que la gran recepción que se celebró por el Señor Jesús en la casa de Mateo pudo haber sido financiado con dinero ilícito. Algunos de los judíos pudieron haber dicho: “¿Por qué Jesús asiste a esta fiesta? ¿Acaso no sabe cómo sacó Mateo el dinero para pagar esta fiesta? Mateo extorsionó nuestro dinero, y ahora usa este dinero para hacer una fiesta. Esta fiesta no es justa”.

  El Señor Jesús no solamente es justo; sino también misericordioso. Según Jacobo 2:13: “La misericordia triunfa sobre el juicio”. Necesitamos ejercer misericordia sobre los menospreciados que también están en una condición lamentable. El Señor Jesús tuvo misericordia de Mateo y Su misericordia debió de haberle conmovido en el fondo de su corazón. Si no, no hubiera preparado una fiesta al Señor. Mateo debió de haber estado contento y lleno de regocijo. Fue para él una oportunidad excelente el invitar a una gran multitud de recaudadores de impuestos y pecadores a comer con el Señor Jesús. Vemos, en la manera en que el Salvador-Hombre respondió a la situación, Su virtud humana.

Tener necesidad de un médico

  En 5:30 los fariseos y los escribas murmuraban contra los discípulos del Señor, diciendo: “¿Por qué coméis y bebéis con recaudadores de impuestos y pecadores?” El Señor Jesús replicó: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (vs. 31-32). Aquí vemos que el Salvador-Hombre ministraba como un médico, no como un juez. Un juez pronuncia su juicio según la justicia, mientras que un médico sana por misericordia y gracia. Si el Señor hubiera venido como juez a esta gente miserable, todos ellos habrían sido condenados y rechazados, y ninguno habría sido capacitado, elegido ni llamado. Pero el Señor vino a ministrar como médico; es decir, vino a sanar, recobrar, reanimar y salvar.

  Estas palabras del Señor implican que los fariseos, justos en su propia opinión, no se daban cuenta de que le necesitaban como médico. Se consideraban fuertes. Así que, cegados por creerse justos, no sabían que ellos mismos estaban enfermos y en necesidad de cura.

Un vestido nuevo y vino nuevo

  En 5:36-39 el Salvador-Hombre, hablando en parábolas, habla de un vestido nuevo y de vino nuevo. El daba a entender que está presente para cubrir a los menospreciados con un nuevo vestido y para llenarles de un vino nuevo. Este vestido nuevo es Cristo como justicia nuestra para cubrirnos externamente, y el vino nuevo es Cristo como vida eterna para llenarnos internamente. Sólo Dios puede cubrirnos con justicia y llenarnos con vida eterna. Estas son las obras del Ser divino. Por lo tanto, en este caso también vemos los atributos divinos expresados en las virtudes humanas del Salvador-Hombre. El ministraba en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos.

QUEBRANTA LOS PRECEPTOS SABATICOS DISTORSIONADOS

  En 6:1-11 tenemos dos casos en los cuales el Señor quebranta los preceptos sabáticos distorsionados. Hizo esto para satisfacer y liberar al pueblo. Los preceptos sabáticos fueron dados en el Antiguo Testamento. Sin embargo, los judíos religiosos hicieron mal uso de ellos e hicieron que ellos se distorsionaran. Por consiguiente, cuando el Señor Jesús vino como Salvador-Hombre, a El le importaba el hombre y no los preceptos distorsionados. Por el bien del hombre, El quebrantó intencionadamente los preceptos sabáticos distorsionados.

Para satisfacer al pueblo

  El primer caso en el cual se quebranta estos preceptos se relata en 6:1-5: “Aconteció un sábado, que pasando Jesús por los sembrados, Sus discípulos arrancaban espigas y comían restregándolas con las manos” (v. 1). Algunos de los fariseos dijeron: “¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en sábado?” (v. 2). Profanar el sábado era una infracción grave a los ojos de los fariseos religiosos. Para ellos no era lícito que los discípulos del Señor arrancaran las espigas y las comieran en sábado. Según sus escasos conocimientos de las Escrituras, se preocupaban por el rito de observar el sábado y no por el hambre de la gente. El Salvador-Hombre, por el contrario, se preocupaba por la satisfacción de Sus seguidores.

  En 6:5 el Señor dijo a los fariseos: “El Hijo del Hombre es Señor del sábado”. Esto indica la deidad del Salvador-Hombre en Su humanidad. El, el Hijo del Hombre, era Dios mismo que ordenaba el sábado, y tenía el derecho de cambiar lo que había ordenado con relación al sábado.

Para liberar al pueblo

  El segundo caso en que el Señor quebranta los preceptos sabáticos distorsionados se halla en 6:6-11. Aquí el Señor restaura la mano seca de un hombre. Le dijo: “Extiende tu mano. Y él lo hizo, y su mano fue restaurada” (v. 10). El Salvador-Hombre, ejercitando Su compasión, restauró la mano seca. Aquí Su compasión y Su poder para sanar son una fusión de Su virtud humana con Sus atributos divinos. Por lo tanto, una vez más Sus atributos divinos se expresan en Sus virtudes humanas. En estos dos casos el Señor quebrantó los preceptos sabáticos distorsionados para satisfacer y liberar al pueblo. En 6:1-5 se preocupó por la satisfacción de Sus discípulos y en 6:6-11, por la liberación de aquel que tenía la mano seca.

UN CUADRO DE NUESTRA EXPERIENCIA

  En 5:1—6:11 tenemos un cuadro compuesto de los seres humanos caídos. Un ser humano caído está ocupado, es un leproso, es un paralítico, es menospreciado y está bajo el cautiverio. Según el relato de está porción del Evangelio de Lucas, tal persona es atraída por el Señor Jesús de su ocupación, y es limpiada de su lepra, es sanada de su parálisis, es elevada de su condición menospreciada, y es liberada del hambre y del cautiverio. Esto es un cuadro de lo que nos ha sucedido a nosotros. Podemos testificar que todos fuimos tales personas. Fuimos llamados de nuestras ocupaciones y fuimos limpiados, sanados, elevados, satisfechos y liberados. Esto es el ministerio del Salvador-Hombre en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos. Este asunto es un principio primordial que Lucas ha seguido al escribir este evangelio.

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