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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 18

EL MINISTERIO DEL SALVADOR-HOMBRE SE LLEVA A CABO EN SUS VIRTUDES HUMANAS JUNTO CON SUS ATRIBUTOS DIVINOS EN GALILEA

(8)

  Lectura bíblica: Lc. 8:1-21

  En 7:36-50 tenemos un relato del Salvador-Hombre que perdona a los pecadores. Luego en 8:1-21 se abarcan tres eventos: las mujeres ministran al Salvador-Hombre (vs. 1-3), el Salvador-Hombre enseña en parábolas (vs. 4-18), y el Salvador-Hombre identifica a Sus verdaderos parientes (vs. 19-21). Si consideramos 7:36—8:21 como una sola unidad, veremos que nosotros cuyos pecados fueron perdonados, debemos seguir al Señor, ministrarle, crecer en vida y alumbrar como lámparas. Con el tiempo, siendo tales personas, llegaremos a ser los verdaderos parientes del Salvador-Hombre. En el mensaje anterior abarcamos 7:36-50. En este mensaje veremos 8:1-21.

LAS MUJERES LE MINISTRAN

  Lucas 8:1 dice: “Aconteció poco después, que Jesús iba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce iban con El”. La palabra griega traducida predicando significa proclamando como un heraldo. La palabra griega traducida anunciar el evangelio es euaggelízo, la cual significa evangelizar, anunciar buenas nuevas, declarar buenas nuevas, predicar el evangelio. Así que, anunciar el evangelio del reino de Dios es predicar el reino de Dios como evangelio, como buenas noticias.

  En los versículos 2 y 3 Lucas dice: “Y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malignos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que les ministraban de sus bienes”. En 8:1-3 vemos que los doce llamados seguían al Salvador, y las mujeres sanadas le ministraban a El y a Sus seguidores utilizando sus propias posesiones. ¡Qué hermoso cuadro!

  Las mujeres nombradas en 8:2 y 3 ministraban al Señor y a los doce discípulos utilizando sus propias posesiones. Es posible que, bajo la soberanía del Señor, los maridos de estas mujeres fueran ricos. Podemos decir que esta riqueza era el resultado de que el Señor ejercitara Sus atributos divinos. Luego, las mujeres ejercieron sus virtudes humanas al usar sus posesiones para ministrar al Señor y a Sus discípulos.

  Según 8:1-3, había dos grupos de gente alrededor del Señor Jesús. El primer grupo estaba compuesto de Sus seguidores; el segundo estaba compuesto de las mujeres. Los discípulos simplemente seguían al Señor sin tener que hacer nada. Las mujeres, sin embargo, ministraron al Señor y a Sus discípulos de una manera práctica. En la vida de iglesia a veces las hermanas son más prácticas que los hermanos. Mientras que los hermanos hallan más fácil el hecho de hablar, las hermanas a menudo sirven, o sea ministran de una manera práctica.

  Es significativo que 8:1-3 subsigue directamente a 7:36-50. La secuencia indica que después de que hemos experimentado el perdón de pecados y hemos empezado a amar al Señor y vivir en paz, debemos seguir al Señor y ministrarle.

ENSEÑA EN PARABOLAS

  En 8:4-18 vemos que el Salvador-Hombre enseñaba en parábolas. Aquí el Señor cuenta dos parábolas, la primera en los versículos del 4 al 15 está relacionada con el crecimiento en vida, y la segunda, en los versículos del 16 al 18, con el alumbramiento de lámparas. En breve, estas dos parábolas tienen que ver con el sembrador y la lámpara.

La parábola del sembrador

  El relato de la parábola del sembrador en 8:4-15, es algo diferente al relato dado en Mateo 13. El propósito de Mateo al relatar esta parábola es señalar cómo dicha parábola revela la vida del reino. Sin embargo, el propósito de Lucas es demostrarnos que nosotros, quienes vivimos en paz, seguimos al Señor y le ministramos, debemos crecer en vida.

  En 8:5-8 el Señor Jesús cuenta la parábola del sembrador; en los versículos del 9 al 15 explica esta parábola a Sus discípulos. Lucas 8:5a dice: “El sembrador salió a sembrar su semilla”. El sembrador es el Señor mismo, y la semilla es la palabra que contiene al Señor como vida. En los versículos del 5 al 8 se mencionan cuatro clases de tierras. Como veremos, estas clases de tierras representan cuatro condiciones del corazón humano.

  Cuando los discípulos preguntaron al Señor acerca de esta parábola (v. 9), El dijo: “A vosotros os ha sido dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros las cosas están en parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan” (v. 10). Este versículo indica que la economía de Dios con respecto a Su reino era un misterio escondido, un misterio que fue revelado a los discípulos del Salvador-Hombre. Debido a que la naturaleza y el carácter del reino de Dios son totalmente divinos, y debido a que los elementos con los cuales es producido son la vida y la luz divina, el reino de Dios, especialmente en su realidad como la iglesia verdadera en esta era (Ro. 14:17), sigue siendo del todo un misterio para el hombre natural.

Cuatro clases de corazones

  En Lucas 8:11-15 vemos cuatro clases de corazones en donde se sembró la semilla. La primera clase de corazón se asemeja a la tierra que está “junto al camino” (v. 5). Referente a esto, en el versículo 12 el Señor dice: “Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven”. La tierra junto al camino es la tierra que ha sido endurecida por la gran cantidad de tráfico. Como resultado, el trigo no puede crecer en esa clase de tierra.

  Un corazón que es semejante al lugar junto al camino, es un corazón en el cual hay demasiado tráfico del comercio mundanal. Si nuestro corazón esta ocupado con la cuestión de cómo ganarnos la vida, habrá demasiado tráfico en nuestro corazón. El resultado será que nuestro corazón no será la tierra adecuada para que Cristo crezca, ya que será un corazón endurecido por el tráfico mundano.

  La segunda clase de corazón es semejante al terreno rocoso (8:6, 13). Esta clase de terreno tiene tierra en la superficie, pero debajo de ella está llena de rocas. No es posible que Cristo crezca en esta clase de corazón. Una persona con tal corazón puede recibir a Cristo y ser salva; sin embargo, le será muy difícil crecer en vida. Debido a las rocas, le es muy difícil a Cristo crecer en el corazón representado por el terreno rocoso. Mateo 13:5 describe esta clase de corazón como los pedregales, en los cuales no hay mucha tierra. Esto representa el corazón que recibe de modo superficial la palabra del Señor. Recibe de modo superficial porque en lo profundo de tal corazón existen rocas: pecados ocultos, deseos personales y autocompasión que frustran que la semilla se arraigue en lo profundo del corazón.

  Lucas 8:7 dice: “Otra parte cayó entre los espinos, y creciendo con ella los espinos, la ahogaron”. En referencia a esto, el versículo 14 explica: “La que cayó entre los espinos, éstos son los que oyeron, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan a madurez su fruto”. Aquí vemos claramente que los “espinos” representan las preocupaciones, las riquezas (en particular, el engaño de las riquezas en Mt. 13:22) y los placeres de la vida. Estas cosas ahogan la palabra e impiden que crezca en el corazón y sea fructífera.

  La cuarta clase de corazón es la que está representada por la buena tierra: “Y otra parte cayó en buena tierra, y creciendo llevó fruto a ciento por uno” (v. 8). En el versículo 15 el Señor Jesús explica: “Mas la que está en la buena tierra, éstos son los que con corazón noble y bueno retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia”. Esta buena tierra representa el buen corazón, un corazón que no ha sido endurecido por el tráfico mundano, que no tiene pecados ocultos, y que está libre de las preocupaciones de este siglo, del engaño de las riquezas y los placeres de la vida. Tal corazón cede todo su terreno para recibir la palabra, a fin de que ésta crezca, lleve fruto y produzca aun a ciento por uno.

  El corazón que carece del tráfico mundano, las rocas y los espinos es un corazón purificado. Esta clase de corazón es óptimo para el crecimiento de Cristo.

  Después de ser perdonados y de comenzar a llevar una vida de paz, debemos seguir al Señor y ministrarle a El. Luego, según 8:4-15, necesitamos cuidar de nuestro corazón.

  Al cuidar de nuestro corazón, debemos mantenerlo alejado del tráfico mundano. Esto quiere decir que nuestro corazón no debe estar ocupado con el asunto de ganarse la vida. En cambio, debemos llevar una vida sencilla. Sin embargo, muchos se han hecho esclavos, están bajo la esclavitud de ganarse la vida. Cuanto más aumentan sus gastos, más tienen que laborar. Cuanto más elevan su nivel de vida, más tienen que trabajar. Incluso algunos tienen dos trabajos para mantener un nivel elevado de vida. Nosotros, por el contrario, debemos simplificar nuestra vida. Si simplificamos nuestras vidas, nuestro corazón se mantendrá alejado del tráfico mundano.

  También necesitamos encargarnos de las rocas, o sea de los obstáculos que están ocultos en nosotros. Estas cosas ocultas tal vez incluyan los pecados ocultos o los deseos ocultos. Como ejemplo de un deseo oculto, podemos mencionar el deseo común que existe entre los jóvenes, el de tener un buen automóvil. El deseo de tener cierta clase de automóvil nuevo puede llegar a ser una roca en nuestro corazón, que dificulta el crecimiento de Cristo en nosotros.

  Además de resolver el problema del tráfico mundano y de las rocas ocultas, también necesitamos hacer lo mismo con los “espinos” de las preocupaciones, el engaño de las riquezas y los placeres de la vida. Algunos, después de graduarse de la universidad, se preocupan por casarse o ahorrar dinero para comprarse una casa. Tal vez los padres se preocupen por el cuidado de sus hijos. Estas preocupaciones están ligadas a las inquietudes de esta vida. Si nuestro corazón está lleno de preocupaciones, ¿cómo puede Cristo crecer en nosotros? Nuestro corazón debe estar libre de preocupaciones, del engaño de las riquezas y de los placeres de esta vida, para que El crezca en nosotros.

  La secuencia en 7:36—8:15 demuestra que después de ser perdonados, como resultado llevamos una vida de paz. Mientras seguimos al Señor y le ministramos, necesitamos crecer en vida. Si queremos crecer en vida necesitamos tener un buen corazón para que el Señor crezca en nosotros. Un buen corazón es un corazón que se mantiene alejado del tráfico mundano, que extrae todas las rocas, y que no tiene los espinos de las preocupaciones, el engaño de las riquezas y los placeres de la vida.

Liberados de la corriente de este siglo

  En el mundo de hoy nos enfrentamos con muchos peligros: los peligros de la inmoralidad, los peligros de estar preocupados y los peligros de los placeres. Cuanto más usted desea tener placeres, más preocupaciones tendrá usted, y más sufrirá. Pero si usted está dispuesto a llevar una vida sencilla, ni tendrá tantos placeres ni tampoco tantas preocupaciones.

  No debemos seguir la corriente que existe hoy en el mundo. Esta corriente incluye el tráfico mundano, los placeres y las preocupaciones. Debido a esta corriente, es muy difícil que muchos vivan una larga vida. Como consecuencia de seguir la corriente del mundo, muchos están agotados. Están ocupados con el tráfico mundano y con el hecho de ganar dinero para tener más placeres. Como resultado tienen más preocupaciones, más enfermedades y más muertes. Nosotros, los cristianos, debemos ser liberados de la corriente de este siglo y tomar otro camino. Si no tomamos el camino del mundo junto con su tráfico, placeres y preocupaciones, nuestro corazón será liberado y estará a disposición de Cristo.

  Como persona mayor, puedo testificar que la clave de tener buena salud es tomar a Cristo en todo. Debido a que yo tomo a Cristo en todo y como el todo, estoy libre de la corriente de este siglo, y mi corazón está disponible al Señor. Esto hace posible que Cristo crezca en mí.

La parábola de la lámpara

  En 8:16 y 17 tenemos la parábola de la lámpara: “Nadie que enciende una lámpara la cubre con una vasija, ni la pone debajo de una cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz. Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz”. Según la parábola del sembrador, necesitamos crecer. Según la parábola de la lámpara, necesitamos resplandecer. Necesitamos resplandecer brillantemente como una lámpara sin cubierta alguna. Debemos ser las lámparas situadas en un lugar abierto para que otros sean alumbrados. Por lo tanto, necesitamos crecer y resplandecer.

  La lámpara que irradia luz, indica que el ministerio del Salvador-Hombre no sólo siembra la vida en su pueblo, sino que también les trae la luz. Así que, el ministerio divino hace que los creyentes sean luminares (Fil. 2:15) y que las iglesias sean candeleros (Ap. 1:20) que resplandecen como testimonio de Cristo en esta edad oscura y que tiene su consumación en la Nueva Jerusalén, con las características sobresalientes que son vida y luz (Ap. 22:1-2; 21:11, 23-24).

  En Lucas 8:18 el Señor dice: “Mirad, pues, cómo oís; porque a cualquiera que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que cree tener se le quitará”. Este versículo trata de la manera en que oímos la palabra del Señor. Lucas 8:18 es semejante a Mateo 13:10-13 y a Marcos 4:25.

IDENTIFICA A SUS VERDADEROS PARIENTES

  Lucas 8:19 dice: “Entonces Su madre y Sus hermanos vinieron a El; pero no podían llegar hasta El por causa de la multitud”. Cuando avisaron al Señor Jesús que Su madre y Sus hermanos estaban fuera y querían verle, El respondió: “Mi madre y Mis hermanos son éstos que oyen la palabra de Dios, y la hacen” (v. 21). La respuesta del Señor indica que podemos llegar a ser los verdaderos parientes del Salvador-Hombre. Podemos llegar a ser aquellos que están verdaderamente relacionados con El. El Salvador-Hombre mediante Su ministerio hacía de los pecadores creyentes Sus parientes espirituales, quienes llegaron a ser Sus muchos hermanos (Ro. 8:29; He. 2:11), en la casa de Dios (He. 3:5-6), y Sus muchos miembros a fin de edificar Su Cuerpo místico (Ef. 5:30; 1 Co. 12:12) y hacer la voluntad de Dios.

  El aspecto más importante mencionado en la parábola del sembrador es la palabra (Lc. 8:11). Necesitamos cuidar de una manera adecuada de la palabra del Señor. Si cuidamos de la palabra, llagaremos a ser los verdaderos parientes del Salvador-Hombre, y El nos reconocerá como tales. Ya que nuestro ser corresponde con Su palabra, y llegamos a ser uno con El, El mismo se identificará con nosotros. Esta es la razón por la cual en 8:21 El dice que Sus parientes son los que oyen la palabra de Dios y la hacen. El Señor llevó una vida conforme a la palabra de Dios, y ahora nosotros también llevamos una vida conforme a Su palabra. Por lo tanto, hay una concordancia entre nosotros y El, y hay una identificación entre nosotros.

  En 7:36-50 vemos que éramos pecadores y que mediante nuestra fe en el Señor nuestros pecados fueron perdonados. Debido a que nuestros pecados fueron perdonados, amamos al Señor. El perdón de pecados mediante la fe y nuestro amor al Señor dan como resultado una vida de paz. Mientras llevamos una vida de paz, seguimos al Señor y le ministramos. Nosotros, los que le sirven, debemos crecer en vida para que el Señor pueda crecer en nosotros. También debemos resplandecer. Esto resulta en que llegamos a ser los verdaderos parientes del Salvador-Hombre. En las palabras de Pablo, llegamos a ser Sus miembros. Los parientes del Señor son Sus miembros. El es la Cabeza, y nosotros somos Sus miembros, o sea, los miembros de Su Cuerpo. Esto quiere decir que somos iguales a El en vida y en naturaleza. El llevó la vida del Dios-hombre, y ahora nosotros podemos llevar la misma clase de vida.

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