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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 3

LA PREPARACION DEL SALVADOR-HOMBRE SE LLEVA A CABO EN SU HUMANIDAD Y CON SU DIVINIDAD

(1)

  Lectura bíblica: Lc. 1:5-38

  En los dos mensajes anteriores abarcamos la introducción al Evangelio de Lucas (1:1-4). Con este mensaje venimos a la segunda sección principal de este evangelio, la sección relacionada con la preparación del Salvador-Hombre que se lleva a cabo en Su humanidad y con Su divinidad (1:5—4:13). Esta sección abarca varios asuntos: la concepción del precursor del Salvador-Hombre (1:5-25), la concepción del Salvador-Hombre (1:26-56), el nacimiento y la juventud del precursor (1:57-80), el nacimiento del Salvador-Hombre (2:1-20), Su juventud (2:21-52), investido para Su ministerio (3:1-22), Su persona (3:23-38) y Su prueba (4:1-13). En esta larga sección del Evangelio de Lucas tenemos un cuadro completo que nos muestra cómo el Salvador-Hombre fue preparado para Su ministerio. En este mensaje examinaremos primero la concepción de Juan el Bautista y después, la del Salvador-Hombre.

LA CONCEPCION DEL PRECURSOR

Concebido por un padre humano en una madre humana

  Lucas 1:5 y 6 dicen: “Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías; su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, pues andaban irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor”. Zacarías y Elisabet eran personas escogidas por Dios, preservadas bajo la custodia de la ley en el Antiguo Testamento. Ellos como producto de la ley fueron útiles a Dios para la iniciación del evangelio en el Nuevo Testamento.

  En 1:6 se nos dice que Zacarías y Elisabet eran justos delante de Dios. Esto no contradice Romanos 3:20. Aquí justos significa ser rectos, es decir, irreprensibles delante de Dios conforme a los mandamientos y las ordenanzas del Antiguo Testamento (Lc. 2:25; Fil. 3:6). No quiere decir que estos justos no eran pecaminosos, o sea, que no tenían pecado ni pecados. Ellos eran irreprensibles, pero no intachables. Todavía necesitaban las ofrendas inmaculadas que presentaron por el pecado y por las transgresiones en tipología (Lv. 4:28; 5:15), para recibir la propiciación a fin de tener contacto con Dios.

No por la fuerza natural

  El precursor del Salvador-Hombre, Juan el Bautista, no fue concebido por las fuerzas naturales de sus padres, ya que eran de edad avanzada. En cuanto a esto, 1:7 dice: “Y no tenían hijo, porque Elisabet era estéril, y ambos eran de edad avanzada”. Esto muestra la soberanía del Señor. De este modo, ellos proporcionaron a Dios una oportunidad para iniciar Su evangelio, no por la fuerza natural del hombre, sino por Su acto divino.

De manera milagrosa por el poder divino

  Zacarías era un sacerdote del turno de Abías. Este era el octavo de los veinticuatro turnos sacerdotales ordenados por David (1 Cr. 24:10). “Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su turno, conforme a la costumbre del sacerdocio, le tocó en suerte entrar en el templo del Señor a quemar incienso” (vs. 8-9). Zacarías quemó el incienso sobre el altar del mismo dentro del Lugar Santo (1:11; Ex. 30:6-8; 1 S. 2:28; 1 Cr. 23:13; 2 Cr. 29:11).

  Lucas 1:10 dice: “Y toda la multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora de quemar el incienso”. La oración del pueblo de Dios le facilita la realización de Su plan.

  Conforme a 1:11 y 12, un ángel del Señor se le apareció a Zacarías. El ángel le dijo: “Zacarías, no temas, porque tu petición ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan” (v. 13). Esto indica que Zacarías había orado para que su esposa le diera a luz un hijo. Esto también indica que nuestra oración lleva a cabo la operación de Dios. Además, implica que nuestra fuerza natural debe ser llevada a su fin para que la operación de Dios empiece por Su acto divino. Esto fue revelado en el caso de Abraham y Sara (Gn. 17:15-19) y en el de Ana (1 S. 1:5-20).

  Dios intervino al hacer que Zacarías y Elisabet produjeran un hijo de manera milagrosa. Por lo tanto, la concepción de Juan el Bautista ocurrió de manera milagrosa por el poder divino (vs. 19-20). En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios hizo lo mismo con Isaac y Samuel. Ahora en el caso de Juan el Bautista, quien nació de padres que no podían tener hijos de manera natural, Dios intervino, al hacer posible que tuviesen un hijo por Su poder.

  En 1:13 vemos que el hijo nacido de Zacarías y de Elisabet sería llamado Juan. La palabra griega traducida Juan es Ioánnes, lo cual significa Jehová muestra favor, Jehová muestra gracia, o Jehová da con gracia. Este nombre es de origen hebreo, Jehoanán, cuya contracción es Johanán (2 R. 25:23; 1 Cr. 3:24; 2 Cr. 28:12).

Separado para Dios como nazareo y lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre

  Lucas 1:15 dice en cuanto a Juan el Bautista: “Porque será grande ante el Señor. No beberá jamás ni vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre”. Aquí lo que se dice en cuanto al hecho de que no se beba vino o bebidas fuertes indica que Juan iba a ser un nazareo (Nm. 6:1-4). En vez de beber vino, él sería lleno del Espíritu Santo. El Espíritu Santo reemplaza al vino (Ef. 5:18).

  Juan el Bautista nació sacerdote, alguien escogido por Dios. Pero este sacerdote que Dios escogió se hizo además nazareo. De acuerdo con el capítulo seis de Números, un nazareo no es alguien que Dios escogió; más bien, un nazareo es un voluntario. Por lo tanto, Juan el Bautista tenía un doble estado. Por un lado, como sacerdote fue escogido por Dios; por otro, como nazareo, fue voluntario. Juan se ofreció voluntariamente para servir a Dios.

  Lucas 1:15 dice que Juan iba a ser lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre. El Espíritu Santo es el primer título divino atribuido al Espíritu de Dios en el Nuevo Testamento. Tal título no se usa en el Antiguo Testamento. (En Sal. 51:11 y en Is. 63:10-11 Espíritu Santo debería traducirse Espíritu de santidad.) Fue en este momento, para la iniciación del evangelio de Dios, con el fin de preparar el camino para la venida del Salvador, y de prepararle un cuerpo humano, que se usó el título divino Espíritu deDios. La preparación de la venida del Salvador requirió que Su precursor fuese lleno del Espíritu Santo aun desde el vientre de su madre, con el fin de que pudiese separar al pueblo para Dios de todo lo que no fuese Dios, y santificarlo para El y para Su propósito. La preparación de un cuerpo humano para el Salvador requería que el Espíritu Santo impartiera la naturaleza divina en la humanidad, santificando al hombre para llevar a cabo el plan redentor de Dios.

  Juan el Bautista fue el primero del Nuevo Testamento que fue lleno del Espíritu Santo. Puesto que él fue lleno del Espíritu Santo, pudo cumplir con las palabras dichas con respecto a él en los versículos 16 y 17: “Y hará que muchos de los hijos de Israel se vuelvan al Señor Dios de ellos. E irá delante de El en el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y los desobedientes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”. Esto fue el cumplimiento de Malaquías 4:5. Ese versículo profetizó que Elías vendría. Se decía que Juan el Bautista iría delante del Señor en el espíritu y el poder de Elías. Por lo tanto, en cierto sentido, Juan puede ser considerado como “Elías, el que había de venir” (Mt. 11:14). Sin embargo, la profecía de Malaquías 4:5 se cumplirá en realidad durante la gran tribulación, cuando el Elías verdadero, uno de los dos testigos, vendrá a fortalecer al pueblo de Dios (Ap. 11:3-12).

LA CONCEPCION DEL SALVADOR-HOMBRE

Concebido por el Espíritu Santo en una virgen humana

  El Salvador-Hombre fue concebido por el Espíritu Santo con la esencia divina (v. 35), en una virgen humana con la esencia humana (vs. 27-28, 31). En 1:26-56 tenemos el relato de Su concepción.

  Los versículos 26 y 27 dicen: “Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado de parte de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María”. Galilea era una región sin fama, y Nazaret era una ciudad menospreciada (Jn. 7:52; 1:46). La virgen María vivía en una ciudad menospreciada de una región sin fama, pero ella era descendiente del linaje real del rey David (Lc. 1:31-32; Mt. 1:16).

  De acuerdo con 1:28-30, el ángel dijo a María que ella era la favorecida, dotada de gracia, y que ella había hallado favor, gracia, delante de Dios.

  Después el ángel Gabriel dice en el versículo 31: “Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús”. La palabra griega Jesús equivale a la palabra hebrea traducida Josué (Nm. 13:16), que significa Jehová el Salvador o la salvación de Jehová. Por lo tanto, Jesús no es solamente un hombre sino también Jehová, y no es solamente Jehová, sino que también llega a ser nuestra salvación. Así que, El es nuestro Salvador. El es nuestro Josué que nos introduce en el reposo (He. 4:8; Mt. 11:28-29), el cual es El mismo, nuestra buena tierra.

  En Lucas 1:35 vemos claramente que el Salvador-Hombre fue concebido por el Espíritu Santo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso también lo santo que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. Tal como la sombra de la nube cubrió el monte de la transfiguración (Mt. 17:5) y el tabernáculo (Ex. 40:34, 38), el poder del Altísimo cubriría a María. Según este versículo parece que el Espíritu Santo solamente estaría sobre María como el poder para que ella concibiera al niño santo. Sin embargo, Mateo 1:18 y 20 nos dice que María “estaba encinta por obra del Espíritu Santo”, y que “lo engendrado en ella, del Espíritu Santo es”. Esto indica que la esencia divina que procedía del Espíritu Santo había sido engendrada en el vientre de María antes de que ella diera a luz al niño Jesús. Tal concepción del Espíritu Santo en la virgen humana, realizada tanto con la esencia divina como con la humana, constituye una mezcla de la naturaleza divina con la naturaleza humana, lo cual produjo un Dios-hombre, uno que es el Dios completo y el hombre perfecto, y que posee la naturaleza divina y la naturaleza humana distintivamente, sin haberse producido una tercera naturaleza. Esta es la persona de Jesús, la más maravillosa y excelente, quien es Jehová el Salvador.

  La concepción de Juan el Bautista y la de Jesús el Salvador son notablemente diferentes en cuanto en esencia. La concepción de Juan el Bautista fue un milagro que Dios realizó con la esencia humana envejecida, lo cual hizo meramente por el poder divino, sin la participación de la esencia divina. Esto dio como resultado un simple hombre que estaba lleno del Espíritu de Dios (1:15), pero que no tenía la naturaleza de Dios. La concepción del Salvador fue la encarnación de Dios (Jn. 1:14), no solamente constituida por el poder divino, sino también de la esencia divina, agregada a la esencia humana, produciendo así al Dios-hombre de dos naturalezas: la divina y la humana. A través de esto Dios se unió con la humanidad, para poder manifestarse en la carne (1 Ti. 3:16) y ser el Salvador-Hombre (Lc. 2:11).

  Hemos recalcado contundentemente que el Salvador-Hombre fue concebido por el Espíritu Santo con la esencia divina, en una virgen humana con la esencia humana. Aquí vemos las dos fuentes de las dos esencias del Señor. Está muy claro que en la concepción del Señor Jesús hubo dos fuentes: el Espíritu Santo y la virgen humana, y dos esencias: la esencia divina y la humana.

  La concepción del Salvador-Hombre consistía en una mezcla de la esencia divina y la esencia humana. En realidad, cualquier concepción es un asunto de mezcla. En la concepción del Salvador-Hombre la esencia divina no fue meramente añadida a la esencia humana; al contrario, la esencia divina fue mezclada con la esencia humana.

  En tiempos antiguos hubo un debate en cuanto a la palabra mezcla. Algunos que no entendieron cómo la esencia divina fue mezclada con la esencia humana en la persona de Jesucristo, enseñaron la herejía de que esta mezcla significaba que Cristo ni era completamente Dios ni completamente hombre, sino una tercera entidad con una tercera naturaleza, algo que no era ni Dios ni hombre. ¡Qué gran herejía fue esto!

  Debido a esta enseñanza herética relacionada con la mezcla, muy pocos maestros de la Biblia se han atrevido a usar esta palabra con respecto al Señor Jesús. No obstante, aunque esta palabra haya sido usada erróneamente, la Biblia revela la verdad de que Cristo nuestro Señor es la mezcla de Dios con el hombre. Pero esta mezcla no le hizo perder ni la naturaleza divina ni la naturaleza humana, ni tampoco produjo una tercera naturaleza. Más bien, en esta mezcla tanto la esencia divina como la esencia humana permanecen distinguibles, y no se produce ni una tercera naturaleza ni una tercera sustancia.

  Algunos se nos han opuesto y nos han acusado falsamente de enseñar herejía porque enseñamos la verdad bíblica de la mezcla de la esencia divina y la esencia humana en Cristo. Esta oposición nos ha hecho estudiar este asunto más a fondo. Cuanto más hemos estudiado, más hemos recibido la confirmación en la verdad con relación a esta mezcla.

  Como dijimos en el mensaje uno de este estudio-vida, estamos de acuerdo con la primera definición de la palabra mezcla dada en el diccionario: “combinar o juntar (una cosa con la otra, o dos o más cosas juntas), especialmente de manera que los elementos originales sean distinguibles en la combinación”. Por lo tanto, mezclar es combinar dos cosas o más de dos de manera que los elementos originales permanecen distinguibles.

  Esto ciertamente es la situación con respecto a la persona del Señor Jesucristo. El fue concebido por dos esencias, la divina y la humana. Por lo tanto, El era la mezcla de Dios y el hombre. Pero tanto la esencia divina como la humana permanecen distinguibles. Estas esencias son mezcladas en una sola persona sin que una tercera naturaleza sea producida. El Señor posee dos naturalezas, y en El cada una de ellas es distinguible. Dicho asunto nos debe impresionar profundamente, ya que es el elemento básico según el cual podemos conocer la maravillosa persona del Señor Jesús.

Nace como Hijo de Dios y como descendiente de David

  Ya que el Señor Jesús fue concebido por Dios el Espíritu, El es el Hijo de Dios. Con relación a El, Lucas 1:32 dice: “Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo”. El Altísimo es un título divino. En hebreo es Elyon (Gn. 14:18), lo cual denota el Ser Supremo (Dios); por eso, no hay artículo. Jesús será grande porque El es el Hijo del Altísimo, el Dios Supremo.

  Lucas 1:35 dice que lo santo nacido de María será llamado Hijo de Dios. Puesto que la concepción provino del Espíritu Santo, lo nacido de esta concepción era intrínsecamente santo. Este es Jesús nuestro Salvador.

  La segunda parte de 1:32 dice acerca del Salvador-Hombre: “El Señor Dios le dará el trono de David Su padre”. Jesús, quien fue concebido por el Espíritu Santo y nació de una virgen, de un ser humano, será el Hijo del Dios Altísimo, y al mismo tiempo será el Hijo de un hombre de alta categoría, el rey David (Mt. 1:1; 22:45). El es tanto divino como humano.

  Lucas 1:33 dice: “Y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y Su reino no tendrá fin”. El versículo anterior muestra la familia de Jesús, y este versículo muestra Su reino. Jesús tendrá la casa de Jacob —la nación de Israel— como el centro de Su reinado (Hch. 1:6; 15:16), a través de la cual El regirá todo el mundo como Su reino (Ap. 11:15). El regirá el mundo primeramente en el milenio (Ap. 20:4, 6) y luego en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad (Ap. 22:3, 5).

  Las pocas palabras dichas por el ángel a María revelan claramente que Aquel que nacería de ella es tanto Dios como hombre. El es el Hijo de Dios porque fue concebido por el Espíritu Santo. Ya que también fue concebido en la virgen humana, El es el Hijo del Hombre. Por el lado divino, El es el Hijo de Dios; por el lado humano, El es el Hijo del Hombre. Según el lado humano, El era descendiente de David e iba a heredar el trono de David y regir la casa de Jacob para siempre en Su reino perpetuo.

  Puesto que el Señor Jesús es tanto el Hijo de Dios como el Hijo del Hombre, a veces decía a unos que El era el Hijo de Dios, y otras veces, que El era el Hijo del Hombre. Puesto que fue concebido por dos esencias, la divina y la humana, El es tanto el Hijo de Dios como el Hijo del Hombre.

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