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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Marcos»
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Mensaje 14

LAS PARABOLAS DEL REINO

(2)

  Lectura bíblica: Mr. 4:1-34

  La palabra reino sin duda denota un gobierno, y decir que llevamos la vida del reino significa que estamos bajo el gobierno de Dios. En este mensaje, sin embargo, estudiaremos el reino desde un punto de vista diferente.

LA SEMILLA DEL REINO

  Comencemos el estudio del reino con la siguiente pregunta: ¿Qué es el evangelio? Podemos decir que es una persona maravillosa, un Dios-hombre maravilloso. El evangelio nos dice que un día el propio Dios se encarnó. Esta persona maravillosa, el Dios encarnado, es un Dios-hombre. A la edad de treinta años, salió a predicar el evangelio. Como hicimos notar en un mensaje previo, el evangelio, por ser el cumplimiento de las promesas, las profecías y los tipos del Antiguo Testamento, reemplaza el Antiguo Testamento y elimina la ley. La venida del Dios-hombre, Jesucristo, puso fin al Antiguo Testamento. El mismo es el evangelio. Por tanto, el evangelio es este Dios-hombre maravilloso.

  Según el capítulo 4 del Evangelio de Marcos, se puede decir que el evangelio es el Dios-hombre maravilloso que vino a sembrarse como la semilla de vida. Esta semilla de vida es transmitida por la palabra del Señor. Acerca de esto, Marcos 4:2-3 dice: “Y les enseñaba en parábolas muchas cosas, y les decía en Su enseñanza: Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar”. La palabra traducida enseñaba está en tiempo imperfecto, lo cual indica una acción repetida en tiempo pasado. La palabra sembrador indica que el Salvador-Esclavo, el Hijo de Dios, vino como la semilla de vida en Su palabra, para sembrarse (v. 14) en el corazón de los hombres a fin de crecer y vivir en ellos, y ser expresado desde su interior. La semilla que se siembra es la palabra que procedía de la boca del Salvador-Esclavo. Así que, Su palabra es la semilla, y en esta semilla está la vida divina. En realidad, la semilla de la vida divina es el Señor mismo.

  La semilla que se menciona en el capítulo 4, es la semilla del evangelio. Y del mismo modo que la semilla de un clavel es el clavel mismo, la semilla del evangelio es el evangelio mismo. Jesucristo, el Dios-hombre, es la semilla del evangelio. Cuando hablamos de la semilla del evangelio, queremos decir que la semilla es el evangelio, así como la semilla de un clavel es el clavel mismo.

  En Marcos 4 se halla la semilla del evangelio, es decir, el evangelio como semilla. Según 4:3, el Señor sembraba mientras enseñaba. Dicha siembra era la proclamación del evangelio de Dios llevada a cabo por el Salvador-Esclavo, la cual trajo el reino de Dios (1:14-15). Era la siembra de la semilla de vida llevada a cabo por las palabras que hablaba el Salvador-Esclavo (4:26), lo cual indica que Su servicio evangélico consistía en sembrar la vida divina en el pueblo al cual servía. El crecimiento de dicha vida depende de la condición de aquellos a quienes servía, y el producto de la misma difiere según las diversas condiciones de ellos, como se describe en la parábola del sembrador (4:1-20).

  El Señor Jesús sembró la semilla en el corazón humano. En Marcos 4 y Mateo 13 se compara el corazón a la tierra. Nuestro corazón es el campo, la tierra, en el cual el Señor Jesús se sembró como semilla de vida, la semilla del evangelio. En la parábola del sembrador, el Señor Jesús es tanto el Sembrador como la semilla. El es el Sembrador que se siembra a Sí mismo como semilla de vida por medio de Su palabra.

  En la parábola del sembrador no se hace mención del reino de Dios. Por ejemplo, en 4:3 el Señor ni lo menciona; sólo dice que el sembrador salió a sembrar. ¿Por qué no se menciona el reino en 4:1-8? Se debe a que aunque el reino de Dios se había acercado, no había venido todavía. Pero en 4:26 vemos que el reino había venido. Por esa razón, el Señor pudo decir: “Así es el reino de Dios...”. En 4:30 el Señor preguntó: “¿A qué compararemos el reino de Dios?” En la parábola de la semilla (vs. 26-29) y en la del grano de mostaza (vs. 30-34) el reino de Dios ya estaba presente. Pero en la primera parábola, la del sembrador, todavía no había venido. Como vimos, en esta parábola se siembra la semilla del reino.

  Cuando el Señor sembró la semilla del reino de Dios, se sembró El mismo en Sus discípulos. Luego esta semilla pasó por un proceso de desarrollo en el interior de los discípulos por tres años y medio. Como resultado, cuando llegó el día de Pentecostés, el reino de Dios estaba presente con los discípulos. Transcurrieron menos de cuatro años desde el momento en que el Señor salió a predicar el evangelio y el día de Pentecostés, lo cual fue un período en el que la semilla que había sido sembrada en la “tierra” pudo crecer. El crecimiento y el desarrollo de la semilla continuaron hasta el día de Pentecostés, cuando el reino estuvo presente claramente con Pedro y los ciento veinte.

  Hablar del reino en su aspecto exterior es fácil, pero es difícil hablar del reino de Dios según la vida interior. Debe impresionarnos el hecho de que el reino de Dios es muy diferente al reino del hombre. El reino del hombre es algo que se organiza, pero el reino de Dios no tienen nada que ver con la organización, sino que depende absolutamente de la vida.

  ¿Qué es el reino de Dios? El reino de Dios es realmente el Dios-hombre, Jesucristo, sembrado como una semilla en Sus creyentes. Después de sembrarse en ellos, esta semilla crecerá y finalmente se desarrollará hasta llegar a ser un reino.

  Jesucristo es la semilla del reino de Dios que fue sembrada en los que creen en El. Ahora esta semilla crece y se desarrolla en ellos. Finalmente, el crecimiento y desarrollo tendrán un resultado: el reino. Este resultado, es decir, el reino, llevará a todos los creyentes del Señor a la meta, la cual también es el reino. El propósito específico del capítulo cuatro del Evangelio de Marcos es revelar el reino de esta manera.

EL ELEMENTO INTRINSECO DEL EVANGELIO

  En este mensaje no deseo estudiar 4:1-34 versículo por versículo, ni examinar las diferentes parábolas presentadas ahí. Mi carga es que veamos lo que es el reino de Dios. Es crucial ver que el evangelio es el evangelio del reino de Dios. El evangelio es en realidad el Dios-hombre, Jesucristo, quien se siembra en nosotros como semilla de vida, la semilla del reino. Esta semilla está creciendo y se está desarrollando en nosotros. Finalmente, el resultado de este crecimiento y desarrollo será un reino.

  Si afirmamos que en el recobro del Señor ponemos en práctica la vida del reino, debemos comprender que este reino no es ninguna organización. No, el reino tiene que ver con la vida interior, la cual en realidad es el propio Señor Jesucristo. El se sembró en nuestro ser como una semilla, y ahora crece y se desarrolla en nosotros. ¡Alabado sea el Señor que esta semilla está en cada uno de nosotros y ahora crece y se desarrolla en nosotros! El crecimiento y desarrollo de la semilla producirán el reino. Además, dicho reino nos llevará al destino que hace posible que se cumpla la meta de Dios. ¿Sabe usted cuál es esta meta? La meta es el pleno desarrollo del reino de Dios.

  Hemos mencionado que el Evangelio de Marcos narra las actividades del Señor. En los primeros tres capítulos se hallan el contenido del servicio evangélico (1:14-45), las maneras de llevar a cabo el servicio evangélico (2:1—3:6) y los hechos suplementarios realizados en el servicio evangélico (3:7-35). Ahora en el capítulo cuatro vemos lo que es el evangelio. Según este capítulo, el evangelio es la semilla de vida que se siembra en los que creen en el Señor Jesús a fin de que esta semilla crezca, se desarrolle y dé como resultado el reino. Aparentemente, el evangelio consiste en predicar, enseñar, echar fuera demonios, sanar enfermos y limpiar leprosos. Pero en realidad, el elemento intrínseco del evangelio es la semilla divina, el Dios-hombre, el Dios encarnado sembrado en nuestro ser. En la actualidad muchos cristianos pasan por alto este elemento intrínseco del evangelio.

  El evangelio contiene una semilla, la cual es el Dios-hombre, el elemento intrínseco del evangelio. Cada vez que lo prediquemos, debemos ministrar a Cristo a los que nos escuchan y reciben lo que decimos, ya que el evangelio contiene un elemento intrínseco. Cuando una persona recibe el evangelio, recibe al Dios encarnado como elemento intrínseco, como la semilla, del evangelio. Esto significa que recibir el evangelio equivale a recibir la semilla del evangelio. A través del evangelio, el Dios encarnado se siembra en el ser de la persona.

EL DIOS TRIUNO MORA EN NOSOTROS

  Entre los cristianos ha existido un debate teológico en cuanto al hecho de que Cristo more en los creyentes. Se ha cuestionado si realmente Cristo está en nosotros o no. Algunos dicen que El es demasiado grande y que nosotros somos demasiado pequeños para contenerle. Según los que sostienen este concepto, Cristo puede estar en los cielos, pero no en nosotros. Así que, según esta perspectiva, sólo el Espíritu Santo, como representante de Cristo, está en nosotros.

  Algunos reconocen que Cristo el Hijo está en nosotros, pero niegan que el Padre lo esté. Hasta dicen que el Hijo y el Padre son dos personas separadas. En la Deidad, dicen ellos, hay tres personas separadas: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Los que afirman que el Hijo está en nosotros pero no el Padre, dicen que el Hijo vive en nosotros, pero que el Padre está en el trono en los cielos. En cuanto a que el Padre mora en nosotros, debemos examinar lo que dice Pablo en Efesios 4:6: “Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. Según este versículo, el Padre está sobre nosotros, por nosotros y en nosotros. ¿Cómo podemos decir, entonces, que el Padre no está en nosotros?

  Basándonos en el Nuevo Testamento y en nuestra experiencia sabemos que el Padre, el Hijo y el Espíritu están en nosotros. Ya vimos que Efesios 4:6 dice que el Padre está en nosotros. Colosenses 1:27 y 2 Corintios 13:5 demuestran claramente que Cristo el Hijo está en nosotros. Y Juan 14:17 y Romanos 8:9 revelan que el Espíritu mora en nosotros. Además, en Juan 14:23 el Señor Jesús dijo: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Cuando viene el Hijo, el Padre viene con El. No es cierto que el Padre permanece en el cielo mientras que el Hijo viene a estar en nosotros. No, el Padre y el Hijo vienen juntos a hacer morada con el que ama al Señor Jesús.

  El Dios Triuno está en nosotros. El Dios Triuno quien mora en nosotros es la semilla misma del evangelio. Hemos visto que esta semilla es el Dios-hombre. Por tanto, la semilla del evangelio es el Dios Triuno en la humanidad.

  En el caso del paralítico que le fueron perdonados los pecados, el cual se relata en Marcos 2, vemos al Dios Triuno en la humanidad, pues en dicho caso se expresa la deidad del Salvador-Esclavo así como Su humanidad. El Salvador-Esclavo conocía la fe de los que le buscaban, los pecados del enfermo y las cavilaciones de los escribas, lo cual indicaba que era omnisciente. Su omnisciencia, la cual manifestó Su atributo divino, reveló Su deidad. No obstante, el Salvador-Esclavo se refirió a Sí mismo como el Hijo del Hombre (2:10). Aunque el Salvador-Esclavo era el Dios encarnado, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Exteriormente tenía la semejanza y el porte del hombre, aun la forma de esclavo, pero interiormente era Dios (Fil. 2:6-7). Era el Salvador-Esclavo y también el Salvador-Dios. Así que, no sólo tenía la capacidad de salvar pecadores, sino también la potestad de perdonarles sus pecados. En el caso que se relata en 2:1-12, aunque al perdonar los pecados del hombre lo hizo en calidad de Dios, afirmó que era el Hijo del Hombre, lo cual indica que El era el Dios verdadero y un hombre auténtico. En El se ve tanto la deidad como la humanidad. Según el capítulo cuatro, esta persona maravillosa, el Dios-hombre, es la semilla del reino. Esto es exactamente lo que enseña este capítulo.

  El capítulo cuatro del Evangelio de Marcos nos ayuda a ver que el evangelio anunciado por Juan el Bautista y predicado por el propio Señor Jesús consiste en que el Dios Triuno en la humanidad se siembra como semilla de vida en nuestros corazones. Si queremos saber qué es el reino de Dios, necesitamos ver este asunto tan importante.

EL GENE DEL REINO

  Para aclarar este asunto, necesito pedir prestado un término de la biología. Se trata de la palabra gene. El Dios Triuno en la humanidad sembrado en nuestro ser es el gene del reino. Sabemos que sin genes humanos es imposible tener vida humana. Nuestro nacimiento, nuestro ser y nuestra existencia provinieron de un gene. Ahora debemos ver que el Dios Triuno en la humanidad se sembró en nosotros como gene del reino. ¡Alabado sea el Señor que este gene está en nosotros! Al final, este gene producirá el reino.

  El reino primeramente es producto del evangelio, y después, la meta del mismo. Entre el producto y la meta está la iglesia. ¿Sabe usted qué es la iglesia? La iglesia es la continuación del producto, la continuación del gene del reino.

  Entender el reino de este modo ciertamente es diferente de la manera superficial en que lo entienden muchos cristianos hoy. Ya vimos que el Dios Triuno llegó a ser un hombre llamado Jesucristo, el Dios-hombre, y que cuando el Señor Jesús perdonó al paralítico en Marcos 2, manifestó tanto Su deidad como Su humanidad. Por medio de la predicación del evangelio, el Señor se sembró en nosotros, y hoy, para tener contacto con El, no es necesario destechar la azotea como lo hicieron los que le buscaban celosamente en Marcos 2. ¡El Señor se sembró en nuestro corazón! El que se sembró en nosotros es el gene del reino, el Dios Triuno en la humanidad. Esta persona maravillosa es nuestro Dios, nuestro Señor, nuestro Salvador, nuestro Redentor, nuestro Amo y nuestra vida.

  Ya que el Dios-hombre como gene del reino se sembró en nosotros, espontáneamente nos amamos los unos a los otros y disfrutamos de una maravillosa comunión. Podemos decir que la iglesia en el recobro del Señor es donde se mezclan las diferentes razas, nacionalidades y culturas. En realidad, no sólo estamos mezclados, sino también compenetrados. ¿Sabe por qué nos amamos los unos a los otros? Lo que nos lleva a amarnos es el gene que está en nosotros. Este gene contiene el elemento con el cual nos amamos.

  La semilla del reino crece y se desarrolla en nosotros día tras día. Tengo la carga de que nos impresione el hecho de que esta semilla, este gene, fue sembrada en nosotros y que esta semilla es el Dios Triuno encarnado, el propio Dios en la humanidad. El que perdonó al paralítico está ahora en nosotros como la semilla del reino.

  ¡Oh, que todos tengamos la carga de contarle a los demás estas buenas nuevas! Es posible que se nos olviden muchas cosas, pero todos debemos acordarnos del gene que está en nosotros. El Dios Triuno en la humanidad se sembró en nosotros como semilla de vida para crecer, desarrollarse y producir el reino. El reino entonces es el producto del evangelio y será la meta del evangelio. Entre el producto y la meta está la vida de iglesia como la continuación del producto, la continuación del gene maravilloso que está en nosotros.

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