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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Marcos»
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Mensaje 15

LAS PARABOLAS DEL REINO

(3)

  Lectura bíblica: Mr. 4:1-34

  El Evangelio de Marcos presenta un relato de las actividades del Salvador-Esclavo. Como hicimos notar, no pretende darnos una narrativa de Sus palabras ni de Sus enseñanzas. Aunque sí cuenta que el Señor Jesús enseñó, Marcos no da énfasis a las palabras del Señor.

  El capítulo 4, que puede considerarse una inserción, difiere del resto del evangelio en que nos da un relato de cuatro de las parábolas del Señor. En 4:1-34 no se da una descripción de las actividades ni el mover del Salvador-Esclavo; más bien, presenta un relato de la enseñanza del Salvador-Esclavo respecto al reino de Dios. Este capítulo, un capítulo que contiene enseñanzas, es crucial.

  Si comparamos el capítulo cuatro de Marcos con el capítulo trece de Mateo, nos daremos cuenta que el primero es mucho más breve que el último. Mateo 13 contiene siete parábolas, mientras que Marcos 4, sólo cuatro: la parábola del sembrador (vs. 1-20), la parábola de la lámpara (vs. 21-25), la parábola de la semilla (vs. 26-29) y la parábola del grano de mostaza (vs. 30-34). De estas cuatro parábolas, sólo la de la lámpara no se incluye en Mateo 13.

EL CRECIMIENTO Y EL DESARROLLO DE LA SEMILLA DEL REINO

  Lo esencial que se revela en Marcos 4 es la semilla del reino, el gene del reino. El reino de Dios no se produce por medio de actividades ni por organizaciones. El reino de Dios es el propio Dios que se siembra en los seres humanos y se desarrolla en ellos hasta formar un reino.

  Nos debe impresionar el hecho de que el reino de Dios no consista de enseñanzas, actividades ni sea algo que se organiza. Al contrario, el reino de Dios es el Dios Triuno, quien en Su encarnación, se siembra en Su pueblo escogido, para crecer y desarrollarse en ellos hasta formar un reino.

  Esta breve definición del reino declara el elemento intrínseco de toda la enseñanza neotestamentaria. ¿Qué enseña el Nuevo Testamento? Nos enseña que el Dios Triuno se encarnó para sembrarse en Su pueblo escogido y desarrollarse en ellos hasta formar un reino. Este es el elemento intrínseco de la enseñanza neotestamentaria.

  Si leemos el Nuevo Testamento con esta perspectiva, nos daremos cuenta que el Dios Triuno se hizo hombre. Cuando este hombre, Jesucristo, comenzó a predicar el evangelio y enseñar la verdad, se sembraba en las personas que lo oían. Esto indica que Su predicación y enseñanza eran en realidad una siembra de Sí mismo en las personas que lo oían. A medida que predicaba y enseñaba, sembraba Su palabra en los oyentes, y por medio de ésta se trasmitía a ellos. Así que, por conducto de Su Palabra, El, como Dios-hombre, el Dios Triuno en la humanidad, se sembraba en Su pueblo escogido. Predicar y enseñar eran la manera de sembrarse a Sí mismo como la semilla del reino. Cuando el pueblo escogido por Dios oía la palabra del Dios-hombre y la recibía, lo que recibía en realidad era a una persona maravillosa, una persona que es tanto el Dios Triuno como un hombre auténtico. De esto nos hablan los cuatro evangelios.

  Los cuatros evangelios revelan al Dios Triuno encarnado. Este Dios-hombre vino a sembrarse en el pueblo escogido de Dios mediante la predicación y la enseñanza. Cuando los escogidos oían Su palabra y la recibían, recibían la semilla, el gene, del reino. Esta semilla, este gene, es el Dios encarnado, el Dios Triuno en la humanidad. En los evangelios se halla la siembra de la semilla del reino.

  En el libro de Hechos está la propagación y expansión de dicha siembra. Aunque los evangelios también muestran esta propagación, primero, de un Sembrador a doce sembradores, y luego, de doce a setenta sembradores, en Hechos se produjeron cientos y aun miles de sembradores. Estos eran los que habían recibido la semilla, el gene, y que al recibirla, habían llegado a ser aptos para sembrarla en los demás. De esta manera se lleva a cabo la propagación de la siembra y la semilla.

  En las epístolas, particularmente en 1 Corintios 3, vemos el crecimiento de la semilla, el gene del reino. En el versículo 9 Pablo dice: “Vosotros sois labranza de Dios”. En otro versículo del mismo capítulo dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (v. 6). En este capítulo vemos el crecimiento, el desarrollo de la semilla.

  El desarrollo adicional del gene del reino se ve en el capítulo uno de 2 Pedro. Según el versículo 3, el poder divino “nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad”. Estas cosas nos han sido dadas con el fin de que se lleve a cabo dicho desarrollo. En los versículos 5-7 encontramos una descripción del mismo: “Desarrollad abundantemente en vuestra fe virtud; en la virtud, conocimiento; en el conocimiento, dominio propio; en el dominio propio, perseverancia; en la perseverancia, piedad; en la piedad, afecto fraternal; en el afecto fraternal, amor”. Estos versículos presentan los pasos necesarios para que la semilla se desarrolle y madure. Pedro nos muestra que si experimentamos ese desarrollo “os será suministrada rica y abundante entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (v. 11). Así que, en las epístolas vemos claramente el desarrollo de la semilla del reino.

  La cosecha de esta semilla se encuentra en el último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis. Según Apocalipsis 14, primero se producen las primicias y luego la cosecha. Apocalipsis 14:4 habla de los que “fueron comprados de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero”. Luego en el versículo 15 vemos que la “mies de la tierra está madura”.

  Las primicias de las que habla Apocalipsis 14 se componen de los que serán correyes de Cristo en el milenio. El milenio, los mil años, será el pleno desarrollo del gene del reino. Durante ese tiempo muchos de los que recibieron el gene del reino serán correyes de Cristo. En aquel entonces nuestro Padre podrá jactarse ante Su enemigo, diciéndole: “Pequeño Satanás, ¿dónde estás? Estás en el abismo. Satanás, quiero que mires Mi reino. En especial, quiero que mires a todos los que ahora son correyes de Cristo. Muchos de los que creyeron en Mi Hijo y recibieron el gene del reino son ahora correyes de El. Mi Hijo es el Rey, y todos los creyentes que vencieron son Sus correyes. Satanás, mira al Rey y a los correyes. ¡Cuán maravilloso es este reino!”

  Nuestro Dios es el Dios perdurable, el Dios eterno, y para El no existe el elemento del tiempo. “Para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2 P. 3:8). Desde la perspectiva de Dios, los mil años del milenio serán simplemente un día, en el cual exhibirá Su maravilloso reino. Pero para Satanás, la exhibición del reino durará mil años. Durante ese tiempo Satanás estará atado y en el abismo.

  Al final del milenio Satanás será suelto, y se le permitirá rebelarse otra vez. En cuanto a esto, Apocalipsis 20:7-8 dice: “Cuando los mil años se cumplan, Satanás será soltado de su prisión, y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog”. Aunque Satanás será el que instigue la rebelión entre las naciones, no podrá tocar a los correyes, porque ellos habrán sido transformados por el gene del reino. Todo elemento de rebelión que está en la humanidad caída de los correyes habrá sido absorbido por el gene del reino. Por tanto, será imposible que Satanás, el maligno, instigue al pueblo que tiene el gene del reino a que se rebele contra Dios. No obstante, muchos de los que formarán parte de las naciones restauradas lo seguirán. Apocalipsis 20:9 habla del resultado de esta última rebelión: “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y descendió fuego del cielo, y los consumió”. Las personas de entre las naciones restauradas que no participen en la rebelión serán trasladadas a la nueva tierra.

  Dios establecerá un reino eterno en el cielo nuevo y la tierra nueva, y la Nueva Jerusalén será la capital. La Nueva Jerusalén estará compuesta de reyes, los cuales gobernarán las naciones que habrán sido plenamente restauradas. Entonces Dios tendrá un reino eterno, el cual será el pleno desarrollo del gene que fue sembrado en los evangelios por Jesús el nazareno, quien era el Dios Triuno en la humanidad.

  ¡Cuán maravilloso es el gene del reino que se sembró en los evangelios! Finalmente, este gene se desarrollará hasta formar el reino milenario que se menciona en Apocalipsis 20, y el reino eterno de Dios mencionado en Apocalipsis 21 y 22. ¡Alabado sea el Señor por este cuadro del gene del reino y su desarrollo!

EL CRECIMIENTO Y LA TRANSFORMACION QUE SE EXPERIMENTAN EN LA VIDA DE IGLESIA

  ¿Dónde figura la iglesia en el cuadro del gene del reino, su desarrollo y su consumación? Las iglesias figuran en el período del desarrollo del gene. Este desarrollo se lleva a cabo por el crecimiento y la transformación. En la vida de iglesia crecemos y somos transformados.

  En 1 y 2 Corintios, Pablo habla del crecimiento y de la transformación que experimentamos en la vida de iglesia hoy. En 1 Corintios 3 se habla del crecimiento en vida, y en 2 Corintios 3, de la transformación de vida. En 1 Corintios 3:7 Pablo habla de “Dios, que da el crecimiento”, lo cual muestra el crecimiento en vida. Luego, en 2 Corintios 3:18 dice: “Más, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Esto muestra la transformación de vida. Por tanto, en 1 y 2 Corintios respectivamente se halla un capítulo relacionado con el crecimiento en vida y otro, con la transformación de vida. Actualmente experimentamos tanto el crecimiento en vida como la transformación de vida en la vida de iglesia.

  Ya recalcamos que la iglesia es la continuación resultado del gene del reino. Esta continuación finalmente llegará al pleno desarrollo, y entonces se manifestará el reino durante el milenio. Todos los que a lo largo de los siglos recibieron el gene, serán reyes por medio del desarrollo del gene que está en ellos. La totalidad de estos reyes será el reino eterno de Dios. Por tanto, el reino eterno de Dios es el pleno desarrollo del gene que sembró el Dios-hombre, Jesús el nazareno.

  Hoy en la vida de iglesia experimentamos el desarrollo del gene del reino por medio del crecimiento en vida y de la transformación de vida. Finalmente, este crecimiento y esta transformación llegarán a su consumación máxima. Entonces todos seremos correyes de Cristo, los que habrán experimentado el pleno desarrollo del gene del reino.

  Actualmente experimentamos el proceso del desarrollo. Pero ciertamente un día todos seremos correyes. Cuando llegue ese día, nos veremos los unos a los otros y diremos: “Hermano, ¿recuerdas aquellas reuniones en las que oímos acerca del gene del reino? Cuando estábamos en la vida de iglesia, estábamos en el proceso del desarrollo del gene. Ahora todos estamos aquí como correyes de Cristo, y podemos ver el pleno desarrollo del gene del reino”. El pleno desarrollo del gene del reino será una exhibición a las naciones, a los ángeles y al diablo, Satanás.

  Necesitamos leer el capítulo cuatro del Evangelio de Marcos a la luz de lo que hemos visto acerca del gene del reino. Si lo leemos así, comprenderemos que este capítulo contiene el elemento intrínseco del evangelio.

EL MISTERIO DEL REINO DE DIOS

  En 4:1-8 el Señor cuenta la parábola del sembrador. En 4:11 dice a Sus discípulos: “A vosotros os ha sido dado conocer el misterio del reino de Dios; mas para los que están fuera, todas las cosas están en parábolas”. La economía de Dios con respecto a Su reino era un misterio escondido, el cual fue revelado a los discípulos del Salvador-Esclavo. No obstante, debido a que la naturaleza y el carácter del reino de Dios son totalmente divinos, y los elementos con los cuales se produce son la vida y la luz divinas, el reino de Dios, especialmente en su realidad como la iglesia verdadera en esta era (Ro. 14:17), sigue siendo un completo misterio para el hombre natural.

LA PARABOLA DE LA LAMPARA

  En 4:21-25 se halla la parábola de la lámpara. El Señor, en los versículos 21 y 22, dice: “¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del almud, o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Pues nada se oculta sino para ser manifestado; nada se ha escondido, sino para que salga al descubierto”. La lámpara que irradia luz indica que el servicio evangélico del Salvador-Esclavo no sólo siembra la vida en aquellos a quienes sirve, sino que también les trae la luz. Así que, el servicio divino hace que los creyentes sean luminares (Fil. 2:15) y que las iglesias sean candeleros (Ap. 1:20) que resplandecen como testimonio de Cristo en esta edad oscura y que tienen su consumación en la Nueva Jerusalén, cuyas características sobresalientes son vida y luz (Ap. 22:1-2; 21:11, 23-24).

  Marcos 4:24-25 dice: “Les dijo también: Atended a lo que oís. Con la medida con que medís, se os medirá, y se os añadirá. Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará”. En Mateo 7:2 y en Lucas 6:38 estas palabras aplican a la manera en que tratamos a los demás, mientras que en Marcos 4:24, a la manera en que oímos la palabra del Señor. La medida que el Señor nos puede dar depende de la medida con la cual oímos. Lo dicho por el Señor en el versículo 25 también se relaciona con la manera en que oímos Su palabra. Lo mismo aplica a Mateo 13:10-13 y Lucas 8:18.

LA PARABOLA DE LA SEMILLA

  En Marcos 4:26-29 encontramos la parábola de la semilla. El versículo 26 dice: “Decía además: Así es el reino de Dios, como si un hombre echara semilla en la tierra”. El reino de Dios es la realidad de la iglesia, la cual es producida por la vida de resurrección de Cristo mediante el evangelio (1 Co. 4:15). La regeneración es la entrada al reino (Jn. 3:5), y el crecimiento de la vida divina en los creyentes constituye el desarrollo del mismo (2 P. 1:3-11).

  El hombre de Marcos 4:26 es el Salvador-Esclavo en calidad de Sembrador. Este hombre también es el sembrador del versículo 3. El sembrador es el Salvador-Esclavo, quien era el Hijo de Dios y que vino a sembrarse como semilla de vida, por medio de Su palabra (v. 14), en el corazón de los hombres para crecer y vivir en ellos a fin de ser expresado desde su interior.

  La semilla del versículo 26 es la semilla de la vida divina (1 Jn. 3:9; 1 P. 1:23) sembrada en los creyentes del Salvador-Esclavo. Echar semilla en la tierra indica que el reino de Dios, el cual es el resultado y la meta del evangelio del Salvador-Esclavo, y la iglesia en esta edad (Ro. 14:17), tienen que ver con la vida, la vida de Dios, la cual brota, crece, da fruto, madura y produce una cosecha. El reino y la iglesia no tienen nada que ver con una organización inerte, la cual es producida por medio de la sabiduría y capacidad del hombre. Las palabras de los apóstoles en 1 Corintios 3:6-9 y Apocalipsis 14:4, 15-16 confirman esto.

  Marcos 4:27 añade: “Duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo”. Las expresiones duerme y se levanta, de noche y de día y sin que él sepa cómo no deben aplicarse al Salvador-Esclavo. Este versículo muestra la espontaneidad con que crece la semilla (v. 28).

  El versículo 28 dice: “La tierra lleva fruto por sí misma, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga”. La tierra en este contexto se refiere a la buena tierra (v. 8) y representa el corazón bueno que Dios creó (Gn. 1:31) con la intención de que Su vida divina creciera en el hombre. Dicho corazón coopera con la semilla de la vida divina que se siembra en él, permitiendo que crezca y dé fruto espontáneamente a fin de expresar a Dios. La palabra nos capacita para tener fe en este proceso espontáneo. En contraste con Mateo 13:24-30, el versículo 28 no menciona la cizaña, la cual está relacionada con el lado negativo. Las palabras por sí mismas indican que el crecimiento es espontaneo.

  El versículo 29 concluye: “Pero cuando el fruto está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado”. La hoz representa a los ángeles enviados por el Señor para segar la mies (Ap. 14:16; Mt. 13:39).

LA PARABOLA DEL GRANO DE MOSTAZA

  En 4:30-34 tenemos la parábola del grano de mostaza. En los versículos 30-32 el Señor dice: “¿A qué compararemos el reino de Dios, o con qué parábola lo presentaremos? Es como un grano de mostaza, que cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; y una vez sembrado, crece, y se hace más grande que todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden anidar bajo su sombra”. El significado de la semilla en los versículos 3 y 26, y el de la lámpara en el versículo 21, da a conocer la naturaleza y la realidad interior del reino de Dios, mientras que el grano de mostaza que llega a ser grande, contrario a su género, y las aves que anidan bajo su sombra, representan la corrupción que se infiltra en el reino de Dios y la apariencia del mismo.

  En Mateo 13:31-32 vemos que al crecer el grano de mostaza no sólo llega a ser la más grande de las hortalizas, sino que también, con el tiempo, se hace árbol. La iglesia, la corporificación del reino, debe ser como una hierba que produce alimento. Sin embargo, su naturaleza y su función fueron cambiadas de modo que se hizo un árbol, un nido de aves. (Esto es contrario a la ley de la obra creadora de Dios, es decir, que toda planta debe dar fruto según su género, Gn. 1:11-12). Este cambio sucedió en la primera parte del siglo cuarto, cuando Constantino el Grande unió a la iglesia con el mundo. El introdujo en el cristianismo a miles de creyentes falsos, convirtiéndolo en el sistema de la cristiandad, y haciendo que dejara de ser la iglesia. Por lo tanto, la parábola del grano de mostaza corresponde a la tercera iglesia de las siete mencionadas en Apocalipsis 2 y 3, la iglesia de Pérgamo (Ap. 2:12-17). La mostaza es una hortaliza anual, mientras que el árbol es una planta perenne. La iglesia, según su naturaleza celestial y espiritual, debe ser peregrina como la mostaza es peregrina en la tierra. Pero cuando cambió su naturaleza, se estableció y se arraigó profundamente en la tierra como un árbol, y floreció echando las ramas de sus proyectos y operaciones, donde se alojan muchas personas y cosas malignas. Como resultado, se forma una organización exterior con la apariencia del reino de los cielos.

  En la parábola del sembrador, “vinieron las aves y se ... comieron” la semilla que cayó junto al camino (Mr. 4:4). Según el versículo 15, esto indica que Satanás viene y quita la palabra que fue sembrada en las personas. Puesto que las aves que se mencionan en esta parábola representan al maligno, Satanás, las “aves del cielo” mencionadas en el versículo 4 deben referirse a los espíritus malignos de Satanás junto con las personas y las cosas malignas motivadas por ellos. Estos se alojan en las ramas del gran árbol, es decir, en los proyectos y operaciones de la cristiandad.

  En 4:33-34 se halla la conclusión de esta sección del Evangelio de Marcos, la cual habla de las parábolas del reino de Dios: “En muchas parábolas como éstas les hablaba la palabra, conforme a lo que podían oír. Y sin parábolas no les hablaba; pero a Sus propios discípulos les explicaba todo en privado”. Estas parábolas exhiben la sabiduría y el conocimiento divinos del Salvador-Esclavo (Mt. 13:34-35).

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