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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Marcos»
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Mensaje 16

LA IGLESIA Y EL REINO

  Lectura bíblica: Mr. 4:26-29; Mt. 16:16-19; 1 Co. 3:9b; Ap. 14:4, 14-16

  En los mensajes anteriores hablamos del reino de Dios según se revela en el capítulo 4 del Evangelio de Marcos. Enfocamos nuestra atención en la semilla del reino como elemento intrínseco del mismo. Ahora examinaremos la relación que hay entre la iglesia y el reino.

  La iglesia y el reino figuran entre los temas principales de la Biblia. Si leemos el Nuevo Testamento detenidamente veremos cuán importantes son la iglesia y el reino.

  En Mateo 3, al comienzo del Nuevo Testamento, se habla del reino. Juan el Bautista apareció en el desierto de Judea predicando: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). En la predicación de Juan el Bautista, cuando se establecía la economía neotestamentaria de Dios, arrepentirse significaba tener un cambio de dirección hacia el reino de los cielos. Esto indica que la economía neotestamentaria de Dios gira en torno a Su reino.

EL FUNDAMENTO DE LA IGLESIA

  En Mateo 16 el Señor Jesús llevó a Sus discípulos a la región de Cesarea de Filipo y les preguntó: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (Mt. 16:13). Después que ellos respondieron, añadió: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?” (v. 15). Simón Pedro, habiendo recibido una revelación de parte del Padre, respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16).

  Según Efesios 5:32, existe un gran misterio que se compone de dos partes, Cristo y la iglesia. Debido a que la revelación dada por el Padre acerca de Cristo solamente constituía la primera mitad de este gran misterio, el Señor agregó lo siguiente acerca de la iglesia: “Y Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). Esto muestra claramente que la iglesia tiene que proceder de Cristo y volver a El. Primero, Cristo fue reconocido, conocido y poseído. Luego, el Señor dijo que sobre “esta roca” edificaría Su iglesia. La roca no se refiere solamente a Cristo, sino también a la revelación acerca de El, la cual Pedro había recibido del Padre. La iglesia es edificada sobre la revelación acerca de Cristo. Así que, la “roca” no sólo es Cristo, sino también la comprensión, el conocimiento, la experiencia y la ganancia que obtenemos de El.

  Hoy muchos afirman que Cristo es el fundamento de la iglesia, pero no han comprendido que el verdadero fundamento de la edificación de ésta, es una viva comprensión de Cristo. Si no conocemos a Cristo en nuestra experiencia, careceremos del fundamento necesario para la edificación de la iglesia. Por lo tanto, tenemos que conocer a Cristo, y el conocimiento, la experiencia, el disfrute y la ganancia que tengamos de El, será el fundamento sobre el cual Cristo edificará la iglesia.

LAS LLAVES DEL REINO

  En Mateo 16:19, el Señor, inmediatamente después de hablar de la iglesia, habla del reino: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, habrá sido atado en los cielos; y lo que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos”. El reino de los cielos mencionado en este versículo y la iglesia que se menciona en el versículo 18, se usan de modo intercambiable. Yo no diría que sean sinónimos, sino que en los versículos 18 y 19 se usan de modo intercambiable. Esto es una clara evidencia de que la iglesia auténtica es el reino en esta edad. Esto lo confirma Romanos 14:17, un versículo que hace referencia a la vida de iglesia apropiada.

  Lo que el Señor dijo a Pedro en Mateo 16:19 con relación a las llaves del reino de los cielos se cumplió en el libro de Hechos. El primer aspecto del cumplimiento lo vemos en Hechos 2, y el segundo, en Hechos 10. En estos dos casos Pedro usó dos llaves. En Mateo 16:19 el Señor habló de varias llaves, no de una sola. En el día de Pentecostés, según consta en Hechos 2, Pedro usó una de las llaves para abrir la puerta del reino de los cielos a los creyentes judíos. Luego, en la casa de Cornelio, según se relata en Hechos 10, usó la otra para abrir la puerta a los gentiles. Esta es la razón por la cual en Efesios 2 vemos que tanto los judíos como los gentiles son edificados juntamente como una sola iglesia: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra del ángulo Cristo Jesús mismo” (vs. 19-20).

  Nos debe impresionar que en Mateo 16:18 se hable de la iglesia, y en el siguiente versículo, del reino. Esto indica que cuando la iglesia se menciona por primera vez en el Nuevo Testamento, se menciona con relación al reino. Además, como ya vimos, en esos versículos la iglesia y el reino son términos intercambiables.

LA REALIDAD DEL REINO SE HALLA EN LA IGLESIA

  Aunque la iglesia se menciona explícitamente en Mateo 16, no se dice nada de ella en el Evangelio de Marcos. En el capítulo cuatro de Marcos el Señor habla específicamente del reino de Dios. En 4:26-29 se halla la parábola de la semilla: “Así es el reino de Dios, como si un hombre echara semilla en la tierra” (v. 26). Esta parábola revela que el reino es un asunto de vida, la cual brota, crece, lleva fruto, madura y produce una cosecha. En los versículos 27-28 vemos el crecimiento espontáneo de la semilla, y en el versículo 29 se ve la cosecha. Dicha parábola es un breve ejemplo del reino.

  ¿Se incluye de alguna manera a la iglesia en la parábola de la semilla? No se la menciona directamente, aunque debe estar incluida de algún modo. En esta parábola tenemos al sembrador, la semilla sembrada, el campo, el desarrollo de la semilla y la cosecha. Esto constituye un cuadro completo del reino. Pero en este cuadro, ¿dónde figura la iglesia? Esto merece nuestra atención.

  Examinemos lo que dijo Pablo acerca de la labranza de Dios para ver dónde se halla la iglesia en 4:26-29. En 1 Corintios 3:9b se dirige a la iglesia de Corinto y le dice: “Vosotros sois labranza de Dios”. Literalmente la palabra griega traducida “labranza” quiere decir, tierra cultivada. La iglesia es la labranza de Dios, Su campo, Su tierra cultivada. Si examinamos lo dicho por Pablo en 1 Corintios 3:9 con relación a la parábola de la semilla de Marcos 4:26-29, podremos entender la relación que hay entre la iglesia y el reino.

  Usemos la jardinería como ejemplo de la relación entre la iglesia y el reino. En el patio de mi casa hay un pequeño huerto al cual podemos llamar un reino: el reino de las plantas. Este reino sirve como ejemplo del reino que se sembró en los evangelios en calidad de semilla. Esta semilla crece y se desarrolla en las epístolas y finalmente tiene su cosecha en el libro de Apocalipsis. Apocalipsis 14 habla de las primicias (v. 4) y luego de segar la mies (vs. 14-16). La mies será el pleno desarrollo del reino, y, según 1 Corintios 3:9, el campo en el cual crece la mies es la iglesia. Así que, volviendo al ejemplo, se puede decir que el huerto mismo representa a la iglesia, y las plantas que allí crecen, al reino. Esto nos ayuda a ver cómo el reino está en la iglesia. El Evangelio de Mateo revela que actualmente en la vida de iglesia tenemos la realidad del reino.

  Supongamos que en mi patio hubiera solamente tierra, el suelo, sin que ninguna planta creciese allí. ¿Podría decirse que dicha tierra es un huerto? No, sería simplemente un patio de tierra. Entonces, ¿cómo podría convertirse en un huerto? Solamente cultivando plantas en él. Cuantas más plantas crecen en el patio, más llega éste a ser un huerto. Igualmente, cuanto más crece la semilla del reino en la tierra cultivada, la labranza, es decir, la iglesia, más llega ésta a ser la realidad del reino.

  En la vida de iglesia hoy crecen muchas “plantas”. Si no hubiéramos sido regenerados y fuéramos personas mundanas, seríamos un simple patio de tierra. Pero debido a que fuimos regenerados, todos somos plantas que crecen en la labranza de Dios. Por tanto, somos Su campo, Su huerto. ¿Qué es entonces el reino? Es la realidad de las muchas plantas que crecen en la labranza de Dios. Cuanto más crecemos en vida, más está presente en nosotros la realidad del reino.

  En el Nuevo Testamento se habla del reino de Dios y del reino de los cielos. Sin embargo, esto no significa que haya dos reinos; sólo existe uno, el reino de Dios, y el reino de los cielos es parte del único reino.

  Se puede comparar el reino de Dios con una nación, tal como los Estados Unidos, y el reino de los cielos con su capital, Washington, donde está localizada la sede del gobierno federal. Los Estados Unidos y Washington no son dos naciones. Washington es la sede del gobierno y forma parte de la nación de los Estados Unidos. Se puede decir que el reino de los cielos es Washington espiritual, la ciudad donde se halla el gobierno del reino de Dios. Por consiguiente, el reino de Dios y el reino de los cielos no son dos reinos. El reino de Dios es el reino único, y el reino de los cielos es parte de dicho reino.

  Quisiera pedirles que examinen el diagrama del reino que aparece en este mensaje. Según el diagrama, los dos círculos constituyen el reino de los cielos: uno corresponde a la dispensación de la gracia, y el otro, a la del reino. En la dispensación de la gracia tenemos la iglesia, dentro de la cual, como lo indica el círculo en líneas entrecortadas, están los creyentes que vencen, los que viven en la realidad del reino de los cielos.

  Como se puede ver en el ejemplo del huerto que está en el patio de mi casa, la realidad de reino de los cielos es representada por el crecimiento de las plantas. Cuanto más crecen las plantas en mi huerto, más evidente se hace la realidad del huerto. Supongamos que todos los árboles y las plantas de mi huerto mueren. En tal caso, el huerto no tendría nada de realidad.

  Necesitamos ver cuánta realidad hay entre nosotros en la vida de iglesia. La realidad que experimentamos depende del crecimiento en vida que tengamos. Si usted viene a ver mi huerto y ve plantas y árboles saludables y hermosos, exclamará: “¡Qué huerto tan agradable!” Usted contemplará un huerto lleno de realidad. A esto nos referimos cuando hablamos de la realidad del reino que se halla en la iglesia.

UN ASUNTO EXCLUSIVAMENTE DE VIDA

  La iglesia es un huerto, y el reino es las muchas plantas, los santos, que crecen en dicho huerto. Cuando los santos, las plantas, alcancen a la madurez, serán aptos para ser correyes de Cristo en el reino de Dios. Cuando venga el Señor, todos los que hayan madurado estarán capacitados para ser Sus correyes en la manifestación del reino durante el milenio. Esta manifestación, como lo indica el diagrama, ocurrirá en la próxima edad.

  El Nuevo Testamento no presenta el reino de Dios como una simple doctrina o una profecía. No, más bien el Nuevo Testamento enseña la verdad del reino como una realidad de vida. El reino de Dios es un asunto totalmente de la vida divina.

  En 1 Corintios se da a entender que el reino de Dios es un asunto de la vida de Dios. Primero, en 1:2 se menciona la iglesia, pues esta epístola está dirigida a “la iglesia de Dios que está en Corinto”. Pablo hace referencia a la iglesia y a las iglesias repetidas veces (4:17; 6:4; 7:17; 10:32; 11:16, 18, 22; 12:28; 14:4, 5, 12, 19, 23, 28, 33, 34, 35; 15:9; 16:1, 19).

  Luego, como recalcamos, en 1 Corintios 3:9 dice que la iglesia es la labranza de Dios. Posteriormente, en 6:9-11 Pablo habla del reino de Dios y hace notar que los creyentes pecaminosos no lo heredarán. Así que, en el capítulo uno tenemos la iglesia; en el capítulo tres, la labranza; y en el capítulo seis, el reino. Además, Pablo vuelve a hablar del reino de Dios en el capítulo quince (vs. 24, 50).

  En el Nuevo Testamento encontramos el concepto de que el reino de Dios depende absolutamente de la vida. La semilla de dicha vida es el Cristo todo-inclusivo, quien se sembró en nosotros y ahora crece y se desarrolla hasta alcanzar la madurez. A medida que esta semilla crece en nosotros, Cristo nos reemplaza consigo mismo. Cuando lleguemos a la madurez, El nos habrá reemplazado por completo y será el todo para nosotros. Cuando eso suceda, llegará el tiempo de la cosecha y el tiempo cuando podremos reinar con Cristo. En la era actual experimentamos la realidad del crecimiento de la vida divina, y en la próxima, tendremos la manifestación del reino, cuando Cristo y Sus correyes reinarán sobre todo el mundo.

  Todos debemos ver que el reino es un asunto de vida. El reino de Dios se inició al sembrarse en nosotros la semilla de vida, la cual es el Cristo todo-inclusivo como la esencia de la vida que crece, se desarrolla y madura en nosotros. Cristo, la iglesia y el reino están relacionados con dicha semilla. Cristo es la semilla, la iglesia es la labranza o huerto y el reino es la realidad.

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