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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Marcos»
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Mensaje 7

LAS DIVERSAS MANERAS EN QUE EL SALVADOR-ESCLAVO LLEVO A CABO SU SERVICIO EVANGELICO

(1)

  Lectura bíblica: Mr. 2:1-12

UN GRUPO DE CINCO CASOS

  En Mr. 1:14-45 vimos que el servicio evangélico consta de cinco actividades: predicar el evangelio (Mr. 1:14-20), enseñar la verdad (Mr. 1:21-22), echar fuera demonios (Mr. 1:23-28), sanar a los enfermos (Mr. 1:29-39) y limpiar a los leprosos (Mr. 1:40-45). A continuación, vemos en 2:1—3:6 las diversas maneras de llevar a cabo el servicio evangélico. En esta sección del Evangelio de Marcos también encontramos cinco casos: perdona los pecados de los enfermos (Mr. 2:1-12), cena con los pecadores (Mr. 2:13-17), hace que Sus seguidores se alegren y no ayunen (Mr. 2:18-22), se preocupa por el hambre de Sus seguidores y no por las ordenanzas de la religión (Mr. 2:23-28) y se ocupa de aliviar al que sufre y no de los ritos de la religión (Mr. 3:1-6). Estos cinco casos forman un grupo.

  Es difícil hacer un bosquejo del Evangelio de Marcos, pues los casos contenidos en él se mencionan sin seguir un orden o arreglo aparente. Por esta razón, es posible que leamos este evangelio varias veces y aún así no podamos bosquejarlo o dividirlo en secciones. Pero por la misericordia del Señor, creo que tenemos un bosquejo que nos es muy útil, un bosquejo que nos ayuda a adentrarnos en todas las secciones de este evangelio. Según este bosquejo, el capítulo uno presenta el contenido completo del evangelio. Luego, en el capitulo dos y en la primera parte del tres, encontramos las diversas maneras en que el Señor lleva a cabo este rico evangelio.

  Los cinco eventos descritos de manera vívida en 2:1—3:6 forman un grupo que muestra cómo el Salvador-Esclavo, el Esclavo de Dios, realizó Su servicio evangélico al ocuparse de las necesidades de los hombres caídos, a quienes Satanás había llevado cautivos, apartado de Dios y privado de disfrutar a Dios. El Señor cuidó de su necesidad con el objetivo de rescatarlos del cautiverio y llevarlos a disfrutar a Dios nuevamente.

  En primer lugar, el Señor, por ser Dios —quien posee la autoridad divina— perdonó los pecados del enfermo para librarlo de la opresión de Satanás (Hch. 10:38) y restaurarlo a Dios. Los escribas consideraron esto como algo contrario a la teología de su religión (Mr. 2:1-12).

  En segundo lugar, por ser Médico para el pueblo enfermo y miserable, cenaba con recaudadores de impuestos, quienes eran desleales e infieles a su propia nación, y con pecadores, los cuales eran menospreciados y estaban aislados de la sociedad, para que gustaran la misericordia de Dios y volvieran a disfrutar a Dios. Esto fue condenado por los escribas de los fariseos, los cuales eran justos en su propia opinión y despiadados (Mr. 2:13-17).

  En tercer lugar, por ser el Novio que está con Sus compañeros, El hizo que Sus seguidores estuvieran contentos y felices y que no ayunasen; por tanto, anuló la práctica de los discípulos de Juan (los nuevos fanáticos religiosos) y de los fariseos (los viejos fanáticos religiosos) a fin de que Sus seguidores fuesen liberados de las prácticas de sus respectivas religiones y conducidos a disfrutar al Cristo de Dios como Novio de ellos, teniendo Su justicia externamente como vestimenta y Su vida internamente como vino en conformidad con la economía neotestamentaria de Dios, lo cual concuerda con la economía neotestamentaria de Dios (Mr. 2:18-22).

  En cuarto lugar, permitió que Sus seguidores arrancaran las espigas por los sembrados en sábado para que saciaran su hambre. Al hacerlo, aparentemente quebrantaron el mandamiento de Dios con respecto al sábado, pero en realidad agradaron a Dios porque el hambre de los seguidores de Cristo fue saciada por medio de El, tal como el hambre de David y sus seguidores había sido saciada con el pan de la presencia en la casa de Dios. Esto indica que la economía neotestamentaria de Dios no consiste en observar las ordenanzas de la religión, sino en ser satisfechos en Cristo y por medio de El como el verdadero reposo sabático (Mr. 2:23-28).

  En quinto lugar, en sábado el Señor sanó a un hombre que tenía la mano seca sin preocuparse por la observancia del sábado, sino por la salud de Sus ovejas. De esta manera indicó que la economía neotestamentaria de Dios no consiste en observar ordenanzas, sino en impartir vida. Por eso le odiaban los fariseos, los fanáticos religiosos (Mr. 3:1-6).

  Estas cinco maneras en que el Salvador-Esclavo, lleno de vida y misericordia, llevó a cabo Su servicio evangélico, iban en contra de la religión de formalismos y tradiciones y, por ende, eran aborrecidas por los líderes religiosos, quienes eran carnales y obstinados, y estaban muertos espiritualmente.

  El hecho de que el capítulo uno de Marcos se centre en el evangelio debe dejar una profunda impresión en nosotros. Este capítulo nos dice qué es el evangelio, cuándo comenzó y cuál es su contenido. En él vemos la naturaleza, la substancia, la esencia, el elemento, el contenido y la realidad del evangelio. Confío que las iglesias llevarán a cabo, en su servicio evangélico, la predicación de este rico evangelio.

  Habiendo abarcado el contenido del servicio evangélico según consta en el capítulo uno, debemos examinar las diversas maneras de llevar a cabo dicho servicio en 2:1—3:6. Es muy significativo que en Marcos, el Señor Jesús no nos enseñe con palabras la manera de llevar a cabo el servicio evangélico; más bien, este evangelio presenta al Señor como uno que trabaja, como un siervo, y no como un orador. Así que, en Marcos el Señor no nos enseña la manera de llevar a cabo el servicio evangélico con palabras, sino con Sus acciones.

  En 2:1—3:6, el Señor no nos dice cómo realizar el servicio evangélico. En cambio, los cinco casos narrados en esta porción del Evangelio de Marcos nos muestran cómo El lo llevó a cabo. Por tanto, si queremos aprender cómo realizar dicho servicio, debemos examinar lo que hizo el Señor al perdonar los pecados del enfermo, cenar con los pecadores, hacer que Sus seguidores se alegraran y no ayunaran, preocuparse por el hambre de Sus seguidores y no por las ordenanzas de la religión y al ocuparse de aliviar al que sufría y no de los ritos de la religión.

  A muchos lectores de la Biblia les agradan las historias del Evangelio de Marcos. Es muy posible que para ellos, los cinco casos narrados en 2:1—3:6 sean simplemente historias que se usan en las reuniones de niños o que se leen a éstos a la hora de acostarse. Sin duda, estos casos constituyen muy buenas historias, pues la Biblia, por ser un libro sagrado, contiene las mejores historias. Pero no debemos estar satisfechos simplemente de conocer las historias del Evangelio de Marcos.

  Debido a que no estuve satisfecho con esa clase de conocimiento, sino que acudí al Señor para que me concediera luz en cuanto a este evangelio, El me mostró que el servicio evangélico que llevó a cabo en Marcos 1 despliega plenamente lo que es el evangelio. Ningún otro capítulo de la Escritura nos da un despliegue tan completo del evangelio como éste. Ni siquiera en los escritos de Pablo encontramos un capítulo con una presentación tan detallada y completa del evangelio, en su naturaleza y contenido. No obstante, necesitamos ser iluminados para comprender lo que se revela en Marcos capitulo uno. Es posible que alguien memorice este capítulo y siga sin luz. Otra persona tal vez lo estudie exhaustivamente en el griego y sepa el significado de cada palabra, y aun así no reciba luz en cuanto al evangelio presentado en dicho capítulo. Creo que, por la misericordia del Señor, hemos recibido una clara visión del evangelio que se despliega en el primer capítulo de Marcos. Ahora, también debemos recibir una visión clara de cómo el Señor lleva a cabo el servicio evangélico, es decir, cómo lo puso en práctica. Examinemos el primer caso, en el cual el Señor perdona los pecados a un enfermo (2:1-12).

PERDONA LOS PECADOS DE LOS ENFERMOS

Un pecador paralizado por el pecado

  El Señor estaba en una casa en Capernaum, y mientras hablaba la palabra a los que allí se habían reunido, le fue traído un paralítico, cargado por cuatro (2:1-3). Este paralítico representa a un pecador paralizado por el pecado, uno que no puede andar ni conducirse delante de Dios.

  Marcos 2:4 dice: “Y como no podían acercarlo a El a causa de la multitud, destecharon la azotea por donde El estaba, y después de hacer la abertura, bajaron la camilla en que yacía el paralítico”. El celo al buscar la sanidad del Salvador-Esclavo impulsó a los que acudieron al Señor a sobrepasar los límites normales, lo cual podría considerarse como un acto atrevido. Luego, destechando el lugar bajaron la camilla, un colchón pequeño o almohada, en la que yacía el enfermo.

  El versículo 5 dice: “Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados”. En este versículo, la fe, la cual proviene al oír uno la palabra de Cristo (Ro. 10:17), indica que los que buscaban al Señor habían oído del Salvador-Esclavo. Al ver El la fe de ellos, llamó al paralítico “Hijo”. Esta palabra amorosa del Salvador-Esclavo implica bondad; en ella expresaba Su virtud humana.

  El Señor dijo al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”. Los pecados eran la causa de su enfermedad. La palabra del Salvador-Esclavo tocó la causa de la enfermedad para que se produjera un efecto distinto. Una vez que los pecados fueron perdonados, la enfermedad fue sanada.

  Es muy importante y significativo el hecho de que el primer evento de esta sección, la cual habla de cómo llevar a cabo el servicio evangélico, sea un caso en el que se perdona los pecados a un enfermo. Esto indica que al llevar a cabo la predicación del evangelio, lo primero que se tiene que hacer es ayudar a las personas a que reciban el perdón de sus pecados.

Nuestro problema básico

  El problema básico de los seres humanos caídos es el pecado. Cuando Dios creó al hombre, éste era puro, estaba limpio y no tenía pecado. Al final de Génesis 1, Dios miró Su creación y dijo: “Bueno en gran manera”. Estas palabras son muy significativas. El hombre había sido creado a imagen de Dios y conforme a Su semejanza. Además, Dios había soplado en él aliento de vida, y el hombre había llegado a ser alma viviente (Gn. 2:7). El soplo de vida llegó a ser el espíritu dentro del hombre. Por tanto, el hombre que Dios creó posee la imagen de Dios y Su semejanza, y contiene un espíritu. Como ser creado, estaba limpio, puro y completo. No obstante, según Génesis 3, el maligno, el diablo, el enemigo de Dios, vino a envenenar al hombre que Dios había creado. El hombre fue “mordido” por la serpiente, y el pecado se inyectó en él.

  Todos los problemas del género humano provienen del pecado, y a causa de él, la humanidad está sumida en la desesperanza. Todos han sido corrompidos por el pecado. ¿No cree que el género humano, incluyéndolo a usted, ha sido corrompido? ¿Acaso no ha sido el pecado lo que ha corrompido el vecindario, la ciudad y el país donde usted vive? El mundo entero ha sido corrompido por el pecado. Por tanto, al llevar a cabo el servicio evangélico, lo primero que debemos hacer es mostrarle a las personas cómo ser perdonadas de sus pecados. Si queremos que sean restauradas a la comunión con Dios, tenemos que eliminar el problema del pecado, pues éste es el causante de la problemática a la que se enfrenta el género humano.

  Muchos podemos testificar que en el pasado hicimos todo lo posible por obtener una buena educación con miras a un futuro brillante. No obstante, debido a que el problema relacionado con el pecado no había sido resuelto, éste nos corrompió bastante. Pero el día en que creímos en el Señor Jesús y lo recibimos, fuimos perdonados de nuestros pecados.

  En 2:1-12 se halla un caso que muestra que al llevar a cabo el servicio evangélico, el Señor, como Salvador-Esclavo, primeramente perdonó a las personas de sus pecados. Es por esto que dijo en 2:5: “Hijo, tus pecados te son perdonados”. Estas palabras tal vez sorprendieron al paralítico y a los cuatro que le habían traído al Señor, los cuales, sin duda nunca habían pensado que el pecado fuera la causa de la enfermedad. Pero para su sorpresa, el Señor dijo al paralítico que sus pecados le eran perdonados

La cavilación de los escribas

  Según los versículos 6 y 7, los escribas, al oír estas palabras, cavilaban en sus corazones: “Pero algunos de los escribas que estaban sentados allí cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados, sino uno solo, Dios?” Los escribas y los fariseos, fanáticos de la religión vieja y muerta, fueron motivados y usados por Satanás, el enemigo de Dios, para resistir y estorbar el servicio evangélico del Esclavo de Dios durante todo Su ministerio (2:16, 24; 3:22; 7:5; 8:11; 9:14; 10:2; 11:27; 12:13, 28). Pensaban que adoraban a Dios y que tenían celo por El, sin saber que el mismo Dios de sus padres —el Dios de Abraham, Isaac y Jacob— estaba cara a cara frente a ellos en forma de esclavo que deseaba servirles. Cegados por su religión tradicional e incapaces de verlo a El en la economía divina, conspiraron para matarle (3:6; 11:18; 14:1); y después cumplieron su cometido (8:31; 10:33; 14:43, 53; 15:1, 31).

  Los analíticos escribas, quienes pensaban que vivían conforme a las Escrituras y a la teología, sólo reconocieron al Salvador-Esclavo como un simple hombre, y eso como un nazareno menospreciado (Jn. 1:45-46), sin darse cuenta que el que perdonó los pecados del paralítico era el propio Dios, el Dios que perdona, encarnado en la forma de un hombre humilde. Los escribas, confiados en que conocían las Escrituras, pensaban que sólo Dios tenía la potestad de perdonar pecados, y que Jesús, quien a los ojos de ellos era un simple hombre, había blasfemado contra Dios cuando dijo: “Tus pecados te son perdonados”. Esto indica que ellos no comprendían que el Señor era Dios, y al decir eso, lo rechazaron. Este fue el primer rechazo por parte de los líderes de la religión judía.

  Los escribas, en sus corazones, acusaron al Señor de blasfemar contra Dios. Parecían decir: “¿Quién es éste que afirma perdonar pecados? Sólo Dios tiene la potestad de hacer esto. Nosotros sabemos que este hombre es un nazareno. ¿Cómo puede un despreciado nazareno perdonarle los pecados a alguien?”

  Los escribas no se daban cuenta de que el Señor conocía lo que cavilaban en sus corazones. Acerca de esto, el versículo 8 dice: “Y al instante Jesús, conociendo en Su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis acerca de estas cosas en vuestros corazones?”. La palabra griega que se traduce conociendo literalmente significa “conocer por completo”. El Salvador-Esclavo conocía la fe de los que le buscaban, los pecados del enfermo (v. 5) y los pensamientos de los escribas, lo cual indica que era omnisciente. Tal omnisciencia, la cual manifestó Su atributo divino, reveló Su deidad y mostró que El es el Dios omnisciente.

  Los escribas deben de haberse sorprendido cuando oyeron las palabras del Señor. Tal vez dijeron dentro de sí: “Nosotros no dijimos nada. ¿Cómo sabe lo que estamos cavilando en nuestros corazones?”. El Señor conocía sus cavilaciones debido a que El no sólo era un nazareno, sino también el Dios omnisciente.

  El Evangelio de Marcos contiene un punto sobresaliente: presenta al Señor con la semejanza de hombre y con el porte de esclavo. Los escribas no comprendieron que en la humanidad del Esclavo estaba la deidad. La manera en que el Señor se conducía mostraba que en Su humanidad estaba la deidad. El era un nazareno en forma de esclavo, pero era omnisciente, y por consiguiente, conocía lo que los escribas decían en sus corazones, y en lugar de argumentar con ellos, simplemente expresó los hechos.

La potestad para perdonar pecados

  Según el versículo 9, el Señor preguntó a los escribas lo siguiente: “¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y anda?” El Señor no dijo: “¿Qué es más difícil?”, porque para El nada es difícil. Decir: “Tus pecados te son perdonados” era más fácil que decir: “Levántate, y anda”.

  Los versículos 10-11 dicen: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: ¡Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa!” El Salvador-Esclavo era Dios mismo encarnado. Como tal, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Exteriormente, tenía la semejanza y el porte del hombre, aun la forma de esclavo, pero interiormente El era Dios (Fil. 2:6-7). El era el Salvador-Esclavo, y también el Salvador-Dios. Así que, no sólo tenía la capacidad de salvar pecadores, sino también la potestad para perdonar sus pecados. En este caso, aunque perdonó pecados en Su condición de Dios, afirmó ser el Hijo del Hombre. Esto indica que El era el Dios verdadero y un hombre auténtico, que poseía deidad y humanidad. En El, los hombres podían ver tanto los atributos de Dios como Sus virtudes humanas.

  Estos versículos muestran que el Señor, a fin de mostrar que tenia potestad para perdonar pecados, dijo al paralítico: “Levántate, toma tu camilla, y vete a tu casa”. De esta manera sanó al paralítico. En la salvación que el Señor efectúa, no sólo perdona nuestros pecados, sino que también hace que nos levantemos y andemos. No nos levantamos y andamos primero, para después ser perdonados de nuestros pecados; una salvación así seria por obras. Más bien, primero somos perdonados de nuestros pecados, y luego nos levantamos y andamos; tal salvación es por gracia.

  En el versículo 12 se halla la conclusión de este caso: “Entonces él se levantó y, tomando en seguida su camilla, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡Nunca hemos visto nada semejante!” Con esto se cumplió lo dicho por el Salvador-Esclavo: “Levántate, toma tu camilla”. Fue más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados” que: “Levántate, toma tu camilla y anda”. Puesto que esto se cumplió, ciertamente aquello, lo más fácil, también se había cumplido. Esto demuestra claramente que el Salvador-Esclavo tiene potestad para perdonar pecados aquí en la tierra.

  El paralítico se levantó, tomó su camilla y se fue delante de todos. El Señor no sólo lo había capacitado para que anduviera, sino también para que tomara su lecho. Anteriormente el lecho lo había llevado a él; ahora él llevaba el lecho. Esto muestra el poder de la obra salvadora del Señor. Además, el paralítico fue traído al Señor por otros, pero regresó a casa por sí mismo, lo cual indica que el pecador no puede acudir al Señor por sí mismo, pero al experimentar la salvación, puede regresar a casa andando.

La humanidad y la deidad del Salvador-Esclavo

  En este caso vemos tanto la humanidad del Salvador-Esclavo como Su deidad. Al llamarle hijo al paralítico, el Señor se condujo de manera muy humana; se dirigió a él en una manera muy tierna y llena de bondad. Pero al decirle que se levantara, tomara su camilla y se fuera a su casa, el Señor manifestó Su deidad en Su humanidad. La humanidad del Señor estaba llena de virtud, mientras que Su deidad, llena de autoridad. La gloria que el Señor manifestó, expresó Su autoridad. Lo que le dijo al enfermo no fue una enseñanza, sino la expresión de Su autoridad, lo cual se confirma por el hecho de que el paralítico luego recibió la capacidad, la energía, para levantarse, tomar su camilla y andar. Todos los que estaban reunidos allí vieron la potestad, la gloria y la honra del Señor. Así que, en este caso vemos la humanidad del Señor expresada en la virtud y perfección de ésta, y Su deidad manifestada en la gloria y honra de la misma.

  Las bocas de los opositores, es decir, de los escribas y los fariseos, se callaron cuando vieron que el paralítico tomó su camilla y se fue andando. La potestad manifestada en la deidad del Señor, y la bondad expresada en Su humanidad los dejaron sin palabras. Aquí se ve a un esclavo; pero en El se manifiesta Dios. Al ver la deidad del Señor manifestada en Su humanidad, muchos lo siguieron.

AYUDAR A OTROS A SER PERDONADOS DE SUS PECADOS

  Según el caso narrado en 2:1-12, lo primero que debemos aprender al predicar el evangelio es ayudar a las personas a que reciban el perdón de sus pecados. Es muy significativo que el Señor no le dijo al paralítico: “Siento mucho que estés enfermo. Pero quiero que sepas que esta enfermedad viene como resultado del pecado. Puesto que estás paralizado, esto muestra que debes de haber pecado de alguna manera. Sabes cuáles son los pecados que cometiste”. Si el Señor le hubiera predicado al paralítico de esta manera, quizás él habría discutido con el Señor, diciéndole: “No, yo siempre he sido una buena persona. He sido bondadoso para con los demás. Pero de repente quedé paralítico”. Debemos aprender del Señor Jesús a no discutir con las personas acerca de sus pecados; eso sólo incitará su enojo y hará que no se interesen en lo que tenemos que decirles. Debemos aprender del Señor Jesús y decirles que sus pecados les son perdonados. Claro, esto no significa que debamos repetir literalmente: “Tus pecados te son perdonados”. Lo que quiero decir es que debemos seguir el principio que allí se presenta.

  Cuando nos acercamos a las personas para predicarles el evangelio, necesitamos orar en nuestro interior. Pero no es necesario que ellas sepan que estamos orando. El Señor, entonces, podrá dirigirnos a decir algo así: “Estimado amigo, sólo el Señor Jesús, como Hijo de Dios y Redentor nuestro, tiene la potestad, el poder y la capacidad para perdonar nuestros pecados”. En lugar de decirle: “tus pecados”, debemos decir: “nuestros pecados”. El Señor pudo decir: “tus pecados” porque El no era pecador. Nosotros, sin embargo, tenemos que incluirnos, porque sabemos que también somos pecadores. Esto significa que no debemos decirle a la gente que es pecaminosa. Más bien, debemos decirle que sólo el Señor tiene la capacidad para perdonarnos de nuestros pecados. Luego podemos añadir: “En nuestra vida humana, todas las dificultades y los problemas provienen de nuestros pecados. Necesitamos ser perdonados, y sólo el Señor Jesús tiene la potestad para hacerlo”.

  Si presentamos el evangelio debidamente, el Espíritu Santo honrará nuestras palabras, y los que nos oigan recibirán una profunda impresión de que sólo el Señor Jesús puede perdonar nuestros pecados. Como resultado, las palabras acerca del perdón de pecados serán en ellos la semilla del evangelio.

  Otra manera de ayudar a las personas a experimentar el perdón de pecados es leyendo con ellas, de manera viviente, Marcos 2:1-12. Al sacar nuestra versión del bolsillo y leer este pasaje de modo prevaleciente, hará que se grabe en ellas el hecho de que sólo el Señor Jesús puede perdonarles sus pecados. En seguida podemos ayudarles a comprender que la manera de tener paz es siendo perdonados de nuestros pecados. Según la secuencia de los casos presentados en 2:1—3:6, lo primero que se debe hacer al llevar a cabo la predicación del evangelio es ayudar a otros a recibir el perdón de sus pecados.

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