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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Oseas»
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Mensaje 9

TRES ASUNTOS QUE SE HALLAN IMPLÍCITOS CON RESPECTO A CRISTO

  Lectura bíblica: Os. 11:1-4

  Oseas es un libro muy rico. Muchas de las riquezas halladas en este libro no son declaradas de manera directa, sino que, más bien, se hallan implícitas en los escritos poéticos de Oseas. Por tanto, debemos estudiar lo que se halla implícito en la redacción poética de este libro. No es fácil llegar a conocer el significado de estas cosas que se hallan implícitas. En este mensaje siento la carga de hablar brevemente sobre tres asuntos que se hallan implícitos con respecto a Cristo en 11:1-4. En estos versículos los tres asuntos que se hallan implícitos con respecto a Cristo son: el llamamiento que Dios hace a Su hijo a salir de Egipto, el hecho de que Dios atrae a Israel con cuerdas de hombre y el hecho de que tiernamente hace que coman.

CRISTO, EL HIJO DE DIOS, ES LLAMADO POR DIOS A SALIR DE EGIPTO

  Oseas 11:1 dice: “Cuando Israel era muchacho, Yo lo amé, / y de Egipto llamé a Mi hijo”. En este versículo está implícito Cristo en Su unión con Israel como el Hijo de Dios y como Aquel que fue llamado por Dios a salir de Egipto. El cumplimiento de esta profecía con respecto a Cristo está en Mateo 2:15, donde se relata que Dios llamó a Cristo a salir de Egipto. Por tanto, en Oseas 11:1 está implícito Cristo como Hijo de Dios.

  De manera adicional, lo que está implícito en este versículo es que con Cristo nosotros, los que creemos en Cristo, también somos hijos de Dios (He. 2:10). En Cristo somos hijos de Dios. Aparte de Cristo no podemos ser hijos de Dios. Nuestra filiación (Ef. 1:5) es por completo en Cristo, por Cristo y con Cristo.

El Hijo unigénito y el Hijo primogénito

  Con respecto a Cristo como Hijo de Dios hay dos aspectos: el aspecto de ser el Hijo unigénito de Dios y el aspecto de ser el Hijo primogénito de Dios. En la eternidad, Cristo siempre fue el Hijo unigénito de Dios (Jn. 1:18; 3:16, 18; 1 Jn. 4:9). Cristo era el único Hijo de Dios. Además de Él no hubo otros hijos de Dios. ¿Cómo, entonces, puede haber muchos hijos de Dios? Para responder a esta pregunta debemos considerar la encarnación de Cristo, Su crucifixión y Su resurrección. Un día Cristo, el Hijo unigénito de Dios en la eternidad, se encarnó para ser un hombre. Después de morir una muerte vicaria y todo-inclusiva en la cruz, Él entró en resurrección. En la resurrección y por medio de ella, Él nació como el Hijo primogénito de Dios. Como Hijo unigénito de Dios en la eternidad, Cristo no poseía humanidad; Él sólo tenía divinidad. Por tanto, antes de Su resurrección Él era el Hijo de Dios únicamente en Su divinidad. Esto es algo único. Pero mediante Su encarnación Él entró en la humanidad y participó de la naturaleza humana como parte de Su ser. Sin embargo, Él no fue designado Hijo de Dios en Su humanidad (Ro. 1:4) sino hasta Su resurrección. Ésta es la razón por la cual Pablo dice en Hechos 13:33: “La cual [promesa] Dios ha cumplido a los hijos de ellos, a nosotros, resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: ‘Mi Hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy’ ”. Este versículo indica que la resurrección fue un nacimiento para el hombre Jesús. Él fue engendrado de Dios en Su resurrección para ser el Hijo primogénito entre muchos hermanos (Ro. 8:29). Esto quiere decir que, además de ser el único Hijo unigénito de Dios desde la eternidad, Cristo, después de la encarnación y mediante la resurrección, fue engendrado de Dios en Su humanidad para llegar a ser el Hijo de Dios en otro sentido, en el sentido de ser el Hijo primogénito de Dios.

Los muchos hijos

  La palabra primogénito en Romanos 8:29 y Hebreos 1:6 indica que Dios tiene muchos hijos. Si no hubiera muchos otros hijos, Cristo no podría ser el Hijo primogénito; Él únicamente podría ser el Hijo unigénito. A fin de que Cristo sea el Hijo primogénito, tiene que haber otros hijos. Estos otros hijos también nacieron en la resurrección de Cristo (1 P. 1:3). Esto quiere decir que en Su resurrección no sólo Cristo nació para ser el Hijo primogénito de Dios, sino que también en Su resurrección nosotros fuimos regenerados y nacimos para ser los muchos hijos de Dios, Sus muchos hermanos, a fin de ser Sus miembros con miras a que sea constituido el Cuerpo orgánico de Cristo. Todo esto se halla implícito en Oseas 11:1. ¡Cuán rico es lo que se halla implícito en este versículo!

CUERDAS DE HOMBRE, LAZOS DE AMOR

  Oseas 11:4a dice: “Con cuerdas de hombre los atraje, / con lazos de amor”. El amor de Dios es divino, pero Su amor llega hasta nosotros mediante cuerdas de hombre.

  Es importante que nos demos cuenta que este versículo no habla de una sola cuerda, sino de cuerdas. Estas cuerdas incluyen la encarnación de Cristo, Su vivir humano, Su crucifixión y Su resurrección. Esto quiere decir que las cuerdas mencionadas en este versículo tienen diferentes segmentos y que cada segmento involucra la humanidad de Cristo. Primero, Dios se encarnó; Él vino para ser el hombre llamado Jesús. Por tanto, la encarnación es el primer segmento de las cuerdas de hombre. El Señor Jesús vivió entre nosotros sobre la tierra por treinta y tres años y medio, y Su vivir humano es el segundo segmento de estas cuerdas. Finalmente, Él fue crucificado, murió en la cruz por nosotros y, después, fue resucitado. Su crucifixión y Su resurrección también son segmentos de las cuerdas de hombre. Es con tales cuerdas que Dios nos atrajo.

  Hemos señalado que cada segmento, cada parte, de las cuerdas de hombre involucran la humanidad de Cristo. Después de Su resurrección, Cristo ascendió a los cielos en Su humanidad. Ésta es la razón por la cual Esteban pudo ver al Cristo ascendido como Hijo del Hombre y dio testimonio diciendo: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios” (Hch. 7:56). Cuando Cristo regrese, Él vendrá en Su humanidad. Lo dicho por el Señor al sumo sacerdote en Mateo 26:64 revela esto: “Desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo en las nubes del cielo”. Las cuerdas de hombre, por tanto, involucran la humanidad de Cristo en Su encarnación, Su vivir humano, Su crucifixión, Su resurrección y Su ascensión.

  En Oseas 11:4a “cuerdas de hombre” y “lazos de amor” se encuentran en aposición. Por tanto, las palabras cuerdas y lazos se refieren a lo mismo. Los lazos de amor son las cuerdas de hombre. El amor de Dios, el amor divino, viene a nosotros a través de la humanidad de Cristo. Por esta razón, los lazos de amor son las cuerdas de hombre. Aquí Cristo es revelado no directamente, sino de manera implícita. ¡Oh cuán ricos, profundos, maravillosos y misteriosos son los asuntos implícitos con respecto a Cristo que tenemos aquí!

  El amor imperecedero de Dios, Su amor inalterable que nos subyuga, es un amor por completo en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo. Aparte de Cristo, el amor imperecedero de Dios no podría ser prevaleciente. El amor inalterable de Dios es prevaleciente debido a que es un amor en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo. Si Cristo no se hubiera encarnado, si Él no hubiera vivido en la tierra, si Cristo no hubiera muerto una muerte vicaria por nosotros, si Cristo no hubiera entrado en resurrección para después ascender a los cielos, entonces habría sido imposible que Dios nos atrajera con cuerdas de hombre, con lazos de amor.

  Debe impresionarnos profundamente el hecho de que la encarnación de Cristo, Su vivir humano, Su crucifixión, Su resurrección y Su ascensión son todos para nosotros, pues es por medio de todos estos pasos dados por Cristo en Su humanidad que el amor de Dios manifestado en Su salvación llega hasta nosotros. Estos pasos son las cuerdas de hombre, los lazos de amor, con los cuales Dios nos atrajo a Sí.

CON TERNURA DIOS NOS HACE COMER

  El tercer asunto que se halla implícito con respecto a Cristo está en Oseas 11:4b. Aquí Jehová dice: “Fui para ellos como los / que alzan el yugo de sobre sus quijadas, / y con ternura Yo les daba de comer”. ¿Cuándo hizo Dios esto? Durante los cuarenta años en que los hijos de Israel estuvieron en el desierto, Dios, con paciencia y ternura, los alimentó con el maná. El maná tipifica a Cristo como nuestra comida celestial. Por tanto, en estas palabras acerca de que Dios con ternura les hizo comer también se halla implícito Cristo.

  Cuando fuimos salvos, Dios nos atrajo con cuerdas de hombre, con lazos de amor, y ahora Él nos alimenta con Cristo. Puedo testificar que desde que fui salvo Dios, con toda ternura y paciencia, me ha alimentado con Cristo. A veces queremos comer demasiado o comer apresuradamente, pero Dios desea que comamos lenta y delicadamente con la debida paciencia y perseverancia. Ésta es la manera en que Dios nos alimenta.

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