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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Romanos»
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Mensaje 14

LA LIBERTAD DEL ESPÍRITU EN NUESTRO ESPÍRITU

(1)

  Lectura bíblica: Ro. 8:1-6

I. LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA

  En el capítulo 5 de Romanos vimos que el don que recibimos en Cristo es superior a la herencia que tenemos en Adán; en el capítulo 6 se nos mostró nuestra identificación con Cristo; y en el capítulo 7 encontramos la esclavitud del pecado en nuestra carne. Romanos 8 está en contraste con Romanos 7. En Romanos 7 tenemos esclavitud, mas en Romanos 8, libertad. En Romanos 7 tenemos la ley, y en Romanos 8, el Espíritu Santo. En Romanos 7 tenemos la carne, mas en Romanos 8, nuestro espíritu. Así que, Romanos 7 revela la esclavitud de la ley en nuestra carne, y Romanos 8, la libertad del Espíritu en nuestro espíritu.

  Necesitamos leer cuidadosa y atentamente Romanos 8:1-6. Leemos: “Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (vs. 1-2). La expresión la ley del Espíritu de vida se reviste de significado. En ella vemos tres elementos que comprenden una sola entidad: la ley, el Espíritu y la vida. Estos tres elementos son uno solo.

  “Porque lo que la ley no pudo hacer, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne” (v. 3). El sujeto de esta oración es Dios. Él condenó al pecado en la carne de Cristo “enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado”.

  “Para que el justo requisito de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu. Porque los que son según la carne ponen la mente en las cosas de la carne; pero los que son según el espíritu, en las cosas del Espíritu” (vs. 4-5). Dios condenó al pecado en la carne para que los justos requisitos de la ley pudieran cumplirse en nosotros, quienes andamos conforme al espíritu. Aquellos que son según el espíritu ponen la mente en las cosas del Espíritu. Por favor, note que en el versículo 5 la primera mención del espíritu se refiere a nuestro espíritu humano y que la segunda se refiere al Espíritu Santo, lo cual quiere decir que aquellos que andan conforme a su espíritu se ocupan de las cosas del Espíritu Santo.

  “Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz” (v. 6). La mente puesta en el espíritu humano es vida y paz. Cada palabra de Romanos 8:1-6 es preciosa; no debemos pasar por alto ninguna palabra de estos versículos. Debido a la limitación del tiempo, sólo puedo presentar un bosquejo breve del capítulo 8 de Romanos.

A. El Espíritu de vida

  Antes de profundizar en Romanos 8, debemos considerar el glorioso y maravilloso término que hallamos en 8:2, a saber: el Espíritu de vida. En toda la Biblia este término es usado sólo una vez. En el libro de Romanos el término el Espíritu de vida no es revelado sino hasta el versículo 2 del capítulo 8. Sin embargo, antes del capítulo 8 podemos encontrar varias referencias a la vida divina, eterna e increada. La primera ocasión en que la palabra vida aparece en el libro de Romanos se encuentra en 1:17 donde dice que el justo tendrá vida y vivirá por la fe. La palabra vida en este versículo denota la vida divina. La segunda ocasión en que aparece la palabra vida en Romanos, se halla en 2:7, donde dice que se dará “vida eterna a los que, mediante la perseverancia en las buenas obras, buscan gloria y honra e incorruptibilidad”. Si constantemente buscamos a Dios, Él nos dará vida eterna. Romanos 5:10 nos dice que seremos salvos en Su vida, y en 5:17 se afirma que, después de recibir la abundancia de la gracia y del don de la justicia, reinaremos en vida. Romanos 5:18 menciona la justificación de vida, y Romanos 5:21 dice que la gracia puede reinar para vida eterna. En 6:4 se nos dice que debemos andar en novedad de vida, y en Romanos 6:22-23 leemos que la vida eterna es el fin de la santificación, y que el don gratuito de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. Así que, en los primeros seis capítulos de Romanos encontramos que se hacen muchas referencias a la vida divina. La vida es la meta de la obra salvadora de Dios. Él nos redimió, nos justificó y nos reconcilió consigo mismo para que participáramos de Su vida. Cuando recibimos esta vida, en ella somos salvos y reinamos, también andamos en la novedad de esta vida y somos santificados en ella.

  Aunque los capítulos precedentes dicen que debemos ser salvos, reinar, andar y ser santificados en vida, Pablo aún no explica cómo podemos lograr todo esto. ¿Cómo podemos ser salvos y reinar en vida? ¿Cómo podemos andar en novedad de vida? ¿Y cómo podemos experimentar la santificación en vida? Pablo no nos lo ha declarado. Tampoco nos ha dicho la manera en que el justo tendrá vida. Aunque afirma que esta vida procede de la fe, no lo ha explicado claramente. En Romanos, del capítulo 1 al 6, Pablo menciona la vida en nueve ocasiones. Pero ahora, en Romanos 8:2, de repente él une la vida con el Espíritu al mencionar el “Espíritu de vida”.

  Obtenemos la vida por medio del Espíritu. Además, somos salvos en Su vida mediante el Espíritu. Así también reinamos en vida, andamos en novedad de vida, y somos santificados en vida por medio del Espíritu. El Espíritu de vida es la manera de lograr todo esto. La vida pertenece al Espíritu, y el Espíritu es de vida. Estos dos elementos en realidad son uno solo. Nunca podemos separar la vida del Espíritu, ni el Espíritu de la vida. El Señor Jesús dijo en una ocasión: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6:63). Con estas palabras el Señor Jesús relaciona el Espíritu y la vida. Si tenemos al Espíritu, tenemos la vida; si no tenemos al Espíritu, tampoco tenemos la vida. Si andamos en el Espíritu, andamos en vida, pero si no andamos en el Espíritu, no andamos en novedad de vida. Así que, experimentamos la vida divina, eterna e increada mediante el Espíritu. Ahora vemos la relación que existe entre el capítulo 8 de Romanos y los capítulos que le preceden. Los siete capítulos anteriores nos conducen a la vida y culminan en ella. Ahora en 8:2 nos encontramos con la vida. Debemos prestar especial atención a la palabra vida en Romanos 8.

B. La vida cuádruple

  La palabra vida se usa cuatro veces en el capítulo 8. Romanos 8:2 menciona la ley del Espíritu de vida. Romanos 8:6 dice que la mente puesta en el espíritu es vida. Romanos 8:9-10 nos dice que si Cristo está en nosotros, nuestro espíritu es vida a causa de la justicia. Y Romanos 8:11 dice que el Espíritu que reside en nosotros dará vida a nuestros cuerpos mortales. La primera vez que la vida se menciona en este capítulo se relaciona con el Espíritu Santo; la segunda vez, con nuestra mente; la tercera, con nuestro espíritu y la cuarta, con nuestro cuerpo. Así que, Romanos 8 revela una vida cuádruple. Primero, la vida es el Espíritu. Luego, el Espíritu entra en nuestro espíritu para lograr que éste sea vida. Posteriormente el Espíritu se extiende de nuestro espíritu a nuestra mente para hacer que ella sea vida. Y finalmente el Espíritu imparte esta vida en nuestros cuerpos mortales para lograr que el cuerpo de pecado llegue a ser un cuerpo de vida. Así que, tenemos una vida cuádruple. El enfoque de todo esto es el Espíritu Santo que mora en nuestro espíritu. Esta vida se extenderá de nuestro espíritu a nuestra mente, y después a toda nuestra alma, llegando aun a todos los miembros de nuestro cuerpo. Finalmente, todo nuestro ser será lleno de esta vida, convirtiéndonos así en hombres de vida. ¿Había usted visto esto alguna vez? Podemos llamarlo la vida cuádruple. El Espíritu es vida; nuestro espíritu es vida; nuestra mente es vida; y aun nuestro cuerpo es vida. Así que, la conexión entre Romanos 8 y todos los capítulos anteriores es ésta: la vida más el Espíritu.

C. La ley del Espíritu de vida

  En Romanos 8 no sólo tenemos el Espíritu de vida, sino también la ley del Espíritu de vida. La palabra vida indica que Romanos 8 es una continuación de Romanos 6, porque Romanos 6 concluye con la vida. La palabra ley indica que Romanos 8 es también una continuación de Romanos 7, donde se aborda el tema de la ley. En Romanos 8 Pablo continúa hablando acerca de la ley. En Romanos 7 él menciona tres leyes: la ley de Dios, la ley del bien y la ley del pecado. Si solamente tuviéramos estas tres leyes, todos tendríamos que declarar: “¡Miserable de mí!” La ley de Dios es justa, santa, buena y espiritual. Sin embargo, cuanto más justa y santa es esta ley, más exige de nosotros. ¿Por qué es tan exigente la ley de Dios? Porque es santa, justa y buena. Si la ley fuera mala, sus requisitos serían mínimos. No obstante, esta ley solamente exige algo de nosotros, pero no nos suministra nada. Gálatas 3:21 indica que la ley es incapaz de dar vida a la gente. La ley no fue dada por Dios para suplir nada al hombre, sino para exigir algo de él. Debido a que nos creemos buenos, necesitamos que la ley nos descubra mostrándonos que no somos buenos.

  ¿Recuerda las circunstancias en que la ley fue dada? Por Su gracia, Dios había sacado a Su pueblo de Egipto. El éxodo de Egipto no fue llevado a cabo porque el pueblo guardara la ley, sino por la gracia que Dios tuvo para con ellos al librarlos por medio de Su redención. Cuando Dios llevó a los israelitas al monte Sinaí, quería hacer de ellos un reino de sacerdotes (Ex. 19:3-6). Aunque el pueblo estuvo de acuerdo con esto, Dios sabía que ellos no se daban cuenta de cuán malos eran. Por lo tanto, Dios, por medio de Moisés, los convocó para entregarles la ley. Inmediatamente la atmósfera cambió y se volvió en extremo amenazante. El pueblo estaba atemorizado. En medio de este ambiente de temor, Dios entregó Su ley a los israelitas. Sin embargo, mientras la ley se le entregaba en el monte, el pueblo fabricaba un ídolo, un becerro de oro. De manera que, antes de que la ley fuera dada, el pueblo ya la había quebrantado. Así que, cuando Moisés vio la situación, quebró las tablas de piedra que contenían la ley.

  Somos incapaces de guardar la ley. Nunca debemos pensar que la ley nos fue dada para que la cumpliéramos; por el contrario, deberíamos postrarnos ante el Dios de gracia y misericordia y decir: “Señor, no soy capaz de guardar Tu ley, ni de hacer nada bueno para agradarte”. Pablo escribió Romanos 7, donde explica la imposibilidad de la ley, con el propósito de que llegáramos a esta conclusión. Pablo fue un escritor excelente y profundo. Él escribió cada capítulo de la Epístola a los Romanos a la luz del Antiguo Testamento y con un buen conocimiento del mismo.

  En Romanos 7 Pablo habla acerca de la ley, mostrándonos que fuera de nosotros se encuentra la ley de Dios con sus exigencias, que en nuestra alma está la ley del bien que responde a la ley de Dios, y que en los miembros de nuestro cuerpo hay otra ley que contiende contra la ley del bien de nuestra alma. Pablo nos advierte que la ley del bien que reside en nuestra mente es débil e impotente, y que, en cambio, la ley que reside en nuestros miembros es muy potente y rebosa de energía. Creo que Pablo era una persona con un carácter decidido y una voluntad fuerte. Su carácter era tan fuerte que únicamente el Señor Jesús pudo subyugarlo, tal como lo hizo cuando Pablo iba en camino a Damasco. Pero a pesar de lo fuerte que era Pablo antes de ser salvo, jamás pudo vencer la ley del pecado en sus miembros. Él dijo: “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso practico” (7:19). Luego añadió: “Mas si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (7:20). ¿Quién es el pecado? Es Satanás mismo. La ley del pecado es, en realidad, el poder espontáneo de Satanás. Satanás es más poderoso que todo ser humano. Nadie, ni aun Pablo, puede vencerlo. Toda la fuerza de voluntad del hombre no significa nada para el poderoso Satanás. Así que, si usted intenta guardar la ley de Dios, al final sólo podrá decir: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?” Pablo usó la expresión esta muerte. ¿Qué es la muerte? Es el resultado del poder maligno de Satanás. En Romanos 7 encontramos dos términos que son usados como sinónimos para describir a Satanás: “el mal” y “el pecado que mora en mí”. Satanás es tanto el pecado como el mal, y su poder automático es la ley del pecado. Él es tan poderoso que ningún ser humano puede vencerle. Ni aun todos los seres humanos juntos pueden derrotarlo. Pero, ¡aleluya! ¡Sí existe alguien más poderoso que este gigante maligno!

  Después de Romanos 7 tenemos Romanos 8, donde se menciona la ley del Espíritu de vida, la cual no es la ley de Dios, ni tampoco la ley del bien que está en nuestra mente; más bien, es la ley del Espíritu de vida.

  Romanos 8:2 revela que Dios llegó a ser el Espíritu de vida. Podemos decir que el Espíritu de vida en este versículo denota al Dios procesado. Dios en Cristo pasó por un largo proceso que incluyó la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. El mismo Dios de Génesis 1 pasó por dicho proceso. Así que, Él no es más el Dios “crudo o sin procesar” de Génesis 1. Ahora, en Romanos 8, Él es el Dios procesado.

  Los víveres que usted trae del supermercado a casa son productos crudos, es decir, necesitan ser procesados, cortados, hervidos y cocidos a fin de que podamos comerlos. Sin pasar por tal proceso, la comida cruda no es adecuada para comer. A mí no me agrada comer algo que no ha sido procesado. Los alimentos que se hallan en el refrigerador están crudos, pero los platillos que están en la mesa, son alimentos que han sido procesados.

  Alabamos al Señor porque Romanos 8 no es un refrigerador, sino una mesa de banquete. Siempre que tengamos hambre podemos comer de Romanos 8. En la mesa de Romanos 8 tenemos al Dios procesado, porque aquí, Su nombre no es ni Jehová, ni el Dios todopoderoso, sino el Espíritu de vida. Alabo al Señor porque mi esposa muy seguido prepara caldo de res o de pollo. Cuando ella nota que estoy cansado, frecuentemente me sirve un tazón de caldo. Este caldo es delicioso y fácil de ingerir. Después de ingerirlo, todo mi ser es avivado. El Espíritu de vida es como el caldo. ¿De dónde proviene el Espíritu de vida? Proviene de Dios, quien antes era como el pollo o la res, pero que fue procesado y preparado en caldo. En Romanos 8, Él ya no es como el pollo o la res; más bien, es el Espíritu de vida, fácil de ingerir. Sólo necesitamos decir: “Oh Señor Jesús, Tú eres el Espíritu de vida. Amén. Cristo está en mí, y el espíritu es vida. Amén. La mente puesta en el espíritu es vida. Amén. El Espíritu que mora en mí dará vida a mi cuerpo mortal. Amén”. Si así tomamos al Espíritu de Romanos 8, descubriremos que Él es como ese caldo.

  En el Espíritu de vida también hay una ley. Esta ley no es la ley del Dios “crudo y sin procesar” que exige algo de nosotros. Es la ley del Dios procesado, la ley del Espíritu de vida con su rico suministro. Cuando mi esposa me sirve un tazón de caldo de pollo, ella no me pide que cumpla ningún mandamiento. En ocasiones ni siquiera sé qué es lo que me está sirviendo, sólo sé que es un caldo bueno para tomar. ¡Alabado sea el Señor porque con el Dios procesado se halla la ley del Espíritu de vida! Esta ley es el principio, el poder y la fuerza del Dios procesado. Todos debemos exclamar: “¡Aleluya!” Esta ley, que es el poder divino y espontáneo, no se encuentra fuera de nosotros, sino en nuestro espíritu. La ley del Dios procesado está en nuestro espíritu.

  ¿Qué tenemos en esta ley? ¿Cuál es la esencia de dicha ley? ¿Cuáles son sus elementos? Los elementos de la ley del Espíritu de vida son el Espíritu divino y la vida eterna. De manera que esta ley es poderosa y dinámica, y su poder es espontáneo. Esta ley tan gloriosa está en nuestro espíritu.

D. Las tres clases de vida y las tres leyes

  Somos personas muy complejas, pues tenemos cuatro leyes relacionadas con nosotros. Sobre nosotros está la ley de Dios con sus exigencias. En nuestra mente está la ley del bien que responde a la ley de Dios. En nuestro cuerpo se encuentra la ley del pecado, la cual contiende contra la ley del bien en nuestra mente. Estas leyes se encuentran en Romanos 7. Pero Romanos 8 nos dice que en nuestro espíritu se halla la ley del Espíritu de vida. En total tenemos cuatro leyes: una está fuera de nosotros exigiéndonos cumplir con sus requisitos, una reside en la mente tratando de responder a estas exigencias, otra, en nuestro cuerpo, peleando arduamente, y una más, en nuestro espíritu abasteciéndonos, fortaleciéndonos y venciéndolo todo.

  ¿Por qué somos personas tan complejas? Nuestra complejidad se debe a que hemos pasado por tres etapas: la creación, la caída y la salvación. Fuimos creados, caímos y finalmente fuimos salvos. Ésta es nuestra historia, nuestra biografía, la cual consiste simplemente en nuestra creación, nuestra caída y en la salvación que recibimos de Dios. En la creación recibimos una vida humana, la cual nos constituye seres humanos. En la caída otra vida fue inyectada en nosotros, la vida maligna de Satanás que se introdujo en nuestro cuerpo. Finalmente fuimos salvos, esto es, el Dios procesado como Espíritu de vida entró a nuestro espíritu. Por lo tanto, dentro de nosotros hay tres personas: nosotros mismos en nuestra alma, Satanás en nuestro cuerpo y el Dios procesado como Espíritu en nuestro espíritu. Nuestro ser está formado de tres partes y en cada una de ellas se encuentra una persona: en nuestro cuerpo mora el pecado, es decir, Satanás; en nuestra alma mora nuestro yo; y en nuestro espíritu, mora el Dios procesado como el Espíritu de vida.

  Cada una de estas personas tiene una vida con una ley. Satanás tiene su vida satánica con su ley maligna, la ley del pecado. Nuestro hombre natural tiene una vida creada y la ley del bien. Y el Dios procesado como Espíritu vivificante tiene la vida divina y la ley del Espíritu de vida. Por lo tanto, tenemos la ley maligna, la ley del bien y la ley del Espíritu de vida, o dicho más sencillamente, la ley de vida. Esta ley se opone tanto al bien como al mal, porque no tiene nada que ver con ellos, puesto que los dos pertenecen al árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn. 2:9, 17). La ley de vida ciertamente pertenece al árbol de la vida (v. 9). Dentro de nosotros tenemos tanto el árbol del conocimiento como el árbol de la vida. Por lo tanto, cada uno de nosotros es una miniatura del huerto del Edén. En el huerto se encuentran el hombre (nosotros), Satanás (el árbol del conocimiento), y Dios (el árbol de la vida). Estas tres entidades, que anteriormente estuvieron en el huerto del Edén, están ahora dentro de nosotros. La batalla que se libraba entre Satanás y Dios en el huerto de Edén, ahora se libra dentro de nuestro ser. En esta batalla participan tres personas, tres vidas y tres leyes.

E. Dios está en nuestro espíritu

  Hicimos notar en otras ocasiones que Dios está revelado en forma progresiva en el libro de Romanos. En el capítulo 1, Él es Dios en Su obra de creación; en el capítulo 3, es Dios en Su obra redentora; en Romanos 4, es Dios en Su obra de justificación; en Romanos 5, es el Dios de reconciliación; y en Romanos 6 se revela al Dios que nos identifica consigo. Podemos ver el proceso o progreso de Dios, de la creación a la redención, de la redención a la justificación, de la justificación a la reconciliación, y de la reconciliación a la identificación. Dios avanzó desde la creación hasta la identificación. En la creación Dios estaba fuera de Sus criaturas; pero en la identificación Él nos hizo uno consigo mismo al ponernos en Su Persona. Todos los que fuimos bautizados, fuimos puestos en Cristo (Ro. 6:3; Gá. 3:27). Dios nos puso en Cristo, identificándonos totalmente con Él.

  En Romanos 8 Dios llegó a ser el Dios que mora en nuestro espíritu. Él no sólo es el Dios que nos identifica consigo mismo, sino también el Dios que está en nuestro espíritu. No sólo nos hizo uno con Él, sino también Él mismo se hizo uno con nosotros. Ahora nuestro Dios se encuentra en nuestro espíritu. ¿Qué clase de Dios es Él? Es el Dios procesado que mora en nuestro espíritu. El Dios de la creación pasó por la redención, la justificación, la reconciliación, la identificación, y finalmente vino a residir en nuestro espíritu. El Dios que está en nuestro espíritu no es meramente Dios; Él se ha procesado como el Espíritu de vida, pues el Espíritu de vida es el propio Dios procesado. Según nuestra experiencia, nada es más agradable que esto. Ahora podemos participar ricamente de Él.

F. El disfrute que tenemos de Cristo como el Espíritu vivificante

  Disfrutar a Dios como nuestro alimento sobre la mesa de banquete no es un concepto que yo inventé. En los Evangelios el Señor Jesús declaró que el evangelio mismo era un banquete. Él dijo que ya todo estaba preparado y que sólo faltaba que los convidados fuéramos al banquete (Lc. 14:16-17). Él nos convidó a participar de la cena. Podemos también hallar este mismo pensamiento en la parábola del hijo pródigo (15:11-32). Cuando el hijo regresó al hogar, el padre le puso la mejor vestidura, una túnica que representa a Cristo como nuestra justicia con miras a nuestra justificación. Cuando el hijo regresó a casa, lucía como un mendigo lastimoso frente a un padre tan rico. No parecía existir ninguna relación entre ellos. El padre era inmensamente rico, y el hijo era extremadamente pobre. Así que, el padre dijo a sus siervos que tomaran la mejor vestidura y que vistieran a su hijo. Después de que esa vestidura fue puesta sobre el hijo, éste fue justificado ante el padre y estaba a la par de él. El hijo ya era como el padre, pues había sido justificado y aprobado. Cristo como justicia cubría al hijo que había regresado. Aunque esto dejó satisfecho al padre, el hijo podría haberle dicho: “Padre, yo no me preocupo tanto por la túnica como por satisfacer mi estómago vacío. Padre, tengo hambre. Tú estás satisfecho, pero yo no lo estoy”. Ésta fue la razón por la cual el padre dijo a los siervos que mataran el becerro gordo, que lo prepararan y que lo sirvieran a la mesa. El padre dijo: “Comamos y regocijémonos”. ¿Quién es este becerro gordo? Es Cristo, quien fue procesado en la cruz hace más de mil novecientos años. Después de que Él fuera procesado en la cruz, llegó a ser el Espíritu vivificante en resurrección (1 Co. 15:45).

  ¿Dónde está Cristo hoy? ¿A dónde se fue después de ser procesado y haber pasado por la muerte y la resurrección? Indudablemente, Él fue a los cielos. Sin embargo, si solamente estuviera en los cielos, sería imposible que los creyentes pudieran comer de Él. Los cielos se encuentran muy lejos. Pero Cristo no sólo está en los cielos (Ro. 8:34), sino también en nosotros (8:9), incluso en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22). La mesa del banquete se encuentra en nuestro espíritu. Después de que Cristo fue procesado, Él llegó a ser el Espíritu vivificante. El Cristo procesado es ahora el Espíritu (2 Co. 3:17). Él entró a nuestro espíritu como vida y como el suministro de vida para dársenos como nuestro disfrute.

  Éste no es mi concepto. Aunque Cristo es vida, es difícil para Él darnos tal vida. ¿Quién es el que nos da vida? El Espíritu es el que da vida (Jn. 6:63; 2 Co. 3:6). Cristo es vida, pero el Espíritu es el que nos imparte a Cristo como vida. Sin el Espíritu, Cristo podría ser vida, pero Cristo como la vida no podría ser impartido a nosotros. Pero como Espíritu, Cristo sí puede impartirse a nosotros como vida. Hoy, después de haber sido procesado, el propio Cristo es el Espíritu vivificante. Ahora en nuestro espíritu podemos disfrutar a este maravilloso Espíritu. Nunca se olvide de que Cristo es Dios mismo, Jehová el Salvador, Dios con nosotros. Cristo es Dios, y este Cristo, después de haber sido procesado, es ahora el Espíritu vivificante. Tenemos que disfrutarle en Su plenitud como tal Espíritu. Nuestro espíritu regenerado es la mesa del banquete, y el Cristo procesado es nuestro alimento. Él no es el alimento en forma físico, pero sí como el Espíritu. Nuestro alimento es el Espíritu. ¡Qué rico Espíritu es éste! Todo lo que necesitamos —la divinidad, la humanidad, el amor, la luz, la vida, el poder, la justicia, la santidad y la gracia— se encuentra en el Espíritu. Ciertamente el capítulo 8 de Romanos es la mesa del banquete.

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