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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Romanos»
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Mensaje 26

LA TRANSFORMACIÓN REALIZADA AL PONER EN PRÁCTICA LA VIDA DEL CUERPO

(2)

  Lectura bíblica: Ro. 12:3-8; 5:17, 21

  En el mensaje anterior vimos que el objetivo de nuestra transformación es la vida del Cuerpo, que presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo para satisfacer a Dios, y que experimentemos la renovación de nuestra mente con el fin de comprobar cuál sea la voluntad de Dios, la cual es obtener la vida de iglesia. En este mensaje veremos otros aspectos de la transformación que se realiza cuando se pone en práctica la vida del Cuerpo.

IV. LA TRANSFORMACIÓN REALIZADA AL EJERCITAR NUESTROS DONES

A. No debemos tener más alto concepto de nosotros mismos que el que debemos tener, sino que debemos pensar de nosotros con cordura conforme a la medida de la fe

  Romanos 12:3 dice: “Digo, pues, mediante la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí de tal manera que sea cuerdo, conforme a la medida de fe que Dios ha repartido a cada uno”. En este versículo llegamos a un punto muy práctico y esto es que cada uno de nosotros tiene un alto concepto de sí mismo. Exteriormente es posible que parezcamos humildes, pero interiormente tenemos un concepto muy alto de nosotros mismos, lo cual es un problema para la vida de iglesia. Si hemos de poner en práctica la vida de iglesia adecuada, lo primero que debemos hacer es derribar el alto concepto que tenemos de nosotros mismos. Debemos pensar de nosotros “de tal manera que sea cuerdo”. Si uno tiene un concepto demasiado alto de sí mismo, su mente no es sobria ni normal, y significa que tiene un elemento anormal en su mente. Su mente necesita ser calibrada y renovada, y es necesario que la vida absorba todos los elementos negativos que haya en ella. Entonces tendrá una mente renovada y sobria.

  Además, debemos pensar “conforme a la medida de fe que Dios ha repartido a cada uno”. No es difícil entender el significado de “medida de fe”. La medida en que Dios se ha transfundido e infundido en usted, constituye la medida de fe que usted posee. Su medida de fe equivale a la cantidad del elemento divino que haya sido transfundido en su ser. Ésa es la fe que Dios le ha repartido a usted, y usted debe pensar de sí sobriamente conforme a esa medida.

B. Debemos comprender que hay un solo Cuerpo con muchos miembros, los cuales tienen diferentes funciones

  “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un solo Cuerpo en Cristo y miembros cada uno en particular, los unos de los otros” (vs. 4-5). Debemos entender que los muchos miembros del único Cuerpo tienen diferentes funciones. Dos hermanas jóvenes pueden tener casi la misma edad, pero aun así tener diferentes funciones. Lo que una hermana puede hacer, la otra no puede. Si todos comprendiéramos esto, no tendríamos un concepto tan alto de nosotros mismos, sino que respetaríamos a los demás. Espero que muchos de los hermanos jóvenes puedan decirse unos a otros: “Hermano, lo que yo puedo hacer, usted no puede, y lo que usted puede hacer, yo no puedo”. Todos tenemos diferentes funciones.

  Podemos ver las diferentes funciones de los miembros del Cuerpo en el rostro humano. Mire su cara: usted tiene ojos, oídos, nariz y labios. El hermano ojo podría decir al hermano nariz: “¿Sabes que lo que yo puedo hacer tú no puedes, y lo que tú puedes hacer, yo no puedo?”. Entonces el hermano nariz podría responder: “Sí, hermano ojo, eso es maravilloso. Y los dos debemos entender que lo que el hermano oído puede hacer ninguno de nosotros puede hacer”. Entonces quizás el hermano oído añadiría: “Hermanos, ustedes tienen razón, pero el hermano labios puede hacer lo que ninguno de nosotros somos capaces de hacer”. El rostro humano ejemplifica este principio que es aplicable a todo el resto del cuerpo: tenemos muchos miembros y cada uno tiene una función distinta. Ésta es la manera en que la vida de iglesia debe practicarse. Cuando veo a los miembros funcionando en las reuniones, me pongo muy feliz porque ellos pueden hacer lo que yo no puedo. Por supuesto, también es cierto que lo que yo puedo hacer, ellos no pueden.

C. Debemos coordinar unos con otros como miembros del Cuerpo

  El versículo 5 dice: “Así nosotros, siendo muchos, somos un solo Cuerpo en Cristo y miembros cada uno en particular, los unos de los otros”. Esto quiere decir que aunque somos muchos, aun así somos un solo Cuerpo. Somos muchos miembros, y no muchas entidades separadas. Como miembros tenemos que coordinar unos con otros para poder ser un Cuerpo viviente que funciona. Si no cooperamos unos con otros, entonces seremos miembros separados, y la vida del Cuerpo no podrá ser realizada prácticamente. Cuando en el versículo 5 leemos que somos “miembros cada uno en particular, los unos de los otros”, la expresión en particular no quiere decir “separados”, sino “diferentes”. Esto quiere decir que usted es un tipo de miembro, y que yo soy otro. Tal vez usted sea nariz, yo sea ojo y otra hermana sea oído. Por lo tanto, en particular somos miembros unos de los otros. Esto requiere una coordinación completa.

D. Debemos ejercitar nuestros diferentes dones conforme a la gracia que nos es dada

  Necesitamos leer los versículos del 6 al 8. “Y teniendo dones que difieren según la gracia que nos es dada, si el de profecía, profeticemos conforme a la proporción de la fe; o si de servicio, seamos fieles en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que da, con sencillez; el que preside, con diligencia; el que hace misericordia, con alegría”. En el versículo 6 Pablo dice que tenemos “dones que difieren según la gracia que nos es dada”. ¿Qué es la gracia? Como vimos en un mensaje anterior, la gracia es simplemente Dios en Cristo como nuestro disfrute. Cuando esta gracia, este elemento divino —que es la vida divina, entra en nuestro ser— trae consigo ciertas habilidades y capacidades, que son los dones. Los dones, las habilidades espirituales, provienen del elemento divino que hemos disfrutado. A medida que disfrutamos a Dios, recibiendo y asimilando Su elemento divino dentro de nuestro ser, este elemento divino produce en nosotros algunos dones, aptitudes y habilidades. Estos dones difieren según la medida del elemento divino que hemos disfrutado y asimilado dentro de nuestro ser. La gracia dada a nosotros corresponde a la gracia que hemos disfrutado y asimilado. Por lo tanto, los dones mencionados en Romanos 12 son los dones de la gracia que se desarrollan por medio del crecimiento en vida.

  Esto puede demostrarse por medio de otros versículos del libro de Romanos. Romanos 5:17 dice que “reinarán en vida ... los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”. Este versículo indica que la gracia está relacionada con la vida. Además, en 5:21 Pablo dice que la gracia reina “por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro”. Estos dos versículos de Romanos comprueban que la gracia se relaciona con la vida. ¿Qué es la gracia? Es la vida divina que se nos da para nuestro disfrute. Cuando la vida eterna de Dios llega a ser nuestro disfrute, eso es gracia. En 1 Corintios 15:10 Pablo dijo: “He trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. La gracia de Dios que estaba con Pablo era la vida divina que estaba en él y que era su disfrute. De manera que él laboró más que los otros apóstoles, aunque en realidad no era Pablo mismo, sino la vida divina que él disfrutaba. Así que, la gracia en Romanos es un asunto de vida.

  Los dones de Romanos 12 son dados conforme a la gracia. Esto significa que los dones son concedidos conforme a la medida de la vida. Si usted ha disfrutado la vida de Dios a un nivel muy elevado, recibirá un don superior, pero si sólo disfruta de la vida de Dios de manera limitada, el don que reciba también tendrá ciertas limitaciones, porque la medida del don recibido depende del grado en que uno haya disfrutado interiormente de la vida divina como la gracia. Los dones enumerados en Romanos 12 no son dones milagrosos que vienen a nosotros repentinamente; al contrario, son como las facultades de los miembros de nuestro cuerpo humano. La medida de facultades depende del nivel de vida en nuestro cuerpo. Si nuestro cuerpo ha alcanzado cierta madurez con un considerable crecimiento y con una gran fuerza vital, la vida rebosará de él, y este rebosamiento de la vida interna del cuerpo producirá sus facultades. Éstas son semejantes a los dones mencionados en Romanos 12. Todos los elementos incluidos en los versículos del 6 al 8 son dones de la gracia en la vida divina. Podemos enumerar siete de ellos: la profecía, el servicio, la enseñanza, la exhortación, el dar, el liderazgo y el hacer misericordia. Debemos recordar que cada uno de estos siete elementos es un don, incluyendo el hacer misericordia.

  Al parecer muchos cristianos creen que los únicos dones que existen son el hablar en lenguas, la interpretación de lenguas, la sanidad y los milagros. Sin embargo, es muy extraño que ninguno de estos dones se mencione en Romanos 12. En este capítulo Pablo no dice nada acerca del hablar en lenguas, de la interpretación de lenguas, de la sanidad ni de los milagros, pero sí menciona los dones que son necesarios para la vida del Cuerpo. Debemos notar que el versículo 6 dice que tenemos “dones que difieren según la gracia que nos es dada”; no dice que es según el llamado “bautismo”. Quiero repetir una vez más la definición de la gracia: la gracia es el elemento divino que entra en nosotros a fin de ser nuestra vida para nuestro disfrute. La gracia no es algo externo, sino el elemento de la vida divina que es forjado en nuestro ser interiormente y que nos da ciertas habilidades y capacidades. Ahora consideremos con más detalle los dones de la gracia que nos son dados conforme a la vida.

1. Profecía conforme a la medida de fe

  Si usted consulta diversas versiones y traducciones del libro de Romanos, descubrirá que la mayoría de ellas está de acuerdo en que la profecía mencionada en Romanos 12 no denota principalmente la predicción. Incluso en las Escrituras en general la palabra profecía no significa principalmente “predecir”. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, profetizar significa: 1) hablar por otro, o en nombre de otro; 2) proclamar algo, y 3) predecir o pronosticar algo antes de que suceda. Todo el libro de Isaías se compone de profecías, pero no sólo de la clase de las que predicen, sino de las que proclaman a Dios y que hablan en nombre de Él. Es verdad que en este libro se encuentran algunas profecías que predicen algo que ha de suceder, pero en la mayoría de los oráculos y expresiones que se hallan en este libro, el profeta proclama algo en nombre de Dios. Así que, el significado de la palabra profetizar es principalmente “hablar por” y “proclamar”. ¿Qué es la profecía? Es hablar por Dios bajo Su directa inspiración. Marvin Vincent, en su obra Word Studies in the New Testament [Estudio de palabras neotestamentarias] (tomo 3, pág. 156), dice lo siguiente acerca de la profecía: “Tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo, la idea predominante no es la predicción, sino la inspirada divulgación de advertencia, exhortación e instrucción, además de efectuar juicios y hacer manifiestos los secretos del corazón. Véase 1 Corintios 14:3, 24-25. A diferencia de los que enseñan, los profetas del Nuevo Testamento se distinguen por el hecho de que hablan al haber recibido una inspiración directa”. Así que, la idea principal de la profecía en la Biblia no es la predicción, sino el hecho de hablar al haber recibido la inspiración directa de Dios.

2. El que sirve, sea fiel en servir

  La palabra servicio mencionada en el versículo 7 denota el servicio de los diáconos y las diaconisas en las iglesias locales (véase Ro. 16:1; 1 Ti. 3:8-13; Fil. 1:1). Los diáconos y las diaconisas son los servidores en la iglesia local. Ellos deben tener un espíritu dedicado al servicio y una actitud de servicio. Tienen que mantenerse en su función de servidores. La práctica de la vida del Cuerpo necesita este tipo de función.

3. El que enseña, en la enseñanza

  ¿Cuál es la diferencia entre enseñar y profetizar? Ya vimos que el profetizar consiste en hablar por el Señor al haber recibido Su directa inspiración, es decir, hablar de acuerdo con la revelación que el Señor ha impartido. La enseñanza difiere del profetizar en el sentido de que todo lo que se enseña se basa en la profecía. Algunos hermanos pueden tomar lo que otros profetizan y enseñar a otros de acuerdo con ello. Esto es la enseñanza. Los que enseñan tienen que mantenerse en el ejercicio de su don de enseñanza.

4. El que exhorta, en la exhortación

  ¿Qué es entonces la exhortación? ¿En qué difiere de la profecía y de la enseñanza? La profecía, la enseñanza y la exhortación son dones que se llevan a cabo cuando hablamos. Sin embargo, la exhortación se basa en la profecía así como en la enseñanza. Puede ser que durante una conferencia o entrenamiento en particular un hermano profetice al haber recibido una inspiración directa de Dios. Algunos hermanos reciben la revelación dada en ese profetizar, la llevan con ellos a su localidad y enseñan a otros conforme a ella. Eso es la enseñanza. Posteriormente, otros pueden exhortar basados en lo que se ha hablado por la inspiración directa de Dios, y dependiendo de la enseñanza basada en dicha inspiración. Esto es la exhortación. Estos tres tipos de hablar tienen como fin la edificación del Cuerpo; infunden a los santos el suministro de vida con el fin de que éstos puedan crecer juntamente por medio de la Palabra de Dios. Aquellos que exhortan también tienen que seguir ejerciendo su don de exhortación.

5. El que da, con sencillez

  La capacidad de dar con sencillez es también un don de gracia en la vida divina. Denota lo que se da para abastecer a los santos necesitados que haya en la iglesia. En la iglesia necesitamos personas que dan con sencillez. Necesitamos aquellos que tienen la capacidad de repartir bienes materiales para suplir a los necesitados, para que la obra del Señor avance y para cuidar de las necesidades prácticas de la iglesia misma. Por lo tanto, necesitamos muchos santos con tal medida de vida que tengan el don de dar y que sean capaces de dar con sencillez.

6. El que preside, con diligencia

  La expresión el que preside, se refiere a los hermanos responsables de la iglesia. Los que desean ser hermanos que están al frente del rebaño guiándolo deben primero aprender a ser diligentes. Si usted es descuidado, no puede participar en el liderazgo. Quisiera dirigir la atención de todos los hermanos que llevan la delantera a un asunto, a saber: la primera cualidad del liderazgo es la diligencia. Un hermano que está en la delantera, es decir, un anciano, necesita ser diligente siempre, en todo y en toda forma. La capacidad, la función y el don de liderazgo apropiado de todo anciano, depende de su diligencia.

7. El que hace misericordia, con alegría

  La capacidad en la vida divina para hacer misericordia es también un don. Hacer misericordia con alegría no tiene que ver con una generosidad natural. Algunas personas tienen un carácter generoso por naturaleza; así nacieron. Sin embargo, hacer misericordia con alegría es una cualidad que se produce en nosotros por medio de la transformación. Cuando crecemos en la vida de Cristo, y nuestro amor por el Señor aumenta, cierta cualidad se formará en nosotros, y recibiremos la carga de ayudar a otros y de mostrarnos misericordiosos para con los menos dignos. Ésta no es una característica adquirida por el nacimiento natural, sino una cualidad desarrollada por el crecimiento en vida mediante el proceso de la transformación. Por lo tanto, hacer misericordia es también uno de los dones en la vida divina. Hacer misericordia quiere decir ayudar a otros compadeciéndose de ellos. Siempre que usted verdaderamente ayude a alguien sintiendo compasión de él, usted estará mostrándose misericordioso para con él. Supongamos que un hermano tiene un problema o dificultad, y usted se compadece de él y le brinda alguna ayuda; al actuar así, usted se muestra misericordioso para con él.

  Al agrupar los siete dones enumerados en Romanos 12, descubrimos que éstos son los dones que se necesitan más en la iglesia local para poner en práctica la vida del Cuerpo. En la iglesia local primeramente es necesario que alguien hable por Dios bajo Su inspiración directa. Luego, basándonos en lo hablado por Dios bajo Su inspiración, tenemos algunas enseñanzas; y basándonos en lo profetizado y lo enseñado, tenemos la exhortación. Junto con lo mencionado, existen el liderazgo de los ancianos y el servicio de los diáconos. Además, se hallan los que pueden dar bienes materiales a la iglesia, atender a los necesitados y promover el avance de la obra del Señor. Finalmente se encuentran los que hacen misericordia a los demás. En estos tiempos llenos de dificultades y problemas, ellos tienen la capacidad para compadecerse de otros y tener misericordia de ellos. Estos siete dones son muy útiles en la práctica de la vida de iglesia. Pablo era excepcional. Él fue un experto en cuanto a la vida de iglesia; presentó todos estos asuntos de una forma sencilla pero a la vez todo-inclusiva. ¡Cuánto debemos adorar al Señor por un apóstol tan maravilloso!

  Debe ser grabado en nosotros el hecho de que en Romanos 12 los dones de hablar en lenguas, de interpretación de lenguas, de sanidad y de milagros no fueron mencionados. Tales dones son milagrosos, pero en Romanos 12 únicamente encontramos los dones de la gracia en la vida divina. Un ejemplo de un don milagroso es el hecho de que una asna de Balaam hablara en lenguaje humano. Aunque el asna no poseía la vida humana, habló en lenguaje humano. Indudablemente eso fue un don milagroso. Los dones mencionados en Romanos 12 no son milagrosos; al contrario, son dones de gracia en la vida divina. Al disfrutar a Dios como vida y al crecer en vida, descubrimos que, a la medida de que la vida en nosotros crece, adquirimos ciertas habilidades o capacidades. Ésta es la razón por la cual decimos que éstos son dones de gracia en la vida divina. El asna de Balaam no requería el crecimiento en vida para hablar en un lenguaje humano. No importaba si el asna era pequeña o grande, joven o vieja; el don era milagroso y no dependía del crecimiento del asna. Sin embargo, ser anciano de la iglesia no depende de ningún don milagroso. Usted no debe pensar que después que un creyente lleva poco tiempo de ser salvo, puede orar durante algunas horas, recibir el llamado “bautismo”, e instantáneamente convertirse en un anciano de la iglesia. Si alguien pudiera llegar a ser anciano de esta manera, esto significaría que el oficio de los ancianos es un don milagroso. Al contrario, ser anciano no depende de ningún don milagroso, sino del don de la gracia obtenido mediante el crecimiento en vida. Usted necesita crecer día tras día y año tras año. Si usted no demuestra el debido crecimiento en vida, no puede ser anciano. Tampoco puede ser anciano si usted carece de la debida cantidad de vida. Espero que todos los que leen este mensaje puedan ahora distinguir entre las dos categorías de dones: los dones milagrosos y los dones de gracia en la vida divina.

  Muchos de los dones mencionados en 1 Corintios 12 son dones milagrosos. Sin embargo, aun ahí hay algunos que no lo son. Por ejemplo, ni la palabra de sabiduría ni la palabra de conocimiento es un don milagroso. Ya vimos que ninguno de los dones mencionados en Romanos 12 son milagrosos. Todos los dones que allí se mencionan son dones de gracia en la vida divina, es decir, éstos requieren el crecimiento en vida. Nuestro crecimiento en vida nos da cierta cantidad de vida, y mediante esta proporción de vida ciertas habilidades o dones se manifestarán. Esto nos capacitará para efectuar algún ministerio o servicio en la vida de iglesia.

  Los dones dados conforme a la gracia que obtenemos mediante el crecimiento en vida son necesarios para la práctica de la vida del Cuerpo. Si descuidamos estos dones, y sólo prestamos atención a los dones milagrosos, la iglesia será dividida muy pronto. Puedo asegurarles que nunca lograremos ser uno si sólo hacemos hincapié en los dones milagrosos, porque éstos tienen tendencia a dividir el Cuerpo, mientras que los dones de gracia obtenidos por el crecimiento en vida, lo edifican. Pablo tenía mucha experiencia en la vida del Cuerpo y sabía que los dones de gracia en la vida divina son necesarios para la edificación de la iglesia. Por lo tanto, en Romanos 12 él no incluyó los dones milagrosos entre los elementos necesarios para poner en práctica la vida de iglesia. Nadie puede negar la sabiduría del apóstol Pablo. Aunque menciona el hablar en lenguas en 1 Corintios, no lo incluye en el libro de Romanos. Ciertamente debe haber tenido una razón para hacer esto. Por medio de la primera epístola que Pablo escribió a los corintios, podemos darnos cuenta de que él, siendo experto en la vida de iglesia, sabía que los dones milagrosos habían causado las divisiones en Corinto. Incluso en 1 Corintios podemos ver que el hablar en lenguas y los demás dones milagrosos tuvieron un efecto faccioso en la vida de iglesia. Por eso, Pablo no incluyó estos dones en el libro de Romanos. Él era muy sabio y cuidadoso, y reconocía el hecho de que los dones milagrosos eran beneficiosos a los cristianos sólo en un aspecto individual. En 1 Corintios Pablo dijo que el hablar en lenguas edificaba a la persona que ejercía ese don, pero que no edificaba a la iglesia en general (14:4). Él aconsejó a los corintios a que se ocuparan de la edificación de la iglesia (14:12, 26). En el libro de Romanos su preocupación no fue tanto por la edificación de los creyentes como individuos, sino por la edificación corporativa de la iglesia. Por esta razón no incluyó los dones milagrosos en este libro. Sé que lo que digo tal vez no sea agradable para aquellos que solían hablar en lenguas en el pasado. No obstante, les pido que sean pacientes y que consideren lo que sea más provechoso para la vida de iglesia a largo plazo. Si usted en serio desea poner en práctica la vida de iglesia, no debe tener en tanta estima los dones milagrosos, sino prestar toda su atención a los dones de gracia en la vida divina, los cuales edificarán la iglesia.

  El libro de Romanos fue escrito poco después de 1 Corintios. Pablo escribió ambos libros durante su tercer viaje de ministerio. Mientras permanecía en Éfeso durante su tercer viaje, se enteró de la división y la confusión que se había desenfrenado en Corinto. Así que, desde Éfeso escribió su primera epístola a los corintios ayudándoles a ver que abusaban de los dones milagrosos. Después de escribir dicha carta, visitó personalmente Corinto. Durante su estancia allí, escribió el libro de Romanos. Éstos son hechos históricos. La Primera Epístola a los Corintios fue escrita alrededor del año 56, 57, o 59 d. de C., y Romanos fue escrito aproximadamente un año más tarde. En 1 Corintios Pablo corrigió el mal uso del hablar en lenguas y de otros dones milagrosos. Poco después, cuando escribió el libro de Romanos, no dijo nada acerca de los dones milagrosos, probablemente porque conocía a fondo la confusión que éstos habían causado en la iglesia en Corinto. Recordemos que Pablo escribió el libro de Romanos desde Corinto, el escenario mismo de confusión y del abuso de los dones milagrosos. No debemos pasar por alto la historia, porque ésta tiene muchas lecciones que enseñarnos. Es muy significativo que el libro de Romanos fuera escrito desde Corinto. En ese tiempo Corinto era el foco de los dones milagrosos y, a pesar de eso, Pablo no dijo una sola palabra acerca de los dones milagrosos en el libro de Romanos, lo cual está lleno de significado y merece toda nuestra atención.

  Quisiera hablar un poco más acerca de los dones que resultan del crecimiento en vida. Antes de que Pablo mencionara los dones en 1 Corintios 12 y 14, habló extensamente acerca del crecimiento en vida en el capítulo 3. Pablo dijo a los corintios: “Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (1 Co. 3:9). Como hemos indicado muchas veces en el pasado, en la labranza se cultivan los materiales para el edificio de Dios. Todos los materiales que son necesarios para la edificación de la casa de Dios, son el producto del crecimiento en la labranza. Luego Pablo dijo que él, como sabio arquitecto, había puesto el fundamento, y que nosotros debíamos ser cuidadosos de cómo sobreedificamos (1 Co. 3:10). Debemos edificar con oro, plata y piedras preciosas, y no con madera, heno y hojarasca (v. 12). Si conjugamos todos estos versículos de 1 Corintios 3, veremos que Pablo mostraba a los corintios la manera apropiada de edificar la iglesia en su localidad. La manera apropiada de edificar la iglesia no consiste en utilizar los dones milagrosos, sino en experimentar el genuino crecimiento en vida, lo cual transformará a los santos en materiales preciosos para la edificación del templo de Dios. Además, Pablo dijo que él los plantó y alimentó, y que Apolos los regó (1 Co. 3:2-6). Se planta, se alimenta y se riega algo con el fin de causar el debido crecimiento, el cual a su vez cultivará los talentos y los dones necesarios para edificar la casa de Dios con los materiales apropiadamente transformados.

  Consideremos a un niño recién nacido. Desde el momento en que nace el niño, ya tiene todos los órganos que necesita para poder vivir. Sin embargo, son pocos los órganos que funcionan cabalmente al momento de su nacimiento, porque al niño le falta desarrollarse y crecer en vida. Cuanto más su madre lo alimente, más el niño crecerá. Después de algún tiempo, el niño será capaz de caminar, y después de otro período, aprenderá a hablar. Finalmente, llegará a la madurez, y todos sus talentos habrán sido plenamente cultivados, lo cual dará por resultado que él podrá utilizarlos prácticamente. Cuando haya madurado, tendrá todas las habilidades requeridas, y éstas serán los dones que provienen del crecimiento en vida. Esto es lo que Pablo quería decir con respecto a los dones en el capítulo 12 de Romanos.

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