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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Romanos»
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Mensaje 27

LA TRANSFORMACIÓN REALIZADA AL PONER EN PRÁCTICA LA VIDA DEL CUERPO

(3)

Y

AL ESTAR EN SUJECIÓN, AL AMAR Y AL PELEAR LA BATALLA

  Lectura bíblica: Ro. 12:9-21; 13:1-2, 5-14

V. LA TRANSFORMACIÓN REALIZADA AL LLEVAR UNA VIDA NORMAL

  Ya vimos la definición de la transformación y tres asuntos relacionados con ella al poner en práctica la vida del Cuerpo, a saber: la presentación de nuestros cuerpos, la renovación de nuestras mentes y el ejercicio de los dones. Ahora llegamos a un asunto adicional, el de llevar una vida normal (12:9-21).

A. Para con otros

1. Amar

  Al llevar una vida normal, primeramente debemos amar a los demás. En el versículo 9 Pablo dice: “El amor sea sin hipocresía”, y en el versículo 10 añade: “Amaos entrañablemente los unos a los otros con amor fraternal”.

2. Conferir honra

  El versículo 10 también dice que “en cuanto a conferir honra, adelantándoos los unos a los otros”. Con respecto a honrar a otros, debemos adelantarnos y ser los primeros en conferir honra a los demás.

3. Contribuir para las necesidades y ejercer la hospitalidad

  Además, debemos contribuir para las necesidades de los santos y estar prontos a ejercer la hospitalidad (v. 13).

4. Gozarnos con los que se gozan y llorar con los que lloran

  En el versículo 15 Pablo dice: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”. Para poder gozarnos con los demás así como llorar con ellos, necesitamos ser transformados. Algunas personas nacen sin la capacidad de llorar o de gozarse. Por muy contento y gozoso que usted esté, dichas personas permanecen absolutamente inexpresivas, como la estatua de la virgen María en la entrada de una catedral católica, la cual jamás cambia la expresión de su rostro. Así son algunos hermanos y hermanas. No saben cómo gozarse ni llorar con los demás; son como las piedras, sin ningún afecto humano. Sin embargo, la vida de iglesia necesita personas que se emocionan. Todos nosotros debemos ser apropiadamente emotivos y expresivos. Quisiera que mi rostro exprese todas mis emociones debida y adecuadamente. Es imposible reunir muchas personas con rostros de piedra y llamar a eso la vida de iglesia; debemos ser piedras vivientes, piedras que están llenas de afecto. Tenemos que aprender a gozarnos con otros así como llorar con ellos.

5. Tener un mismo sentir

  Luego Pablo nos amonesta diciendo: “Tened un mismo sentir los unos para con los otros, no ocupándoos en grandezas, sino asociándoos con los humildes. No presumáis de sabios” (v. 16). Pablo era muy práctico. Cuando nos dice que nos asociemos con lo humilde, él lo incluye todo. Debemos procurar asociarnos con todo lo que sea humilde. No busquemos la grandeza, sino que debemos ocuparnos de todo lo humilde.

B. Para con Dios

  El versículo 11 describe la manera en que debemos comportarnos ante Dios: “En el celo, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor”.

1. No perezosos

  En la vida de iglesia debemos ser diligentes. Ninguna persona perezosa puede prevalecer en la práctica de la vida de iglesia. Por causa del Cuerpo de Cristo nuestra pereza tiene que pasar por la cruz.

2. Fervientes en espíritu

  Para tener la vida del Cuerpo necesitamos presentar nuestro cuerpo, dejar que nuestra mente sea renovada en la transformación del alma, y ser fervientes en el espíritu. Todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— está incluido en la vida de iglesia. Por causa de la vida de iglesia, nuestro cuerpo debe ser presentado, nuestra alma transformada, y nuestra mente metabólicamente cambiada. Nuestra mente debe ser renovada, no simplemente con enseñanzas, sino al ser transformada, o sea, al dejar que el elemento de Cristo se extienda en ella, lo cual produce un cambio metabólico. La transformación de nuestra alma depende en gran parte de la renovación de nuestra mente. Si de todo corazón queremos poner en práctica la vida de iglesia, necesitamos presentar nuestro cuerpo, someter nuestra alma al proceso de transformación y permitir que seamos tocados por el fuego divino para ser fervientes en espíritu. Si de todo corazón estamos en pro de la vida de iglesia, pero no presentamos nuestros cuerpos a la iglesia, somos poco práctico. Sin embargo, es posible estar presentes físicamente en la vida de iglesia, y al mismo tiempo tener una mente que esté llena de viejos conceptos, pensamientos y tradiciones. Supongamos que nuestra mente está ocupada por nuestra propia habilidad, imaginación y conceptos naturales. En ese caso estamos corporalmente en la vida de iglesia, pero traemos con nosotros una mente complicada. Esta misma mente, por no ser renovada, será un problema para la iglesia. Nuestro cuerpo debe ser presentado, y nuestra mente debe ser renovada. Supongamos que por la misericordia del Señor nuestro cuerpo ha sido presentado y nuestra mente ha sido renovada, pero nuestro espíritu permanece frío. Esto nunca será de provecho para la vida de iglesia. Después de que nuestro cuerpo sea presentado y de que nuestra mente sea renovada, todavía nos falta ser fervientes en nuestro espíritu. Cuánto anhelamos ver que todos los santos del recobro del Señor tengan estas tres características: un cuerpo enteramente presentado para la vida de iglesia; una mente totalmente renovada por medio de la transformación metabólica que se efectúa en el alma, esto es, una mente que esté libre de pensamientos mundanos, naturales y religiosos, plenamente saturada de la mente del Señor, y totalmente centrada en Él; y un espíritu que permanezca encendido. Si todos los santos que están en el recobro del Señor fueran así, ¡cuán maravillosa sería la vida de iglesia!

3. Servir como esclavos

  En la vida de iglesia debemos servir al Señor como esclavos. Un esclavo es alguien que ha sido vendido a su amo y que ha perdido toda libertad. Por causa de la vida del Cuerpo, nosotros debemos ser tales personas, las que sirven al Señor como esclavos, sin ninguna libertad para actuar por su propia cuenta. Por lo tanto, no debemos ser perezosos para con Dios; debemos ser fervientes en espíritu y servirle como esclavos.

C. Para con nosotros mismos

  En Romanos 12 vemos también cuatro aspectos de la vida normal que llevamos en relación con nosotros mismos.

1. Gozosos en la esperanza

  Nosotros los cristianos debemos estar gozosos porque siempre tenemos el disfrute del Señor. Si disfrutamos al Señor en Sus riquezas, no sólo estaremos gozosos interiormente, sino que también exultaremos exteriormente. Aun en tiempos adversos debemos y podemos gozarnos en la esperanza. No somos un pueblo que anda sin Dios, sin Cristo y sin esperanza (Ef. 2:12); tenemos a Dios y a Cristo. Así que, a pesar de la situación, tenemos esperanza y podemos regocijarnos en ella.

2. Sufridos en la tribulación

  Nosotros los cristianos también debemos ser sufridos en la tribulación. Debemos ser un pueblo que puede soportarlo todo. Al gozarnos en la esperanza podemos soportar cualquier clase de tribulación. Romanos 5:3 dice que podemos gloriarnos en las tribulaciones. En las tribulaciones no solamente somos sufridos, sino que también nos gloriamos en ellas.

3. Perseverantes en la oración

  Para poder soportar las tribulaciones, debemos ser perseverantes en la oración. Necesitamos orar persistentemente, lo cual no sólo nos capacitará para soportar la tribulación, sino también para permanecer en el disfrute del Señor, en Su presencia y en Su voluntad.

4. Aborrecer y vencer lo malo así como adherirnos a lo bueno

  Además de todo esto, como el pueblo santo de Dios que somos, debemos aborrecer y vencer lo malo así como adherirnos a lo bueno. Nosotros los cristianos, los que hemos sido apartados para Dios, debemos mantener una vida con el más alto nivel de conducta, un nivel más elevado que el de la gente moral y ética.

D. Para con nuestros perseguidores y nuestros enemigos

  Debemos también llevar una vida normal en relación con nuestros perseguidores y nuestros enemigos.

1. Bendecir y no maldecir

  Debemos bendecir a los que nos persiguen y no maldecirlos (v. 14). No importa cuán mal la gente pueda actuar en contra nuestra, nuestra boca sólo debe expresar bendición, y no maldición. ¡El Señor nos bendijo cuando éramos Sus enemigos! De la misma manera debemos bendecir a nuestros enemigos y perseguidores. Éste también es un aspecto de la vida que sigue las pisadas del Señor.

2. No pagar a nadie mal por mal

  No debemos pagar a nadie mal por mal (v. 17). En el tiempo de la ley, se cobraba ojo por ojo y diente por diente; pero hoy ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia, por lo cual no debemos devolver mal por mal, sino bien por mal, como el Señor ha hecho con nosotros.

3. No vengarnos

  Además, no debemos vengarnos, sino dejar lugar para la ira de Dios, porque la venganza le pertenece al Señor (v. 19). Mientras llevamos la vida de iglesia y una vida humana normal, no debemos vengarnos en ninguna forma. Debemos estar dispuestos a sufrir el agravio de la gente, y a sufrir pérdida. Debemos dejar toda la situación en las manos soberanas del Señor, dando lugar a que Él haga lo que desee conforme a Su soberanía.

4. Dar de comer y de beber a nuestros enemigos, amontonando así ascuas de fuego sobre ellos

  En el versículo 20 Pablo dice: “Antes bien, ‘si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza’”. En realidad, esto significa amar a nuestros enemigos, lo cual amontonará ascuas de fuego sobre sus cabezas, para volverlos al Señor. La mejor manera de calmar a nuestros enemigos es darles algo de comer y de beber. Así que, Pablo nos manda que no seamos vencidos por lo malo, sino que venzamos “con el bien el mal” (v. 21).

5. Vivir en paz con todos los hombres

  Finalmente, debemos vivir en paz con todos los hombres, en cuanto dependa de nosotros (v. 18). En ocasiones no es posible vivir en paz con todos los hombres porque los demás no están dispuestos a llevar una vida de paz. En tal caso, no podemos hacer nada. Por tanto Pablo dice que debemos vivir en paz con todos los hombres, “si es posible”.

E. Nuestra actitud en general: pensar de antemano en lo que es honroso delante de todos los hombres

  En general, debemos pensar “de antemano en lo que es honroso delante de todos los hombres” (v. 17). Debemos ser muy cuidadosos delante de todos los hombres con respecto a las cosas honrosas, y debemos pensar de antemano en ello. A fin de no ofender a nadie, no debemos oponernos a nada que sea honorable. Sin embargo, no debemos preocuparnos por las cosas honrosas sin discernimiento, pues podríamos desviarnos del camino del Señor. Puesto que vivimos no sólo delante de Dios sino también delante de los hombres, debemos pensar de antemano en lo que es honroso ante los ojos de los hombres. En 2 Corintios 8:21 dice: “Pues pensamos de antemano en lo que es honroso, no sólo delante del Señor, sino también delante de los hombres”.

LA TRANSFORMACIÓN REALIZADA AL ESTAR EN SUJECIÓN, AL AMAR Y AL PELEAR LA BATALLA

I. AL ESTAR EN SUJECIÓN

  Romanos 13:1 dice: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. El carácter natural es rebelde, pero el carácter transformado es sumiso. Someternos a las autoridades establecidas por Dios requiere cierto grado de transformación. Hermanas, si ustedes quieren someterse a sus esposos, necesitan transformación. Si somos sumisos a las autoridades establecidas por Dios, es un indicio de que tenemos cierta transformación, porque nuestro carácter y nuestro modo de ser, los cuales son naturales, son rebeldes. Nacimos siendo rebeldes y nuestra reacción natural a la autoridad es rechazarla, diciendo: “No”. Así que, la sujeción a la autoridad requiere la transformación, la cual es producto del crecimiento en vida. “De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos” (Ro. 13:2). No es bueno oponerse a la autoridad, pues el juicio descenderá sobre usted, ya sea de parte de la autoridad misma, o directamente de parte de Dios.

  En el versículo 5 Pablo dice que “es necesario estarle sujetos, no solamente por temor de la ira, sino también por causa de la conciencia”. Debido a la conciencia debemos aprender, al ser transformados, a someternos a las autoridades.

  Además, debemos pagar nuestros impuestos y pagar a quienes les debamos. También debemos pagar temor y honra a quienes se les debe. El hecho de que paguemos impuestos, temor y honra a quienes se les debe, indica que somos sumisos a la autoridad.

II. AL AMAR

  Los versículos del 8 al 10 dicen: “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. Porque: ‘No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no codiciarás’, y si hay algún otro mandamiento, en esta sentencia se resume: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. El amor no obra mal para con su prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”. El mandamiento de amar resume todos los otros mandamientos. Necesitamos que el Espíritu Santo obre en nosotros y nos conceda cierto grado de transformación en vida para que pongamos en práctica el amor para con todos los hombres. El amor es la expresión de la vida; no se trata únicamente de una conducta exterior, sino de la expresión de la vida interior. Esforzarnos en amar a nuestro prójimo sin recibir el suministro de vida, no funciona. Para poder amar a nuestro prójimo y cumplir espontáneamente los mandamientos, necesitamos el suministro de vida y la transformación en vida. Nuestra vida natural no posee el amor de Dios. Es imprescindible que seamos transformados en vida a fin de que tengamos la naturaleza de Dios, la cual es una naturaleza de amor, y así amar a los demás. Si no nos importa el amor que mostramos para con otros, no necesitamos la transformación en vida, pero si deseamos poner en práctica el amor para con todos los hombres, es menester que seamos transformados en vida.

III. AL PELEAR LA BATALLA

  Ahora llegamos a la transformación que se necesita para pelear la batalla, o sea, la batalla espiritual. El versículo 11 dice: “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantaros del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos”. En este versículo se hace referencia a la etapa final de la salvación, es decir, la redención de nuestro cuerpo. La salvación incluye nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. En la primera etapa de la salvación, el Señor regenera nuestro espíritu; en la segunda, Él transforma nuestra alma; y en la tercera, la cual será la última etapa y ocurrirá cuando el Señor regrese, Él transfigurará nuestro cuerpo vil en un cuerpo glorioso (Fil. 3:21). Cuando el versículo 11 dice que nuestra salvación está más cerca que cuando creímos, se refiere a la tercera etapa de la salvación, la transfiguración de nuestro cuerpo. En otras palabras, se refiere a la redención de nuestro cuerpo, o dicho de otra forma, a la plena filiación revelada en Romanos 8:19, 21 y 23.

A. Levantados del sueño

  Debemos darnos cuenta de que ya es hora de levantarnos del sueño. Aunque la noche es el tiempo para dormir, “la noche está avanzada” (13:12). Así que, debemos despertar, estar alerta y no dormir más.

B. Desechar las obras de las tinieblas y vestirnos con las armas de la luz

  La época actual es la noche. Cuando el Señor Jesús regrese, el día amanecerá. La era venidera será el día. Ya que la noche está avanzada y el día se acerca, necesitamos no sólo levantarnos de nuestro sueño, sino también desechar las obras de las tinieblas y vestirnos con las armas de la luz (v. 12). Esto indica que es un tiempo de guerra.

C. Andar como de día

  “Andemos como de día, honestamente; no en juergas y borracheras, no en fornicaciones y lascivias, no en contiendas y envidia” (v. 13). Todas estas obras deben ser desechadas, pues son obras de las tinieblas, y nosotros somos hijos del día.

D. Vestirnos de Cristo

  El versículo 14 es muy importante: “Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para la carne a fin de satisfacer sus concupiscencias”. En el versículo 12 se nos dice que nos vistamos “con las armas de la luz”, y en el versículo 14, que nos vistamos “del Señor Jesucristo”. Si yuxtaponemos estas dos frases, podremos ver que el Señor Jesucristo mismo es las armas de la luz. Además, la frase “no proveáis para la carne” corresponde a 8:12, donde Pablo dice que “deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne”. La batalla mencionada en 13:14 corresponde al conflicto entre las concupiscencias y el Espíritu, como en Gálatas 5:17. Cristo es el Espíritu (2 Co. 3:17). Así que, debemos vestirnos de Cristo para poder pelear la batalla contra nuestras concupiscencias. La batalla mencionada en este versículo difiere de la lucha contra el diablo y los principados que habitan en el aire según se menciona en Efesios 6:12; al contrario, se refiere a las concupiscencias contra las cuales debemos pelear vistiéndonos del Señor Jesucristo como nuestras armas de luz. Esta clase de guerra es diferente a la mencionada en Romanos 7:23. Allí se habla de la ley maligna que reside en nuestra carne y contiende contra la ley del bien que se halla en nuestra mente, lo cual no tiene nada que ver con el Espíritu. Pero en este versículo vemos que nosotros, vistiéndonos de Cristo, presentamos batalla contra las obras carnales de las tinieblas.

  ¿Qué significa vestirnos de Cristo? Dado que fuimos bautizados en Cristo y ya estamos en Él (Ro. 6:4; Gá. 3:27), ¿por qué entonces debemos vestirnos de Él? Vestirnos de Cristo realmente significa vivir por Cristo y expresarle en nuestro vivir. Aunque estamos en Cristo, necesitamos vivir por Él y expresarle en nuestro vivir de forma práctica. Necesitamos un diario vivir que sea por Cristo y que exprese a Cristo. La expresión de Cristo en nuestro diario vivir es el arma con la cual peleamos contra la carne. Ya que la batalla mencionada en el versículo 14 no se libra contra el diablo y la maldad espiritual, sino contra la carne y todas sus concupiscencias, necesitamos vivir por Cristo. Cuanto más vivimos por Cristo, más Él llega a ser nuestro armamento contra las concupiscencias de la carne.

E. No proveer nada para la carne

  Pablo dice que “no [proveamos] para la carne”. No debemos proveer nada a la carne. Esto indica que la carne sigue existiendo. Por muy espirituales que lleguemos a ser, la carne todavía puede revivir, pues está hambrienta y desea ser alimentada. No obstante, debemos dejarla morir de hambre, no proveyéndole nada que le permita satisfacer sus concupiscencias.

  ¿Qué quiere decir proveer para la carne? Ya que a los jóvenes les sea especialmente difícil entender esto, me gustaría dar algunos ejemplos. La sociedad actual se halla en tinieblas y está llena de maldad; ella ofrece una abundante provisión para la carne. Consideremos, por ejemplo, los periódicos con sus fotografías y propagandas. No creo que nadie sea tan espiritual que no sea afectado al ver una fotografía pecaminosa en la prensa. Su experiencia misma puede testificar que cuando ha visto algunos anuncios y fotos malignas en los periódicos, su carne fue estimulada. Las carteleras del cine son una provisión para la carne, y la televisión también la utiliza mucho el enemigo para alimentar a la carne hambrienta. No soy tan legalista como para decir que los cristianos no deben ver televisión, pero sí les aseguro que es mejor alejarse de ella. No piense usted que es tan fuerte que nada puede afectarlo. Supongamos que cerca hay un pozo muy profundo. Si no quiero caer en el pozo, debo alejarme y no caminar cerca de él; pero, si insisto en andar cerca de dicho pozo, aunque hoy tal vez no caiga en él, es probable que en un futuro pueda caer. Por lo tanto, es mejor protegerme y permanecer lejos del pozo. De igual manera, es peligroso ver televisión. Si usted desea ver la televisión, debe orar: “Señor, ve la televisión conmigo. Sé uno conmigo en mi espíritu y ve la televisión conmigo”. Si usted ora de esta manera, es posible que esté bien que la vea; de otro modo, tal vez sería mejor que no lo hiciera. En todo caso, la televisión ha sido un poderoso medio por el cual el enemigo ha hecho provisión para la carne, y muchas cosas malignas han ocurrido por causa de su influencia.

  Como he dicho anteriormente, es difícil determinar en qué sección del libro de Romanos se debe colocar el capítulo 13. Puede considerarse como continuación del capítulo 12, porque si en realidad no pertenece al pasaje sobre cómo llevar una vida normal, al menos sí está estrechamente relacionado con ello. De manera que, el pasaje del 12:9 al 13:14 puede considerarse como un pasaje completo referente a cómo llevar una vida normal. Sin lugar a dudas, 12:1-8 trata sobre la práctica de la vida del Cuerpo. Junto con esta práctica, necesitamos llevar una vida normal, la cual es descrita en 12:9-21, y al parecer también en el capítulo 13. No debemos pasar por alto esta parte de Romanos. Todos los versículos de esta sección están muy claros, y no necesitamos decir mucho acerca de ellos. A los jóvenes les ayudaría mucho si memorizaran algunos de estos versículos, como por ejemplo: “El amor sea sin hipocresía”; “Aborreced lo malo, adheríos a lo bueno”; y “Amaos entrañablemente los unos a los otros con amor fraternal”. Estos dichos son casi proverbios. Si los jóvenes memorizan estos versículos, serán ayudados a experimentar la transformación que les permitirá llevar una vida normal y así poner en práctica la vida apropiada de iglesia. Si no llevamos una vida normal, no tendremos la base necesaria para experimentar la vida de iglesia. Creo que ésta fue la razón por la cual Pablo presenta como requisito el llevar una vida normal inmediatamente después de describir la práctica de la vida de iglesia. En toda la Biblia, la mejor presentación de la vida normal se encuentra en estos versículos. Por lo tanto, necesitamos considerarlos en oración y tener comunión con otros acerca de ellos.

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