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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Romanos»
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Mensaje 41

EN LA VIDA DIVINA SOMOS SALVOS DE SER NATURALES

  Lectura bíblica: Ro. 5:10; Jn. 14:6; Ro. 12:2

  El libro de Romanos puede resumirse en tres palabras: redención, vida y edificación. Los primeros capítulos presentan la redención, los capítulos intermedios, la vida, y los capítulos de la parte final hablan de la edificación, la cual es el resultado de la redención y de la vida. En el mensaje anterior vimos que, después de ser salvos, justificados y reconciliados con Dios, aún necesitamos ser salvos en la vida de Cristo (5:10). La redención, la justificación y la reconciliación fueron efectuadas por la muerte de Cristo en la cruz. Cristo, mediante Su muerte, resolvió los problemas que existían entre nosotros y Dios, lo cual eliminó lo negativo. Pero el propósito de Dios, que trata de lo positivo, aún debe ser cumplido. El propósito de Dios no consiste simplemente en salvarnos del infierno o de Su juicio; más bien, Su propósito universal es edificar el Cuerpo como la expresión corporativa de Su Hijo. Por esta razón, el libro de Romanos no se detiene en la redención ni en la justificación, sino que prosigue adelante hasta alcanzar la meta del propósito eterno de Dios.

  El único camino que Dios usa para cumplir Su propósito es la vida. En el capítulo 5 la vida es introducida en el contexto de la experiencia. En 5:10 Pablo dice: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos en Su vida”. Debemos notar el tiempo verbal usado aquí: seremos salvos en Su vida. Después que hemos sido reconciliados con Dios, todavía necesitamos ser salvos en Su vida. Aunque ya hemos sido salvos, todavía necesitamos ser salvos. Por una parte, fuimos salvos del infierno y del juicio de Dios. Esto fue realizado una vez y para siempre mediante la muerte de Cristo en la cruz. Por otra parte, aún necesitamos ser salvos de muchas situaciones presentes. Muchos cristianos esperan ir a los cielos. Sin embargo, si ellos fueran transportados repentinamente a los cielos, al llegar allí seguramente se sentirían indignos de participar de la gloria de los cielos. El cielo es glorioso, pero nosotros en muchos aspectos somos menospreciables. ¿Está completamente satisfecho con su propia persona y cómo es ahora? ¿Está contento con su propia condición? Me alegro de que yo mismo aún me encuentro en el proceso de la salvación dinámica que Cristo nos otorga. Necesito ser salvo porque mi vida natural rige mi vida diaria. Aunque no deseo permanecer en el hombre natural y me esfuerzo sinceramente por librarme de él, debo confesar que sigo siendo natural. Por lo tanto, necesito ser salvo de mi hombre natural cada día, y aun a cada momento, en la vida de Cristo.

SALVOS EN LA PERSONA DE CRISTO

  Según Romanos 5:10 necesitamos ser salvos en la vida de Cristo. Somos salvos no sólo por Su vida, sino también en Su vida. La vida es la persona misma de Cristo. En el Evangelio de Juan el Señor dijo definitiva y enfáticamente: “Yo soy ... la vida” (14:6). Por lo tanto, ser salvos en Su vida en realidad significa ser salvos en la persona de Cristo mismo.

  La salvación que Noé y su familia experimentaron en el arca tipifica nuestra salvación en Cristo. Noé y su familia fueron salvos no por el arca, sino por el hecho de que estuvieron en el arca. Hoy en día, como creyentes en Cristo, estamos en Él, quien es el arca de hoy. Cristo es nuestra vida, y nosotros estamos en Él. En Él somos salvos. Si estamos en Él, nos mantenemos en el proceso de ser salvos en Su vida.

  Ya vimos que en la vida de Cristo somos salvos de la ley del pecado. La ley del pecado opera en nosotros de manera espontánea y automática. Así pues, no es necesario esforzarnos para decir mentiras o perder la paciencia, ya que es el producto automático de la obra espontánea de la ley del pecado. No obstante, la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos libra de la ley del pecado y de la muerte (8:2). Si estamos en Cristo, en Aquel que es nuestra vida, la ley de Su vida nos libra espontáneamente de la ley del pecado y de la muerte.

  Además, en la vida de Cristo somos salvos de la mundanalidad, lo cual significa que en Su vida somos santificados, separados, del mundo. Todos nacimos en un entorno mundano y, por consecuencia, aprendimos a ser mundanos. La tendencia a ser mundanos es inherente a nuestra naturaleza. Por lo tanto, para ser librados de la mundanalidad necesitamos permanecer en la vida divina. Esta vida nos separa de la mundanalidad y nos santifica tanto con respecto a nuestra posición como a nuestro modo de ser. No podemos ser salvos de la mundanalidad siguiendo ciertas instrucciones o reglas religiosas, tales como las que se observan en algunos grupos religiosos. Cuando mucho, adherirnos a dichas reglas puede producir solamente una santificación externa, la que se relaciona sólo con nuestra posición. Sin embargo, la santificación presentada en Romanos no se trata simplemente de nuestra posición, sino también de nuestro modo de ser; es un asunto interior que afecta lo más profundo de nuestro ser. En la vida de Cristo somos santificados interiormente.

UN CAMBIO METABÓLICO

  Además de ser salvos del pecado y de la mundanalidad, necesitamos ser salvos en vida de todo lo natural. Esto quiere decir que necesitamos ser transformados. No sólo necesitamos experimentar un cambio externo, sino también un cambio interno. Este cambio interno es llamado la transformación, la cual trae consigo un cambio metabólico que se da en nuestro ser. Un nuevo elemento, un elemento divino, santo y celestial, debe ser añadido a nuestro elemento natural para producir un cambio metabólico y orgánico. El resultado de dicho cambio es la transformación.

  Supongamos que una persona de tez pálida maquilla su cara a fin de mejorar su color. Tal cambio es sólo externo; de ninguna manera es el resultado de una transformación interior. Dios obra de manera distinta. Primero, Él nos lava de nuestros pecados a fin de cumplir Sus justos requisitos. Luego, al transformarnos, Su preocupación principal no es nuestra apariencia externa, sino lo que somos orgánicamente. Continuando con el ejemplo del maquillaje, la mejor forma de mejorar el color de nuestro rostro no es cubrirlo con maquillaje, sino comer alimentos nutritivos. Esta comida producirá un cambio orgánico que gradualmente mejorará nuestro semblante. Este cambio es la transformación. Nuestra apariencia exterior cambiará por medio de la transformación interior.

TRANSFORMADOS PARA LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO

  La transformación orgánica tiene mucho que ver con la edificación del Cuerpo. Aunque fuimos reconciliados con Dios por medio de la muerte de Cristo, seguimos siendo muy naturales. En la vida de iglesia hay creyentes de muchas diferentes nacionalidades: americanos, chinos, mexicanos, japoneses, filipinos, ingleses, franceses, alemanes, coreanos, ghaneses, etc. No obstante, si permanecemos en nuestro estado natural, no podemos ser el Cuerpo de Cristo. ¿Acaso pueden los chinos ser edificados con los japoneses, o los del Oeste con los del Este? No obstante, en el Cuerpo de Cristo debemos ser uno y ser edificados juntos; por lo cual, necesitamos ser transformados.

  Por naturaleza, todos somos varones o mujeres. Sin embargo, aun esta distinción natural causa problemas en la vida de iglesia. Un hermano que se vale de su estado de varón, causará problemas a las hermanas en la vida de iglesia. Por lo tanto, incluso con respecto a ser varón o hembra, necesitamos ser transformados con miras a la edificación del Cuerpo de Cristo. Si permanecemos en nuestra vida natural, simplemente no podremos ser edificados con otros. Si somos naturales, los hermanos no podrán ser edificados con las hermanas, ni las hermanas con los hermanos. Además, si las hermanas no son transformadas, no podrán ser edificadas unas con otras. En nuestro estado natural, seamos hombres o mujeres, no podremos ser edificados como el Cuerpo de Cristo. Una vez más vemos claramente que necesitamos ser transformados, esto es, ser salvos de nuestro estado natural en la vida de Cristo.

  Yo temo ser natural al hablar con los santos o al contestar sus preguntas. No quiero actuar conforme a mi modo natural de ser. ¿Sabe usted lo que es nuestro modo natural de ser? Es simplemente nuestra expresión natural, nuestro ser natural. Nuestro modo natural de ser es la expresión de lo que somos por naturaleza. ¿Cómo puede ser edificada la iglesia si permanecemos en nuestro modo natural de ser? ¿Cómo pueden ser edificados como una sola entidad aquellos que difieren en su modo natural de ser? Sin la transformación, esto es imposible. Algunos que han comprendido esto, se han desanimado tanto que han pensado que es imposible tener la vida de iglesia de una manera práctica. En esos momentos ellos incluso han llegado a pensar en abandonar la vida de iglesia. Sin embargo, debemos saber que es imposible retroceder. El “tren” en el que nos encontramos va en una sola dirección y nunca retrocede. Aun cuando nos desanimamos, este “tren” de la vida de iglesia continúa avanzando. No tenemos más alternativa que seguir adelante. Éste es nuestro destino. Nacimos para esto e incluso fuimos predestinados para ello. Simplemente tenemos que proseguir, cooperando con lo que el Señor está haciendo en la vida de iglesia hoy.

TODAS LAS COSAS COOPERAN PARA NUESTRA TRANSFORMACIÓN

  Algunos me han dicho que están cansados de ser cristianos y que no desean seguirlo siendo. No obstante, una vez que llegamos a ser creyentes, es imposible dejar de serlo. El universo no se encuentra bajo nuestro control. Nosotros somos simples criaturas, y ciertas decisiones relacionadas con nuestra vida fueron tomadas aun antes de que naciéramos. No fuimos nosotros los que tomamos la decisión de nacer en este mundo. Todo este asunto depende solamente de Dios. Éste es Su universo y Su tierra, y nosotros somos Su pueblo. Conforme a la economía de Dios, como seres humanos típicos debemos ser cristianos. Como cristianos, hemos visto que debemos estar en la vida de iglesia. Ya que no tenemos alternativa en este asunto, confiemos simplemente en la mano transformadora de Dios y permitámosle llevar a cabo Su obra transformadora en nuestro interior. Nosotros los que estamos casados tenemos exactamente el esposo o la esposa que necesitamos. Además, en la vida de iglesia tenemos exactamente los hermanos y las hermanas que necesitamos. Todos los queridos hermanos en la vida de iglesia son necesarios para nuestra transformación. El Señor es soberano, y debemos adorarle por Su soberanía; Él nunca se equivoca. A veces estoy tentado a impacientarme con la lentitud de ciertos hermanos o con los errores que ellos cometen bajo la soberanía del Señor; pero en tales momentos, el Espíritu que mora en mí me recuerda que todo esto es para mi transformación. En otras ocasiones, tal vez mi esposa me recuerde que Dios hace que todas las cosas cooperan para nuestro bien. Todas las cosas cooperan para bien por causa de nuestra transformación. Necesitamos esta transformación para ser salvos de nuestro vivir natural.

LA RENOVACIÓN DE LA MENTE

  Romanos 12:12 nos dice que debemos ser transformados por medio de la renovación de nuestra mente. La fuente de nuestros problemas es nuestra mente, la cual ha sido saturada e impregnada por toda clase de conceptos naturales. Esta mente, llena de tantos conceptos naturales, es la causa de las dificultades relacionadas con la edificación del Cuerpo. Los hermanos, las hermanas, los viejos, los jóvenes, todos tienen sus propios conceptos. Además, aquellos nacidos en el Oriente tienen sus conceptos, y los nacidos en el Oeste también tienen los suyos. ¿Cómo podemos ser edificados juntos si nos aferramos a nuestros conceptos diferentes? Para la edificación del Cuerpo necesitamos la renovación de nuestra mente. No sólo debemos abandonar los conceptos que no son cristianos, sino también los conceptos cristianos que adquirimos mientras estuvimos en las denominaciones, las cuales son divisiones formadas en conformidad con conceptos diversos. Ahora que el Señor, en Su misericordia, nos ha reunido para tener la vida de iglesia, es necesario que nuestra mente sea renovada. Necesitamos ser despojados totalmente de nuestros conceptos, lo cual se relaciona con el crecimiento en vida. Cuanto más crecemos en vida, más somos saturados por dicha vida. Entonces esta vida transformará nuestra mente orgánicamente, y de forma espontánea todos estos conceptos serán consumidos por dicho crecimiento.

  Hemos aprendido a no discutir con los santos en cuanto a sus conceptos. En lugar de ello, debemos orar por ellos y ministrarles vida a fin de que crezcan. A medida que ellos crecen, experimentan la transformación de su alma por medio de la renovación de la mente. Al crecer nosotros de esta manera en la vida de Cristo, gradualmente llegaremos a tener un mismo sentir. Entonces seremos uno, no con respecto a nuestros conceptos, sino conforme a la vida interior.

EL MINISTERIO DE LA VIDA

  Si algún hermano o hermana mantiene un concepto disidente, no debemos tratar de convencerle ni cambiarle. Cuanto más tratemos de convencerle, más enfático será el concepto disidente. La mejor forma de ayudar a tal persona es permitir que la vida interior resuelva su problema. Supongamos que uno se corta en un brazo. Después de aplicar medicina a la herida, debe dejar que la herida, sin tocarla, sane por sí misma. Sin embargo, si usted toca la herida queriendo ayudarla, sólo retardará su curación. La vida que anima el cuerpo humano, a su tiempo cerrará dicha herida. De igual forma, la mejor manera de cuidar a una persona disidente es no hacer nada. Si dejamos el problema sin tocarlo, esta persona tarde o temprano se sentirá insatisfecha con su disensión. En vez de corregirle o tratar de cambiarle, debemos ministrarle vida. Lo que los hermanos y hermanas necesitan es el suministro interior y orgánico de la vida. Uno puede ministrar vida a alguien sin decir muchas palabras. En algunas ocasiones basta con mirar a alguien para infundirle vida. No hablemos con otros conforme al árbol del conocimiento. En lugar de eso, ejercitemos nuestro espíritu para infundirles vida desde nuestro espíritu. Esta vida, que es el mismo Cristo viviente, operará dentro de ellos para transformarlos interiormente. Gradualmente la vida interior renovará sus mentes, y ellos serán transformados. Entonces todo concepto disidente desaparecerá.

  Hoy en día, para llevar a cabo la edificación de la iglesia, necesitamos experimentar esta clase de transformación. Cuanto más somos transformados, más somos salvos en la vida de Cristo. Que todos oremos pidiéndole al Señor que nos conceda una genuina transformación interior y orgánica. Ésta es nuestra necesidad hoy en día.

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