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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Romanos»
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Mensaje 42

EN LA VIDA DIVINA SOMOS SALVOS DEL INDIVIDUALISMO

  Lectura bíblica: Ro. 5:10; Gá. 2:20

  Romanos 5:10 es un versículo clave, porque concluye una sección e inicia otra. En este versículo se incluye la muerte reconciliadora de Cristo y Su vida salvadora. La reconciliación incluye la redención y la justificación. Cristo murió en la cruz para redimirnos; es por medio de esta redención que fuimos justificados por Dios y reconciliados con Él. Ya no existe separación entre Dios y nosotros. Sin embargo, todavía tenemos ciertos problemas de orden subjetivo. Por esta razón, incluso después de haber sido reconciliados con Dios, todavía necesitamos ser salvos en la vida de Cristo. Puesto que la reconciliación efectuada por la muerte de Cristo es un hecho ya realizado, Pablo, en 5:10, se refiere a este hecho en el tiempo pasado. Pero debido a que aún nos encontramos en el proceso de ser salvos en vida, Pablo usa el tiempo futuro cuando habla de ser salvos en la vida de Cristo. En este mensaje, estudiaremos el hecho de que la vida divina nos salva del individualismo.

SIETE ASUNTOS NEGATIVOS

  En el libro de Romanos Pablo aborda siete asuntos negativos de los cuales necesitamos ser salvos. Ya vimos que el primero de éstos es la ley del pecado. En nuestra carne, es decir, en nuestro cuerpo caído, la ley del pecado actúa en forma automática y espontánea. Esta ley del pecado es el poder del mal que opera espontáneamente en nosotros.

  El segundo asunto negativo es la mundanalidad. Nacimos en un ambiente mundano y fuimos criados para ser mundanos. La mundanalidad se encuentra en nuestro mismo ser; por lo tanto, es también un asunto subjetivo, es decir, está relacionado con nuestra constitución intrínseca. No es necesario enseñar a un niño a amar al mundo, porque existe algo en su naturaleza que lo hace amarlo. El amor por el mundo es un elemento de nuestra constitución caída.

  El tercer asunto negativo es la tendencia de vivir por nuestra vida natural. Todos tenemos una vida natural y un modo natural de ser. Nuestra constitución misma es natural. Todos estos elementos naturales son enemigos de Dios. Él no tiene nada que ver con nuestro ser natural, con nuestra vida natural, con nuestra fuerza natural, con nuestro modo natural de ser ni con nuestro poder natural. Estos elementos naturales están profundamente arraigados en nuestro ser, mucho más profundo que la ley del pecado. La ley del pecado se relaciona principalmente con nuestra carne, pero nuestro ser natural es nuestro yo. Por causa del propósito de Dios, necesitamos ser salvos en vida de tal modo que ya no vivimos por nuestra vida natural.

  Además, necesitamos ser salvos del individualismo, de ser individualistas. Debido a que todos tenemos la tendencia de ser individualistas, por naturaleza a nadie de nosotros nos agrada ser uno con los demás. Nuestra vida matrimonial pone al descubierto cuán individualistas somos. Debido a esto, a ninguna esposa le gusta ser dependiente de su esposo, y a ningún esposo le agrada depender de su esposa. La intención de Dios no es tener un grupo de creyentes individualistas; por el contrario, es edificar el Cuerpo para el cumplimiento de Su propósito. Para esto necesitamos ser salvos del individualismo.

  La vida de Cristo también nos salva de ser divisivos. Aunque hablamos mucho acerca de la unidad, en realidad no nos gusta ser uno, porque esto es ser restringidos, atados y, finalmente, morir al yo. ¿En dónde está la unidad del cristianismo actual? Durante siglos ha habido gran escasez de unidad entre los cristianos. En vez de unidad, se ha dado división tras división. Toda división proviene del elemento divisivo inherente a nuestra naturaleza caída.

  El sexto asunto negativo del que necesitamos ser salvos es el de manifestar la semejanza del yo. Al hablar de la semejanza del yo, hacemos referencia a la apariencia y expresión de nuestro yo natural. Necesitamos ser salvos de manifestar la semejanza del yo al ser conformados a la imagen del Hijo de Dios. En muchos aspectos aún no tenemos la semejanza de Cristo. En lugar de eso, la semejanza que proyectamos es la del yo. Por lo tanto, necesitamos ser salvos de manifestar la semejanza del yo y ser conformados a la semejanza del Cristo glorioso.

  Finalmente, necesitamos ser salvos de nuestro cuerpo natural. Con el tiempo, en la plena salvación que Dios efectúa, nuestro cuerpo será glorificado. El día se acerca cuando nuestro cuerpo físico será transfigurado.

LA JUSTIFICACIÓN, LA VIDA Y LA EDIFICACIÓN

  El libro de Romanos ofrece un bosquejo completo de la vida cristiana y de la vida de iglesia y, como tal, lo primero que se revela en él es la justificación. Ya que el resultado de la justificación es la vida, la sección que viene después de la justificación trata sobre la vida. Ésta lleva a la edificación, la cual se aborda en la última sección de Romanos. Por lo tanto, el libro de Romanos puede resumirse en tres palabras: justificación,vida y edificación.

  La meta de Dios no es la justificación ni la vida, sino la edificación de la iglesia como el Cuerpo que expresa a Cristo y como el lugar donde Dios mora. Por esta razón, el libro de Romanos empieza con la justificación, continúa con la vida, y concluye con la edificación. Nosotros quienes hemos sido salvos, redimidos, justificados y reconciliados, no esperamos de una manera ociosa el regreso del Señor; más bien estamos siendo conjuntamente edificados en la vida de iglesia con miras a cumplir el propósito de Dios. A partir de la justificación, debemos seguir adelante a la experiencia de la vida con el fin de alcanzar la meta de la edificación. A menos que experimentemos la vida y entremos en la realidad de la edificación, el Señor Jesús no podrá regresar.

EL MAYOR OBSTÁCULO PARA LA EDIFICACIÓN

  ¿Se ha dado cuenta de que nosotros mismos somos el mayor obstáculo para la edificación? Ésta es la razón por la cual el apóstol Pablo no habla del Cuerpo sino hasta llegar al capítulo 12, después de haber tratado la redención, la justificación, la santificación y la transformación. Hasta después de todo esto viene la edificación del Cuerpo. La justificación se halla en los capítulos del 1 al 4; la santificación, en la sección del capítulo 5 al 8; y la transformación, en el capítulo 12. Luego, a partir de Romanos 12:4, Pablo empieza a mencionar la edificación del Cuerpo. Aquellos que permanecen en una condición mundana o natural no pueden ser edificados con otros. Es imprescindible que seamos justificados, santificados y transformados si hemos de ser edificados con otros.

  Todos tenemos problemas con nuestra mente, con nuestras emociones y con nuestra voluntad. Si permanecemos en ellas, no podremos ser uno. Los pensamientos, conceptos e imaginaciones peculiares que frecuentemente tenemos, nos impiden ser conjuntamente edificados. Nuestra parte emotiva es aun más difícil de controlar, y nuestra voluntad obstinada nos causa muchas dificultades. Debido a estos problemas, la iglesia no ha sido aún edificada, aunque ha existido por más de mil novecientos años.

  El Señor Jesús no ha regresado porque no ha logrado aún la edificación. Apocalipsis 19 indica que el Señor regresará por la novia, que es una entidad corporativa. A la larga, el Señor obtendrá la edificación y la novia. Si nosotros no cooperamos con Él en este asunto, Él buscará a otros que sí estén dispuestos a hacerlo. En mis muchos años de experiencia en la vida de iglesia he descubierto cuál es la dificultad, podríamos decir la imposibilidad humana, relacionada con la edificación del Cuerpo. No obstante, tengo la plena seguridad de que el Señor es capaz de obtener el edificio que desee. Un día, el Señor logrará la edificación tan deseada. Creo que muchos de nosotros estamos dispuestos a permitir que el Señor complete Su obra de edificar la iglesia. Nuestra carga no es llevar a cabo una gran cantidad de trabajo, sino ver la genuina edificación de los santos para que el Señor pueda regresar.

ABIERTOS AL SEÑOR

  A fin de proporcionarle al Señor la oportunidad de lograr la edificación, no debemos tratar de hacer nada por nosotros mismos. Por el contrario, simplemente debemos abrirnos al Señor, diciéndole: “Señor, comprendemos que nuestro yo es un caso perdido. Nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad causan grandes problemas. Pero, Señor, creemos que Tú sí eres capaz. Tú llamas las cosas que no son como existentes. Por lo tanto, nos abrimos a Ti y estamos dispuestos a seguirte. Señor, confiando en Tu misericordia, nos ofrecemos a nosotros mismos sobre Tu altar. Haz lo que desees con nosotros. Haz lo que sea necesario para quebrantar nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad”.

RESOLVER LOS PROBLEMAS EN NUESTRA MENTE, EN NUESTRA PARTE EMOTIVA Y EN NUESTRA VOLUNTAD

  Nuestra vida matrimonial nos muestra cuánto hemos sido edificados. ¿Es usted verdaderamente uno con su esposo o esposa? En nuestra vida matrimonial tenemos la oportunidad de aprender lo que significa ser edificados en la vida de iglesia. En varias ocasiones el Señor me indicó que si no soy capaz de ser edificado con mi esposa, no puedo esperar ser edificado con otros. Para ser edificados con nuestro esposo o esposa, o con los demás hermanos que están en la vida de iglesia, primeramente es necesario que sean resueltas los problemas en nuestra mente, en nuestra parte emotiva y en nuestra voluntad.

  En el recobro del Señor nos hemos dedicado a que la persona de Cristo y la práctica de la iglesia sean recobradas con miras a que se edifique el Cuerpo. El asunto crucial para nosotros hoy es la edificación, la cual depende totalmente de la condición de la mente, las emociones y la voluntad. El problema hoy no tiene que ver con nuestro corazón ni con nuestros motivos, sino con nuestra mente, con nuestra parte emotiva y con nuestra voluntad. La razón por la cual no se encuentra armonía en algunas áreas del servicio en la iglesia es que ciertos hermanos difieren de los demás en sus conceptos y en su sentir. Otros tienen una voluntad muy fuerte y siempre quieren tener todo bajo su control. Una voluntad tan fuerte es ajeno al Cuerpo de Cristo. Nuestros conceptos y sentimientos peculiares son también elementos extraños que dañan al Cuerpo. Debido a que todos tenemos problemas con la mente, la parte emotiva y la voluntad, necesitamos que el Señor se muestre misericordioso para con nosotros y que nos dé Su gracia para que podamos consagrarnos a Él y para que Él haga con nosotros lo que le plazca. Muchos se han consagrado a Cristo y a la iglesia, pero todavía tienen problemas con la mente, las emociones y la voluntad, lo cual indica que el problema respecto a la edificación no es externo sino interno. El ambiente externo de la vida de iglesia pone a prueba nuestro ser interior, es decir, pone al descubierto lo que somos en nuestra mente, en nuestra parte emotiva y en nuestra voluntad.

  La vida matrimonial también nos pone al descubierto en estos asuntos. Sin cónyuge no nos conoceríamos a nosotros mismos de una manera adecuada. Debemos dar gracias al Señor por la vida matrimonial, ya que pone de manifiesto lo que somos. Antes de casarnos, nos considerábamos unos cristianos bastante santos que amaban al Señor y siempre buscaban más de Él; pero la vida matrimonial nos puso en evidencia. Toda nuestra “santidad” se deshizo en mil pedazos, y descubrimos cuán deplorable era nuestra condición. La vida de iglesia nos pone al descubierto aun más que la vida matrimonial, porque es más intensa. Sin la vida de iglesia, es posible pensar que no tenemos problemas y que nos hemos entregado por completo a Cristo y a la iglesia. Sin embargo, al ser ofendidos por los demás que están en la vida de iglesia, nos damos cuenta de que tenemos problemas internos relacionados con la mente, la parte emotiva y la voluntad. Cuando vemos esto, necesitamos pedir al Señor que nos salve en Su vida.

  Necesitamos mucho de la gracia del Señor para ser salvos en vida de los asuntos negativos que se hallan en nuestro ser. Deberíamos orar: “Señor, no confío en mí mismo; concédeme Tu misericordia. Me pongo en Tus manos para que obres en mí. Señor, permíteme estar sobre Tu altar y mantenme siempre abierto a Ti. Por causa de Tu edificación, haz lo que desees con mi mente, mis emociones y mi voluntad”. Si estamos dispuestos a darnos al Señor de esta manera, podremos ser edificados con otros. Para ser salvos del individualismo y para ser edificados en el Cuerpo, debemos estar dispuestos a que el Señor quebrante nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad en conformidad con Su deseo.

PERMITIR QUE CRISTO VIVA EN NOSOTROS

  Si queremos que la vida de Cristo nos salve, debemos darle plena libertad de vivir en nosotros. Ciertamente tenemos a Cristo como vida dentro de nuestro ser, pero nuestra mente, nuestras emociones y nuestra voluntad son muy fuertes. La mayoría de las veces el problema es que no le damos libertad a Cristo para que viva en nosotros. Ésta es la razón por la que debemos ponernos en el altar, orar pidiendo que el Señor nos mantenga abiertos y dispuestos a Él, y permitirle tomar las medidas necesarias con cada parte de nuestro ser interior. Entonces, Él tendrá completa libertad de vivir en todo nuestro ser interior.

  En Gálatas 2:20 Pablo dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”. El “yo” de este versículo se encuentra en la mente, las emociones y la voluntad. Los problemas que existen en la vida matrimonial y en la vida de iglesia son causados por el yo. Podemos conocer la doctrina de que el yo fue crucificado con Cristo, y podemos proclamar este hecho con osadía, pero aun así es posible que sigamos con una mente, emoción y voluntad fuertes. Debemos tener cuidado siempre que nuestra mente esté demasiado fuerte, que nuestra emoción esté muy despierta, y que nuestra voluntad esté inquebrantable. En tanto permitamos que el “yo” prevalezca, el Señor Jesús será destronado dentro de nosotros y no tendrá oportunidad de morar libremente en nuestro interior. Si destronamos al Señor Jesús de esta manera, el asunto de ser salvos en Su vida será meramente una doctrina para nosotros. No será Él quien viva en nosotros, más bien el “yo” continuará viviendo y teniendo el control.

PUESTOS AL DESCUBIERTO Y SALVOS

  Hemos indicado que la vida de casados nos pone al descubierto. Cuando se presentan dificultades, el esposo tiende a culpar a la esposa, la esposa tiende a culpar al esposo, y ambos secretamente tienden a culpar al Señor. Pero si no tuviéramos precisamente la esposa o el esposo que tenemos, no seríamos plenamente puestos al descubierto. Cuando algunos tienen dificultades en su matrimonio, inmediatamente piensan en divorciarse. De igual manera, cuando algunos encuentran que la vida de iglesia no es tan perfecta, consideran tener un “divorcio” de la vida de iglesia. Muchos sueñan con una vida de iglesia ideal. Por esto, después de que su “luna de miel” con la vida de iglesia termina, se desaniman. Cuando enfrentan problemas en la iglesia, empiezan a dudar si la iglesia en verdad será la iglesia.

  Dios nunca se equivoca en lo que Él ha ordenado. Todos los matrimonios son divinamente ordenados por Dios para el cumplimiento de Su propósito. Siempre que seamos puestos al descubierto en nuestra vida de matrimonio, deberíamos dar gracias al Señor, pues nos lleva a nuestra salvación. La intención de Dios es ponernos al descubierto a fin de salvarnos en Su vida y librarnos de nuestro ser natural. Cuando se hace manifiesto lo que somos, el Señor tiene la oportunidad de vivir en plena libertad en nosotros. Tanto en la vida matrimonial como en la vida de iglesia, somos puestos al descubierto a fin de que el Señor pueda vivir en nosotros. Por lo tanto, no culpe a su esposa o a su esposo, ni culpe a la iglesia; mucho menos culpe al Señor. En lugar de hacer eso debe orar: “Señor, cuánto te agradezco por esta situación. Amo a la iglesia, no porque sea perfecta, sino porque me pone de manifiesto. Señor, mantenme sobre el altar y quebranta mi mente, emoción y voluntad de tal manera que Tú puedas vivir libremente en mí”.

  En tanto el Señor viva en nosotros, nos salva. Su vida salvadora obrará sólo en tanto Él tenga la oportunidad de moverse en nosotros. Si Él ha de vivir en nosotros, necesitamos entregarnos completamente a Él. Tal consagración incluye el quebrantamiento de nuestra mente, emoción y voluntad.

  Todos necesitamos ser salvos en la vida de Cristo. Para esto es necesario un largo proceso en el cual lo que somos se hace manifiesto, especialmente en lo relacionado con el individualismo. Para ser conjuntamente edificados, necesitamos que salga a la luz el estado natural en que se encuentra nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Una vez que esto se haga manifiesto, rendiremos nuestro ser interior completamente al Señor, y Él tendrá plena libertad para moverse en nosotros. Entonces la vida divina nos salvará de ser individualistas. En tanto seamos salvos en Su vida, llegaremos a ser el Cuerpo y miembros los unos de los otros. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y permita que podamos ver la gran necesidad que tenemos de ser salvos, en Su vida, del individualismo para la edificación de Su Cuerpo.

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