Conforme a lo que se dice en Mt. 2:15, que es una cita de Os. 11:1: “De Egipto llamé a Mi Hijo”, Cristo y el Israel verdadero son una sola entidad. Cuando los creyentes gentiles son injertados en Cristo, lo son también en Israel, que es el olivo cultivado, para llegar a ser copartícipes de la grosura (Cristo) de la raíz (los patriarcas, v. 16), a saber, las inescrutables riquezas de Dios en Cristo (Ef. 3:8). Ellos e Israel han llegado a ser los pámpanos de Cristo, la vid verdadera (Jn. 15:1, 5), y con Él ambos pueblos han llegado a ser el organismo que expresa al Dios Triuno.