Al disfrutar de Dios en la ciudad, Dios es nuestro refugio (Sal. 46:1), nuestro alto escondite (46:7) y nuestro guía. Este disfrute de Dios es realizado por medio de Cristo, en Cristo y con Cristo, y es experimentado en la iglesia universal como el Cuerpo de Cristo y en las iglesias locales como las expresiones del Cuerpo.
El libro de Salmos indica que primero es necesario que experimentemos a Cristo. Después, Cristo nos conducirá a la iglesia local para que disfrutemos a Dios (Sal. 23:6). Cuando la iglesia como casa de Dios es agrandada y fortalecida, ella llega a ser la ciudad: el reino donde Dios reina y gobierna (Mt. 16:18-19). En la iglesia como casa disfrutamos de Dios en el aspecto de Su morada; en la iglesia como ciudad disfrutamos de Dios en el aspecto de Su gobierno y reinado.