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Capítulos de libros «Zacarías»
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  • Los cuatro carros representan los cuatro vientos (vs. 4-8) que vienen de los cuatro ángulos de la tierra (Ap. 7:1-3) a fin de que Dios juzgue los pecados sobre la tierra. Estos cuatro vientos son usados por Dios para ejercer Su administración en el universo entero; en particular, son usados por Dios para ejecutar Su juicio, no tanto sobre individuos, sino principalmente sobre naciones, gobiernos y reinos. Dios, en ejercicio de Su soberanía, hace que “sople el viento”, lo cual trae los diferentes artífices a fin de juzgar a las naciones que dañan y destruyen a Israel (Zac. 1:20-21). Véase la nota Zac. 1:181.

  • Los dos montes representan un testimonio de los juicios de Dios sobre la tierra. De entre los dos montes salen los cuatro vientos para testificar a toda la tierra que Dios está en el trono y que la tierra está sujeta a Su administración (Dn. 7:9-10; Ap. 4:2 y la nota 2).

  • El bronce representa el juicio de Dios (Nm. 21:8-9). Por tanto, los dos montes de bronce representan montes de juicio. Los dos montes de bronce no representan a Cristo; no obstante, están íntimamente vinculados a Él, pues es Cristo quien fue designado por Dios para ejecutar el juicio sobre los vivos y los muertos (Jn. 5:22; Hch. 10:42; 17:31; 2 Ti. 4:1). Por un lado, Cristo es el Redentor y Salvador; por otro, Él es el Juez. Cristo, como Juez, ejecutará el juicio de Dios. El juicio de Dios tiene por finalidad el establecimiento de Su testimonio.

  • Que cada carro estuviera equipado con caballos representa el mover veloz del juicio de Dios. Que los caballos fuesen de diferentes colores —bermejo, negro, blanco y tordo—, representa las diferentes maneras en que se ejecuta el juicio de Dios.

  • Lit., él.

  • Esto significa que los juicios ejecutados sobre los países del norte, esto es, Asiria y Babilonia (Jer. 1:13-15), dieron reposo al Espíritu de Dios. El juicio sobre estos países fue un alivio para Dios.

  • Las ocho visiones previas —que fueron visiones para dar alivio, consuelo y aliento— son confirmadas por la coronación del sumo sacerdote Josué, quien tipifica a Cristo en Su sacerdocio, y están vinculadas con Zorobabel, el gobernador de Judá (vs. 12-13), quien tipifica a Cristo como Renuevo de David en Su reinado (véase la nota Zac. 3:11a y la nota Zac. 3:81a). Cristo, tipificado en los vs. 11-13 por dos personas — Josué y Zorobabel—, es el único que desempeña ambos cargos, el del sacerdocio y el del reinado. En toda la historia, Él es la única persona apta para asumir las responsabilidades propias de estos dos cargos en la administración de Dios. Por tanto, en He. 7, Cristo es tanto el Sumo Sacerdote como el Rey, según es tipificado por Melquisedec (cfr. Gn. 14:18). Debido a que Melquisedec desempeñó ambos cargos, el del sacerdocio y el del reinado, él tipifica a Cristo como Aquel que ejercería tanto el sacerdocio como el reinado en la administración de Dios.

  • Esto indica que las palabras de conclusión de este capítulo, que hablan de la coronación de Josué, sirvieron para asegurar a las personas que Dios haría algo para completar la reedificación del templo (v. 15; Esd. 5:117; 6:1-15).

  • La frase entre ambos significa entre el sacerdocio y el reinado. En el Antiguo Testamento ningún rey podía ser sacerdote, pero en el milenio tanto Cristo como los vencedores serán reyes que reinarán como tales y sacerdotes que servirán a Dios. Estas dos responsabilidades serán hechas compatibles en Cristo y en los vencedores. En el milenio los vencedores serán sacerdotes, quienes serán cercanos a Dios y a Cristo, y también serán reyes, quienes reinarán sobre las naciones juntamente con Cristo (Ap. 2:26-27; 20:4, 6). Esto será una recompensa para los vencedores. Los creyentes que fueron derrotados en esta era perderán dicha recompensa; sin embargo, después de haber sido disciplinados durante el milenio, ellos también tendrán parte en la bendición de dicha recompensa, pues servirán a Dios ejerciendo el sacerdocio y representarán a Dios ejerciendo el reinado en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad (Ap. 22:3, 5).

  • La corona con la que coronaron a Josué fue quitada de sobre su cabeza y puesta en el templo. Esto debía servir de recordatorio a los hijos de Israel para que ellos recordaran al Mesías venidero, Aquel que vendrá para ser el Rey y el Sacerdote que ejercerá la administración de Dios para el cumplimiento de la economía de Dios.

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