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Mensaje 46

LA DERROTA DE AMALEC

  Lectura Bíblica: Éx. 17:8-16; 1 P. 2:11; Dt. 25:17-19; 1 S. 15:2; Ro. 7:24; 8:34b; He. 7:25; Gá. 5:16-17; Ro. 8:13; Nm. 24:20

  Es importante ver que el libro de Exodo constituye un cuadro completo de la salvación completa que Dios efectúa. Este hecho se confirma con el cuadro presentado en 17:8-16. En el capítulo dieciséis, vemos el maná del cielo como el suministro de vida, y en el diecisiete, el agua viva que fluye de la roca para satisfacer nuestra sed. Luego en Exodo 17:8-16, vemos la guerra contra Amalec. Ciertamente, esta secuencia no es ninguna coincidencia. Al contrario, se conforma al plan de Dios. Según el cuadro presentado en los capítulos dieciséis y diecisiete, después que hemos recibido el suministro de vida celestial y el agua viva de la roca, estamos listos para combatir contra Amalec.

  La batalla en contra de Amalec fue el primer combate de los hijos de Israel. Cuando estaban en Egipto, nunca combatieron. En el mar Rojo hubo una guerra entre Dios y Faraón, pero los hijos de Israel no combatieron contra el ejército de Faraón. Sin embargo, en el capítulo diecisiete, vemos a los hijos de Israel envueltos en una batalla contra Amalec. Muchos estudiantes de la Biblia saben que este combate describe el conflicto entre la carne y el Espíritu. Esto demuestra que al seguir al Señor, el primer combate se produce entre la carne y el Espíritu. Esto indica que luego de ser salvos y bautizados, el primer conflicto que experimentaremos será la guerra entre la carne y el Espíritu que nos regeneró.

  En los capítulos catorce y diecisiete, vemos un cuadro de muchas experiencias por las cuales pasamos después del bautismo. Estas experiencias incluyen a Mara y Elim, el comer del maná celestial para satisfacer nuestra hambre, y beber del agua viva para satisfacer nuestra sed. Después de estas experiencias, estamos equipados y listos para combatir en contra de la carne. Nuestra experiencia con el Señor lo confirma. Después de ser salvos y bautizados, pasamos por las experiencias en Mara y en Elim. Luego comimos del maná y bebimos del agua viva. Es sólo entonces que descubrimos cuanto nos frustra la carne y nos impide seguir al Señor. La carne es el enemigo que nos impide seguir adelante con el Señor. En este asunto, la carne es un enemigo más temible que el mundo.

I. EL APOYO PARA LUCHAR

  Si internamente tenemos hambre y sed, no podremos luchar contra la carne. Para luchar, primero debemos satisfacer nuestra hambre y sed. Necesitamos el maná, el alimento celestial, y el agua de la roca, el agua viva. Entonces tendremos la fuerza para combatir. El maná y el agua viva sostuvieron a los hijos de Israel en su combate contra Amalec. Sin este apoyo, los hijos de Israel no hubieran podido combatir. Pasa lo mismo en nuestra experiencia espiritual. Si no disfrutamos del maná celestial cada día y bebemos del agua viva continuamente, seremos vencidos y sometidos por la carne. Los cristianos que no participan del maná ni beben del agua viva ya están sometidos por la carne. Sin el maná y el agua viva, somos espontáneamente uno con la carne y andamos conforme a ella. Sólo cuando somos suministrados por Cristo y con El nuestra sed es satisfecha por el Espíritu vivificante, estamos listos para combatir contra la carne.

  Exodo 17:8 dice: “Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim”. Este versículo indica que Amalec tomó la iniciativa de pelear contra los hijos de Israel. Amalec los atacó por envidia. Los amalecitas habían oído lo que les había pasado a los hijos de Israel y los envidiaban. Por tanto, Amalec salió a pelear contra el pueblo de Dios.

  Cuando no estamos satisfechos con Cristo y no recibimos el suministro del Espíritu vivificante, somos sometidos a la carne. Pero cuando nos levantamos y disfrutamos de Cristo como nuestro maná y bebemos del Espíritu vivificante, como el agua viva, ya no somos sometidos por la carne. Por supuesto, las actividades de la carne son instigadas por Satanás, quien obra a través de la carne. La carne no puede tolerar nuestro disfrute de Cristo y el hecho de que bebamos el agua viva. Por esta razón, la carne se levanta para combatir contra nosotros e intentar someternos.

  Antes de empezar a disfrutar de Cristo como nuestro alimento y del Espíritu vivificante como nuestra agua viva, no teníamos ninguna conciencia de que la carne luchaba contra nosotros. En aquel entonces, estábamos totalmente sometidos por la carne. Vivíamos en la carne, actuábamos por ella, y andábamos conforme a ella. Todo lo que hacíamos era en la carne. No obstante, no teníamos ninguna conciencia de que la carne era tan activa y prevaleciente. Eramos víctimas sin esperanzas bajo el poder maligno de la serpiente, Satanás. La serpiente podía obrar en nosotros y sobre nosotros, y no lo sabíamos. Pero un día, empezamos a compartir del alimento celestial y a beber del agua viva. Entonces empezamos a levantarnos y a alejarnos de la mano de Satanás y rehusamos ser víctimas por más tiempo. En ese momento, Satanás instiga a la carne a que combata contra nosotros. Muchos podemos testificar esto. Podemos testificar que después de empezar a disfrutar a Cristo y a beber del agua viva, fuimos atacados por la carne. ¡Alabado sea el Señor porque tenemos el maná celestial y el agua viva que nos sostiene en nuestro combate contra la carne!

  Días tras día, recibimos el suministro del maná, el Cristo celestial, como nuestra porción. El Señor Jesús nos enseñó a orar: “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Cada día debemos orar así: “Señor, danos hoy nuestra porción diaria de Cristo”. Me gusta orar de esta manera. A menudo digo: “Señor, gracias por otro nuevo día. Te pido que me des la porción de gracia de este día”. Cada día necesitamos una porción de gracia particular de Cristo como nuestro suministro de vida. También necesitamos al Espíritu como el agua viva. Tenemos el Cristo celestial y también el Espíritu vivificante. El Cristo celestial es el maná que satisface nuestra hambre, y el Espíritu es el agua viva que sacia nuestra sed. ¿Disfruta de este maná y de esta agua viva día tras día? Puedo testificar que hoy he disfrutado mi porción de Cristo, y he bebido mucha agua viva. Por lo tanto, no estoy sometido por la carne. Mi hambre ha sido satisfecha, y mi sed también. Por tanto, tengo algo que compartir con los santos. El agua viva puede brotar de mi interior y saciar la sed de otros.

  Aunque participamos de Cristo como el maná celestial y bebemos del Espíritu como el agua viva, Amalec está cerca para combatir contra nosotros. Debemos recordar el hecho de que Amalec, la carne, está siempre con nosotros. Inmediatamente después de disfrutar del Señor en el avivamiento matutino, algo puede suceder, quizás en el desayuno, para provocar la carne. La carne envidia nuestro disfrute de Cristo. Por tanto, Satanás levanta la carne para combatir contra nosotros a fin de frustrarnos e impedirnos seguir al Señor.

  La única razón por la cual Amalec atacó fue su envidia hacia el pueblo de Dios. El no quería ver que un pueblo pudiese ser tan brillante y victorioso. Los hijos de Israel habían sido satisfechos por el maná celestial, y estaban bebiendo del agua viva maravillosa. Según dice Pablo, la roca de la cual salía agua viva los seguía (1 Co. 10:4). Los hijos de Israel deben haber estado contentos con el maná y el agua viva. ¿Acaso usted no habría estado contento si hubiera estado allí? Ellos no necesitaban preocuparse por la comida. Tenían el suministro diario del maná celestial. Además, podían beber del agua que salía de la roca. ¡Qué escena más hermosa! No obstante, supongamos que los hijos de Israel no tuviesen el maná ni el agua viva. En tal caso, el pueblo indudablemente se habría peleado unos con otros y aún habría combatido uno contra otro. Esta situación no le habría causado celos al enemigo. Pero Amalec sintió celos al oír acerca de un pueblo radiante, feliz y victorioso. Motivado por la envidia, él combatió contra ellos para destruirlos.

  Las Escrituras prestan mucha atención a la guerra entre la carne y el Espíritu. Esta guerra no aparece solamente en Exodo 17, sino también en 1 Samuel 15. La Biblia tiene mucho que decir acerca de Amalec. Esto es porque en la historia de la experiencia cristiana, la carne ocupa mucho espacio. Si usted tuviese que escribir una biografía de algún creyente, tendría que dedicar gran atención a la carne. Por el lado negativo, la vida cristiana es una historia, un relato de la carne. Cada día en nuestro andar cristiano, la carne nos molesta. Quizás al sentarse en las reuniones de la iglesia, usted recuerda ciertas ofensas o maltratos por parte de otras personas; sus pensamientos en cuanto a estas ofensas pueden estar en la carne. Después de la reunión, usted quizá sea atacado fuertemente por la carne. Es posible que Amalec venga a combatir contra usted. Por el lado negativo, la vida cristiana se preocupa principalmente por la carne. La carne se levanta para atacarnos de muchas maneras distintas.

II. AMALEC

A. Belicoso, destructivo y perturbador

  El nombre Amalec significa belicoso. La carne disfruta del combate y jamás desea mantener la paz. Además, la carne es muy destructiva. El principal destructor de la vida cristiana es la carne. La carne destruye nuestra vida matrimonial, nuestra vida de familia y la vida de iglesia. Busca destruir todo lo positivo. Considere cuanto ha destruido la carne desde que usted fue salvo.

  La carne no es solamente belicosa y destructiva, sino también extremadamente perturbadora. Si usted lee Romanos 7, verá los disturbios causados por la carne. Según este capítulo, Pablo estaba tan perturbado que clamó: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?” (v. 24). Aparentemente esta molestia fue causada por el pecado. En realidad se debía a la carne. ¡Cuán belicosa, destructiva y perturbadora es la carne!

B. Un descendiente de Esau

  Amalec era un descendiente de Esaú (Gn. 36:12), el hermano gemelo de Jacob. Esaú y Jacob eran muy cercanos. Esto indica que la carne, representada por Esaú, está cerca de nuestro ser regenerado, representado por Jacob, quien llegó a ser Israel. Esaú nació primero, y luego Jacob. Esto indica que la carne pertenece al primer hombre y que nuestro ser regenerado, al segundo.

  La Biblia habla de dos Amalec distintos. El Amalec mencionado en Génesis 14:7 es diferente del Amalec que era descendiente de Esaú (Gn. 36:12). No obstante, algunos estudiantes de la Biblia, que no están conscientes de esta distinción, piensan que estos dos Amalec son la misma persona. Por tanto, debemos entender claramente que la Biblia nos habla de dos Amalec distintos. El Amalec de Exodo 17 era descendiente de Esaú. Por tanto, fue el segundo Amalec, el que descendía de Esaú, el que perturbó al pueblo de Dios. Nuestra preocupación se centra en este Amalec. Nuestra carne es el descendiente de Esaú. Esto significa que la carne pertenece al primer hombre, es decir, al viejo hombre. La carne es el resultado, la consecuencia, del primer hombre.

C. Cerca de Jacob

  Hemos señalado que así como Esaú estaba cerca de Jacob, la carne lo está de nuestro ser regenerado. En ninguna parte la Biblia nos enseña que los descendientes de Esaú dejaron de existir. Al contrario, los edonitas, descendientes de Esaú, eran un problema permanente para los israelitas.

D. Combate contra Israel

  Hemos visto que Amalec, uno de los descendientes de Esaú, fue el primero en combatir contra los hijos de Israel. Esto es un cuadro de la carne que combate contra los creyentes. Pedro se refiere a esta pelea: “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 P. 2:11).

E. El primer enemigo de Israel de camino a la buena tierra

  Amalec fue el primer enemigo que los hijos de Israel enfrentaron en su camino hacia la buena tierra (Dt. 25:17-18; 1 S. 15:2). Esto indica que nuestra carne es nuestro principal enemigo y toma la iniciativa sobre el pecado, el mundo y Satanás para combatir contra nosotros. La carne, el pecado, el mundo y Satanás están relacionados uno con otro. Estas cuatro cosas se entremezclan. La carne es la más prominente entre ellos al combatir contra los creyentes. Satanás, el pecado y el mundo están subordinados a la carne. Cuando en nuestra experiencia cristiana, la carne es aniquilada, el mundo no nos puede retener, el pecado no puede operar en nosotros, y Satanás queda impotente para obrar sobre nosotros. El mundo prevalece, el pecado es fuerte, y Satanás está activo porque estamos todavía en la carne. Estos tres enemigos dependen de la carne. Por eso, la Biblia da un cuadro completo de Amalec como el primer enemigo que combatió contra los hijos de Israel. Muchos de nosotros podemos testificar que desde la primera vez que buscamos al Señor y anduvimos en Su camino, la carne ha estado combatiendo contra nosotros. La carne es el enemigo principal que nos frustra y nos impide seguir adelante con el Señor.

  Bajo la orientación de Dios, la meta de los hijos de Israel era entrar en la buena tierra. El propósito de Amalec al atacar al pueblo de Dios era impedirles entrar en la tierra. Nosotros también tenemos la meta de entrar en el Cristo todo-inclusivo como nuestra buena tierra y poseerlo como tal. Hemos sido salvos, hemos emprendido un éxodo maravilloso fuera de Egipto, hemos cruzado el mar Rojo, y hemos viajado por el desierto, donde tuvimos muchas experiencias maravillosas. No obstante, todavía no hemos alcanzado la meta. No hemos entrado en el Cristo todo-inclusivo. El enemigo, Amalec, sabe que esta meta está delante de nosotros y procura impedirnos alcanzarla. Es crucial que reconozcamos que el deseo de Satanás al usar carne para combatir contra nosotros es impedirnos disfrutar plenamente de Cristo. El propósito de que la carne combata contra nosotros es impedirnos entrar en Cristo como la tierra todo-inclusiva. Debemos reconocer que pocos cristianos, aún entre nosotros, han entrado en el pleno disfrute del Cristo todo-inclusivo. Principalmente hemos sido frustrados por la carne. Aunque podemos disfrutar al Señor en el avivamiento matutino, muchas veces la carne nos ataca después. Este ataque nos impide disfrutar del Cristo todo-inclusivo durante el día. Como resultado, durante el día, tenemos poco disfrute de Cristo. El propósito de la carne al combatir contra nosotros es impedirnos disfrutar plenamente de Cristo.

III. LA DERROTA DE AMALEC

A. Por hombres débiles

  Al derrotar a Amalec, el Señor usó hombres débiles (Éx. 17:9; Ro. 7:24). En 17:9, Moisés le dijo a Josué: “Escógenos varones y sal a pelear contra Amalec”. La palabra hebrea traducida por varones en este versículo denota personas débiles. A los ojos de Dios, los hijos de Israel eran hombres débiles. Esto se aplica a los creyentes hoy en día. Usted puede pensar que cierto hermano es muy fuerte; no obstante, a los ojos de Dios, en realidad él es débil. Nuestra debilidad queda demostrada por el hecho de que podemos ser fácilmente vencidos, aun por nuestros hijos o nietos. Un hermano puede ser vencido por una expresión de descontento sobre la cara de su esposa. No debemos considerarnos fuertes. No, somos débiles. No obstante, Dios no usa a los fuertes para combatir a Amalec. A Josué se le pidió que escogiera hombres débiles para el combate. Nosotros escogeríamos hombres fuertes, pero Dios escogió a los que son débiles. Los que vencieron a Amalec eran hombres débiles.

B. Con Moisés, quien levantó sus brazos en la cima del monte

  Aparentemente la batalla contra Amalec fue peleada por hombres débiles. En realidad, fue peleada por Dios mismo. Esto queda demostrado por el hecho de que la victoria o la derrota se decidía por los brazos levantados de Moisés. Exodo 17:11 dice: “Y sucedía que cuando alzaba Moisés su brazo, Israel prevalecía; más cuando él bajaba su brazo, prevalecía Amalec”. El hecho de que Moisés alzara su brazo en la cima del monte representa al Cristo ascendido que intercede en los cielos (Ro. 8:34b; He. 7:25). El asunto de la victoria o de la derrota no dependía del combate de los hombres débiles. Aunque ellos tenían que combatir, la victoria no dependía de ellos. Dependía de que Moisés alzara su brazo con la vara de Dios. Aunque debemos combatir contra Amalec, no debemos pensar que podemos ser victoriosos por nuestro combate. Al contrario, sólo estamos calificados para ser derrotados. En nuestro combate, debemos reconocer la necesidad no de combatir por nosotros mismos, sino de combatir por medio de Moisés y Josué.

C. Con Josué, quien combatía por el pueblo

  Por una parte, Moisés alzaba su brazo en la cima del monte, por otra, Josué combatía por el pueblo (17:10a, 13). Hemos visto que el maná tipifica a Cristo y que el agua viva tipifica al Espíritu. Ahora debemos seguir adelante y señalar que Moisés tipifica al Cristo celestial, y Josué, al Espíritu que mora en nosotros y combate contra la carne (Gá. 5:16-17; Ro. 8:13). Muchos cristianos se dan cuenta de que en tipología, Josué representa a Jesús. De hecho, la palabra griega Jesús es la forma griega del nombre hebreo Josué. Aunque Josué tipifica a Jesús, en Exodo 17 tipifica al Espíritu. Según el cuadro de Exodo 17, el Cristo celestial, tipificado por Moisés, intercede, y el Cristo que mora en nosotros, tipificado por Josué, acaba con el enemigo. El maná, el agua viva, Moisés y Josué tipifican a Cristo. Cristo es el suministro de la vida, el agua viva, Aquel que intercede en los cielos, y el que mora en nosotros y combate contra el enemigo. En resumen, Cristo lo es todo. El cuadro de Exodo está muy claro al respecto.

  El hecho de que Cristo es tipificado en Exodo en todas estas maneras no es ninguna coincidencia. En Su sabiduría soberana, Dios preparó estas tipologías y las ordenó en una secuencia maravillosa. Primero tenemos el maná y el agua viva; luego tenemos a Moisés en la cima del monte y a Josué combatiendo. Todos debemos llegar a conocer a Cristo como el maná celestial, el agua viva, el Moisés que interfiere, y el Josué que combate. También debemos experimentar a Cristo en el aspecto del maná, del agua viva, de Aquel que intercede, y que lucha. Como el Espíritu que mora en nosotros, Cristo es nuestro Josué actual y práctico que combate contra la carne y la aniquila. En este combate, debemos cooperar con él. Cuando El combate, nosotros también debemos combatir. No obstante, nuestro combate en sí no cuenta para nada. Sin embargo, Cristo todavía desea que combatamos junto con El. Esta es la manera de derrotar a Amalec, la manera de vencer la carne.

IV. EL DESTINO DE AMALEC

A. El recuerdo de Amalec será erradicado de debajo del cielo

  En primer lugar, el destino de Amalec es tener su recuerdo erradicado de debajo del cielo. En 17:14, el Señor le dijo a Moisés: “Raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo”. Por muy fuerte, terca, o prevaleciente que sea la carne, su memoria será erradicada. Esto implica el odio que Dios le tiene a la carne. Según Romanos 8:7 y 8, la carne es un enemigo de Dios. No tiene la intención ni la capacidad de obedecer a Dios. Por lo tanto, el destino de la carne es ser erradicada.

  No obstante, en Exodo Amalec no fue erradicado. En 1 Samuel 15, vemos que los amalecitas existían todavía y eran muy prevalecientes. Sin embargo, Dios ha decidido que la carne debe ser erradicada. Esto sucederá durante la era del reino en el milenio. En la actualidad, todavía debemos combatir contra la carne. Pero cuando venga el reino, la carne será erradicada de debajo del cielo.

B. Dios peleará contra Amalec, de generación en generación

  Dios odia tanto a la carne porque la mano de Amalec se levantó contra el trono del Señor. Exodo 17:16 dice: “Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra contra Amalec de generación en generación”. La carne es una mano contra el trono, contra el gobierno de Dios. Puesto que la carne se opone al trono del Señor, El debe combatirla. El Señor hará guerra contra Amalec de generación en generación.

  La carne se rebela contra Dios y contra Su trono. La carne es horrible simplemente porque está en contra del trono, de la administración, y del plan de Dios. Este es un asunto muy significativo. No obstante, pocos creyentes saben que la carne es tan maligna. La carne no comete simplemente maldades menores. Es una mano contra el trono mismo de Dios. Puesto que la carne es una mano contra el trono de Dios, Dios ha decidido pelear contra ella. Amalec, la carne, todavía es una mano alzada contra la administración de Dios. Esto significa que nuestra carne se rebela contra la administración gubernamental de Dios. La carne se opone a todo lo que Dios hace en Su gobierno. Por ejemplo, entre muchos cristianos, la carne se opone firmemente a la iglesia, ya que ésta es la administración de Dios. La iglesia es burlada, y se hacen muchas blasfemias contra ella. Esto indica que a los ojos de Dios, la carne es rebelde. Ciertamente la carne es una mano contra el trono del Señor. Por lo tanto, el Señor peleará contra este rebelde y erradicará su memoria.

C. Se edificó un altar de conmemoración llamado Jehová-nisi

  En Exodo 17:15, vemos que Moisés “edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi”. El nombre Jehová-nisi significa “Jehová, mi bandera”. El hecho de que Jehová sea nuestra bandera significa que Jehová Dios es nuestra victoria. Moisés edificó un altar y luego lo llamó Jehová-nisi. El altar representa la cruz que termina con nuestra carne (Gá. 5:24). Por una parte, nuestra carne debe ser erradicada; por otra, la cruz debe ser una conmemoración. Mediante la cruz, disfrutamos de la victoria del Señor. Eso significa que por el altar, disfrutamos a Jehová-nisi.

  El altar edificado y llamado por Moisés en Exodo 17 significa que la cruz de Cristo es una conmemoración de nuestra victoria. Por medio de la cruz, experimentamos al Señor como nuestra bandera. Lo disfrutamos a El como el victorioso, y disfrutamos la victoria mediante la cruz del Señor. Según el libro de Gálatas, la carne debe ser desechada, pero la cruz debe llegar a ser nuestra jactancia. Pablo declara que él no se jactaba en la circuncisión sino en la cruz de Cristo. El recuerdo de la carne debe ser erradicado, y la memoria de la cruz debe ser edificada. Debemos recordar la cruz de Cristo a través de la cual disfrutamos al Señor como nuestra bandera, nuestra victoria. Esta cruz es la conmemoración de que la carne ha sido erradicada.

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