Mensaje 58
Lectura bíblica: Sal. 119:11, 25, 28, 41, 49-50, 57-58, 65-66, 76, 98-101, 103, 105, 114, 116-117, 133, 135, 165, 175; Sal. 19:7-9; Ef. 6:17-18; 5:18-20; Col. 3:16-17
En este mensaje, el cual trata acerca del aspecto de la “luz” de la ley, consideraremos la función de ésta como Su palabra viva para los que lo buscan con amor. Si queremos saber como la ley de Dios funciona de esta manera, debemos considerarla no solamente como regulaciones y mandamientos dados por Dios, sino como la palabra que sale de Su boca. Salmos 119:13 habla de “los juicios de Tu boca”, el versículo 72 habla de “la ley de tu boca”, y el versículo 88 de “los testimonios de tu boca”. Estos versículos indican que la ley procedía de la boca de Dios. Como Palabra viva de Dios, la ley es el aliento divino, el aliento mismo de Dios.
Además, si deseamos que la ley opere en nosotros como Su palabra viva, debemos ser los que buscan a Dios con amor, aquellos que lo persiguen por amor. Si no consideramos la ley de Dios como Su aliento ni lo buscamos con amor, no experimentaremos la función positiva de la ley. Podemos leer acerca de la ley, pero no recibiremos el suministro de lo que Dios es por ésta, ni operará en nosotros positivamente. En otras palabras, no experimentaremos la función de la ley de Dios como Su palabra viva.
Supongamos que usted desea usar un aparato eléctrico. Para funcionar, éste debe de estar conectado al enchufe eléctrico. Sería insensato esperar que un aparato funcione sin estar enchufado. Cuando la electricidad entra en el aparato, lo hace funcionar. Además, usted debe estar pendiente del aparato. Usted no debe prenderlo e irse a dormir, esperando que funcionará por sí solo. Del mismo modo, si deseamos que la Palabra de Dios funcione correctamente en nuestra experiencia, debemos estar “conectados” a la corriente divina. Esto se logra al inhalar la Palabra como el aliento de Dios. Tampoco debemos estar dormidos ni indiferentes. Debemos buscar sinceramente a Dios. Entonces la Palabra de Dios operará en nosotros.
Cuando hablamos de la función de la ley como de la palabra viva de Dios, en realidad estamos hablando de la función u operación de Dios mismo. La función de la Palabra de Dios es la operación de Dios. Puesto que la Palabra de Dios es Su aliento, es uno con Dios. Así como no se puede separar el aliento de una persona viva de la persona misma, tampoco podemos separar la Palabra de Dios de El mismo. Este es el error que cometen muchos judíos al leer el Antiguo Testamento y muchos cristianos al leer la Biblia. Leen las Escrituras y las estudian, pero al hacerlo no tienen contacto directo con Dios. El resultado es que en sus manos la Biblia se convierte en un libro de letras muertas.
En Juan 5:39 y 40, el Señor Jesús le dijo a los fariseos: “Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí. Pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida”. Los antiguos religiosos escudriñaban las Escrituras, pero las separaban del Señor y no querían venir a El y recibir vida eterna. La vida eterna está en Cristo. Si leemos la Biblia sin tener contacto con El, no recibiremos vida. Entonces en nuestra experiencia, la Biblia será un libro de letras muertas. La vida es una Persona viva, Cristo mismo. No debemos separar las Escrituras de esta Persona viva. Las funciones de la ley como palabra viva de Dios en realidad son el mover y la obra de Dios mismo.
Como palabra viva de Dios, la ley ilumina al hombre (Sal. 119:105). Sólo Dios es luz (1 Jn. 1:5). De por sí, las letras impresas de la Biblia no son luz y no nos brindan luz. Cuando mucho, las letras de la Biblia nos pueden proporcionar conocimiento. La luz proviene únicamente de Dios. Por consiguiente, si deseamos recibir luz de la Palabra de Dios debemos tener contacto con Dios mientras la leemos. Esto indica que la función de la Palabra de Dios es la función de Dios mismo, Su obra. Por esta razón, no queremos formar una teología sistemática basándonos en la Biblia. Nuestra meta es disfrutar la Palabra con sus funciones vivas.
No cabe duda de que al leer la Biblia, debemos usar nuestra mente para entender las palabras y la terminología de las Escrituras. Podemos pasar horas estudiando una sola palabra usando libros de referencia y concordancias. En mi experiencia, puedo testificar que este estudio es agotador para el alma. A veces incluso sofoca el espíritu. No obstante, esta clase de estudio de la Palabra de Dios es inútil si nuestra meta consiste en experimentar y disfrutar las funciones vivas de ésta. Por una parte, debemos ser estudiar las Escrituras. Por otra, debemos olvidarnos del estudio y usar nuestro espíritu a fin de orar con la Palabra y acerca de ella, buscando tener contacto con el Señor. Si tenemos contacto con el Señor al orar con la Palabra, recibiremos vida. Entonces no será letras muertas, pues mediante el ejercicio de nuestro espíritu, tocaremos Aquel que es viviente en la Palabra.
Antes de venir a ministrar la Palabra a los santos, debo pasar mucho tiempo teniendo comunión con el Señor de esta manera. De otro modo, no tendré vida que compartir. Me preparo para un mensaje no solamente al estudiar la Palabra, sino al inhalar al Señor y al orar, alabar y dar gracias al Señor. En mi oración al Señor, no me preocupa el idioma, la gramática, o la composición de las frases. Mi único deseo es declararle algo al Señor a fin de tener contacto con El de manera viva. Si nos preocupa la composición de nuestras oraciones, nuestro espíritu se debilitará. Pero si olvidamos la composición y ejercitamos nuestro espíritu en oración, contactaremos Aquel que es viviente.
Debemos acudir continuamente a la Palabra con el propósito de ser nutridos y refrescados. Esto lo expresa un himno acerca de alimentarse de la Palabra:
Mi corazón tiene hambre, Señor; Vengo a Ti a buscar provisión; Te necesito, no hay otro igual, Hambre y sed Tú las puedes saciar.
Nútreme Cristo, dame a beber, Sacia mi hambre, toda mi sed; Gozo me das, fortaleza también, Sacia mi hambre, toda mi sed.
Himnos: #343
Si acudimos a la Biblia como nos dice este himno, seremos nutridos y refrescados. No obstante, a menudo no acudimos a la Palabra de esta manera. No oramos ni tratamos de tener contacto con el Señor. Por el contrario, sólo leemos las palabras de la Biblia con nuestros ojos e intentamos entenderlas con nuestra mente. No tenemos el corazón ni el espíritu para tener contacto con el Señor. En este caso, cuanto más leemos la Palabra, más nos agotamos. Debemos ejercitar nuestro espíritu al leer la Palabra, y debemos aspirar a tener contacto con el Señor. El Salmo 119 está lleno de este deseo. Esta fue la razón por la cual el salmista sentía que la ley era la palabra viva de Dios. Su manera de tener contacto con la Palabra de Dios y con El era ejercitar todo su ser como expresión de su sentimiento íntimo y de su anhelo profundo. Mientras él leía la Palabra, él clamaba a Dios, buscándolo sinceramente.
Mientras leemos la Palabra de Dios, no debemos orar solamente, sino también cantar al Señor. Esto significa leer la Palabra al salmodiar (antiguamente los salmos eran cantados y no solamente leídos o hablados). La oración requiere más ejercicio del espíritu que el hablar, y el cantar requiere aún más ejercicio que la oración. Al cantar podemos entrar verdaderamente en nuestro espíritu. Necesitamos cantar más, tanto en las reuniones como en nuestra vida cotidiana.
Veamos el coro de un himno muy conocido (Nacidos del Espíritu, #151):
Esta es mi historia y mi canción, Siempre alabando al Salvador. Esta es mi historia y mi canción, Siempre alabando al Salvador.
Muchos cristianos han cantado este himno, pero pocos alaban a su Señor todo el día. ¿Qué cree que pasaría si alabáramos constantemente al Señor? Indudablemente, estaríamos totalmente sumergidos en el Señor.
Efesios 6:17-18 dice: “Y recibid el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu”. Aquí Pablo no nos pide que hagamos dos cosas diferentes: recibir la palabra de Dios y también orar. Por el contrario, como lo indica claramente la construcción gramatical, él nos exhorta a recibir la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios, con toda oración y petición. Estos versículos se refieren a orar-leer, a la práctica de recibir la Palabra de Dios con toda oración. ¿Cómo podríamos recibir la Palabra con toda oración si no orásemos con ella y acerca de ella? Obviamente recibir la Palabra con oración requiere que la oremos.
A menudo hemos hablado del orar-leer, pero no hemos recalcado adecuadamente el asunto de orar en todo tiempo en el espíritu. 1 Tesalonicenses 5:17 dice: “Orad sin cesar”. Debemos orar en todo tiempo aun cuando estemos a punto de enojarnos con nuestra esposa o marido o de chismosear acerca de los santos. Si oramos en ese momento, nuestra oración matará lo negativo. Orar es la mejor manera de parar nuestra lengua chismosa.
En Efesios 6:18, Pablo habla de la oración y también de la petición. La oración es general, mientras que la petición es particular. No debemos tener solamente momentos de oración, sino que debemos orar en todo tiempo. Si está a punto de discutir con su esposa o esposo. ¡Ore! Si está a punto de perder su calma. ¡Ore! Si está a punto de criticar a alguien. ¡Ore! Ore en todo tiempo. Ore sin preocuparse por el lugar en que usted esté o lo que esté haciendo. Ore todo el tiempo en el espíritu y eso matará todos los “gérmenes” y las “plagas” y traerá el rico suministro del alimento divino. Es crucial recibir la Palabra con toda oración y petición, orando en todo tiempo en el espíritu.
En Efesios 5:18 y 19, Pablo nos exhorta a ser “llenos en el espíritu, hablando unos a otros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando al Señor en vuestros corazones”. No sólo debemos orar, sino también cantar y salmodiar. Los cristianos en la época de Pablo probablemente cantaban los salmos del Antiguo Testamento, y quizá usaban ciertas melodías judías. Hoy en día debemos orar-leer, cantar-leer, e incluso salmodiar-leer. Debemos salmodiar los versículos de la Biblia. Cantar la Palabra es más inspirante que simplemente leerla. Salmodiar es una clase de cántico que incluye la meditación. Cantar en sí no incluye mucha meditación, pero cuando salmodiamos, meditamos acerca de la Palabra. En ese momento, podemos adorar al Señor, tener comunión con El, y reflexionar en la presencia del Señor. Esta es la manera de recibir alimento de ella. Al tomar la Biblia de esta manera, recibimos las riquezas de Dios por medio de la Palabra. Entonces la Palabra escrita se convierte en el canal por el cual las riquezas de Dios son transmitidas a nosotros. Pero si deseamos recibir estas riquezas, debemos tener un contacto viviente, orgánico y dinámico con Dios cuando tocamos la Palabra de Dios.
Si rebosamos en el espíritu, daremos gracias al Señor y haremos todas las cosas en Su nombre. Durante años, no podía entender lo que significaba hacer todo en el nombre del Señor. Por supuesto, me dijeron que esto significaba hacer todas las cosas en unidad con El. No obstante, esto era principalmente una doctrina, y no algo práctico. Ahora veo que cuando tenemos contacto con el Señor de manera viva, orando, cantando, salmodiando y dando gracias, somos saturados con el Señor y somos uno con El. Luego haremos todas las cosas en el nombre del Señor.
Según Efesios 5, la sumisión de una esposa a su marido y el amor de un marido por su esposa son el resultado de estar llenos en el espíritu. Una esposa no necesita esforzarse para someterse a su marido ni un marido para amar a su esposa. En nosotros mismos, no podemos cumplir estos requisitos. Las mujeres deben someterse a sus maridos y los maridos deben amar a sus mujeres llenándose en el espíritu, cantando, salmodiando y dando gracias al Señor. Un hermano que tenga esta práctica estará saturado con el Señor y amará automáticamente a su esposa, sin importar la manera en que ella lo trate.
Durante los años 1969 al 1971, muchos santos de Los Angeles cantaban y alababan al Señor en su vida diaria. En aquellos días, muchas familias vivían cerca del local de reunión, y a menudo se podía escuchar cuando cantaban, oraban-leían y alababan en las casas. Estos cánticos y alabanzas fueron llevados a las reuniones. Las reuniones empezaban mucho antes de la hora prevista. A menudo una reunión empezaba mientras cantaban y alababan de camino a la reunión. En realidad, las reuniones empezaban temprano en el día, mientras los santos tenían contacto con el Señor cantando, orando-leyendo, y alabando. Desde hace unos años, nuestra tendencia ha sido de regresar a las costumbres de la religión tradicional. Tal vez leamos la Palabra y oremos y vayamos a la reunión a la hora prevista, pero nos hace falta una vida diaria espontánea en el espíritu. No obstante, en aquellos años, los santos vivían de esta manera.
Efesios 5:20 habla de dar gracias en todo tiempo, y 6:18, de orar en todo tiempo. No debemos orar solamente algunas veces, sino en todo tiempo. Además, debemos dar gracias a Dios en todo tiempo y por todas las cosas. Esta es la manera de recibir la Palabra de Dios.
La Palabra de Dios no es simplemente letras impresas, sino el aliento de Dios, incluso la respiración de Dios. En realidad sólo cuando tenemos un contacto continuo, personal, viviente, e íntimo con el Señor todo el día vivimos respirándole a El. Nuestra vida física depende de la respiración. Cuando una persona deja de respirar, muere. Del mismo modo, vivimos a Cristo respirándole a El.
Sin embargo, ¿dónde está Cristo para que lo inhalemos? El está en el Espíritu, y éste a su vez está corporificado en la Palabra. Cuando venimos a la Palabra con vida, respirando al Señor y no solamente anlizando la Biblia, estamos conectados orgánicamente con El. Entonces todo lo que El es, Su vida y Sus riquezas, será transmitido a nosotros. Como resultado, en nuestra vida cotidiana, somos saturados con El y llegamos a ser uno. Por ser uno con El de esta manera, haremos todo en El.
En este mensaje, mi carga se relaciona con este asunto crucial: en cuanto a la ley de Dios, los salmistas se presentaban al Señor, consideraban la ley como la palabra viva de Dios, y tenían contacto con Dios mismo. Los salmos están llenos de un espíritu de oración, llenos de anhelo y clamor a Dios. En sus oraciones y en su salmodia, los salmistas meditaban en la Palabra de Dios. Automáticamente el elemento de Dios se infundía en ellos, y estaban llenos e invadidos con el. Para ellos, la ley no era solamente unos requisitos, mandamientos y regulaciones, sino un medio por el cual podían recibir el suministro de vida divino. Por buscar al Señor con amor, los salmistas estaban saturados con la persona divina. Entonces lo hacían todo en el nombre de Dios. A través de todo esto, ellos llegaron a ser uno con Dios y experimentaron el operar de Su Palabra.
Todas las funciones de la Palabra constituyen el obrar de una persona viva. Por ejemplo, la Palabra nos consuela, nos fortalece y nos levanta. Esto es Dios mismo obrando mientras nos levanta, nos consuela, nos fortalece y nos llena. Todas las funciones de la ley como la palabra viva de Dios que se revelan en Salmos 119, son los hechos y la obra de una persona viva. Pero si no tenemos contacto con el Señor al leer la Palabra, ésta no funcionará de esta manera en nuestra experiencia. De hecho, no es la Palabra la que tiene estas funciones, sino Dios mismo que opera de cierta manera. Tenemos contacto con Aquel que es viviente por medio de la Palabra y somos infundidos y saturados con El a fin de que El sea nuestra vida y nuestro mismo ser. En nuestra experiencia, El opera para darnos vida y luz y para levantarnos, fortalecernos, y consolarnos.
Las reuniones de la iglesia deben ser la continuación de nuestra vida cotidiana. Debemos cantar y alabar en nuestra vida diaria y luego seguir cantando y alabando en las reuniones. Pero si alabamos al Señor en las reuniones sin hacerlo en nuestra vida diaria, nuestras reuniones serán una exhibición, y nosotros unos actores. Debemos llegar a las reuniones no para desempeñar un papel sino para expresar lo que somos en nuestra vida diaria.
Hace poco hemos señalado que vivir a Cristo día tras día significa orar en todo lo que hacemos. Orar sin cesar significa inhalar continuamente al Señor. Debemos orar todo el tiempo al comer, al vestirnos, al hablar con otros, y en todos los detalles de nuestro vivir cotidiano. Según Efesios, debemos dar gracias en todo tiempo y orar en todo tiempo. Entonces haremos todo en el nombre del Señor. Esto es vivir a Cristo. Colosenses 3:17 dice: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de El”. Si queremos hacer todo en el nombre del Señor, debemos cantar, salmodiar, alabar y dar gracias continuamente.
También debemos unirnos al Dios Triuno por medio de la Palabra. Por medio de la Palabra podemos tener contacto con el Señor y recibir Su suministro. Si usted no usa la Palabra, le resultará difícil orar o alabar. No obstante, es fácil orar y alabar cuando usamos la Biblia. Use los versículos bíblicos para orar, alabar, cantar y salmodiar. Mediante esta práctica, usted será saturado con el Dios Triuno. Entonces hará todo en el nombre del Señor. Mientras cantamos y salmodiamos la Palabra, el Dios Triuno es introducido en nosotros, y nosotros en El. Esto permitirá que la Palabra opere en nosotros.
Colosenses 3:16 dice: “La palabra de Cristo more ricamente en vosotros”. La palabra griega traducida por morar significa habitar. La palabra debe ser una persona ya que mora en nosotros. Algo que no vive no puede habitar en nosotros. Un organismo vivo es lo único que puede morar en nosotros. El hecho de que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros significa que se sumerge y está asimilada en nuestro ser interior.
En Colosenses 3:16, la palabra ricamente modifica morar, o habitar. Cuando la palabra de Cristo mora ricamente en nosotros, ésta se sumerge en cada parte de nuestro ser interior, saturándolo. Cristo es inescrutablemente rico, y Sus riquezas están corporificadas en Su Palabra. Por tanto, cuando la Palabra mora en nosotros, vive en nosotros y se mueve en nosotros, nos satura con Sus riquezas.
La manera de dejar que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros con toda sabiduría, enseñándonos y exhortándonos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en nuestros corazones a Dios (Col. 3:16). No solamente debemos leer la Biblia, sino que también debemos orar, cantar y salmodiarla e incluso dar gracias a Dios con ella. Al tomar la Palabra de Dios de esta manera, Dios operará por medio de ésta.
En los salmos 119 y 19, vemos por lo menos veintiséis funciones de la ley de Dios como palabra viva para aquellos que lo buscan con amor. Ya hemos dicho que la Palabra de Dios nos da luz; también da vida (119:25, 50, 107, 154). Si usted lee el salmo 119 detenidamente, se dará cuenta de que se usa mucho la palabra vivificar. La palabra hebrea traducida vivificar significa dar vida. La Palabra de Dios nos da luz; luego nos vivifica, nos da vida. Por consiguiente, vivimos por la Palabra viviente, es decir, vivimos por Dios mismo.
La Palabra de Dios tiene otra función: restaura el alma del hombre y regocija su corazón (Sal. 19:7-8). No solamente debemos ser vivificados por la Palabra, sino también restaurados por ella, particularmente cuando estamos deprimidos u oprimidos. Después de un día de trabajo, usted quizá esté oprimido por Satanás y necesite restauración. Al regresar a su casa, lea, ore y cante la Palabra. Usted encontrará que la Palabra restaurará su alma y regocijará su corazón.
La Palabra de Dios nos trae también salvación (Sal. 119:41, 170). Necesitamos la salvación cada día, aun a cada momento. La Palabra viviente de Dios nos trae la salvación instantánea y constante de Dios.
La Palabra de Dios nos fortalece (v. 28), nos consuela (v. 76) y nos nutre (v. 103). El salmista dijo que la palabra de Dios era dulce a su paladar, más dulce que la miel a su boca. Esto indica que él era nutrido por la Palabra.
Mientras la Palabra de Dios nos nutre, nos levanta. La Palabra nos sostiene. También nos mantiene a salvo y nos da esperanza (vs. 116-117, 49). Cuando experimentamos la función de la Palabra viva, no quedaremos sin esperanza. Por el contrario, tendremos esperanza en todas las cosas. En Filipenses 1:20, Pablo pudo hablar de su anhelo y esperanza.
La Palabra de Dios también nos hace disfrutar a Dios como nuestra porción (v. 57). Si queremos disfrutar a Cristo como nuestra porción en la Palabra, no debemos estudiar simplemente la Palabra, sino también recibirla de una manera viva al orar, cantar, salmodiar y dar gracias.
La Palabra nos hace disfrutar la presencia de Dios (v. 58), y el resplandor de Su rostro (v. 135). Mientras los hijos de Israel estaban con temor y temblor al pie del monte Sinaí, Moisés estaba en la cima del monte disfrutando del resplandor de la presencia del Señor. Nuestra situación debe ser como la de Moisés en la cumbre del monte, y no como la de los hijos de Israel al pie de la montaña. Debemos estar en la cumbre del monte bajo el resplandor del rostro de Dios.
La Palabra nos hace disfrutar a Dios como nuestro escondite y escudo (v. 114) y también nos hace disfrutar la ayuda de Dios y Su buen trato (vs. 175, 65). En todos aspectos, Dios nos trata bien. Su cuidado amplio; El satisface todas nuestras necesidades. Aún Su reprensión es un aspecto del buen trato que nos da. Si entramos en Su Palabra de una manera viva, disfrutaremos del buen trato que El nos da.
Salmos 119:98 dice: “Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos”, y el versículo 99 añade: “Más que todos mis enseñadores he entendido, porque tus testimonios son mi meditación”. Estos versículos indican que la Palabra de Dios nos hace sabios. Cuanto más entramos en la Palabra, más sabios nos hacemos.
La Palabra de Dios también nos da un buen discernimiento y conocimiento (v. 66). Muchos cristianos contemporáneos carecen de discernimiento. Se parecen a los que no pueden discernir entre su pulgar y sus dedos. Necesitamos mucho discernimiento. La Palabra de Dios nos da el discernimiento y el conocimiento que necesitamos.
El versículo 11 dice: “En mi corazón he guardado sus dichos, para no pecar contra ti”. Según este versículo, la Palabra de Dios evita que pequemos. La Palabra también evita que caigamos en caminos malignos (v. 101).
La Palabra de Dios también evita que tropecemos (v. 165), afirma nuestros pasos, y nos permite vencer la iniquidad (v. 133). Ningún pecado nos dominará. Por el contrario, conquistaremos todas las cosas malignas, pues la Palabra de Dios hará de nosotros conquistadores, es decir, vencedores.