Mensaje 69
Lectura bíblica: Éx. 22:28-31; 23:14-19
La Biblia es un libro de mucha dulzura. Tenemos un dulce sentir cuando leemos las numerosas porciones de la Palabra. Salmos 119:103 declara: “¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras!” No obstante, cuando leemos Exodo 21:7—23:19, es posible que no sintamos ninguna dulzura. ¿Le pareció dulce esta porción de Exodo la última vez que usted la leyó? Si indagamos profundamente estos capítulos y tocamos el espíritu con el cual fueron escritos, nos daremos cuenta de que esta parte de la palabra también es muy dulce.
La Biblia no sólo fue inspirada por el Espíritu, sino que fue escrita con un espíritu particular. Esto lo vemos claramente en las leyes y ordenanzas del Antiguo Testamento. La gente habla del espíritu de la ley incluso en el caso de la ley secular de un país. ¡Con más razón se encuentra un espíritu particular en la ley de ordenanzas que promulgó Dios! Si estudiamos cuidadosamente del 21:7—23:19, sentiremos algo dulce. Es fácil tocar el cuerpo de la palabra exteriormente, pero es más difícil tocar el espíritu de la Biblia internamente. Leer solamente las letras impresas equivale a tocar el cuerpo de la Palabra. Debemos profundizar y tocar el espíritu de la Palabra.
La Biblia en su conjunto fue revelada por Dios conforme a Su economía. Sin embargo, vemos que la revelación divina, particularmente en el Antiguo Testamento es dada conforme a la situación del pueblo. Por ejemplo, cuando leí el libro de Exodo en mi juventud, me molestaba el hecho de que Dios en Su ley no abolió la esclavitud. También me preguntaba por qué los esclavos no tenían los mismos derechos que las personas libres. Me preguntaba por qué la ley que Dios dio y todas las ordenanzas que El promulgó todavía permitían desigualdades. Vemos que si el ganado mataba a un esclavo, el dueño tenía que pagar una cantidad menor que si el ganado hubiese matado a un hombre libre (21:28-32). Esto indica que un esclavo no tenía los mismos derechos que un hombre libre. Algunos tal vez duden que las ordenanzas fueran dadas por Dios. Quizás las considere simplemente como las propias ideas de Moisés. No obstante, 21:1 declara claramente: “Estas son las leyes que les propondrás”. Todas las ordenanzas de los capítulos veintiuno al veintitrés fueron escritas por Moisés conforme al dictado de Dios. Por consiguiente, no fueron ideadas por él. Por esta razón, no podemos desecharlas diciendo que sólo son la antigua manera de pensar. Puesto que estas ordenanzas fueron dictadas por Dios, quizas nos preguntemos por qué se permitía la esclavitud. Estas preguntas nos recuerdan que no es fácil entender la Biblia. Si queremos entender la Biblia, debemos conocer el corazón de Dios, también Su economía, propósito y plan.
Las leyes y ordenanzas de Dios en la Biblia están escritas de una manera muy distinta a las leyes escritas por el hombre. A menudo los hombres intentan escribir algo clásico cuando elaboran una ley. Incluso, un abogado intentará redacta los casos de forma clásica. No obstante, los capítulos veintiuno al veintitrés de Exodo no fueron escritos de una manera clásica.
Al leer estos capítulos, nos puede parecer que las ordenanzas están acomodadas de una manera bastante diferente. Por ejemplo, 21:15 afirma que aquel que hiriere a su padre o a su madre morirá. Luego el versículo dieciséis declara que el que le robe a una persona moriría. No obstante, el versículo 17 habla de alguien que maldice a su padre o a su madre y que muere por esta ofensa. ¿Por qué los versículos 15 y 17 no van juntos? ¿por qué se encuentra el versículo 16 entre ellos? Si hubiéramos escrito este capítulo, probablemente hubiesemos puesto el 15 y el 17 juntos, y luego el versículo 16. Pero Dios insertó un versículo que no tiene nada que ver con los padres y lo puso entre los versículos que hablan respectivamente de herir a uno de sus padres o de maldecirlos. Ciertamente, este arreglo tiene un propósito divino.
Creemos que toda la Biblia es el aliento de Dios. Si queremos apreciar correctamente Exodo 21 al 23, debemos tocar las profundidades de estos capítulos y sentir el espíritu con el cual fueron escritos. Como vemos, el espíritu aquí es maravilloso. Ninguna ley humana de ninguna nación o sociedad fue escrita con el espíritu que encontramos aquí. ¡Cuán dulce es el espíritu con el cual fueron compuestas las ordenanzas de Dios!
Hemos visto que los seis primeros versículos del capítulo veintiuno, la primera entre las numerosas ordenanzas acerca de la relación del hombre con los demás, están relacionados con el cautiverio. La composición de estos versículos no es clásica. Además, según el concepto humano, estos versículos no son verdaderamente lógicos en su arreglo. Pero el espíritu de ellos es muy dulce. Hemos mencionado que cuando un esclavo tenía la oportunidad de quedar libre, él podía decir: “yo quiero a mi amo, mi esposa, y mis hijos. No saldré libre”. ¡Qué espíritu más dulce! En Su palabra, Dios no se preocupa por el estilo clásico de los escritos. Por el contrario, El se interesa en la dulzura del espíritu.
En 21:1-6, podemos ver el espíritu de un esclavo, su amor, su obediencia, y también su vida. ¡Cuán dulce es esta ordenanza acerca del cautiverio! No creo que podamos sentir dulzura en ninguna ley humana que leemos. No obstante, si consideramos cuidadosamente todas las ordenanzas de los capítulos veintiúno al veintitrés, nos daremos cuenta de que cada ordenanza es dulce, por ejemplo, 23:4 declara: “Si encontrares el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo”. En lugar de devolver a un animal que pertenece a un enemigo, podemos tener la tentación de alabar al Señor por ejercer Su juicio sobre nuestro enemigo y por justificarnos. Pero según esta ordenanza, un israelita debía devolver un buey o asno que se le perdiera a su enemigo. Además, según 23:5, si un israelita veía a un asno cayéndose por su carga y que pertenecía a su enemigo, el israelita debía dejar lo que él estaba haciendo y liberar al animal de su carga. El no podía poner de excusa que estaba demasiado ocupado. El tenía que dejar a un lado su propia carga para liberar al asno de la suya, aunque pertenecía a una persona que lo aborrecía.
El Nuevo Testamento nos enseña a amar a nuestros enemigos (Mt. 5:44). Pero este mandamiento no es tan dulce en espíritu como las ordenanzas en 23:4-5. Conforme a estas ordenanzas, por una parte, un israelita debía devolver un buey o un asno que pertenecía a su enemigo; por otra parte, él debía laborar con el que lo odiaba para liberar al asno de su carga pesada. En estos asuntos, un israelita tenía que tratar personalmente con su enemigo. Yo sé de hermanos que han ayudado financieramente a sus enemigos, pero que no los visitarían. No obstante, según las ordenanzas que vemos aquí, un israelita debía devolver personalmente el animal perdido a su enemigo. Cuanto más consideramos estas ordenanzas, más nos damos cuenta de la dulzura de espíritu en el cual fueron escritas. ¿Quién habría pensado que las leyes de una nación fueron escritas con este espíritu? Las leyes de Dios no fueron escritas según la sabiduría del hombre. Por el contrario, fueron dictadas por Dios en Su sabiduría.
Como lo hemos indicado, las ordenanzas en el capítulo veintiuno al veintitrés, así como la ordenanza en cuanto a la adoración al final del capítulo veinte, proporcionan detalles de los Diez Mandamientos. A veces se le añaden detalles a los mandamiento. Hemos mencionado que la ordenanza acerca de la adoración de Dios en el capítulo veinte son los detalles del segundo y tercer mandamiento. Además, algunas ordenanzas complementan los mandamientos. Consideremos ahora las diversas ordenanzas de la ley en 21:7—23:19.
En 21:12-14, 18-32, tenemos detalles relacionados con el mandamiento que prohibe matar. Al leer estos versículos, debemos observar con qué espíritu éstos fueron escritos. El versículo 12 dice: “El que hiriere a alguno, haciendole así morir, él morirá”. No obstante, según el versículo 13, si un hombre mata a otro por accidente, él puede huir a un lugar de refugio: “Mas el que no pretendía herirlo, sino que Dios lo puso en sus manos, entonces yo te señalaré lugar al cual ha de huir”. Esto se aplica a una persona que mata a otra por accidente, sin ninguna intención de hacerlo. Incluso, el versículo 13 indica que el herido fue puesto en las manos de otra persona por Dios. La persona murió porque Dios lo decidió así, y no por culpa de otro israelita que quiso matarlo. Por consiguiente, Dios no culparía al que mata a otro por accidente. Por el contrario, vemos en Números 35 que había ciudades de refugio en lugares estratégicos del país de Canaán, y una persona podía huir allí. En el versículo 13, vemos claramente la dulzura de la ley divina al proporcionar un refugio.
El versículo 14 continúa: “Pero si alguno se ensoberbeciere contra su prójimo y lo matare con alevosía, de mi altar lo quitarás para que muera”. Esto significa que si un israelita mataba a su prójimo con alevosía, él no podía encontrar refugio aun cuando él corriera al altar y tocara los cuernos del altar. Esta persona debía ser separada del altar de Dios y darle muerte.
En estos capítulos, las ordenanzas tienen un significado espiritual. Por ejemplo, la ciudad de refugio tipifica a Cristo. En Su humanidad, Cristo llegó a ser una ciudad de refugio para nosotros. Podemos huir hacia El como nuestro refugio porque, a los ojos de Dios, lo que hayamos hecho puede ser considerado como un error. Por consiguiente, tenemos el derecho de huir hacia Cristo como nuestra ciudad de refugio.
En 21:15 y 17, vemos detalles relacionados con el quinto mandamiento, el mandamiento de honrar al padre y a la madre. El versículo 15 dice: “El que hiriere a su padre o a su madre, morirá”. El versículo 17 continúa: “Igualmente el que maldijere a su padre o a su madre, morirá”. Puede ser que no hayamos herido a nuestros padres ni los hayamos maldecido; no obstante, algunos quizá maldijeron a sus padres, dentro de su corazón.
En 22:1-6, vemos muchos detalles relacionados con el mandamiento que prohibe robar. Todos estos detalles son dulces. Estos versículos revelan también que a pesar de ser grande, Dios presta mucha atención a los detalles.
En Exodo 22:7-15, los detalles del mandamiento que prohiben la codicia, indican que ésta es un asunto de avaricia. No es fácil ser puro en cuanto a bienes que pertenecen a otros y que se le ponen a su cargo durante algún tiempo. Conozco una persona a quien le pidieron que cuidara un diamante. El cambió el diamante auténtico por un diamante falso, guardó el verdadero, y le dio el falso al dueño. El motivo de este intercambio ilícito fue la avaricia. Por avaricia, los niños intercambian cuadernos en la escuela o pedazos de pasteles en la casa. Desean un libro más nuevo o un pedazo de pastel más grande e intercambian sin que la otra persona se dé cuenta. Esto no es solamente codicia, sino también robo. El robo es motivado por la codicia. Sin codicia, no habría robo. En estos versículos, el robo y la codicia se mencionan juntos, pues es difícil separarlos. No obstante, aún en las ordenanzas relacionadas con el robo y la codicia, el espíritu y el saborque percibimos son dulces.
En 22:16-17 y 19 vemos detalles relacionados con el mandamiento que prohibe el adulterio.
En 23:1-3, 6-8 encontramos detalles relacionados con el mandamiento que concierne al falso testimonio. Sin estos detalles, este mandamiento no nos quedaría claro. Exodo 23:1 afirma: “No admitirás falso rumor. No te concertarás con el impío para ser testigo falso”.
Tal vez pensemos que las ordenanzas en 23:12-13 se refieren a la relación del hombre con Dios en lugar de la relación del hombre con los demás. Sin lugar a dudas, el cuarto mandamiento, acerca de guardar el sábado, está relacionado con Dios. Pero los detalles acerca de este mandamiento en 23:12-13 están relacionados con el hombre. El versículo 12 dice: “Seis días trabajarás, y al séptimo día reposarás, para que descanse tu buey y tu asno, y tome refrigerio el hijo de tu sierva, y el extranjero”. Aquí vemos que guardar el sábado no sólo incluy nuestra relación con Dios, sino también nuestra relación con los demás. Un israelita debía guardar el sábado para que el hijo de su siervo y los forasteros descansasen y fuesen refrescados. Por consiguiente, guardar el sábado se relaciona con el Señor y también con los esclavos y forasteros. Además, conforme a este versículo, Dios se preocupa aun por el descanso del buey y del asno. Vemos nuevamente la dulzura de las ordenanzas de Dios ¡Dios se preocupa aun por los asnos y los bueyes! Por consiguiente, guardar el sábado se relaciona tanto con el hombre como con las bestias. Dios se preocupa por el descanso y refrigerio de los hombres y de los animales.
En los capítulos veintiuno al veintitrés, también tenemos suplementos de la ley. En 21:7-11, vemos una porción suplementaria acerca de las siervas.
Exodo 21:16 dice: “Asimismo el que robare una persona y la vendiere, o si fuese hallada en sus manos, morirá”. Hemos mencionado que esta ordenanza se encuentra entre dos versículos que hablan respectivamente de herir a uno de los padres y de maldecirlo. ¿Cuál es la razón por la que se añade esto? Antiguamente el propósito de secuestrar a una persona era venderla como esclavo. Quizá los que robaban a la gente con el propósito de venderlos eran también aquellos que no honraban a sus propios padres. Esto significa que un secuestrador no honra a sus padres. Herir a los padres, maldecirlos y robar una persona eran crímenes dignos de muerte. El acto es diferente, pero las consecuencias son idénticas.
Los que hieren a sus padres o los maldicen y los que secuestran a la gente carecen de afecto humano. ¿Por qué alguien heriría a sus padres o los maldeciría? Simplemente por no tener ningún afecto humano por ellos. Del mismo modo, una persona que roba a otra carece de afecto humano. Lo vemos particularmente cuando consideramos el hecho de que antiguamente se secuestraban mayormente a los niños. Todo aquel que hace esto es una persona sin afecto humano. Esta puede ser la razón por la cual la ordenanza acerca del secuestro se encuentra entre dos ordenanzas relacionadas con honrar a los padres.
En 21:33-36, existen ordenanzas acerca del gran daño causado al ganado y por el ganado. Por ejemplo, vemos una ordenanza relacionada con un buey que cae en un hoyo y también acerca de un buey que hiere a otro buey.
Exodo 22:21 dice: “Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en tierra de Egipto”. En los versículos 22 al 24, vemos una ordenanza acerca de las viudas y de los huérfanos. El versículo 22 dice: “A ninguna viuda ni huérfano afligiréis”. Según Exodo 22:25-27, un israelita no debía ser un logrero para con un pobre. El versículo 25 dice: “Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura”. Todas estas ordenanzas están llenas de dulzura. El espíritu de la ley de Dios es tierno y afectuoso, lleno de cuidado por los extranjeros, viudas, huérfanos, y los pobres. Exodo 23:9 afirma acerca de los extranjeros: “Y no angustiarás al extranjero; porque vosotros sabéis cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”. Si yo hubiera sido un extranjero entre los hijos de Israel, habría sido conmovido por esta ordenanza. Hasta habría llorado por la dulzura y la ternura que emanan de la ley de Dios. Un extranjero podía decir: “Aunque me encuentro lejos de mi tierra y soy un extranjero entre esta gente, hay una ordenanza que me cuida. ¡Cuán dulce es eso!” Las ordenanzas acerca de las viudas, los huérfanos, y los pobres son muy afectuosas.
Como dijimos, en 23:4 y 5, vemos ordenanzas acerca de la ayuda que uno debe prestar a su propio enemigo. Este es un buen ejemplo de la dulzura de la ley de Dios.
Exodo 23:10 y 11 declaran: “Seis años sembrarás tu tierra, y recogerás su cosecha; mas el séptimo año la dejarás libre, para que coman los pobres de tu pueblo; y de lo que quedare comerán las bestias del campo; así harás con tu viña y con tu olivar”. Aquí vemos que debía haber un año sabático para el beneficio de los pobres. En el séptimo año, los hijos de Israel no debían trabajar la tierra. No debían labrar, sembrar, ni cosechar. No obstante, la tierra podía producir fruto, pero el producto debía ser para los pobres. Indudablemente, los pobres entre el pueblo de Dios fueron profundamente impresionados por esta ordenanza, quizá fueron conmovidos hasta al punto de llorar por la ternura y la dulzura de la ley de Dios.
La ordenanza acerca de un año sabático para la tierra constituía una prueba para muchos israelitas. Primero, fue una prueba para los que regularmente trabajaban la tierra. Además, fue una prueba para los vecinos. Quizás si alguien dejaba descansar la tierra, su vecino tomaba el producto de ella. En su avaricia, tal vez el vecino no permitiría que el producto fuese a los que verdaderamente eran pobres. En el libro de Rut vemos que según la ordenanza de la ley, se permitía a los pobres juntar las espigas. Dios mandó que Su pueblo dejara las espigas en el campo en el tiempo de cosecha para beneficio de los pobres. Estas espigas representaban lo mismo que las migajas debajo de la mesa en Mateo 15 y el producto del séptimo año en Exodo 23. Tanto las migajas como el producto del séptimo año tipifican a Cristo para los pobres pecadores.
Según los primeros dos mandamientos, el hombre no debía tener otros dioses y no debía adorar imágenes. En 22:18 y 20 y 23:13, vemos más detalles agregados a estos mandamientos. Según 22:18, “A la hechicera no dejarás que viva”. No se debe practicar la brujería para no tener contacto con los demonios. El versículo 20 continúa: “El que ofreciere sacrificio a dioses excepto solamente a Jehová, será muerto”. Los sacrificios a los ídolos estaban estrictamente prohibidos. Además, según 23:13, ni siquiera se debe mencionar el nombre de otros dioses: “Y todo lo que os he dicho, guardadlo. Y nombre de otros dioses no mentaréis, ni se oirá de vuestra boca”.
El primer suplemento de la ley acerca de la relación del hombre con Dios declara que un hombre debe someterse a Dios y a Su autoridad. El pueblo de Dios debe someterse a Su autoridad delegada, los príncipes del pueblo. Exodo 22:28 dice: “No injuriarás a los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo”.
Según 22:29 y 30, todas las primicias y los primogénitos pertenecían al Señor: “No demorarás la primicia de tu cosecha ni de tu lagar. Me darás el primogénito de tus hijos. Lo mismo harás con el de tu buey y de tu oveja”.
Exodo 23:18 dice: “No ofrecerás con pan leudo la sangre de mi sacrificio, ni la grosura de mi víctima quedará de la noche hasta la mañana”. Aquí la sangre representa la redención. No se debía ofrecer ninguna sangre a Dios con pan leudado. Esto indica que como redimidos, nosotros no debemos tener levadura. No debemos mezclar la redención de Cristo con la levadura, es decir, con algo pecaminoso.
Además, la grosura del sacrificio no debía permanecer hasta la mañana siguiente. Esto indica que no debemos “almacenar” el disfrute espiritual de hoy. No puede conservarse hasta el día siguiente.
En 23:19, vemos este mandamiento: “No guisarás el cabrito en la leche de su madre”. Esta ordenanza muestra que Dios es tierno y amable. Guisar el cabrito en la leche de su madre es algo cruel. La ley de Dios lo prohibe. Esto indica que como dador de ley, Dios es tierno, amable y lleno de amor.
Exodo 22:31 dice: “Y me seréis varones santos”. Un hombre santo se parece a Dios. Dios es santo, y nosotros como Su pueblo también debemos ser santos.
En 23:14-17, vemos ordenanzas acerca de la celebración de las fiestas para Dios. La mejor y más elevada relación que el hombre puede tener con Dios es festejar para El y con El.
Ahora podemos dar un resumen de las diversas ordenanzas de la ley. Estas ordenanzas requieren que un hombre preserve la vida humana, honre a los padres, mantenga su matrimonio puro, sea justo, recto, honesto, fiel, lleno de confianza y amable, para cuidar a los necesitados, sin avaricia por el dinero, dispuesto a dar, y ser un hombre santo para Dios, sometiéndose a El y a Su autoridad y sirviéndole a El por medio de las ofrendas a fin de festejar con El regularmente.
En estos capítulos, las ordenanzas requieren que preservemos la vida humana. La vida humana es un tesoro precioso a los ojos de Dios. No debemos perjudicar la humanidad de ninguna manera. Dios no permitiría que ni siquiera un buey quedara sin castigo si destruyera la vida de alguien. La vida humana fue creada para cumplir el propósito eterno de Dios. Por esta razón, a los ojos de Dios no hay nada más precioso ni valioso que la vida humana. Por consiguiente, Dios exige que preservemos la vida humana a como de lugar y en todos aspectos.
Las ordenanzas divinas exigen también que honremos a nuestros padres, pues los padres representan a Dios como la fuente de vida humana. Honrar a nuestros padres significa honrar la fuente de vida humana. Esta es la razón por la cual el quinto mandamiento acerca de honrar a los padres, está en el mismo grupo que los cuatro primeros mandamientos que están relacionados con Dios.
Además, debido a que el matrimonio sirve para continuar la vida humana y propagarla, se debe preservar puro. Preservar la vida humana, honrar a los padres, y mantener la pureza del matrimonio están en total conformidad con el plan de Dios.
En estos capítulos, las ordenanzas implican las virtudes humanas: la justicia, rectitud, honestidad, fidelidad, dignidad, amabilidad y el cuidado de los necesitados. Indican también que en lugar de avaricia, deberíamos estar dispuestos a dar.
Si preservamos la vida humana, honramos a los padres, preservamos al matrimonio puro, y tenemos las virtudes humanas implícitas en las ordenanzas, seremos hombres santos que se someten a Dios y a Su autoridad delegada y le sirven por medio de las ofrendas, las cuales tipifican a Cristo. El resultado será que festejemos con Dios regularmente.
Exodo 23:14-17 habla de tres fiestas anuales: la fiesta de los panes sin levadura, la fiesta de la siega, y la fiesta de la cosecha. La fiesta de los panes sin levadura era la continuación de la fiesta de la Pascua. En otras partes, la fiesta de la siega y de la cosecha son llamadas las fiestas de pentecostés y de los tabernáculos.
Si el pueblo de Dios quiere celebrar con Dios, no deben tener levadura, y deben segar para poder cosechar. Al segar, cosechamos. Si guardamos las ordenanzas y si tenemos las virtudes humanas, llegaremos a ser hombres santos y sometidos a Dios y que le sirven a El con Cristo, y lo disfrutaremos en Su presencia. Esto es celebrar a Dios disfrutando a Cristo. Cristo es nuestra fiesta de los panes sin levadura y de la cosecha. Por lo tanto, la tipología de las ordenanzas en estos capítulos se consuma en el pleno disfrute de Cristo con Dios.
Nosotros los que creemos en Cristo, debemos tener una vida diaria sin levadura. En Primera de Corintios 5, Pablo nos dice claramente que debemos guardar la fiesta sin levadura, pero debemos guardarla con Cristo como el pan sin levadura para que sea nuestra vida diaria y cotidiana. Entonces podremos cultivar algo de Cristo y cosecharlo a El para disfrutarlo con Dios.
El aspecto más significativo de las ordenanzas en estos tres capítulos de Exodo es que en ellas, Cristo es tipificado. Al guardar las ordenanzas, nos convertimos en personas santas para Dios que disfrutan a Cristo. Por tanto, el significado final de las ordenanzas es que podemos disfrutar a Cristo con Dios, para celebrarlo a El con Dios y en presencia de Dios.