Mensaje 80
Lectura bíblica: Éx. 24:1-2, 9-18
Podemos dividir el libro de Exodo en dos secciones: del capítulo uno al veinticuatro y del capítulo veinticinco al cuarenta. La segunda sección se compone de dieciséis capítulos y es principalmente un relato de las visiones acerca del tabernáculo. Estos capítulos contienen muy poca historia. Aquí vemos los detalles acerca del diseño, los materiales y la construcción del tabernáculo como morada de Dios en la tierra.
Muchos creyentes han leído el libro de Exodo sin darse cuenta de que la meta de la salvación de Dios es introducir a Su pueblo redimido en Su morada terrenal. La meta de Dios en Su salvación es hacernos Su morada. Este asunto crucial debe ser recalcado continuamente hasta que deje una profunda impresión en nosotros. Por consiguiente, necesitamos muchos mensajes que cubran los detalles de las visiones maravillosas y celestiales, descritas en los capítulos veinticinco al cuarenta de Exodo.
Durante el último siglo y medio, los instructores bíblicos en la Asamblea de los hermanos han escrito muchos libros acerca del tabernáculo y sus muebles, incluyendo el arca, el altar del incienso, la mesa de los panes de la proposición, el candelero, el lavacro y el altar de bronce. No obstante, cuando yo estaba con ellos, jamás me dijeron que la iglesia es el tabernáculo de Dios.
En la Biblia, la palabra tabernáculo se usa de tres maneras. Primero se refiere al tabernáculo construido al pie del monte Sinaí. Segundo, denota al Señor Jesús como el tabernáculo de Dios con el hombre. Juan 1:14 afirma que el Verbo, el cual es Dios, “se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”. Mediante la encarnación, Cristo se hizo el tabernáculo de Dios en la tierra. Por tanto, en Exodo el tabernáculo tipifica a Cristo como el tabernáculo de Dios. Tercero, el tabernáculo se refiere a la Nueva Jerusalén, el tabernáculo final, consumado y agrandado de Dios que incluye al pueblo redimido de Dios del Antiguo Testamento y del Nuevo. El libro de Exodo revela que la meta de la salvación de Dios es introducir a Su pueblo en el tabernáculo como Su morada.
En este mensaje, consideraremos 24:1-2 y 9-18. Cuando llegamos a esta porción de Exodo, estamos en el umbral de las visiones celestiales contenidas en los capítulos siguientes. Si no llegamos a este umbral, no podremos recibir las visiones celestiales.
Para llegar al umbral en Exodo 24, el pueblo de Dios necesitaba experimentar todos los acontecimientos relatados en los capítulos anteriores. El pueblo era esclavo bajo la tiranía de Faraón en Egipto, pero Dios preparó a Moisés y luego lo mandó como apóstol para rescatar al pueblo. En el capítulo doce, tenemos la Pascua; en el catorce, el cruce del mar Rojo; en el quince, las aguas en Mara y los doce arroyos y las setenta palmeras en Elim. En el dieciséis, tenemos el maná celestial, en el diecisiete, el agua viva de la peña golpeada y la guerra contra Amalec; y de los capítulos diecinueve al veintitrés, la promulgación de la ley y de las ordenanzas en el monte Sinaí. El pueblo de Dios debía pasar por todas estas experiencias antes de poder entrar al umbral en el capítulo veinticuatro.
En el capítulo diecinueve, el pueblo fue introducido en la comunión con Dios en el monte Sinaí. No obstante, al principio esta comunión era bastante oscura, pues se produjo en la oscuridad de una nube espesa. Exodo 19:9 dice: “Yo vengo a ti en una nube espesa”, y 20:21 declara: “Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios”.
El pueblo fue introducido en la comunión con Dios en el monte Sinaí, pero no sabían la clase de Dios que El era, y no se daban cuenta de que eran un pueblo caído, pecaminoso y corrupto. No tenían la revelación de Dios ni de ellos mismos. Por el contrario, tenían un concepto natural de Dios y también de ellos mismos. Pero como resultado de su estancia en el monte Sinaí, finalmente mediante la comunión con Dios fueron iluminados.
Ya dijimos que cuando la ley de Dios fue promulgada, Moisés construyó un altar y se ofrecieron sacrificios con derramamiento de sangre. Esta sangre, la sangre del pacto, fue usada luego para rociar a la gente. El altar, los sacrificios y la sangre indican que Dios consideró a Su pueblo escogido como redimido, aniquilado y reemplazado. Luego, como lo indican las doce columnas puestas por Moisés, ellos podían ser columnas que permanecen delante de Dios para reflejarlo a El como Su testimonio viviente.
No creo que el pueblo de Dios se conociera a sí mismo. No conocían el significado del altar, de los sacrificios, de las columnas, ni de la sangre. Hoy en día, cuando los judíos y también los cristianos leen Exodo 24, tienen un velo y no entienden el significado de estas cosas. No obstante, Dios tenía una plena comprensión de lo que estaba sucediendo. El sabía lo que había planeado y lo que El estaba haciendo por medio de la promulgación del pacto. El se dio cuenta de que había ganado un pueblo que fue redimido, aniquilado y reemplazado para ser Su testimonio viviente.
En Primera de Corintios 10:5, Pablo indica que la condición del pueblo de Dios en el desierto en realidad era lamentable. “Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto”. No obstante, cuando Balac contrató al profeta gentil Balaam para maldecir a los hijos de Israel, Balaam declaró: “No ha notado iniquidad en Jacob, ni ha visto perversidad en Israel” (Nm. 23:21). Balaam dijo también: “¡Cuan hermosas son tus tiendas, oh Jacob, tus habitaciones, oh Israel!” (Nm. 24:5). Balaam fue contratado para maldecir al pueblo de Dios, pero en lugar de hacerlo, él los bendijo. Así podemos ver que a los ojos de Dios, Su pueblo redimido no tenía ninguna falta. Esto debe enseñarnos a no hablar negativamente de los santos. Este tipo de hablar puede ofender al Señor. Nos puede dar la impresión de que los creyentes en una localidad se encuentran en condición lamentable, pero Dios los considera como aquellos que han sido redimidos, aniquilados y reemplazados. A los ojos de Dios, todo Su pueblo redimido ha sido aniquilado por la cruz y sustituido por Cristo y con El. En Exodo 24, vemos a este pueblo redimido, aniquilado y reemplazado.
En el capítulo diecinueve, la escena era oscura y aterrorizadora. Pero repentinamente, en el veinticuatro, la nube espesa desaparece, y el cielo se hace claro y hermoso. Exodo 24:9 y 10 dice: “Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno”. Debajo de los pies de Dios, vieron algo que tenía la apariencia de una gran piedra transparente. Puesto que las palabras humanas no pueden describir esta escena, el versículo 10 dice que vieron “como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno”. La palabra “como” indica que el lenguaje humano no puede describir apropiadamente esta visión maravillosa. Moisés sólo pudo comparar lo que vieron debajo de los pies de Dios con un zafiro transparente, que se parecía al cielo en su claridad.
El versículo 11 continúa y declara: “Vieron a Dios y comieron y bebieron”. Mientras miraban a Dios, comieron y bebieron. Al experimentar una visión maravillosa, fueron refrescados por el comer y el beber. Los que estaban en el monte vieron algo que nadie más había visto. El pueblo de Dios, que había sido redimido, aniquilado y reemplazado recibió una maravillosa visión de El, incluso de sus pies.
Recibir esta visión de Dios significa adorarlo a El. Exodo 24:1 afirma que los que subieron al monte con Moisés debían adorar de lejos. Pero en los siguientes versículos, no se dice nada acerca de la adoración a Dios. Si leemos este capítulo cuidadosamente y con mucha reflexión, nos preguntaremos cuándo lo adoraron a El. La adoración en este capítulo consiste en contemplar a Dios, en comer y beber. Esta es la verdadera adoración, la adoración que Dios desea. El no quiere que lo adoremos postrándonos delante de El, sino que lo disfrutemos y lo adoremos con este disfrute. ¿Ha estado en alguna capilla o en una catedral en donde la gente adora a Dios al comer, beber, regocijarse y disfrutarle? Esta clase de adoración es totalmente opuesta a nuestro concepto religioso. No obstante, esta es la adoración descrita en el versículo 11: “Vieron a Dios, y comieron y bebieron”. Esta fue la manera en que lo adoraron a El.
No debemos analizar la Biblia según nuestra mentalidad natural, ni tampoco intentar sistematizar la doctrina bíblica. Juan 1:18 afirma que nadie ha visto jamás a Dios, pero Exodo 24 declara que los setenta ancianos y los demás que acompañaban a Moisés vieron a Dios. Aún vieron los pies de Dios. No dice que una obra pavimentada de zafiro transparente estaba debajo de los pies de Dios; El dice que lo que estaba debajo de sus pies era “como” una obra de zafiro transparente. En Colosenses 1:15, Pablo habla del Dios invisible. ¿Cómo el Dios invisible puede ser visto? Estas preguntas nos recuerdan que la Biblia es divina, espiritual, y misteriosa y no puede ser sistematizada ni analizada por la mente natural.
Debemos aplicar el relato de Exodo 24 a nuestra experiencia espiritual. Fuimos redimidos, hemos experimentado el aniquilamiento de la cruz y por lo menos hasta cierto punto, hemos experimentado el ser sustituidos por Cristo. Podemos testificar que fuimos introducidos en la comunión con Dios. Al principio, esta comunión es algo oscura. Pero finalmente, durante el transcurso de nuestra comunión con el Señor, el cielo se hace claro y aun hermoso. Luego parece que percibimos cierto elemento espiritual. Este elemento puede ser comparado con el zafiro transparente, que es tan claro como el cuerpo de los cielos. Cuando experimentamos esta comunión, es difícil decir dónde estamos. Esto supera las palabras. Si hemos experimentado al Señor de esta manera, es una señal de que nuestra comunión con El ha sido enriquecida y elevada.
Mencionamos que en los capítulos diecinueve y veinte, la comunión entre los hijos de Israel y Dios era oscura, pues una nube de tinieblas espesas estaba presente. Sin embargo, en el capítulo veinticuatro, después de que la sangre del pacto fuese rociada sobre el pueblo, el cielo se aclaró. No hubo relámpago ni ninguna amenaza, tensión, ni dificultad. Todo el ambiente se tranquilizó y apaciguó. ¿No ha entrado en este ambiente en su comunión con el Señor? ¿no ha experimentado esta clase de situación en su contacto con El? Puedo testificar que muchas veces tuve una visión del Señor como la que se describe en Exodo 24. El cielo estaba claro, y en frente de mí había algo como un zafiro hermoso y transparente, como los cielos en su claridad. Allí, en este ambiente espiritual, vi a Dios.
Cuando algunos nos oyen testificar que hemos visto a Dios de esta manera, quizás les parezca erróneo y digan: “esto es absurdo y aun herético. La Biblia nos enseña que nadie ha visto jamás a Dios, El es invisible ¿cómo puede pretender haberlo visto?” El Señor Jesús declaró: “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5:8). Ciertamente él no estaba cometiendo un error al decir esto, y él no contradijo la Biblia. En mi comunión con el Señor, me gusta tener un cielo claro y ver una obra de zafiro transparente debajo de El. Me alegra cuando no hay ningún estorbo entre el Señor y yo, cuando no existe ni nube, ni sombra, ni oscuridad y todo está claro. Los que han acumulado experiencias con el Señor pueden testificar de la veracidad de lo que estoy diciendo acerca de la visión de Dios en un cielo transparente y claro.
Podemos recibir la visión celestial del edificio de la morada de Dios sólo cuando estamos en este ambiente claro. Esto era necesario para recibir la visión del tabernáculo en el Antiguo Testamento, y también es necesario para tener la visión de la iglesia hoy. Sin embargo, la gran mayoría de la gente estaba al pie del monte y no podía recibir esta visión. Quizá hayan visto algo, pero no tenían una visión tan amplia como los que acompañaban a Moisés en el monte.
Los que ven a Dios conforme a la escena descrita en Exodo 24 se encuentran en un nivel más alto. Han visto a Dios bajo un cielo transparente y claro. Esta experiencia en sí es muy elevada. ¿Alguna vez ha tenido un tiempo como este con el Señor? Muchos de nosotros podemos testificar que hemos tenido esta clase de experiencia noble. Los que vieron al Señor bajo un cielo transparente y claro no cambiarían eso por nada en el mundo. Nada se puede comparar con esto.
Si no ha tenido la clase de visión espiritual descrita aquí, puede indicar que todavía no ha llegado al monte Sinaí en su experiencia con el Señor. Debe llegar al monte Sinaí y permanecer allí con el altar, los sacrificios y la sangre. Luego en su comunión con el Señor, el cielo finalmente se aclarará. Parecerá que en frente de sus ojos hay algo que se parece al cuerpo de los cielos en su claridad. Entonces, a su alrededor, usted verá a Dios y recibirá la visión celestial en cuanto al deseo de Su corazón de tener una morada en la tierra. La razón por la cual no leemos prácticamente nada entre los cristianos contemporáneos acerca de la morada de Dios es que muchos creyentes jamás han llegado al monte Sinaí y no recibieron la visión de Su morada. Entre los que han sido verdaderamente salvos, muchos todavía no han subido al monte y no han contemplado al Señor en un cielo claro y transparente.
En 24:12 vemos que Dios llamó a Moisés y dijo: “Sube a Mí al monte”. El Señor parecía decir: “Moisés, los demás me ven, pero deben adorar de lejos. No se pueden acercar a Mí. Quiero que tú vengas a Mí y permanezcas conmigo”. Aquí vemos algo que va más allá de contemplar a Dios bajo un cielo transparente y claro. En nuestra experiencia espiritual, primero el cielo se nos aclara. Luego en este ambiente claro Dios nos llama. Esta experiencia es muy real, pero las palabras no pueden definirla ni expresarla. Si ha tenido la experiencia, entiende lo que estoy diciendo.
Exodo 24:13 dice: “Y se levantó Moisés con Josué su ministro, y Moisés subió al monte de Dios”. Josué ayudó a Moisés y lo ministró. He estudiado este capítulo muchas veces, pero no he podido saber donde se encontraba Josué cuando Moisés estaba con el Señor recibiendo “las tablas de piedra, y la ley, y mandamientos” (v. 12). En el versículo 14, Moisés dijo a los ancianos: “Esperadnos aquí hasta que nosotros volvamos a vosotros”. El uso de “nosotros” indica que Josué no permaneció con los ancianos. Entonces ¿Qué hizo, y a dónde fue? El versículo 15 dice: “Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte”. No se dice ni una sola palabra acerca de Josué. El hecho de que no podemos localizarlo tiene un gran significado espiritual. En nuestra experiencia, podemos llegar a la etapa de ver a Dios bajo un cielo claro sin alcanzar la etapa de permanecer con El bajo Su gloria. En ese momento, parece que no podemos ser ubicados. Los demás no saben dónde estamos, y nosotros mismos no lo sabemos. Podemos desear volver a la experiencia del cielo claro, sin ser capaces de hacerlo. Por una parte, no podemos volver a la experiencia de ver a Dios bajo un cielo transparente; por otra parte, todavía no hemos entrado en la gloria. La razón es sencilla: en nuestra experiencia espiritual de comunión con Dios, seguimos siendo Josué; todavía no somos Moisés. Así como no somos capaces de localizar a Josué en el resto de Exodo 24, tampoco podemos ser ubicados por los demás ni podemos decir dónde estamos. Este es un aspecto de la experiencia de nuestra comunión con Dios.
En Exodo 24, la mayoría del pueblo se encontraba al pie del monte Sinaí, algunos estaban en el monte muy lejos del Señor, y Moisés estaba en la cima del monte bajo la gloria de Dios. Un ejemplo de esta diferencia en cuanto al grado de distancia con el Señor es el tabernáculo con el atrio, el Lugar Santo, y el Lugar Santísimo. El pueblo al pie del monte estaba en el atrio, alrededor del altar. Los setenta ancianos, junto con Aarón, Nadab, Abiú y Hur, estaban en el monte, en el Lugar Santo. Moisés en la cima del monte estaba en el Lugar Santísimo, donde se encontraba la gloria shekina. Más adelante, después de que el tabernáculo fuese construido, el sumo sacerdote pudo entrar en la gloria de Dios en el Lugar Santísimo, donde él podía recibir revelación y visión de Dios acerca de Su pueblo. El principio es el mismo en Exodo 24 con Moisés en la cima del monte bajo la gloria de Dios, recibiendo mandamientos de Dios para poder enseñar al pueblo.
Es cierto que en el recobro del Señor hoy todos somos sacerdotes y no tenemos ni clero ni laicado. No obstante, en nuestra experiencia, existen realmente diferencias entre nosotros acerca de nuestra comunión con el Señor. Muchos santos se encuentran en el atrio con el altar y la sangre rociada, otros han entrado en el Lugar Santo para disfrutar comunión con Dios hasta cierto grado, y algunos están en el Lugar Santísimo, bajo Su gloria.
En realidad Moisés era el único en recibir la visión directa del tabernáculo. Los setenta ancianos que adoraban de lejos no recibieron la visión directamente. Durante los cuarenta días en que Moisés estuvo con el Señor en la cima del monte, ellos estaban esperando. Disfrutaron de un cielo transparente y de una visión clara de Dios, y comieron y bebieron durante cuarenta días, mientras El le daba a Moisés visión tras visión acerca del diseño del tabernáculo. Le tomó cuarenta días a Moisés para recibir una visión detallada de la morada de Dios.
Si usted hubiera estado allí en aquel momento ¿habría preferido recibir la visión del tabernáculo o estar con aquellos que estaban lejos esperando a Moisés? Esperar agota la paciencia de una persona. Los que estaban en el monte esperaban a Moisés, pero el pueblo al pie del monte se impacientó y le pidió a Aarón que les hiciera un dios para que lo adorasen. Por tanto, durante el tiempo en que Moisés estuvo en la cima del monte, el pueblo practicó la idolatría. Mientras la gente practicaba idolatría al pie del monte, Moisés estaba en la cima del monte morando con Dios bajo Su gloria y recibiendo la visión de Su morada. ¡Alabado sea el Señor por la visión mediante la cual conocemos el deseo del corazón de Dios. El deseo de Dios es tener una morada en la tierra constituida de Cristo y conforme a Cristo!
Debemos considerar el cuadro descrito en Exodo 24 y preguntarnos dónde estamos en nuestra comunión con el Señor. ¿Estamos con el pueblo al pie del monte, estamos con los del monte, o somos Moisés en la cima del monte? Quizá algunos de nosotros somos Josué quien no puede ser ubicado, porque en nuestra experiencia estamos entre el cielo transparente y la gloria de Dios en la cima del monte. Entre los creyentes contemporáneos, existen distintos grados de comunión con el Señor y diferentes grados de acercamiento a El. La mayoría están en el atrio, es decir, al pie del monte. Otros un número más pequeño, está en el monte, es decir, están en el Lugar Santo. Muy pocos han llegado a la cima del monte, es decir, están en el Lugar Santísimo morando con Dios bajo Su gloria.
Resulta muy difícil describir la apariencia de la gloria de Dios. En 24:16 y 17, la gloria es comparada con una nube y también con un fuego consumidor. En realidad, la gloria de Dios no es ni una nube ni fuego. No podemos describir plenamente lo que es la gloria de Dios. Esto nos recuerda que como seres humanos, podemos entender las cosas espirituales solamente hasta cierto grado. Simplemente no es posible entender completamente estas cosas. Aunque lo que hemos abarcado en este mensaje va más allá de la comprensión humana, por lo menos podemos entender parcialmente que en Exodo 24 tenemos la visión de Dios en un cielo transparente y también la estancia con Dios bajo su gloria shekina. Aquí recibimos la revelación según la cual el deseo del corazón de Dios consiste en tener una morada con el hombre en la tierra.