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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Corintios»
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Mensaje 12

PARTICIPAR DE CRISTO COMO NUESTRA PORCION

  Lectura bíblica: 1 Co. 1:2, 9; 6:17; 10:16-17

EN RESURRECCION

  Nuestro Cristo lo es todo. El es el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El es el Dios encarnado, quien vivió como hombre en la tierra por treinta y tres años y medio, y quien mediante Su muerte en la cruz crucificó la primera creación, y la devolvió a Dios. Después de darnos muerte en la cruz, Cristo toma lo que eliminó y lo reemplaza consigo mismo en resurrección. En resurrección, El se hizo Espíritu vivificante. De hecho, el Espíritu es la resurrección. Así que, la resurrección no es simplemente una cosa o un evento; es una persona viviente. En Juan 11:25 el Señor Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida”.

  Hoy la maravillosa persona de Cristo, por medio del cual todo fue creado y quien pasó por la encarnación, la crucifixión y la resurrección, es el Espíritu vivificante que todo lo incluye. El Espíritu es la expresión consumada del Dios Triuno.

  Si alguien nos pregunta dónde estamos hoy, debemos responder que estamos en resurrección. La resurrección es el Espíritu vivificante, el Espíritu vivificante es Cristo y Cristo es el Dios Triuno procesado.

  En 1 Corintios Pablo hace frente a once problemas, seis de los cuales se abarcan en los primeros diez capítulos, y los otros cinco, en los últimos seis. Los primeros seis problemas son la división, los litigios, el incesto, el abuso a la libertad con respecto a los alimentos y al matrimonio, el matrimonio mismo y comer de lo sacrificado a ídolos. Todos estos problemas están relacionados con la vida humana. El segundo grupo, compuesto de cinco problemas, tiene que ver con la esfera de la administración de Dios. Estos problemas incluyen: el orden en la administración divina, la mesa del Señor, los dones espirituales, la resurrección y el donativo de cosas materiales. Al enfrentarse al problema relacionado con la resurrección, Pablo expresa algo maravilloso en 15:45, donde dice que el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante. Esto es resurrección. Cuando Cristo era simplemente el postrer Adán, aún no estaba en resurrección. Más bien, El estaba en la carne; era simplemente un hombre. Pero mediante la muerte, entró en resurrección, y ahora ya no está en la carne, pues es el Espíritu vivificante, quien es la realidad de la resurrección.

  Cuando estamos en el espíritu, estamos en resurrección. La resurrección es la vida que vence la muerte. Si de veras estamos en resurrección prácticamente, seremos frescos y vivientes y la vida rebosará desde nuestro interior. Si este es el caso, nos asemejaremos a una planta verde. Usemos este ejemplo para mostrar lo que es la resurrección. Si la planta crece y florece podemos decir que está en resurrección, pero si se marchita y se seca, no podemos decir lo mismo. De igual manera, si nosotros estamos vivientes y frescos, esto significa que verdaderamente estamos en resurrección. Pero si en las reuniones permanecemos sentados de manera formal y religiosa, obviamente no estamos en resurrección. Antes bien, estamos en la tumba.

LA MANERA EN QUE PABLO MANEJA LOS PROBLEMAS

  Hemos hecho notar que los primeros seis problemas que se abarcan en 1 Corintios tienen que ver con la vida humana. La manera en que Pablo maneja estos problemas es muy diferente a la que practican los ministros y pastores de hoy. Por ejemplo, si una pareja tiene problemas y consulta a su pastor, él manejará la situación de una manera ya sea religiosa o natural. Pero la manera empleada por Pablo es profunda y muy difícil de describir. Esta manera, la cual se revela gradualmente en los primeros diez capítulos, es espiritual y elevada, y podemos asemejarla a una cadena compuesta de varios eslabones. El primer capítulo de esta epístola comienza con el primer eslabón, y el último abarca el eslabón final. En 1:2 Pablo empieza diciendo que Cristo es de ellos y nuestro. Los problemas entre los creyentes de Corinto se debían a que ellos hacían a un lado a Cristo como su única porción. La porción de ellos no era ni la filosofía griega ni la sabiduría mundana, sino el Cristo que todo lo incluye, al cual les ministró Pablo. Este Cristo es tanto de ellos como nuestro, lo cual significa que El es nuestra única porción.

  Si una pareja que tuviera problemas en la vida conyugal acudiera a Pablo, él no les ayudaría de manera religiosa. No exhortaría al marido a que ame a su mujer ni a la mujer a que esté sujeta a su marido. Sin embargo, este método es el que practican los pastores de hoy. Pero la manera en que Pablo manejaba los problemas humanos es muy diferente. Incluso lo que dice en 1:2 acerca de los santos llamados, los santificados en Cristo Jesús y los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro, alude a los problemas que se abarcan en esta epístola. Aunque este versículo no parece formar parte de la manera en que Pablo hace frente a los problemas humanos, en efecto contiene las riquezas espirituales que Pablo utilizó para resolver los problemas. Según este versículo, nosotros, los cristianos, debemos comprender que el Cristo que lo es todo es nuestro. Además, somos los santos llamados, los que Dios llamó para que invocaran el querido y precioso nombre del Señor Jesucristo. Si una hermana casada invoca el nombre de Cristo, ella verdaderamente será sumisa a su marido. Las mujeres no son sumisas debido a que carecen del disfrute del Cristo que todo lo incluye. Hermanas, cuando les sea difícil someterse a su marido, sencillamente invoquen el nombre del Señor. Les aseguro que después de invocar varias veces, serán tocadas por el Señor y El será su provisión. Espontáneamente se convertirán en esposas sumisas. Si ustedes disfrutan a Cristo, éste será el resultado.

  A través de los años, las hermanas solían venir a mí con sus problemas matrimoniales. En muchos casos no solamente me compadecía de ellas, sino que también les daba la razón. En los primeros años de mi ministerio me conducía de la misma manera que los pastores. Animaba a las hermanas a leer Efesios 5 y también a orar, incluso con ayuno si era necesario. Muchas veces las hermanas volvían a mí para decirme que mi consejo no les había funcionado. Después de esto, lo único que hacía era decirles que tuvieran ánimo y que trataría de ayudarles, pero en realidad no les era de ninguna ayuda. Con el tiempo aprendí que los problemas en la vida matrimonial no se solucionan simplemente orando o leyendo la Biblia; se necesita el alimento y la provisión de vida. La nutrición que necesitamos no se recibe simplemente leyendo la Biblia según la letra, ya que lo que necesitamos es al Cristo viviente. Al orar y leer la Palabra e invocar el nombre del Señor, recibimos la nutrición y provisión necesarias. Cuando una hermana se alimenta de esta manera, ella encuentra la solución al problema que encara con su marido.

  A veces cuando invoco el nombre del Señor Jesús soy tocado tan profundamente por El que hasta lloro. Esta experiencia viene a ser mi nutrición, mi suministro y mi fuerza. Además, me he dado cuenta que invocando el nombre del Señor puedo realizar cosas que con mis propias fuerzas no podría. Este es el disfrute de Cristo según 1:2. Si invocamos el nombre del Señor Jesús en cualquier lugar, experimentaremos que Cristo es nuestro, y le disfrutaremos.

  En 1 Corintios 1:9 dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. Fuimos llamados a la comunión del Cristo que es nuestra porción que todo lo incluye. Esta comunión es nada menos que la persona viviente de Cristo, lo cual significa que fuimos llamados a entrar en Su persona, en Su comunión. Dios nos llamó para que entráramos en Cristo, para que tengamos una mutua participación y disfrute con El.

UN ESPIRITU CON EL SEÑOR

  Hemos visto que Cristo es nuestra porción que todo lo incluye y que fuimos llamados a Su comunión. Pero ¿cómo el Cristo encarnado, crucificado y resucitado llega a ser la porción que disfrutamos? Para esto debemos examinar 6:17. En este versículo Pablo dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. La comunión a la cual fuimos llamados es Cristo como Espíritu vivificante, y para experimentarla debemos ser un solo espíritu con El, y en efecto, en nuestro espíritu, somos un solo espíritu con el Espíritu vivificante.

  Cuando empecé el ministerio en este país hace muchos años, subrayé el hecho de que los que creemos en Cristo tenemos un espíritu humano regenerado, un espíritu donde reside el Espíritu divino, y por ende, somos un solo espíritu con el Señor. A muchos les sorprendió darse cuenta que tenían un espíritu. Por supuesto, ellos sabían que tenían alma y corazón, pero no que tuvieran un espíritu humano. Todos los cristianos saben del Espíritu Santo, pero no todos están conscientes de que tienen un espíritu humano. Es importante que todos los que recientemente han ingresado a la vida de iglesia comprendan que tienen un espíritu humano, el cual fue regenerado por el Espíritu Santo. Además, debemos ejercitar el espíritu en nuestra vida cotidiana.

  Al enfrentarnos con los problemas en nuestra vida diaria, es posible reaccionar con nuestra alma, nuestro cuerpo o nuestro espíritu. Digamos que un hermano vuelve a casa agotado por la labor del día, y encuentra a su mujer llena de quejas e incluso molesta con él. El hermano puede responder en una de tres maneras. Según la primera, que es universalmente común, él reacciona en el alma, en especial, según su mente o parte emotiva. Una segunda posibilidad es que él reaccione de una manera física, la cual proviene de la ira. La tercera alternativa consiste en que el hermano responda por medio del ejercicio de su espíritu regenerado. Es vital que todos los creyentes se den cuenta que nuestro espíritu fue regenerado y que el Espíritu vivificante que todo lo incluye habita en él. El hermano que tiene problemas con su mujer debe ejercitar su espíritu y permitir que el Espíritu vivificante lo dirija. Entonces sabrá qué decirle a su mujer y cómo conducirse. Cualquiera que observe a un hermano que vive de esta manera se dará cuenta que es diferente de los maridos ordinarios. En vez de ejercitar su cuerpo y reaccionar físicamente, o de ejercitar su alma, él ejercita su espíritu. Todos necesitamos ejercitar nuestro espíritu en nuestra vida cotidiana, en especial, en nuestra vida matrimonial y familiar.

  Ya que tenemos un espíritu regenerado, podemos experimentar a Cristo como nuestra porción y también de Su comunión. Si nuestro espíritu no hubiera sido regenerado ni el Espíritu habitara en él, Cristo no podría ser nuestra porción, ni podríamos estar en Su comunión. Así como los aparatos eléctricos necesitan la corriente eléctrica para funcionar, nosotros debemos estar en el espíritu si vamos a experimentar a Cristo como nuestra porción y disfrutar Su comunión. Solamente fluyendo la corriente eléctrica en los aparatos pueden éstos proporcionarnos luz, fuego o aire acondicionado. Del mismo modo, la única manera de experimentar al Señor como la persona que lo es todo es siendo un solo espíritu con El. De ahí que Pablo dice que el que se une al Señor Jesús es un solo espíritu con El. Todos los que creen en el Señor Jesús y le aman están unidos a El. Somos verdaderamente uno con El en el espíritu. Tenemos un espíritu regenerado, y Cristo es ahora el Espíritu vivificante que habita en nuestro espíritu. Como resultado, somos un solo espíritu con El. ¡Qué maravilloso! Todos debemos estar conscientes de que somos un espíritu con el Señor. Si vemos esto, diremos: “!Alabado sea el Señor porque soy un solo espíritu con El! Dios me creó con un espíritu, y mi espíritu fue regenerado por El. Hoy el Cristo que todo lo abarca es el Espíritu vivificante que habita en mi espíritu. El es uno con mi espíritu, y yo soy uno con El”.

  A menudo, los hermanos me han dicho que no entienden cómo es que puedo dar tantos mensajes en conferencias y entrenamientos año tras año. Algunos me han preguntado de dónde provienen esos cientos y aun miles de mensajes. Puedo testificar que provienen del Cristo que lo es todo, quien es el Espíritu vivificante mezclado con mi espíritu. Siempre que invoco el nombre del Señor Jesús, El me suministra. Por eso puedo dar tantos mensajes. Lo único que me limita es el tiempo y las fuerzas físicas. Pero en cuanto a la provisión del Señor, no tiene limite. De hecho, cuanto más hablo, más tengo que decir. El depósito espiritual es inagotable. Cuanta más agua fluye, más se produce. Para el que es un solo espíritu con el Señor, la provisión es inagotable.

  Supongamos que un hermano viene a usted con quejas acerca de su mujer y le dice: “El Señor le dio a usted una mujer benévola, paciente y amorosa; sin embargo, mi situación matrimonial es muy diferente a la suya, pues mi esposa es una persona con la cual me es difícil convivir, y sencillamente yo no veo cómo seguir adelante. Si su mujer fuese como la mía, probablemente usted se encontraría en una situación matrimonial peor que en la que yo me encuentro. ¿Qué cree que debo hacer?” La mejor manera de ayudar a un hermano así es no darle explicaciones ni argumentar con él. Tampoco le imparta enseñanzas, o sea, no le comparta conceptos doctrinales. Lo que necesita urgentemente es darse cuenta que él es un solo espíritu con el Señor. No obstante, resulta difícil ayudar a un hermano que se encuentra en tal situación a que vea esto y a que invoque el nombre del Señor. Pero si de alguna manera puede ayudarle a entender que él es un solo espíritu con el Espíritu vivificante, y si le puede ayudar a invocar al Señor, la vida de ese hermano cambiará radicalmente.

  Si va a convencer a un hermano de que él es un solo espíritu con el Señor, usted mismo debe haber experimentado esta realidad. Cuando llega a ser una persona así, testificará que incluso cuando su mujer le ofende, usted puede ejercitar su espíritu, invocar el nombre del Señor Jesús, y recibir Su provisión.

  Sin Cristo es imposible que un hermano o una hermana sea un cónyuge adecuado. No hay excepciones. Sin El, todos somos iguales, y es muy difícil que una hermana sea una buena esposa o que un hermano sea un buen marido. Con todo y esto, Dios estableció el matrimonio. Así que, puesto que el matrimonio es una ordenación divina y puesto que es tan difícil ser un marido o mujer adecuados, no tenemos otra alternativa que experimentar a Cristo.

  Como muchos podemos testificar, cuando ejercitamos nuestro espíritu e invocamos el nombre del Señor, disfrutamos Su dulzura. A veces el Señor nos toca de una manera tan tierna que nos lleva a derramar lagrimas. En otras ocasiones brotan alabanzas y agradecemos al Señor por darnos el mejor cónyuge. Si invocamos el nombre del Señor ejercitando nuestro espíritu, inmediatamente nos daremos cuenta de que Dios nos dio el mejor cónyuge. Quiera el Señor que entre nosotros muchas más personas tengan esta experiencia.

  Cristo es tanto de ellos como nuestro, y nosotros fuimos llamados a Su comunión. Esta comunión se experimenta sólo en el espíritu. ¡Alabado sea el Señor porque el que se une al Señor es un solo espíritu con El! Así que, tenemos un origen, una fuente y un depósito inagotables. Dicha fuente es Cristo, el Dios Triuno procesado, el Espíritu vivificante que todo lo incluye.

RECIBIR A CRISTO COMIENDOLE

  En 10:16 Pablo aborda otro punto importante: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” En 1 Corintios se habla de la comunión del Hijo, mientras que en 10:16, de la comunión del cuerpo y de la sangre de Cristo. La comunión en 10:16 es más práctica que la que se menciona en 1:9, pues en ese versículo la sangre de Cristo está separada de Su cuerpo, lo cual indica que es posible disfrutarle. Sin embargo, en 1:9 Cristo como Hijo de Dios aún no está listo para que participemos de El, para que le comamos.

  Lo práctico que es la comunión en 10:16 se puede ver en la manera que se cocina una gallina. En China, hace muchos años, las hermanas de la iglesia solían dar a mi familia una gallina. Su intención era que nos nutriéramos de ella. Una gallina era un verdadero regalo. No obstante, no podíamos comerla como la recibíamos. Antes de que pudiera nutrirnos, tenía que ser muerta, cocinada y luego servida sobre la mesa. De igual manera, para que Cristo, el Hijo de Dios, llegara a ser nuestra fiesta, El tenía que ser procesado. En 10:16 vemos que Su sangre y Su cuerpo están ahora sobre la mesa, un lugar de banquete. Esto alude al hecho de que Cristo se encarnó y fue crucificado. La sangre separada del cuerpo hace alusión a la crucifixión, mientras que el hecho de que Cristo esté sobre la mesa habla de su resurrección. Así que, sobre la mesa vemos la encarnación, la crucifixión y la resurrección de Cristo.

  Si Cristo no se hubiera encarnado, no habría obtenido ni sangre ni un cuerpo. Si no hubiera sido crucificado, Su sangre no habría sido separada de Su cuerpo. Si no hubiera resucitado, no podría estar sobre la mesa como nuestro alimento. Siempre que venimos a la mesa del Señor y vemos el pan y la copa, debemos decir: “Señor, ¡cuánto te adoro! Tú eres el Cristo encarnado, crucificado y resucitado. Te doy gracias de que por medio de la encarnación te vestiste de un cuerpo humano de sangre y carne. También te agradezco de que por medio de la crucifixión Tu sangre fue separada de Tu cuerpo. Ahora, en resurrección Tú te ofreces a nosotros sobre la mesa. ¡Oh Señor, te alabo!”

  En el capítulo diez, la persona maravillosa a cuya comunión fuimos llamados llega a ser muy práctica para nosotros. Ahora podemos recibirle comiéndole. Como veremos en un mensaje posterior, la mesa con el cuerpo y la sangre de Cristo sobre ella es la realidad de Cristo como la buena tierra. Cristo no sólo tiene sangre y un cuerpo, sino que también es la mesa, y esta mesa es la buena tierra.

NO DISFRUTAMOS A CRISTO LO SUFICIENTE

  En 1 Corintios Pablo no hace frente a los problemas de los creyentes de una manera religiosa ni natural, o sea, humana. Por el contrario, la manera en que los afronta está totalmente relacionada con el disfrute que tenemos de Cristo. Pablo sabía que los problemas de los cristianos se debían a que los creyentes no disfrutaban a Cristo lo suficiente. Si un hermano y su mujer tienen problemas, esto comprueba que necesitan disfrutar a Cristo. Asimismo, si hay problemas entre los ancianos, o en una iglesia local, o entre los santos, esto también es un indicio de que falta el disfrute de Cristo.

  Ya que Pablo comprendía que los problemas que experimentaban los corintios se debían a que ellos no disfrutaban a Cristo lo suficiente, él hizo frente a los problemas de ellos presentándoles a Cristo como su porción para que lo disfrutaran. En esta epístola Pablo parecía decir a los corintios: “Deben darse cuenta de que Cristo es su única porción. No deben encontrar su porción en la sabiduría ni en la filosofía. Dios les llamó a la comunión de Cristo como porción. Hoy esta porción es el Espíritu, y ustedes son un solo espíritu con El. Además, el Cristo encarnado, crucificado y resucitado está presente sobre la mesa como un banquete para que ustedes se alimenten de El y le disfruten. Ustedes están invitados a disfrutar de El, quien está servido sobre la mesa. Si le disfrutan como la mesa y también como la buena tierra, serán nutridos, y se acabarán los problemas en la iglesia”.

  La razón por la cual tenemos problemas se debe a que no disfrutamos a Cristo como debemos. Si tenemos problemas en la vida de iglesia o en nuestra vida familiar, se debe a que necesitamos disfrutar más a Cristo. Lo que necesitamos no es a un Cristo doctrinal para nuestra mente, sino a un Cristo que podamos disfrutar y experimentar en nuestro espiritu de manera práctica. Si vemos que el Cristo que lo es todo, el cual como Espíritu vivificante habita en nuestro espíritu, es nuestra única porción para nuestro disfrute, y si ejercitamos nuestro espíritu para invocarle diariamente, nuestra vida matrimonial y de iglesia estarán llenas de Cristo. No seremos perturbados por nada de lo que suceda en nuestra vida matrimonial y de iglesia. Lo único que nos interesará será Cristo, y aparte de El, no tendremos apetito para nada más; desearemos a Cristo y sólo a El, y le disfrutaremos en la mesa del Señor. Esto es lo que revela 1 Corintios.

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