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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Corintios»
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Mensaje 14

LA EXPERIENCIA QUE TENEMOS DE CRISTO ES EL RESULTADO DE NUESTRA COMUNION CON EL

  Lectura bíblica: 1 Co. 1:9-12, 23-24, 30

  Si leemos 1 Corintios de manera superficial podríamos pensar que esta epístola trata de asuntos simplemente externos. Pero en realidad, éste es uno de los libros más ricos del Nuevo Testamento. Es rico en cuanto a Cristo, al Espíritu, la iglesia y la vida. Sus primeros dos capítulos contienen una profunda revelación acerca de Cristo. Este libro también revela claramente al Espíritu en Sus diversos aspectos. De hecho, ningún otro libro revela más aspectos del Espíritu que éste. Además, Pablo tiene mucho que decir acerca de la iglesia en el aspecto práctico. Este libro también es rico en cuanto a la vida.

  Muchos de los capítulos de 1 Corintios son profundos, pero los primeros tres figuran entre los más ricos y profundos. En ellos Pablo emplea términos y expresiones especiales e importantes.

LA COMUNION DEL HIJO DE DIOS

  En 1:9 Pablo dice: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor”. No cometa el error de pensar que la expresión: “la comunión de Su Hijo” es insignificante. Hoy muchos cristianos emplean la palabra comunión de manera común, pero en la Biblia ésta denota algo de gran importancia. En el Antiguo Testamento no existía la comunión. A lo más, se ve la unidad de los hermanos mencionada en Salmos 133. El versículo 1 de dicho salmo declara: “¡Mirad, cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” Esta unidad, no obstante, es externa, mientras que la comunión es interna. Se puede tener cierta unidad independientemente de la vida. Por ejemplo, los miembros de un sindicato laboral participan de cierta unidad, pero es una unidad que carece de vida. La comunión, por su parte, depende de la vida y sin ésta no puede existir. La comunión es algo interno que podemos describir como la intercomunicación de vida.

  La palabra comunión se emplea por primera vez en Hechos 2:42, donde dice que los que fueron salvos e incorporados a la iglesia en el día de Pentecostés perseveraban en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles. Estos le habían predicado el evangelio a aquellos, y dicha predicación los había introducido en algo que la Biblia llama comunión.

  Dudo que en algún idioma haya una expresión equivalente a la palabra griega koinonía, que se traduce comunión. Esta palabra habla de una unión y también del fluir mutuo entre los creyentes. Cuando tenemos comunión unos con otros se produce un fluir entre nosotros. Aunque la corriente eléctrica no es algo vivo, podemos usarla como ejemplo de lo que queremos decir cuando hablamos del fluir de la comunión. La corriente eléctrica produce unidad. El fluir, es decir, la co- rriente, que tenemos en nuestra comunión espiritual incluye tanto la unidad como la vida. Nuestra comunión es un fluir en unidad; es la intercomunicación que existe entre nosotros los creyentes de Cristo.

  En el Nuevo Testamento, la comunión describe el fluir que existe entre nosotros y el Señor, y entre nosotros mismos. En 1 Juan 1:3 dice: “Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con Su Hijo Jesucristo”. En 1 Juan primero se menciona la vida (1:1-2) y luego, la comunión. Existe un fluir, una corriente, entre nosotros y el Padre y el Hijo verticalmente, y entre nosotros y los demás creyentes horizontalmente. ¡Alabado sea el Señor que hoy existe en la tierra algo que se llama comunión; la comunión entre los hijos de Dios y la comunión que los hijos de Dios tienen con el Dios Triuno!

  Desde el día de Pentecostés ha estado fluyendo una corriente entre los creyentes horizontalmente. Este fluir abarca el tiempo y el espacio. En cuanto al tiempo, la comunión ha estado fluyendo de generación a generación. En cuanto al espacio, es mundial y fluye entre los creyentes por todo el mundo. Puesto que estamos en este fluir, ni el espacio puede separarnos. No importa dónde estemos ubicados, todos estamos en el fluir; es decir, todos estamos en la única comunión.

  Según lo dicho por Pablo en 1:9, todos fuimos llamados por Dios a dicha comunión. La circulación de la sangre en el cuerpo humano pudiera ser el mejor ejemplo de lo que es la comunión. Ahora mismo la sangre está circulando por todo el cuerpo y en un corto período hace un circuito completo. La vida depende de esta circulación. Así como existe la circulación sanguínea en el cuerpo humano, también existe la circulación espiritual, llamada comunión, en el Cuerpo de Cristo. Es muy triste que entre la gran parte de los cristianos de hoy esta circulación se pasa por alto o falta por completo. Así que, es vital que comprendamos que en el recobro del Señor se nos trae de regreso a este fluir, a esta comunión.

  En 1:9 podemos ver que fuimos llamados por el Dios fiel a la comunión de Su Hijo, Jesucristo. Esto indica claramente que no fuimos llamados a la comunión de ninguna denominación, práctica o doctrina teológica. La única comunión a la que Dios nos llamó es la comunión de Su Hijo, lo cual quiere decir que sólo El debe ser nuestra comunión.

  La palabra comunión en 1:9 significa participación, lo cual se comprueba al estudiar este versículo según su contexto. El versículo 10, una continuación del versículo 9, dice: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer”. El versículo 10 contrasta al versículo 9. En el 9 Pablo dice que Dios nos llamó a la comunión de Su Hijo, mientras que en el 10 comienza con las palabras: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. Pablo ruega por el nombre del Señor Jesucristo, que no haya divisiones entre los santos. Las divisiones son contrarias a la comunión; están en contra de la comunión a la cual Dios nos llamó. En el versículo 11 Pablo añade: “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de la casa de Cloé, que hay entre vosotros contiendas”. Las contiendas que se mencionan en este versículo también son contrarias a la comunión.

  En el versículo 12 Pablo añade: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”. Al decir semejantes cosas, los corintios estaban fuera de la comunión. Decir: “Yo soy de Pablo”, es estar fuera de la comunión del Hijo de Dios. Incluso los que decían: “Yo soy de Cristo”, no estaban en ella.

  Los corintios estaban divididos por sus preferencias y gustos. Pablo, sin embargo, quería que ellos se dieran cuenta de que habían sido llamados a una sola comunión, es decir, a una sola participación, una sola apreciación, un solo disfrute, una sola preferencia, un solo gusto. Los que decían: “Yo soy de Pablo”, valoraban a Pablo y lo disfrutaban. Lo mismo aplicaba a los que decían que eran de Apolos o de Cefas. Pero la comunión en 1:9 es la participación que tenemos de Cristo; el disfrute y la apreciación que tenemos de El. En estos versículos Pablo parece decir a los creyentes de Corinto: “No digan que son de esta persona o de aquella. Todos deben darse cuenta de que fueron llamados a una sola comunión, una apreciación, una preferencia y un gusto. Fueron llamados a una sola comunión, y ésta es el Hijo de Dios como nuestra porción. Todos estamos en la comunión de Cristo”.

PODER DE DIOS Y SABIDURIA DE DIOS

  En 1:23-24 Pablo dice: “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos tropezadero, y para los gentiles necedad; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios”. Dios nos llamó a la comunión de Cristo, una persona maravillosa. Cristo, como poder de Dios y sabiduría de Dios, nos fue dado a nosotros los llamados.

EN CRISTO

  En 1 Corintios 1:30 dice: “Mas por El estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Dios nos puso en Cristo, así que estamos en El. Anteriormente estabamos en Adán, pero fuimos trasladados de Adán a Cristo. Esto no fue un traslado externo, sino interno, un traslado orgánico. Experimentamos un traslado vital de una esfera a otra, de Adán a Cristo. Ahora todos podemos declarar: “¡Aleluya, estoy en Cristo! ¡Me siento feliz de estar en El!

  Estar en Cristo es un hecho extraordinario. Lejos de ser una mera doctrina, es una maravillosa realidad. Estamos en Cristo, y Cristo es el poder y la sabiduría de Dios. El es la corporificación del Dios Triuno. ¡Qué maravilloso estar en El!

JUSTICIA, SANTIFICACION Y REDENCION

  En 1:30 Pablo dice que Cristo nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría. Esta sabiduría incluye justicia, santificación y redención. La justicia tiene que ver con una sustancia, mientras que la santificación, con una acción. Podríamos decir que la justicia es una cosa, pero la santificación es un proceso. La santificación alude a la acción de ser santificado. De la misma manera, la redención tampoco es una simple cosa, sino un procedimiento, pues tiene que ver con la acción de ser redimido.

  Es muy significativo que en el versículo 30 Pablo habla de justicia, y no de justificación, y de santificación, pero no de santidad. ¿Por qué menciona la justicia pero no la santidad, y por qué habla de santificación y redención, y no de la justificación? Hemos hecho notar que la justicia es Cristo con relación a nuestro pasado, que la santificación es Cristo en cuanto a nuestro presente y que la redención es Cristo con relación a nuestro futuro. Puesto que nuestra vida pasada era pecaminosa, necesitábamos que Cristo fuera nuestra justicia con respecto a nuestro pasado. Puesto que nuestra vida actual no es santa, separada, necesitamos que Cristo sea nuestra santificación para que lleguemos a ser santos y separados para con Dios. En el futuro nuestro cuerpo será redimido. Por tanto, la redención tiene que ver con nuestro futuro. Esta interpretación de la justicia, la santificación y la redención no es errónea, pero tampoco es lo suficientemente práctica. Necesitamos entender la justicia, la santificación y la redención de manera más profunda y que sea experimental.

  Cada vez que verdaderamente disfrutamos a Cristo en nuestra vida diaria y le experimentamos, El nos es hecho justicia. Esto es distinto a decir que Cristo nos justifica o que El llega a ser nuestra justificación. Pablo indudablemente tuvo razón al usar la palabra justicia en el versículo 30, en lugar de usar la palabra justificación.

  Una vez más emplearé un ejemplo tomado de la vida conyugal para mostrar cómo Cristo nos es hecho justicia. Siempre que el marido y la mujer discuten y cruzan palabras, ambos creen tener la razón. En realidad, no es exacto decir que el marido o que la mujer está totalmente en lo correcto. Supongamos que el marido verdaderamente disfruta a Cristo en su vida cotidiana. Si éste es el caso, Cristo le será hecho justicia. Cuanto más disfruta al Señor, más Cristo le es hecho justicia, y como resultado, se dará cuenta de que, por lo general, él no actúa debidamente en su relación con su mujer. Asimismo, si la mujer disfruta a Cristo, El le será hecho justicia, y ella experimentará lo mismo que su esposo. Tendrá la sensación de que ella está equivocada al discutir con su marido y que él tiene menos culpa que ella. Con esto vemos que cuanto más disfrutemos a Cristo más llegaremos a ser justos, equitativos, rectos. Además, cuanto más el esposo y su mujer disfrutan a Cristo, más se condenarán a sí mismos y menos el uno al otro. El marido se dará cuenta de que está equivocado y se condenará a sí mismo, y la mujer hará de igual manera. Esto evitará que discutan y que crucen palabras. De este modo, Cristo les es hecho justicia día tras día.

  Por naturaleza ningún ser humano es verdaderamente justo. Esto es así incluso entre cónyuges. En lugar de que el marido sea justo para con su mujer y viceversa, a menudo son injustos. Hermanos, ¿creen ustedes sinceramente que son justos con su mujer? Hermanas, ¿son ustedes justas con sus maridos? Durante los años que lleva en la vida conyugal, ¿ha sido usted justo con su cónyuge? No creo que ninguna persona casada pueda testificar sinceramente que él o ella siempre ha sido justa. Esto se debe a que no disfrutamos a Cristo como debemos. Pero si lo disfrutamos continuamente en nuestra vida cotidiana, llegaremos a ser más justos.

  En realidad, la justicia es el propio Cristo. Por tanto, El no debe ser solamente la justicia por la cual Dios nos justifica, sino también la justicia que expresamos en nuestro diario vivir. Esta comprensión la adquirí no de los libros, sino por medio de la experiencia. Además, no me fue fácil recibirla; fue el resultado de experimentar muchos problemas y dificultades.

  Si disfrutamos a Cristo en nuestra vida diaria y nos es hecho justicia de modo práctico, llegaremos a ser un pueblo especial, un pueblo santificado. En lugar de ser comunes estaremos separados para Dios.

  Es muy común que el marido y la mujer discutan. Todas las parejas hacen esto. Si nuestra vida matrimonial es común, esto significa que no estamos santificados en nuestra vida conyugal. El hermano que deja de discutir con su mujer debido a que Cristo le es hecho justicia, llega a ser un marido especial, un marido particular, un marido santificado, separado para Dios. Cristo como nuestra justicia diaria hace que lleguemos a ser personas santificadas y separadas. Ya no seguimos siendo comunes; más bien, nos distinguimos de los demás. Así que, en nuestra vida diaria Cristo no sólo debe ser nuestra justicia, sino también nuestra santificación.

  Cuando somos santificados y separados para con Dios también somos redimidos, lo cual quiere decir que somos devueltos a El. Siempre que el marido y la mujer discuten, se alejan del Señor. Pero cuando Cristo les es hecho justicia y santificación, espontáneamente son devueltos a Dios. En esto consiste la redención. Como hicimos notar, la redención incluye que a uno se le de muerte, se le reemplace y se le devuelve a Dios. Así que, la redención es realmente la transformación.

  Si disfrutamos a Cristo diariamente, El llegará a ser nuestra justicia, y como tal, nos hará diferentes. Cristo como nuestra santificación nos separará para Dios. Esta santificación automáticamente nos hará volver a Dios, del cual nos habíamos descarriado. En esto consiste experimentar a Cristo como nuestra redención. Además, esta redención nos pone fin y nos reemplaza con lo que Cristo es; y esto es la transfiguración. La futura redención de nuestro cuerpo será la transfiguración del mismo. Pero hoy se puede experimentar a Cristo como Aquel que transfigura nuestro interior. Así que, Cristo no sólo será nuestra transfiguración en el futuro, sino también nuestra transfiguración hoy, la redención de nuestro ser.

  Pablo quería que los corintios se dieran cuenta de que al estar divididos y tener preferencias se conducían insensatamente. Cometían una insensatez al decir que eran de alguna persona en especial. Dios los había llamado a la comunión de Su Hijo, a la comunión de Aquel que es sabiduría y poder de Dios, del Cristo que, en nuestra experiencia, nos es hecho justicia, nos santifica y nos trae devuelta a Dios al darnos muerte y reemplazarnos consigo mismo.

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