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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Corintios»
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Mensaje 21

EL ESPIRITU DEL HOMBRE SABE LAS COSAS DEL HOMBRE Y EL ESPIRITU DE DIOS SABE LAS COSAS DE DIOS

(3)

  Lectura bíblica: 1 Co. 2:1-16

  En 2:11 Pablo dice: “Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”. En este versículo vemos que el espíritu del hombre sabe las cosas del hombre, y el Espíritu de Dios, las cosas de Dios. El espíritu del hombre es la parte más recóndita del ser humano, y tiene la capacidad de penetrar la región más íntima de las cosas del hombre, mientras que la mente sólo puede conocer las cosas superficiales. El Espíritu de Dios, por Su parte, es el único que conoce las cosas de Dios.

EL USO DEL ORGANO CORRECTO

  Para que a algo se le dé sustantividad se requiere el órgano correcto. Por ejemplo, con el sentido del oído damos sustantividad al sonido. Pero supongamos que alguien habla y usted ejercita el sentido del gusto. En tal caso usted no podría percibir nada y tal vez hasta concluiría que nadie habló. En efecto alguien habló, pero usted empleó el órgano equivocado para dar sustantividad a lo que se dijo.

  Las discusiones conyugales también manifiestan el error que se comete al emplear el órgano incorrecto. Digamos que un hermano se siente molesto con su mujer y ofendido por la actitud de ella. Si él ejerce su voluntad y se vuelve de sus sentimientos a su espíritu, su sentir cambiará. En lugar de condenar a su mujer y disgustarse con ella, tendrá una actitud totalmente diferente. Estos ejemplos nos ayudan a ver cuán importante es que al manejar las diferentes situaciones usemos el órgano correcto.

EL ESPIRITU Y LA EXPERIENCIA DE CRISTO

  Para conocer las cosas espirituales es muy importante que usemos el órgano correcto, o sea, el espíritu humano. No obstante, a los cristianos en su mayoría se le ha enseñado que a Cristo y a la iglesia se les conoce por medio del ejercicio de la mente basado en las enseñanzas tradicionales. Hay denominaciones que hasta conducen seminarios en los que se adiestra a las personas a usar su mentalidad para resolver los problemas que experimentan como cristianos. Dicho entrenamiento no se basa en la Palabra pura de Dios, sino en la tradición. En lugar de usar el espíritu, la mayoría de los cristianos usan su mente natural para entender, analizar, visualizar y filosofar. Además, no ejercen su mente natural en torno a la Biblia, sino a la tradición.

  Este ejercicio ha llevado a muchos creyentes a cometer serios errores tocante a la experiencia que tenemos de Cristo. Por ejemplo, un maestro cristiano de renombre dijo por escrito que Cristo en realidad no habita en nosotros, sino que está únicamente en los cielos y que el Espíritu Santo está en nosotros como Su representante. Este es un claro ejemplo de alguien que ejercita la mente según la doctrina y la teología tradicionales para entender la experiencia cristiana. Según la Biblia, Cristo está en los cielos y también en los creyentes. En Juan 14:17 el Señor Jesús, hablando del Espíritu de realidad, dice: “Vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros”. El Señor dice explícitamente que el Espíritu de realidad estará en nosotros. Al comparar los versículos 17 y 18 vemos que el Espíritu de realidad del versículo 17 se refiere al Señor, quien no nos dejaría huérfanos, del versículo 18. En el versículo 18 el Señor añade: “Vendré a vosotros”. Esto seguramente no se refiere a la segunda venida de Cristo, pues si aludiera a Su segunda venida, el Señor hubiera dejado huérfanos a todos los cristianos que han vivido desde el primer siglo hasta hoy.

  El Señor dice en el versículo 19: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis”. Las palabras “un poco” seguramente no se refieren a los mil novecientos años que han transcurrido desde la primera venida del Señor. Con esta expresión el Señor no se refería a un período de años ni de semanas, sino que con ello indicaba que estaba a punto de ser crucificado y sepultado, por lo cual el mundo no lo vería más. Pero tres días después, en el día de la resurrección, Sus discípulos le verían; María le vio por la mañana y un grupo de Sus discípulos le vio por la tarde. A esto se refería cuando dijo que dentro de un poco le verían, aunque el mundo ya no le vería.

  Al final del versículo 19 el Señor Jesús dice: “Porque Yo vivo, vosotros también viviréis”. Esto indica que El viviría en nosotros y nosotros en El. El Señor parecía decir: “Yo vendré a vosotros, viviré en vosotros y vosotros viviréis en Mí”. Esta experiencia comenzó en la noche que resucitó el Señor. Juan 20:19 dice: “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús y puesto de pie en medio les dijo: Paz a vosotros”. Según Juan 20:22, El “sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. Al infundirles el Espíritu, el Señor se impartió en ellos como vida y como el todo para ellos. Así se cumplió todo lo que les había hablado en los capítulos del catorce al dieciséis. Después de infundir el Espíritu Santo en los discípulos, el Señor desapareció de ellos. Pero de ahí en adelante, el Cristo resucitado empezó a vivir en ellos y llevarlos a vivir por causa de El.

  En Juan 14:20 el Señor dice: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí y Yo en vosotros”. Aquel día se refiere al día de la resurrección del Señor. El Señor no dice: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en los cielos y que ustedes están sobre la tierra”. No obstante, ésta es la enseñanza tradicional que sostienen muchos cristianos. El Señor dice claramente: “Vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. El no dice nada en cuanto a que el Espíritu Santo lo representaría en los creyentes. El dice claramente: “Yo en vosotros”.

  El Señor Jesús, basándose en la revelación contenida en Juan 14, dice en 15:4: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”, y añade en el versículo 5: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer”. El Señor no habla simplemente de estar en nosotros, sino de permanecer en nosotros al permanecer nosotros en El. Permanecer equivale a quedarse, establecerse en un sitio. Cristo permanece en nosotros, es decir, se establece en nosotros. No se trata de una representación, sino que el propio Cristo permanece en nosotros.

SOSTENER LOS DOS ASPECTOS DE LA VERDAD

  En Juan 14:23 el Señor Jesús dice: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. El Señor dice que el Padre y el Hijo vendrán al que ame al Señor y harán Su morada con él. Sin embargo, la enseñanza cristiana tradicional contradice esto. Primero, recalca que después de que Cristo resucitó, ascendió a los cielos. Segundo, hace énfasis en que después de que El resucitó, envió al Espíritu Santo de Dios sobre la iglesia. Tomando estos conceptos como base y realzando sólo un aspecto de la verdad, las enseñanzas tradicionales afirman que Cristo está ahora en los cielos y que el Espíritu Santo, el cual está en la tierra, le representa en los creyentes. Pero esta perspectiva tradicional pasa por alto completamente la clara palabra de la Biblia que dice que Cristo mora en nosotros. La Biblia revela que Cristo está en el cielo (Ro. 8:34), y que además está en nosotros (Ro. 8:10). Acerca de esto, necesitamos creer en los dos aspectos de la verdad.

  En el siglo pasado, Roberto Govett escribió un libro titulado The Twofoldness of the Divine Truth [Los dos aspectos de la verdad divina]. Al igual que casi todas las cosas, la verdad divina de la Biblia tiene dos aspectos. En cuanto a Cristo, un aspecto de la verdad dice que El ascendió a los cielos y vertió el Espíritu Santo. Pero el otro aspecto dice que el propio Cristo está en nosotros.

  Es verdaderamente triste que muchos cristianos hoy sólo den énfasis a un aspecto de la verdad y descuiden completamente el otro. Esto da lugar a problemas y debates. Debemos abandonar las enseñanzas tradicionales, volver a la Palabra pura y aceptar ambos aspectos de la verdad divina. Por ejemplo, la verdad acerca de la Trinidad, el Dios Triuno, tiene dos lados. La palabra triuno significa tres y uno, y la usamos valiéndonos de dos raíces del latín, trini, que significa tres, y unus, que significa uno. Nuestro Dios es tres y a la vez uno. Basándonos en la Biblia, aceptamos ambos lados de esta verdad y creemos que Dios es Triuno; El es tres y simultáneamente uno.

LA NECESIDAD DE EJERCITAR NUESTRO ESPIRITU

  Una cosa es usar la mente natural para procurar entender las verdades según la tradición, y otra, ejercitar nuestro espíritu para conocerlas según la Palabra de Dios. Digamos que un profesor universitario afirma ser ateo, pues según su entendimiento natural, no hay Dios. Además, le dice a las personas que Dios no existe. Pero si él se volviera a su espíritu, espontáneamente oraría: “Oh, Dios, perdóname”. Su mentalidad le dice que no hay Dios, pues con la mente natural es imposible creer en El. Pero si se volviera al espíritu, inmediatamente tendría la sensación de que Dios está presente y sentiría la necesidad de orar a El y pedirle perdón.

  Este principio sin duda aplica a nosotros los creyentes. Tal vez algunos argumenten que no tiene nada de malo establecer muchas iglesias en una ciudad. Semejante afirmación proviene del concepto natural. Pero si se volvieran a su espíritu y leyeran el Nuevo Testamento, adorarían al Señor diciendo: “Oh Señor, Tú eres uno, y Tu iglesia también es una. Tú eres la Cabeza, y la iglesia, Tu Cuerpo. Ahora veo que sólo hay una Cabeza y un Cuerpo. Además, comprendo que sólo debe haber una expresión de la iglesia por localidad. Señor, perdóname por decir que es correcto que haya muchas iglesias en una ciudad”. Vemos una vez más que al usar la mente natural captamos una perspectiva de las verdades divinas, pero al volvernos al espíritu para percibir las cosas espirituales, percibimos una perspectiva diferente.

  Pablo conocía cabalmente la condición de los creyentes de Corinto debido a que ejercitaba su espíritu. En el capítulo dos parece decirles: “Ustedes siguen dependiendo de su mente griega filosófica, y debido a ello no se conocen a ustedes mismos. Es imposible conocer las cosas del hombre usando la mente. Ustedes no conocen su situación, su posición, su condición, su necesidad ni su destino. Se creen muy sabios, pero en realidad son insensatos y están ciegos. Yo conozco las cosas del hombre porque estoy en mi espíritu. El espíritu humano es el único que sabe las cosas del hombre. Ustedes ejercitan su mente y no su espíritu, y a esto se debe que no conozcan las cosas del hombre relacionadas con la experiencia que tenemos de Cristo y la iglesia. No se dan cuenta de que están firmes en la posición y condición equívocas. Además, al hacer esto, desaprovechan lo que Dios nos provee para llenar nuestras necesidades. Ni siquiera están conscientes de que están descuidando su destino”.

  Si ejercitamos nuestro espíritu descubriremos que en él habita el Espíritu de Dios. Entonces conoceremos no sólo las cosas del hombre, sino también las de Dios. Nos conoceremos a nosotros mismos, y conoceremos también a Cristo.

  Me preocupa que algunos de los que están entre nosotros no se conozcan debidamente. Tal vez algunos ni saben que están en una condición negativa, que tienen muchas cosas que no le han confesado a Dios y de las cuales no han sido limpios. Tal vez haya orgullo en sus pensamientos y piensen que están bien y que todos los demás, incluyendo a toda la iglesia, están mal. Esta manera de pensar de sí mismos se debe a que no ejercitan su espíritu. Pero si se volvieran a él y lo ejercitaran, dirían: “Oh Señor, yo soy el que estoy mal. Estoy mal en todo y con todos. Oh Señor, perdóname y límpiame”.

  Ejercitar nuestro espíritu nos introduce en el Espíritu de Dios, el cual nos capacita no sólo para saber en qué hemos fallado, sino también para que nos demos cuenta que Dios nos ama y que Cristo desea ser nuestra vida y nuestra persona. Mediante el Espíritu de Dios, también podemos conocer a Cristo como sabiduría de parte de Dios. Si vivimos continuamente en el espíritu mezclado, en nuestro espíritu humano unido al Espíritu de Dios, descubriremos que Cristo es nuestra justicia, santificación y redención, y diariamente lo experimentaremos y lo disfrutaremos. Además, tendremos la sensación de que necesitamos a la iglesia y desearemos reunirnos, pese a que otros nos critiquen y cuestionen nuestra postura.

  Si usamos nuestro espíritu, en primer lugar nos conoceremos a nosotros mismos. En especial, sabremos que estamos en una posición, condición y situación equivocadas. Además comprenderemos por qué no participamos de la provisión divina que Dios predestinó, preparó, reveló y nos otorgó. Haremos una confesión al Señor y le pediremos perdón. Finalmente, comprenderemos que el Espíritu de Dios habita en nosotros y que está deseoso por mostrarnos cuánto nos ama Cristo y cuán rico es El, a fin de que le experimentemos y le disfrutemos. Todo esto nos llevará a disfrutar al Señor y aumentará en nosotros el deseo de experimentar la vida de iglesia. Esto es lo que significa que el espíritu del hombre sabe las cosas del hombre y que el Espíritu de Dios sabe las cosas de Dios.

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