Mensaje 27
Lectura bíblica: 1 Co. 3:10, 12-13, 15
En el mensaje anterior examinamos la obra que edifica con materiales transformados, lo cual constituye el aspecto positivo de la edificación según lo dicho por Pablo. En este mensaje estudiaremos el lado negativo: la obra que edifica con cosas naturales.
Antes de examinar lo que significa edificar con madera, heno y hojarasca (v. 12), quisiera decir que a través de los años la mayoría de los creyentes no ha entendido debidamente 1 Corintios 3. Este capítulo se escribió desde la perspectiva de la experiencia espiritual, y puesto que casi todos los que leen 1 Corintios carecen de ella, no logran entenderlo. Muchos creyentes ni siquiera le ponen atención y prefieren otros pasajes de la Biblia, tales como el libro de Proverbios, el cual se adapta a sus conceptos naturales.
El capítulo 3 de 1 Corintios es muy profundo. Al escribirlo, Pablo emplea diversas metáforas: la leche, el alimento sólido, plantar, regar, la labranza de Dios, el edificio de Dios, el fundamento, el oro, la plata, las piedras preciosas, la madera, el heno, la hojarasca, el fuego y el templo. Sin experiencia espiritual no se puede interpretar debidamente estas metáforas ni entender su significado. Muchos de los que leen este capítulo sólo prestan atención a dos de las metáforas: el fundamento y el templo. Pocos saben lo que significa edificar con oro, plata y piedras preciosas, o edificar con madera, heno y hojarasca. En resumen, son pocos los que ven la revelación de este capítulo.
La costumbre de muchos es que al leer la Biblia tratamos de entenderla doctrinal o teológicamente. No obstante, al leerla, sea cual sea el versículo, debemos tratar de entenderla desde el punto de vista de la experiencia. Debemos procurar entender cómo se relaciona cada parte de la Palabra con la experiencia que tenemos del Señor. Además, al dar mensajes no debemos presentarlos como una mera doctrina, sino según la experiencia.
Como hemos expresado, 1 Corintios 1 y 2 son dos capítulos muy profundos; ellos revelan las profundidades de Dios (2:10). El capítulo tres también es profundo. Pablo lo escribió metafóricamente, de lo contrario habría tenido que emplear más capítulos para exponer lo que había en él.
Al leer este capítulo no debemos tratar de entender sólo las letras impresas; también debemos examinar los cuadros que presenta. Lo que Pablo dice referente a la labranza de Dios, la tierra cultivada, no es solamente una metáfora, sino también un cuadro. Al estudiar lo que significa que la iglesia sea una labranza, debemos visualizar las acciones de arar, sembrar, plantar, regar, cultivar, producir y cosechar. Hacer esto equivale a ver el cuadro que comunican las metáforas que Pablo usa.
Cuando leemos este capítulo, no debemos dar nada por sentado. Más bien, debemos indagar qué es poner otro fundamento, qué significa el oro, la plata y las piedras preciosas, la madera, el heno y la hojarasca. Un ejemplo: cuando leamos lo que dijo Pablo acerca de no poner otro fundamento, debemos darnos cuenta de que a la luz del trasfondo de los corintios, eso se refiere a no poner por fundamento la filosofía ni la cultura griega. Además, implica no convertir nuestras opiniones, preferencias ni nuestras elecciones en fundamentos. Es posible que un hermano diga que siente carga por ir a cierto lugar. Pero tal vez esa carga sea simplemente su gusto o preferencia personal. Al leer este capítulo debemos anhelar seriamente entender lo que Pablo quiere decir con las diversas metáforas. Debemos descubrir la debida interpretación de estas figuras.
La madera, el heno y la hojarasca representan el conocimiento, la comprensión y los logros que provienen del trasfondo natural de los creyentes (trasfondos tales como el judaísmo u otras religiones, la filosofía o la cultura) y de la manera natural de vivir (la cual principalmente está en el alma y es la vida natural). La madera está en contraste con el oro y representa al hombre natural; el heno está en contraste con la plata y representa al hombre caído, el hombre de la carne (1 P. 1:24), quien no ha sido redimido ni regenerado por Cristo; y la hojarasca está en contraste con las piedras preciosas y representa la obra y la vida que provienen de una fuente terrenal y que no han sido transformadas por el Espíritu Santo. Todos estos materiales sin valor son el producto del hombre natural de los creyentes junto con lo que ellos han acumulado a partir de sus diversos trasfondos. En la economía de Dios estos materiales sólo sirven para ser quemados (v. 13).
Concreta y prácticamente, en este contexto la madera se refiere a la naturaleza humana de los griegos, los cuales por nacimiento eran muy filosóficos. Yo creo que ellos filosofaban hasta de Cristo. Por tanto, la madera hace alusión a la naturaleza de los griegos, a su composición natural. En el mismo principio, esto aplica a nosotros también. Por ejemplo, los chinos son de naturaleza ética; ésta es su “madera”. No debemos edificar la iglesia con madera, es decir, con nuestra naturaleza, con lo que somos.
Ya dijimos que el heno representa al hombre de la carne, el cual no ha sido redimido. La madera representa la naturaleza de los griegos, mientras que el heno, a su hombre natural. Edificar la iglesia con heno equivale a edificarla con lo que somos por naturaleza. Un ejemplo: el líder de la asamblea de los Hermanos a la que yo asistía en Chefú era una persona sumamente pausada y estable; siempre caminaba lenta, cautelosa y cuidadosamente. Una vez, mientras enseñaba la Biblia, dijo que Dios siempre actuaba lentamente. Influenciados por dicho líder, casi todos los miembros de aquella asamblea aprendieron a actuar de manera pausada. Cuando se acercaban al salón de reunión, caminaban muy despacio. Incluso, todas las oraciones que ofrecían lo hacían pausadamente. Toda la asamblea se configuró al hombre natural de aquel líder. Esto muestra lo que significa edificar la iglesia con heno.
Edificar con heno es edificar con lo que somos y con nuestras preferencias. Digamos que una persona tiene una afición por hablar en lenguas. Promover este don es edificar con heno. Todo lo que hagamos usando lo que somos por naturaleza así como nuestras preferencias naturales corresponde a dicha edificación.
La hojarasca representa la obra y la vida que provienen de una fuente terrenal. Edificar con ella es peor que edificar con madera y heno. Entre algunos de sus aspectos figuran los celos, las contiendas, la envidia, los chismes y la crítica. Las personas filosóficas por lo general critican mucho. Cuanto más piensan, más critican. Esta crítica no es otra cosa que la hojarasca.
Hoy, es muy difícil encontrar entre los cristianos materiales para la edificación. ¿Dónde está el oro, la plata y las piedras preciosas? Lo que abunda es la madera, el heno y la hojarasca. Se puede ver por doquier la composición y el ser natural, y cosas tales como los celos, la envidia, las contiendas, el odio, las murmuraciones y las quejas. Casi en todos los grupos cristianos uno encuentra madera, heno y hojarasca, es decir, la obra que edifica según la composición y el ser natural, y según las características de una vida terrenal. En 1 Corintios 3, la madera, el heno y la hojarasca específicamente se refieren a la naturaleza y composición griegas junto con la maldad de la manera griega de vivir, en especial a las cosas que se daban entre los creyentes de Corinto.
En el capítulo tres Pablo exhorta a los santos a que no pongan nada ni a nadie como fundamento además de Cristo, o sea, que nada debe reemplazarlo a El. Al exaltar a una persona o una cosa ponemos otro fundamento. Pablo también les instó a que miraran cómo edificaban sobre Cristo, el único fundamento. Los corintios no debían edificar con nada griego; su naturaleza, su yo, sus celos, sus contiendas, sus críticas. En otras palabras, no debían edificar la iglesia con nada que se originara de ellos.
Hace aproximadamente cincuenta años, entre los cristianos de la china hubo una corriente prevaleciente que pretendía eliminar de las iglesias de allí todo rasgo de la cultura occidental. Los miembros de ese movimiento querían que la iglesia se configurara a la cultura nativa de China. Su deseo era que las capillas y los salones de reuniones fueran construidos según la manera nativa y no la occidental. Los cristianos que formaban parte de ese movimiento apreciaban la Biblia, pero rechazaban la cultura que junto con ésta les habían llevado los misioneros. Su meta era que sus iglesias fueran cien por cierto chinas. Sin embargo, la iglesia no debe ser ni occidental ni oriental, sino sencillamente cristiana, lo cual quiere decir que cada paso y cada aspecto de su edificación debe ser Cristo. El debe ser el todo para la iglesia.
La iglesia se debe edificar únicamente con Cristo. Sin embargo, casi todas las denominaciones y grupos cristianos desean ser nativos o naturales de algún modo. Formar una iglesia o grupo nativo es edificar con nuestra composición y ser naturales, no importa cuales sean. Tal vez algunos desean una iglesia conforme a la naturaleza alemana, otros, a la composición francesa, y quizás un tercer grupo, conforme a la naturaleza china. Esto equivale a edificar la iglesia con lo que somos y lo que hacemos según nuestra vida, nuestra constitución y nuestro ser naturales.
Hace muchos años me invitaron a un lugar en Inglaterra, el cual era famoso por la espiritualidad de las personas. Permanecí allí por un mes, y encontré que efectivamente algunos experimentaban la auténtica espiritualidad. No obstante, lo que más me llamó la atención fue el énfasis que se le daba a obrar según la manera británica. Sin darse cuenta conformaban a las personas a lo británico e incluso ejercían control sobre otros lugares distantes. Nosotros invitamos al líder de aquel grupo a que viniese a Taiwán para que nos ministrase, y lo hizo en dos ocasiones. La primera visita fue maravillosa y nos ayudó mucho, pero la segunda, causó mucho daño, pues procuró imponer sobre los santos algunas prácticas y costumbres británicas. Por ejemplo, en una ocasión mientras teníamos comunión, comentó lo siguiente: “Por qué los hermanos que son militares se ponen la gorra mientras aún se encuentran en el salón de reuniones? Apenas se acaba la reunión y se la ponen; no se esperan hasta que salgan”. Según él, los hermanos actuaban mal al ponerse la gorra dentro del edificio. Un hermano intentó explicarle que según la práctica oriental del personal militar, el soldado no acostumbraba a quitarse la gorra ni adentro ni afuera, pero que los hermanos militares siempre se la quitaban durante las reuniones. Pero que tan pronto terminaba la reunión, se la volvían a poner, sin importar si estaban fuera o dentro del salón. Con todo y esto, el hermano fue muy insistente y preguntó: “Siguen ustedes las costumbres del hombre o la Biblia?” Después de oírle responder de esa manera, me dije: “Hermano, no eres justo. Nosotros seguimos la Biblia firmemente, y en conformidad con ella, cuando un hermano ora en una reunión de la iglesia, no debe tener cubierta su cabeza. Pero obviamente no tiene nada de malo que uno se ponga la gorra mientras aún permanece en el salón de reunión. Sostener que un soldado tiene que esperar hasta que esté fuera del salón para ponerse la gorra es seguir la costumbre occidental. Tal vez esto se practique en Gran Bretaña, pero no es justo que nos acuse de no seguir la Biblia sólo porque no guardamos las costumbres suyas en cuanto a esto”.
Debido a que estoy consciente de lo serio que es usar cosas naturales para edificar la iglesia, por la misericordia del Señor me esfuerzo seriamente por no traer cosas chinas al recobro del Señor en este país. Además, no quiero que nada de lo mío influya la edificación de la iglesia. Ninguno de nosotros debe edificarla según lo que somos en nuestro ser natural. No debemos permitir que nada que provenga de nosotros se introduzca en la iglesia. Por ello, todos necesitamos que el Señor nos conceda Su misericordia. Tenga El misericordia de nosotros para que no edifiquemos la iglesia con lo que somos por naturaleza. Si la iglesia expresa el ser natural de los que presiden, esto indica que, por lo menos en cierto grado, la iglesia ha sido edificada con heno; se ha introducido en ella algún elemento del hombre natural, del hombre que no ha sido redimido. Dicho elemento no ha sido redimido, eliminado ni reemplazado por Cristo. Aunque soy un nativo chino, puedo testificar que mi deseo es ser aniquilado y reemplazado. No quiero edificar la iglesia con heno, o sea, con lo que soy por naturaleza. Ninguno de nosotros debe edificar con madera ni heno, mucho menos con hojarasca, o sea, los celos, las contiendas y la crítica.
Si observamos la situación que prevalece entre los cristianos hoy, nos daremos cuenta que lo que dijo Pablo en cuanto a la madera, el heno y la hojarasca no es una mera doctrina. Todos debemos ejercitar nuestro espíritu, acudir al Señor y orar: “Oh Señor, ten misericordia de mí para que no edifique Tu iglesia con mi constitución natural, mi ser natural ni nada que se origine de los celos, las contiendas ni la envidia. Señor, deseo edificar Tu iglesia con el oro de la naturaleza del Padre, la plata de la cruz que me redime, me pone fin y me reemplaza, y con la obra transformadora del Espíritu Santo. Deseo edificar la iglesia en el espíritu mezclado, donde experimento la naturaleza del Padre, la redención efectuada por el Hijo y finalmente la transformación realizada por el Espíritu. Señor, deseo edificar la iglesia de esta manera”.
Ahora entendemos el concepto de Pablo con relación a los debidos materiales que se emplean para edificar la iglesia. En el capítulo tres él en efecto decía a los creyentes de Corinto: “Ustedes son plantas de la labranza de Dios. Ahora necesitan cultivar a Cristo. Cuanto más crezcan, más llegarán a ser oro, plata y piedras preciosas, aptas para el edificio de Dios. No pongan ningún otro fundamento además de Cristo. No exalten ninguna cosa, ninguna persona, ninguna doctrina ni ninguna práctica. Sencillamente edifiquen sobre el fundamento ya puesto, el cual es el Cristo que lo es todo. Miren que no edifiquen sobre El con elementos griegos, sino con la naturaleza del Padre y con la redención del Hijo, los cuales resultan en la obra transformadora del Espíritu. Si hacen esto, la apariencia de la iglesia será de oro, plata y piedras preciosas”.
En el versículo 15 Pablo da una advertencia: “Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. La obra de madera, heno y hojarasca sólo sirve para ser quemada. Dicha obra será consumida por el fuego del juicio que el Señor ejecutará a Su venida.
Cuando Pablo dice: “El sufrirá pérdida”, se refiere a la pérdida de la recompensa, no de la salvación. Sufrir pérdida en este contexto no significa perecer. La salvación que recibimos en Cristo no es por nuestras obras (Tit. 3:5), y es eterna e inmutable en naturaleza (He. 5:9; Jn. 10:28-29). Por lo tanto, los creyentes cuyas obras cristianas no sean aprobadas por el Señor que juzga, y quienes por eso sufrirán la pérdida de la recompensa, serán salvos de todos modos. La salvación que Dios da gratuitamente a todos los creyentes perdurará por la eternidad. Por otro lado, la recompensa que el Señor da sólo a los creyentes cuyas obras cristianas El apruebe, corresponde a la edad del reino. La recompensa es un aliciente para su obra cristiana.
Aunque serán salvos los creyentes cuyas obras cristianas no sean aprobadas por el Señor cuando El regrese, ellos serán salvos como pasados por fuego. La expresión pasados por fuego seguramente indica castigo. Sin embargo, esto sin duda no es el purgatorio, herejía enseñada por el catolicismo en su distorsión supersticiosa de este versículo. No obstante, esto nos debe servir de advertencia solemne hoy con respecto a nuestras obras cristianas.