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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Corintios»
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Mensaje 29

ALIMENTAR, BEBER, COMER, PLANTAR, REGAR Y CRECER

  Lectura bíblica: 1 Co. 3:1-9

  El capítulo tres de 1 Corintios contiene muchos asuntos valiosos y muchas expresiones extraordinarias, lo cual hace de él un capítulo especial, de hecho el más especial de la Biblia.

  En el versículo 1 Pablo dice: “Y yo, hermanos, no pude hablaros como a hombres espirituales, sino como a carne, como a niños en Cristo”. Pablo habla a los corintios de manera severa; no sólo les llama carnales (v. 3), sino carne. La expresión carne es aún más grave que la palabra carnal, y alude a aquellos aspectos de la carne que son más repugnantes. Ser carne habla de lo que estamos hechos, mientras que ser carnal denota que uno está bajo la influencia de la naturaleza de la carne y que participa del carácter de ella. Pablo no pudo hablarles como a hombres espirituales, sino como a carne, como a niños en Cristo. El fue muy severo con los creyentes corintios. Si usáramos palabras tan fuertes como éstas al dirigirnos a los santos de hoy, sin duda muchos se ofenderían y rehusarían seguir escuchándonos.

SEIS ASUNTOS VITALES

  En este mensaje mi deseo es hablar de algunas expresiones cruciales que Pablo usó en el capítulo tres. En el versículo 2 él dice: “Os di a beber leche, y no alimento sólido”. Dar a beber o dar a comer es alimentar a otros. Alimentar es algo orgánico, y difiere de enseñar, lo cual consiste en impartir conocimiento. Al parecer Pablo enseñaba a los corintios, pero en realidad, los alimentaba. La primera expresión crucial del capítulo 3 es alimentar. Alimentar a otros es muy agradable. Por ejemplo, a una madre le gusta alimentar a sus hijos. De la misma manera, Pablo deseaba alimentar a los creyentes corintios, no sólo dándoles leche, sino también alimento sólido.

  En el versículo 2 se menciona la leche, algo bebible, y el alimento sólido, algo comestible. Así que, la idea de alimentar que se expresa aquí automáticamente alude a beber y a comer. Antes de llegar a la vida de iglesia, es posible que usted, aunque ya había sido cristiano por muchos años, nunca había oído un mensaje que le hablara de beber. Si queremos ser cristianos apropiados debemos ser cristianos que beben. Beber es un concepto básico de 1 Corintios. En 12:13 Pablo dice que a todos se nos dio a beber de un solo Espíritu. El no inventó este concepto, pues el propio Señor Jesús habla de beber en Juan 4 y 7. En Juan 4:14 le dice a la mujer samaritana: “Mas el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. Según Juan 7:37, el Señor Jesús, en el último día de la fiesta de los tabernáculos, se puso de pie y alzó la voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba”. Así que, Cristo habla de beber, y Pablo también. Todos los cristianos deben ser personas que se deleitan en la bebida espiritual.

  Entre comer y beber, ¿cuál es más vital para subsistir? La respuesta es que es más importante beber que comer. Es posible pasar algunos días sin comer, pero no podemos decir lo mismo en cuanto a beber. Además, en el transcurso del día bebemos más que lo que comemos. Es posible que comamos tres veces al día, pero tal vez bebamos doce veces al día. Los médicos recomiendan que bebamos un vaso de agua muchas veces al día. Por el lado espiritual, beber es de vital importancia para la vida cristiana. No obstante, hoy los cristianos pasan por alto esta necesidad casi por completo.

  Al hablar del alimento sólido en el versículo 2, Pablo indudablemente se refiere al comer. Así que, junto con la alimentación y la bebida, él recalca la importancia de comer.

  En los versículos 6, 7 y 8, Pablo habla de plantar. Específicamente, dice de sí mismo: “Yo planté”. El no sólo alimentaba, sino que también plantaba. El capítulo tres dice que Pablo alimentó a los santos, dándoles de comer y de beber, y que plantó; pero no se dice que les enseñó.

  Después de plantar, se riega, y luego se da el crecimiento. Los versículos 6-7 dicen: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento”. En los primeros siete versículos de este capítulo, tenemos seis maravillosos asuntos: alimentar, beber, comer, plantar, regar y crecer. ¡Qué capítulo tan maravilloso! ¿Podrá usted encontrar en la Palabra de Dios otro capítulo que abarque estos seis asuntos? No creo que lo haya. En cuanto a esto, 1 Corintios 3 es único. De manera breve y con solo siete versículos, Pablo abarca seis cosas maravillosas. De manera práctica habla de alimentar, beber, comer, plantar, regar y crecer.

UN LUGAR DONDE UNO SE ALIMENTA

  ¿Está usted alimentando a otros en la vida de iglesia? Para hacer esto, primeramente nosotros debemos alimentarnos. La función principal de la iglesia no es enseñar, sino alimentar. Así que, no debemos pensar que la iglesia es una escuela, sino un comedor, un restaurante. Si a los demás les molesta que usted asista a tantas reuniones de la iglesia cada semana y se preguntan qué es lo que usted hace allí, dígales: “La iglesia es un restaurante, y la frecuento mucho porque necesito comer”. En el restaurante, o sea, la iglesia, debemos alimentar a otros y alimentarnos nosotros mismos.

  Al dar mensajes en el ministerio no tengo la sensación de que estoy enseñando o predicando. No deseo presentarme como un predicador o como un maestro. Lo que quiero es ser un mayordomo, un mesero, uno que espera que lleguen los santos para servirles a Cristo. Yo no soy el cocinero. El cocinero celestial es el propio Señor, quien está presente de manera invisible. Yo soy un simple siervo que toma diversos platillos deliciosos y los sirve a los santos.

  Las reuniones de la iglesia deberían ser como un banquete al estilo chino, donde se sirven diversos platillos. Si un amigo le invita a un restaurante chino, prepárese para disfrutar una diversidad de platillos. En algunos banquetes se sirven hasta veinte diferentes platillos que incluyen una variedad de carnes, pescados, aves, legumbres y caldos. La iglesia debería ser un restaurante donde continuamente nos alimentamos de Cristo. El es la especialidad que se sirve en este restaurante. En ella disfrutamos de la comida más exquisita, pues cada platillo consta de un aspecto de Cristo.

BEBER Y RESPIRAR

  La manera de beber es invocar el nombre del Señor Jesús. Al invocar Su nombre, bebemos de El y lo inhalamos. Invocar al Señor incluye inhalarle y beberle. El agua que bebemos yace en el aire que respiramos. La humedad espiritual en la vida de iglesia es muy elevada, pues en la iglesia no hay sequedad. Siempre que inhalamos el aire espiritual invocando: “Oh Señor Jesús”, también participamos del agua que está en dicho aire. Así que, inhalar equivale a beber, es decir, todo lo que inhalamos, también lo bebemos.

  Por lo general no se necesita invocar en voz alta para beber. También podemos susurrar: “Oh Señor Jesús”. En ocasiones basta con decir: “Señor”, mientras que en otras, con tal sólo decir: “Oh” es suficiente. Algunos pudieran decir que esto es supersticioso, pero después de experimentarlo por muchos años puedo testificar que invocar el nombre del Señor me refresca, me fortalece y me consuela. Sin inhalar y beber al Señor de esta manera me sentiría seco y sediento. Además, mi vida cotidiana sería bastante aburrida, y falta de refrigerio. Pero con simplemente decir: “Oh Señor Jesús”, soy refrescado.

  Es posible que las personas cultas o profesionales piensen que invocar el nombre del Señor Jesús no es para ellos, sino sólo para jóvenes, para personas inexpertas o incultas. Pero beber es para todos. Si usted no bebe al Señor invocándole, se sentirá seco y hasta aburrido. ¡Cuánto necesitamos beber al Señor Jesús día tras día!

  Como persona de edad, he pasado por diversas experiencias en la vida humana. Me han acontecido muchas cosas desagradables y estoy convencido de que no existe una vida sin adversidades. Como lo expresa una estrofa de un himno: “Dios no nos prometió un cielo siempre azul” (Hymns, #720). No obstante, a pesar de haber experimentado muchas situaciones tristes y desagradables, he sido una persona contenta porque tengo al Señor Jesús. Hasta los demonios pueden testificar que me siento contento en El. Yo tengo al Señor Jesús, pero no lo tengo únicamente de manera objetiva, como Aquel que está en los cielos. Mi Cristo está en los cielos y también en mí. ¡Aleluya, Cristo vive en mí, y puedo inhalarle, beberle y alimentarme de El! Todos los días respiro, bebo y como de lo mejor.

  Si inhala al Señor, bebe de El y le come, no sólo será nutrido, sino también sanado. Esto es un hecho. Participar del Señor de esta manera puede hacernos más fuertes físicamente, ya que la alegría y el gozo que experimentamos al invocar al Señor puede afectar positivamente nuestra salud. Muchos médicos reconocen que es saludable estar alegre. Así que, todos debemos ser cristianos que inhalan, que beben y que comen; cristianos que se alimentan del Señor y que alimentan a otros con El.

  Como creyentes, también debemos ser personas que plantan y riegan. Al leer los versículos 6 y 7 tal vez nos parezca que únicamente personas como Pablo y Apolos pueden hacerlo. No obstante, no debemos pensar que solamente los que presiden o los que tienen parte en el ministerio de la Palabra pueden plantar y regar. Todos debemos hacerlo.

  Algunos santos sostienen el concepto de que nosotros sólo podemos plantar o regar, pero no ambos. Es posible que un hermano que planta sienta que no debe regar lo que ha plantado, pensando que esa obra pertenece a otro hermano. Tal vez se considere una persona que planta y suponga que alguien más debe regar. Tener esta perspectiva en cuanto a la plantación y al riego corresponde al concepto natural. Si nos volvemos a nuestro espíritu y lo ejercitamos, no nos interesará si somos de los que plantan o de los que riegan, sino que sencillamente llevaremos a cabo ambas cosas.

  Algunos creyentes no riegan a otros porque temen regarlos demasiado y dañarlos. Pero es mejor cometer errores y causar algún daño que no regar a nadie. A pesar de los errores que cometan, con todo y ello ayudarán a otros a crecer en el Señor. Les aliento a que todos planten y rieguen.

LA MAYOR NECESIDAD

  Aunque alimentar, beber, comer, plantar y regar son importantes, la mayor necesidad es crecer. Nosotros podemos plantar y regar, pero sólo Dios puede dar el crecimiento. En lo que atañe al crecimiento en vida, todo depende de Dios. Puesto que el único que da el crecimiento es Dios, es necesario que al alimentar, plantar y regar, seamos uno con el Dios Triuno. Esto implica que debemos hacerlo en la unión orgánica con el Señor. Si hacemos esto, cada vez que alimentemos, también El alimentará. El alimentará en nuestra alimentación. Lo mismo aplica a plantar y a regar. Antes de dar un mensaje, oro desesperadamente: “Señor, habla mientras yo hablo. Señor, concédeme de manera práctica que mientras hable sea un solo espíritu contigo”. Después de orar así, tengo la plena certeza de que mientras hablo, El habla. Tengo el denuedo para declarar que soy un solo espíritu con el Señor y que El es un espíritu conmigo. Sin El, todo lo que yo hable no tiene ningún valor.

  Yo puedo plantar y regar, pero no tengo la capacidad ni la sustancia para dar crecimiento. El crecimiento viene únicamente de Dios. Cuando El opera, se da el crecimiento. Pero pese a que sólo Dios da el crecimiento, El por Sí mismo no plantará ni regará. No lo hará separado de nosotros, de la misma manera que no se aparece para dar Su palabra a los santos directamente. El comunica Sus palabras a los demás por medio de nosotros. Esto implica que para hablar, plantar y regar, Dios necesita de un hombre que coopere con El. Cuando nosotros plantemos y reguemos, El también plantará y regará. ¡Qué maravilloso que no sirvamos a un ídolo mudo, sino al Dios viviente! En nuestro servicio, El sirve a los santos.

  Yo no confío en mis palabras. Lo que hablo en sí no conlleva ningún peso. Pero a menudo tengo la certeza de que al abrir mi boca para hablar, El habla también. Al hablar yo, El se infunde en los santos. Mi confianza está puesta en que el Señor hable cuando yo hable. Mi única clave es el propio Dios Triuno. Separado de El, no soy nada. Si no fuera por El, moriría.

  Lo primero que necesitamos es disfrutar al Señor al inhalarle, beberle y comerle. Las maneras son muchas. Podemos participar de El orando y leyendo, asistiendo a las reuniones y teniendo comunión con los santos. Además, podemos recibir la provisión de vida leyendo libros espirituales. Son diversas las maneras de disfrutar al Señor. Cuanto más le disfrutemos, más somos impregnados de El. Si hacemos esto, nos preocuparemos por alimentar a otros, por plantar y por regar. Si somos uno con el Señor al hacer esto, El operará espontáneamente para hacer que otros crezcan en vida.

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