Mensaje 34
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Lectura bíblica: 1 Co. 4:1-9
El tema de 1 Corintios 4 es: mayordomos de los misterios de Dios (4:1-21). Este es el énfasis de dicho capítulo, y no Cristo ni la iglesia. En 4:1 Pablo dice: “Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y mayordomos de los misterios de Dios”. La palabra griega traducida mayordomos proviene de la misma raíz que la palabra que se traduce economía o administración en 1 Timoteo 1:4 y Efesios 1:10. Significa un mayordomo, un administrador doméstico, quien reparte o distribuye el suministro de la casa a sus miembros. Los apóstoles fueron designados por el Señor para ser tales mayordomos, para que administraran los misterios de Dios, los cuales son: Cristo como misterio de Dios, y la iglesia como misterio de Cristo (Col. 2:2; Ef. 3:4). Llevar a cabo dicho servicio, dicha mayordomía, constituía el ministerio de los apóstoles.
La economía de Dios, según se revela en el Nuevo Testamento, contiene dos misterios principales. El primero es Cristo como misterio de Dios, y se revela en la epístola a los Colosenses. En Colosenses 2:2 Pablo habla del “pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir, Cristo”. Cristo es el misterio de Dios. Dios es un misterio, pues aunque El es real, viviente y omnipotente, es invisible. Si nadie lo ha visto jamás, esto indica que es un misterio. Puesto que el Dios misterioso está corporificado en Cristo, Cristo es el misterio de Dios. El no es solamente Dios, sino el Dios corporificado, el Dios definido, explicado y expresado. Así que, Cristo es Dios hecho visible. El Señor Jesús dijo: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre” (Jn. 14:9). Cristo, el Dios expresado, es el misterio de Dios. Esto constituye el primer misterio en la economía de Dios.
El segundo misterio es el misterio de Cristo, y lo revela y lo explica la epístola a los Efesios, específicamente el capítulo tres. Cristo también es un misterio. En Efesios 3:4 Pablo usa la expresión: “El misterio de Cristo”. Además, Colosenses 1:27 dice: “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Al creer en Cristo, El viene a morar en nosotros. No obstante, el Cristo que tenemos es un misterio. Sí, Cristo vive en nosotros, pero la gente del mundo no se da cuenta. Para ellos, esto es un misterio. No obstante, aunque Cristo es misterioso, la iglesia es Su manifestación. Como Cuerpo de Cristo, la iglesia lo expresa. Cuando vemos la iglesia, vemos a Cristo. Entrar en la iglesia, equivale a entrar en Cristo, y relacionarse con la iglesia es lo mismo que relacionarse con Cristo. La iglesia es verdaderamente el misterio de Cristo.
Cuando Pablo se refiere a los misterios de Dios en 4:1, él se refiere a Cristo como misterio de Dios, y a la iglesia como misterio de Cristo. Pablo y los otros apóstoles eran mayordomos de estos misterios.
Hicimos notar que la palabra griega que se traduce mayordomos en 4:1, tiene la misma raíz que la palabra traducida economía en otros versículos. La palabra oikonomía denota una administración o un arreglo doméstico. En el Nuevo Testamento, un mayordomo es uno que sirve y se ocupa de impartir a Dios en la familia de éste. Dios tiene una familia muy numerosa, y Su deseo es impartirse en todos los miembros de dicha familia.
La función que desarrollaba un mayordomo en las familias ricas de antaño nos brinda un ejemplo del papel que desarrolla un mayordomo en la familia de Dios. En las familias de antaño, el mayordomo tenía la responsabilidad de distribuir a los miembros de la familia los medios de vida, tales como el alimento, la ropa y las demás necesidades. A menudo, las familias ricas disponían de una reserva llena de estos productos. La responsabilidad del mayordomo era repartir el suministro a los miembros de la familia. Pablo usa esta metáfora para presentarse como un mayordomo de la familia de Dios. Dios es inmensamente rico; El tiene un enorme almacén de bienes que desea impartirle a Sus hijos. Pero esta impartición requiere de mayordomos. Así que, un mayordomo es un administrador, uno que imparte la divina provisión de vida a los hijos de Dios.
Pablo era un mayordomo, y como tal impartía a Cristo en los creyentes. Al recibir dicha impartición, ellos podían crecer con la provisión que recibían. Así vemos que el ministerio de Pablo es una administración, un ministerio que nos imparte las inescrutables riquezas de Cristo para que crezcamos y lleguemos a ser la iglesia. Pablo no impartía las riquezas de Cristo únicamente a los santos individualmente, sino también al Cuerpo de manera corporativa.
Al servicio administrativo que Pablo llevaba a cabo se le llama la mayordomía. En otras palabras, esta mayordomía es el ministerio. El ministerio es una mayordomía, un servicio, que imparte las riquezas de Cristo en los santos, los miembros del Cuerpo, y en la iglesia, el Cuerpo en conjunto. Quiera el Señor que todos quedemos impresionados con estos dos asuntos cruciales, a saber, los misterios de Dios, y el mayordomo que los administra.
Si leemos detenidamente 1 Corintios 4 descubriremos que este capítulo, cuyo tema es los mayordomos de los misterios de Dios, pone énfasis en cuatro puntos principales: los fieles servidores de Cristo (vs. 1-5), un espectáculo a los ángeles y a los hombres (vs. 6-9), la escoria del mundo y el desecho de todas las cosas (vs. 10-13) y el padre que engendra (vs. 14-21). En este mensaje hablaremos sobre los primeros dos, y en el siguiente estudiaremos los demás.
En 4:1 Pablo escribe: “Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y mayordomos de los misterios de Dios”. Con la expresión: “Así, pues”, Pablo se refiere a la manera descrita en 3:21-23. En esos versículos, nos exhorta a no gloriarnos en los hombres, pues todo es nuestro, nosotros de Cristo, y Cristo de Dios.
“Así, pues”, dice Pablo, debían tenerle por servidor de Cristo. La palabra griega traducida téngannos significa también considérennos, mídannos o clasifíquennos. Lo que Pablo decía era que se le debía evaluar o estimar así, como un servidor de Cristo.
En este versículo la palabra servidor se refiere a un asistente o servidor designado, un servidor oficial designado específicamente para cierto propósito (Hch. 26:16).
En el versículo 2 Pablo añade: “Además, en cuanto a esto, lo que en los mayordomos se busca es que cada uno sea hallado fiel”. La expresión en cuanto a esto se refiere a la mayordomía, al ministerio, en el cual es sumamente importante que los mayordomos sean hallados fieles.
Da la impresión de que Pablo hablaba de él mismo. Hoy muchas personas supuestamente espirituales piensan que es erróneo que los cristianos hablen de sí mismos. Cuando estuve en las asambleas de los Hermanos, se nos enseñó a no hablar bien de nosotros mismos. Pero Pablo parece atribuirse cierta fidelidad como mayordomo.
En el versículo 3 él añade: “Yo en muy poco tengo el ser examinado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me examino a mí mismo”. La palabra examino significa examinado para juicio o en juicio, ser criticado. Pablo está diciendo que tenía en muy poco el ser criticado por los santos o por tribunal humano [lit. el día del hombre]. El día del hombre es la era actual, en la cual el hombre juzga, y está en contraste con el día del Señor (3:13), que es la era venidera, la era del reino, en la cual el Señor juzgará.
En este versículo Pablo dice además que ni aun él se examinaba a sí mismo. El tenía en muy poco el ser examinado por los corintios o por el día del hombre, y por ende no se examinaría a sí mismo.
Este versículo contiene dos asuntos fundamentales que todos debemos aprender. Primero, no debemos preocuparnos por las críticas ni los juicios que otros hacen de nosotros. La mayoría de los cristianos no soportan ser juzgados o criticados. Si ciertas hermanas se enteran de que las han criticado, es posible que no puedan conciliar el sueño durante mucho tiempo. Pasa lo mismo con los hermanos. Supongamos que un anciano se entera de que alguien lo ha criticado. Tal vez no pueda descansar bien esa noche, al estar pensando y diciendo para sí: “Yo soy uno de los ancianos de la iglesia, y aun así me están criticando”. Si nos molestan las críticas, esto indica que no tenemos en poco el ser examinado por otros, sino que le damos mucha importancia. Si este es el caso, no podremos decir con Pablo: “Yo en muy poco tengo el ser examinado por vosotros”.
Hace cuarenta años, solían molestarme las críticas de los demás. En ocasiones hasta me quitaban el sueño y el apetito. Pero después de muchos años de experiencia, difícilmente me molestan. No digo que nunca me molesten, pero puedo testificar que me molesta muy poco, si es que me molesta. De hecho, el ser juzgado y criticado no es nada nuevo para mí y ha llegado a ser muy normal. Si no me criticaran, me preguntaría si soy fiel a la comisión del Señor. Todo aquel que sea viviente y activo, tarde que temprano será criticado. La mejor manera de evitar las críticas es no hacer nada. Pero mientras que seamos activos en el cuidado por la iglesia, debemos estar preparados para recibir críticas.
Les aconsejo a todos los ancianos de las iglesias que pidan al Señor que les conceda Su misericordia y les aumente su capacidad de soportar las críticas. Por lo general, estas críticas no vienen de la gente del mundo, sino principalmente de los hermanos y las hermanas de la iglesia. Al principio, es posible que a un hermano recién llamado a formar parte del cuerpo de ancianos le resulte difícil soportar las críticas de los santos. Pero, después de cierto tiempo, se acostumbrará.
Aprender a soportar las críticas es semejante a aprender a comer picante, lo cual es muy difícil al principio, pero con el tiempo uno se acostumbra. Muchos ancianos han aprendido muy bien a comer y digerir el picante, o sea, a soportar las críticas de los santos. Han aprendido, al igual que Pablo, que el ser criticado por los demás es algo insignificante.
El segundo asunto que debemos aprender en estos versículos es a no criticarnos ni examinarnos nosotros mismos. Cuando empezaba mi ministerio, me examinaba a mí mismo después de cada mensaje. Dedicaba mucho tiempo considerando cómo los demás habían reaccionado a mis mensajes. A menudo, pasaban varios días antes de poder recobrar la tranquilidad, y recién la recobraba, ya era tiempo de dar otro mensaje. Ahora no me examino de esta manera, pues he aprendido que autoexaminarse no es saludable. De hecho, no somos dignos de examinarnos. Además, cuando no nos examinamos a nosotros mismos, tenemos la impresión de que estamos bien, pero tan pronto empezamos a autocriticarnos, nos desilusionamos. Si todos los ancianos se examinan de esta manera, sentirán que no son aptos como ancianos y seguramente trataran de renunciar. Pablo pudo decir que no se examinaba a sí mismo, y nosotros debemos aprender de él y hacer lo mismo.
En el versículo 4 Pablo dice: “Porque no estoy consciente de nada en contra mía, pero no por eso soy justificado; pero él que me examina es el Señor”. Aunque Pablo sentía que tenía la razón, no por eso se sentía justificado. Sabiendo que el que lo examinaba era el Señor, estaba dispuesto a confiarle el juicio a El. Pablo parecía decir: “Que el Señor me examine. El me juzgará en el día de Su aparición”.
En el versículo 5 Pablo concluye diciendo: “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual sacará a luz lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios”. La frase antes de tiempo significa antes del día del Señor.
Lo que dice Pablo en los versículos del 2 al 5 muestra que él era un mayordomo fiel. A él no le importaban las críticas de los demás ni él se criticaba a sí mismo, sino que le dejaba todo al Señor. Esto muestra su fidelidad.
Si nos preocupan las críticas de los demás o si nos examinamos a nosotros mismos, esto muestra que no somos fieles. Por otro lado, es posible que hasta lleguemos a usar la diplomacia con tal de evitar las críticas y así sentirnos mejor. Debemos olvidarnos de esto y confiar el juicio al Señor. Si hacemos esto, seremos fieles.
Leamos 1 Corintios 4:6: “Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no ir más allá de lo que está escrito, para que no os hinchéis de orgullo favoreciendo al uno contra el otro”. Pablo usa la palabra esto para referirse a lo mencionado en el pasaje anterior, de los capítulos uno al cuatro. La palabra griega traducida presentado significa literalmente transferido en figura, una expresión que indica una metáfora. Lo que el apóstol escribió en los capítulos anteriores, del uno al tres, nos presenta una figura. Ahora él transfiere dicha figura a él mismo y a Apolos, es decir, la aplica de manera figurativa.
Algunos traductores y expositores de la Biblia piensan que la expresión lo que está escrito se refiere a los escritos del Antiguo Testamento. No estamos de acuerdo con ello. Esto debe referirse a lo que se escribe en los capítulos anteriores, tal como: “¿Acaso fue crucificado Pablo por vosotros?” (1:13), y “¿Qué, pues, es Apolos, y qué es Pablo?” Ellos son sencillamente ministros de Cristo, personas que plantan y riegan (3:5-7). No eran Cristo, el cual fue crucificado por los creyentes. Tampoco eran Dios, quien da el crecimiento a los creyentes. No deberían ser estimados más altamente de lo que eran: ministros de Cristo que plantaban y regaban. De otro modo, sus estimadores, tales como los carnales creyentes corintios, podría envanecerse favoreciendo al uno contra el otro.
El versículo 7 añade: “Porque ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” Es Dios quien nos distingue de otros; y lo que tenemos, lo hemos recibido de El. Por lo tanto, toda la gloria debe ser atribuida a Dios, y debemos gloriarnos en El, y no en nosotros mismos, ni en ningún servidor a quien El haya usado, tales como Pablo o Apolos. Pablo parece estar diciendo: “¿Acaso piensan que es Pedro, Pablo o Apolos el que distingue entre ustedes y los demás, o el que les hace diferentes de los demás? No piensen así. Además, todo lo que ustedes recibieron, no lo recibieron de Pablo, de Cefas ni de Apolos, sino de Dios. Así que, no deberían gloriarse como si no lo hubieran recibido. Si algo tienen que los hace diferentes o los distingue de los demás, ese algo lo han recibido de Dios. El se los dio. Por esa razón, deben gloriarse en El, y solamente en El; no en ningún hombre”.
Leamos el versículo 8: “Ya estáis saciados, os habéis enriquecido, sin nosotros habéis llegado a reinar. ¡Y ojalá hubieseis llegado a reinar, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros!”. Los creyentes corintios, orgullosos de lo que habían obtenido, llegaron a estar satisfechos con lo que tenían, llegaron a ser suficientes en sí mismos, y reinaban independientemente de los apóstoles. Hacían esto totalmente en sí mismos y en su carne.
Pablo se refiere una vez más a la situación que prevalecía entre los creyentes griegos de Corinto. Ellos pensaban que eran suficientes, ricos y que estaban saciados. Actuaban como si fuesen reyes que reinaban sin los apóstoles. Pablo les habla con fidelidad y les dice: “¡Y ojalá hubieseis llegado a reinar, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros!” Estas palabras no son dulces, agradables ni azucaradas, pero muestran la fidelidad de Pablo.
En el versículo 9 Pablo añade: “Pues según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte, porque hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres”. Pablo dice que Dios ha exhibido a los apóstoles como postreros, porque los corintios actuaban como si ya fuesen reyes. Pablo les está diciendo que ellos se habían convertido en reyes antes que los apóstoles. Esto significa que Dios ha exhibido a los apóstoles como postreros; que ellos serían los últimos en convertirse en reyes.
En los tiempos de Pablo, cuando los criminales luchaban con fieras en el anfiteatro para diversión del pueblo, a ellos se les exhibía al final. Los criminales eran tenidos como nada, pues eran considerados como la gente más baja, los que habían cometido crímenes dignos de la pena de muerte. A menudo, el gobierno romano los exhibía en un anfiteatro donde tenían que luchar con bestias salvajes. Cada vez que había una exhibición, los criminales aparecían al último. Pablo aplicó esta figura a los apóstoles, quienes eran exhibidos por Dios como los últimos en Su espectáculo. Los postreros no eran los corintios, sino los apóstoles. Los apóstoles se consideraban como criminales sentenciados a muerte delante del mundo, a diferencia de los corintios, quienes se consideraban como reyes destinados a reinar.
Pablo dice también a los corintios que los apóstoles habían llegado a ser “espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres”. Esta también es una metáfora y hace referencia a los enfrentamientos entre los criminales y las fieras en el anfiteatro romano. Los apóstoles vinieron a ser este espectáculo al mundo, visto no sólo por los hombres, sino también por los ángeles. Tanto los hombres en la tierra como los ángeles en el aire observaban la exhibición que se hacía de los apóstoles. Así que, ellos eran espectáculo a todo el universo. Como veremos en el siguiente mensaje, eso está relacionado con el hecho de que ellos llegaran a ser “escoria del mundo” y “el desecho de todas las cosas” (v. 13).
Al emplear estas metáforas, Pablo en efecto decía a los creyentes corintios que ellos no debían actuar como si fuesen reyes o ricos que lo tenían todo. El parece decirles: “No se comporten como reyes. Dios nos ha hecho a nosotros, los apóstoles, postreros en la exhibición divina. Somos como criminales condenados a muerte. Este es nuestro destino. Pero ustedes parecen disfrutar de otra clase de destino: son ricos, están saciados y ya reinan. Pero nosotros somos un espectáculo”.
Lo que Pablo dijo a los corintios nos aplica a nosotros hoy en el recobro del Señor. Nosotros también debemos ser como los apóstoles del versículo 9: criminales sentenciados a muerte y espectáculo a los ángeles y a los hombres. No debemos pensar que estamos saciados, ricos, ni que somos poderosos. Esto es una actitud completamente equivocada. En el recobro, la impresión que debemos dar a los demás es que somos criminales sentenciados a muerte y espectáculo a todo el universo.