Mensaje 35
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Lectura bíblica: 1 Co. 4:10-21
En 4:9 Pablo dice lo siguiente: “Pues según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte, porque hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres”. Pablo dice “pienso”, lo cual es muy significativo, pues significa que no estaba totalmente seguro. No es que él pretendiera ser humilde, sino que hablaba conforme al principio de encarnación. El no dice: “Así dice el Señor”, tampoco: “Hermanos y hermanas, ¿no se dan cuenta de que estoy hablando en el espíritu?” En el actual movimiento pentecostal se acostumbra a afirmar: “Así dice el Señor”. No obstante, esta práctica no concuerda con el principio neotestamentario.
En este capítulo Pablo habla de manera franca, pero al mismo tiempo en un tono íntimo, con el cual exhortaba, instruía, corregía y disciplinaba a los creyentes. Luego, en cierto momento añade la palabra pienso. Estoy seguro que Pablo sabía que sus palabras provenían de Dios, pero dijo pienso porque estaba consciente de que en el Nuevo Testamento se habla conforme al principio de encarnación, o sea, que Dios habla en nuestro hablar. Dios y el hombre llegan a ser uno, y en esta mezcla, lo que el hombre hace lo hace Dios simultáneamente. Lo que Pablo dijo constituye un ejemplo de este principio, por lo cual considero que su inserción en el versículo 9 es de mucho valor. Dios puede hablar en nuestro hablar, ¡cuán significativo es esto! La expresión pienso indica que era Pablo el que hablaba. Pero según el principio de encarnación, lo que él decía era lo que Dios decía. Puesto que Pablo y Dios eran uno, cuando Pablo hablaba, Dios hablaba también. Esto es lo que significa la palabra pienso en este versículo.
En el versículo 9 Pablo usa la palabra postreros, la cual se entendía muy bien en aquel tiempo, y se refería a la última parte de la exhibición que se celebraba en el anfiteatro. Conforme a las costumbres antiguas, cuando los criminales luchaban con las fieras en el anfiteatro para diversión del pueblo, ellos eran exhibidos al final. El último acto, la última exhibición, era la de los criminales sentenciados, los cuales debían luchar contra las fieras. La palabra postreros hace alusión a esto. En el versículo 9 Pablo usa esta expresión en forma metafórica para transmitir la idea de que Dios había exhibido a los apóstoles como postreros, como si fuesen los peores criminales sentenciados a muerte, para divertir al pueblo.
En griego, la palabra traducida espectáculo es la misma que se traduce teatro y se refiere a una exhibición, una obra teatral, hecha para divertir a la gente. Así que, Pablo decía a los corintios: “Ya estáis saciados, os habéis enriquecido, sin nosotros habéis llegado a reinar. Y ojalá que hubieseis llegado a reinar, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros. Pues, según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles, como a postreros, como a sentenciados a muerte”.
Al decir: “¡Y ojalá hubieseis llegado a reinar!”, Pablo indicaba que los creyentes corintios en realidad no estaban reinando, sino soñando. Ellos todavía no eran reyes, y las palabras de Pablo, cuando dice que los apóstoles fueron exhibidos al final, como a sentenciados a muerte, son evidencia de esto. El parecía decirles: “Dios no nos hizo reyes en esta edad. Antes bien, nos ha exhibido como si fuésemos criminales sentenciados a muerte, para luchar contra las fieras”. Esta metáfora constituye un cuadro vivo de lo que vivían los apóstoles. Lejos de reinar como reyes, ellos eran como criminales sentenciados a luchar contra las fieras para diversión del pueblo. Hoy esto es también nuestro destino a los ojos de los hombres. Pero a los ojos de Dios, estamos destinados para disfrutar a Cristo. Los que disfrutamos a Cristo hemos llegado a ser como criminales a los ojos de los hombres para disfrute de ellos, pero a los ojos de Dios, Cristo es nuestro destino para que le disfrutemos. Muchos nos han ridiculizado y se han mofado de nosotros, pero mientras se divierten haciendo eso, nosotros nos deleitamos de Cristo. Esto muestra que tenemos dos destinos. A los ojos de Dios, nuestro destino es tener a Cristo para disfrutarle. A los ojos de los hombres, nuestro destino es ser tenidos por criminales sentenciados a muerte para el deleite de otros. Si somos fieles al Señor, como lo fue Pablo, este será nuestro destino delante de los hombres. Seremos exhibidos como postreros, y llegaremos a ser espectáculo a los ángeles y a los hombres.
El capítulo 4 de 1 Corintios se escribió de manera muy tierna. En él vemos a un padre que, de manera íntima, reprende, instruye, corrige y hasta disciplina a sus errados hijos. Al leer este capítulo se puede percibir la cercanía entre el escritor y los creyentes de Corinto.
Después de decir que los apóstoles habían llegado a ser espectáculo al mundo, Pablo añade en el versículo 10: “Nosotros somos necios por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros llenos de gloria, mas nosotros deshonrados”. Los apóstoles estaban dispuestos a ser necios y renunciar a su sabiduría humana por amor de Cristo. Pero los carnales creyentes corintios permanecían prudentes en su sabiduría natural, mientras afirmaban que estaban en Cristo. Pablo no dijo que los apóstoles eran filósofos por amor de Cristo; más bien, dice que eran necios por amor a El. En cierto sentido, cada creyente de Cristo debe hacerse necio. Son muchos los sabios de este mundo que se han hecho necios en Cristo. Los apóstoles se habían hecho necios por amor de Cristo, pero a pesar de esto, los corintios pretendían permanecer prudentes.
En el versículo 10 Pablo dice: “Nosotros débiles, mas vosotros fuertes”. Los apóstoles, al ministrar a Cristo, parecían ser débiles, porque no usaban ninguna fuerza ni ningún poder natural (2:3). Pero los carnales creyentes corintios ejerciendo su habilidad natural, eran fuertes y procuraban ser reconocidos como personas eminentes entre los creyentes.
En el versículo 10 Pablo también dice a los corintios: “Vosotros llenos de gloria, mas nosotros deshonrados”. Los creyentes de Corinto estaban llenos de gloria, de honra, y desplegaban esplendor. Pero los apóstoles eran menospreciados por los corintios que buscaban gloria. Así vemos que los corintios erraban totalmente en la manera que llevaban la vida cristiana.
En los versículos del 11 al 13 Pablo añade: “Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados, y andamos sin dónde morar. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y exhortamos”. Difamar significa insultar, injuriar. Exhortar quiere decir rogar con exhortación, consolación y aliento a fin de apaciguar.
En el versículo 13 Pablo dice: “Hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todas las cosas”. La escoria y el desecho son sinónimos. La palabra escoria denota aquello que es arrojado al hacer la limpieza, o sea, el desperdicio, la inmundicia. El vocablo desecho denota aquello que se debe quitar, o sea, la basura, la mugre. Ambos términos son usados metafóricamente, especialmente en cuanto a criminales condenados de la más baja calaña, los cuales eran arrojados al mar o a las fieras en el anfiteatro. Pablo se compara a los peores criminales, a la escoria, al desecho, a los desperdicios, a la basura. Comparado con muchos de mis amigos del pasado, yo también soy escoria y desecho. Ellos han alcanzado el éxito y han adquirido muchos bienes; y me tienen por necio y se preguntan qué he hecho con mi vida. De vez en cuando me encuentro con amigos que tuve hace muchos años y cuando me preguntan a qué me dedico, no estoy seguro qué contestar. Ellos han alcanzado un éxito tremendo, pero nosotros hemos llegado a ser la escoria del mundo y el desecho de todas las cosas, personas buenas sólo para ser desechados como basura. Así se evaluaba Pablo con respecto a los judíos y a los gentiles.
Los versículos del 14 al 21 constituyen la parte más íntima de este capítulo. En ellos vemos que Pablo era un padre que engendraba. El parece decir a los corintios: “Sí, soy un desecho y una escoria. Pero soy un padre que ha engendrado muchos hijos, pues en Cristo Jesús, yo os engendré a ustedes por medio del evangelio”.
En el versículo 14 Pablo dice: “No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados”. Si yo hubiera sido uno de los creyentes que recibieron esta epístola en Corinto, me habría sentido avergonzado después de leer los trece primeros versículos de este capítulo. Habría dicho para mí: “Mi padre espiritual dice que nos estamos exaltando a nosotros mismos, pero él se considera como escoria y desecho. Me siento avergonzado”. Sin embargo, Pablo dice que él no escribió estas cosas para avergonzarlos, sino para amonestarlos como a hijos amados suyos.
En el versículo 15 añade: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tenéis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio”. La palabra griega traducida ayos literalmente significa conductores de niños; la misma palabra griega aparece en Gálatas 3:24-25. Los guías, los ayos, instruyen y dirigen a los niños que están bajo su custodia; pero los padres imparten vida a los hijos que engendran. El apóstol era tal padre; él había engendrado a los creyentes corintios en Cristo por medio del evangelio, impartiéndoles la vida divina, de modo que llegaron a ser hijos de Dios y miembros de Cristo.
El versículo 16 dice: “Por tanto, os exhorto a que me imitéis”. La palabra griega traducida exhorto es la misma que se usa en el versículo 13. Al exhortar a los corintios a que le imitaran, Pablo parecía decirles: “Hijos míos, no sean reyes; más bien, estén dispuestos a ser menospreciados como criminales a los ojos de los hombres. En lugar de ser filósofos, sean escoria y desecho. Dejen de ser lo que eran antes e imítenme. Hoy, nosotros los apóstoles, somos menospreciados delante de los hombres por amor de Cristo. Por amor de El, nos hemos hecho necios, hemos llegado a ser espectáculo a los ángeles y a los hombres, somos como criminales sentenciados a muerte y somos escoria y desecho. Pero para ustedes, soy el padre que los engendró”.
En el versículo 17 Pablo escribe: “Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes, en todas las iglesias”. Las palabras mi proceder se refieren a la manera en que el apóstol se comportaba mientras enseñaba a los santos en todas las iglesia. La expresión en todas partes, en todas las iglesias indica dos cosas: (1) que la enseñanza del apóstol era la misma universalmente, sin variar de un lugar a otro; y (2) que para Pablo todas partes equivale a todas las iglesias, y viceversa.
Esta epístola fue llevada a los corintios por Timoteo. Así que, Pablo no sólo les escribió, sino que junto con la epístola les mandó un colaborador para que les visitara. Con ello vemos que Pablo tenía un contacto estrecho y personal con los creyentes de Corinto.
En los versículos 18-19 Pablo dice a los corintios: “Más algunos están hinchados de orgullo, como si yo no hubiese de ir a vosotros. Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere”. Algunos corintios se preguntaban por qué Pablo no iba a visitarles personalmente. Este versículo les da la respuesta. Entre los corintios habían algunos que estaban hinchados de orgullo, y pensaban que Pablo no les visitaría. Pero Pablo dice que si el Señor quiere, irá pronto a Corinto. Si de él dependiera, iría con toda seguridad. No obstante, según el principio que rige la proclamación del Nuevo Testamento, y para indicar que existía la posibilidad de que el Señor no le enviara a ellos, Pablo añadió las palabras: “Si el Señor quiere”. Así que, si el Señor quiere, él irá, pero si el Señor no quiere que visite a los corintios, Pablo tendrá que obedecer.
En los versículos 19-20 Pablo dice: “Conoceré, no las palabras de los que andan hinchados, sino el poder. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder”. Lo dicho por Pablo tocante al reino de Dios alude a la vida de iglesia, lo cual implica que en el sentido de autoridad, la iglesia es el reino de Dios en esta era. Pablo sabía que el reino de Dios no consistía en palabras, sino en poder. Por esta razón, él quería conocer el poder de los que estaban hinchados de orgullo.
El versículo 21 da conclusión a este capítulo: “¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” Estas palabras fueron dirigidas a los creyentes corintios tomando como base el hecho de que el apóstol era su padre espiritual. Como tal, él tenía la posición y responsabilidad de castigar a sus hijos.
Las palabras espíritu de mansedumbre se refieren al espíritu regenerado del apóstol, habitado por el Espíritu Santo y mezclado con El. El espíritu de mansedumbre es un espíritu que está impregnado de la mansedumbre de Cristo (2 Co. 10:1), y así expresa la virtud de Cristo.
¿Qué revelan las palabras del versículo 21? ¿a un Pablo feliz o molesto, enojado o manso? Yo diría que revelan a un Pablo feliz y a la vez molesto, enojado y a la vez manso. No obstante, esto de ninguna manera quiere decir que Pablo tuviera dos caras. Antes bien, revela que una persona auténticamente espiritual puede ser mansa, y de un momento a otro, enojarse. En efecto, una persona espiritual puede ser mansa aun cuando se enoja.
Si usted no es espiritual, tal vez tenga que pasar varios días antes de que desaparezca su enojo. Pero el enojo de una persona espiritual puede desvanecerse instantáneamente. Supongamos que un hermano le ofende, y usted se enoja. Si pasa mucho tiempo antes de que desaparezca su enojo, eso demuestra que usted no es una persona espiritual. Cuanto más espiritual sea, más rápido desaparecerá su enojo. Hermanas, si se enojan con su marido y después de un minuto de enojo no pueden volverse mansas, eso muestra que su espiritualidad no es auténtica. Si les toma varias horas para dejar su enojo y contentarse con su marido, esto manifiesta que todo lo que tienen es una espiritualidad humana.
Pablo era una persona que podía enojarse y al instante se contentaba. Eso demuestra que era verdaderamente espiritual. Así que, es correcto decir que en este capítulo él se mostró molesto para con los corintios y al mismo tiempo manso.
Hermanas, una vez que se enojan con su marido, ¿cuánto tiempo les toma para que se desvanezca su enojo? ¿Tendrán que pasar días antes de volverle a dirigir la palabra y reconciliarse con él? Ancianos, ¿cuánto tiempo tendrá que pasar para que perdonen a otro anciano que les ofendió? ¿Tendrá que pasar una semana antes de que puedan tener una comunión agradable con el que les ofendió? Puede ser que los ancianos den mensajes sobre la espiritualidad, pero que ellos mismos no sepan cómo ser verdaderamente espirituales los unos con los otros. Si un hermano necesita varios días para superar una ofensa, eso demuestra que no tiene una verdadera espiritualidad.
En 1 Corintios 4 vemos que Pablo estaba bastante molesto con los creyentes griegos de Corinto. Sin embargo, su descontento podía desvanecerse de repente; él podía preguntar en el versículo 21 si ellos querían que él fuese con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre. ¿Es ésta una palabra de enojo o de mansedumbre? Es bastante difícil de contestar, pues Pablo en realidad estaba enojado y manso a la vez.
Si no sabemos enojarnos debidamente, no podemos ser verdaderamente espirituales. De hecho, ni siquiera podemos ser genuinamente humanos. Mas bien, seremos como estatuas que carecen de sentimientos humanos. Cuanto más espirituales seamos, más fácil nos será enojarnos. Si usted nunca se enoja de repente, ésa es una indicación de que no es verdaderamente espiritual.
Algunos tal vez consideren que este concepto de espiritualidad es erróneo. Pero por experiencia sé que cuanto más espirituales seamos, más fácilmente nos enojaremos. La razón es sencilla: cuando somos verdaderamente espirituales, somos sinceros. No escondemos nada ni fingimos. Si usted vive conmigo durante mucho tiempo y nunca se enoja conmigo, no tendré ninguna confianza en usted. Es probable que usted sea un buen político. No puedo creer que pueda vivir conmigo muchos meses sin ser ofendido por mí. Me doy cuenta perfectamente de que hago cosas que ofenden a los demás. Si alguien puede estar conmigo sin ofenderse, debe ser porque la espiritualidad del tal no es verdadera. Tiene que ser una persona sin carne ni sangre. Pero ya que todos somos de carne y sangre, sabemos lo que es enojarse. No obstante, si usamos la diplomacia, esconderemos nuestro enojo. Pero una persona verdaderamente espiritual no lo esconderá. Por una parte, puede enojarse rápidamente; por otra parte, se le pasa el enojo tan rápido como se enoja.
Piense de nuevo en lo que dice Pablo en el versículo 21. El pregunta: “¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” ¿Suena esto como un versículo de las Sagradas Escrituras? Si estas palabras no estuviera en la Biblia, ninguno de nosotros pensaría que forman parte de las Escrituras. Tal vez a usted le parezca más bíblico que alguien diga: “El tiempo es corto, pueblo mío, vengo pronto. Les amo, y ustedes deben amarme. Así dice el Señor”. Pero ¿parece bíblico o espiritual preguntar si debemos ir con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre? El versículo 21 da la impresión de que la persona que lo escribió estaba enojada. No obstante, estas palabras forman parte de la Biblia. Una vez más vemos que la Biblia es diferente de cualquier otro libro.
Supongamos que me enojo con un hermano por un minuto y poco después me reconcilio con él. Puede ser que esto lo ofenda y me critique por no ser espiritual. Pero pudiera ser que la espiritualidad de él no sea auténtica, mientras que la mía sí. Lo repito, una persona que es verdaderamente espiritual puede experimentar la mansedumbre y enojarse de repente, y viceversa.
Valoro mucho el capítulo cuatro de 1 Corintios. En él encontramos una humanidad auténtica, una humanidad que no finge, y que al mismo tiempo está llena de vida. Si leemos repetidas veces las palabras de Pablo, y específicamente si las oramos y leemos, tocaremos la vida. El tono del versículo 21 no parece concordar con la manera en que se habla en la biblia; no obstante, contiene el peso de la vida. Por el contrario, es posible proferir algo seguido por las palabras: “así dice el Señor”, y que no contenga vida en lo más mínimo. En 1 Corintios 4, las palabras de Pablo están llenas del peso de la vida.
Todos debemos aprender de Pablo a tener una espiritualidad genuina. Si somos verdaderamente espirituales, no disimularemos, no fingiremos ni usaremos diplomacia. Antes bien, tendremos una humanidad auténtica y seremos sencillamente lo que somos en Cristo. Esta vida es la que puede impartir las inescrutables riquezas de Cristo a los creyentes. Los que poseen una humanidad como ésta, son aptos como mayordomos en la familia de Dios.
Todos los ancianos deben tener la humanidad auténtica que presenta este capítulo. Los que no la tienen no pueden edificar la iglesia. Los ancianos inteligentes, diplomáticos y que nunca ofenden a los demás ni cometen errores, no pueden edificar la iglesia. Con esto no quiero decir que los negligentes sean útiles, sino que los ancianos aptos para edificar la iglesia son aquellos que poseen una humanidad auténtica, una humanidad no fingida. Todos los santos necesitan una humanidad así. Tanto en la vida de iglesia como en la vida matrimonial debemos ser personas auténticas. No debemos esconder nada ni fingir, sino que, como Pablo, debemos tener una humanidad verdadera y una espiritualidad genuina.
Por una parte, debemos ser como escoria y desecho; por otra parte, debemos ser padres que engendran. Si no somos escoria, desecho y padres que engendran, nuestra obra tendrá poco impacto. Predicaremos las doctrinas correctas, pero con poco resultado. Un padre que engendra, que imparte vida en otros, debe ser como un criminal sentenciado a muerte a los ojos del hombre. Deben tenerle por inútil, necio, escoria y desecho. Si llevamos una vida así delante de los hombres, seremos padres que engendrarán muchos hijos. Esto significa que si queremos impartir vida a los demás, debemos ser menospreciados a los ojos de los hombres. Esto aplica especialmente al recobro actual del Señor. Si usted desea impartir vida, debe ser menospreciado por la religión. Los cristianos mundanos deben decir que usted es escoria y desecho. Entonces se convertirá en un padre que imparte vida, un padre que engendra.