Mensaje 41
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Lectura bíblica: 1 Co. 7:1-40
En 7:1-40 Pablo aborda el quinto problema mencionado en esta epístola, el matrimonio, y lo hace según los principios establecidos en la sección anterior (6:12-20).
Las personas más cultas a menudo experimentan más problemas en la vida matrimonial. Las que son sencillas e incultas por lo general no tienen tantos problemas conyugales. Si estudia las estadísticas de divorcios de este país, descubrirá que un alto porcentaje de los divorcios se da entre personas de estudios superiores y profesionales. Pareciera que cuanto más educada es una persona, mayor es la posibilidad de que un día se divorcie. En el caso de los corintios, ellos eran demasiado aficionados a su cultura y a su filosofía, por lo cual tenían muchas preguntas acerca del matrimonio. En el capítulo siete, Pablo da contestación a estas preguntas.
En 1 Corintios 7:1 dice lo siguiente: “En cuanto a las cosas de que me escribisteis”. Esto indica que los corintios le habían escrito a Pablo preguntándole acerca de varios temas, entre ellos el matrimonio. Ellos tenían muchas preguntas porque eran filosóficos; filosofaban acerca de todo. Sin embargo, filosofar acerca de nuestra vida matrimonial es muy delicado, ya que puede conducir a la pareja a la separación e incluso al divorcio. Una vez, el hermano Nee nos aconsejó que después de casarnos, debemos volvernos ciegos con respecto a nuestro cónyuge. Si hacemos esto, disfrutaremos de la vida matrimonial. Pero si observamos a nuestro cónyuge de manera crítica o filosófica, tendremos graves problemas. Analizar nuestra vida matrimonial equivale a filosofar acerca del matrimonio. En lugar de hacer esto, sencillamente debemos disfrutarla, alabando al Señor y dándole gracias por el cónyuge que nos dio. Cuanto más alabemos al Señor, más deleite tendremos en la vida matrimonial.
Es casi seguro que todos los casados han pasado algún tiempo analizando su matrimonio. Quizás nos hemos dicho a nosotros mismos: “¿Sería verdaderamente del Señor el que yo me casara con esta persona? A lo mejor me dejé influir demasiado por los demás. Quizás debí esperar un poco”. Si somos sinceros, reconoceremos que nos hemos hecho estas preguntas, las cuales surgen porque en el fondo no estamos plenamente satisfechos con nuestra vida matrimonial. Así como cada cristiano ha dudado de su salvación, cada persona casada ha tenido sus dudas acerca de la vida matrimonial. Por supuesto, mi intención no es alentarle a que dude de su matrimonio. Sencillamente hago notar que es casi inevitable que surjan preguntas acerca del matrimonio, y esto sucede especialmente en personas cultas.
Para ver cómo Pablo aborda el tema de la vida matrimonial en el capítulo siete, la mejor manera es estudiar sus principios básicos. Según mi criterio, este es el mejor método para entender los diversos puntos presentados ahí.
El primer principio básico se encuentra en el versículo 1, donde Pablo dice: “Bueno le es al hombre no tocar mujer”. Esto depende del don de Dios (v. 7).
En el versículo 5 Pablo se dirige a los creyentes casados: “No os privéis el uno del otro, a no ser por algún tiempo de común acuerdo, para dedicaros a la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia”. La palabra griega traducida dedicaros significa literalmente tener tiempo libre; por ende, entregaros. La oración requiere que estemos libres de personas, asuntos y cosas. La oración que requiere que nos apartemos de nuestro cónyuge por un tiempo tiene que ser especial y de gran importancia.
La vida matrimonial a menudo nos distrae de la oración e interfiere con nuestra vida de oración. Hasta puede llegar a ser un impedimento total. No obstante, se dan casos especiales en los que los cónyuges se ayudan mutuamente en la vida de oración. Pero por lo general, el matrimonio nos distrae de ella.
En el versículo 5 Pablo exhorta a los casados a no dejarse tentar por Satanás a causa de la incontinencia. El tentador, Satanás, está al acecho para capturar a los creyentes. La incontinencia de ellos le podría proporcionar una oportunidad para capturarlos.
En el versículo 7 Pablo escribe: “Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno de un modo, y otro de otro modo”. Puesto que el apóstol Pablo estaba entregado exclusiva- mente al Señor y Su economía, quería que todos los hombres fueran como él. Deseaba que no se casaran, sino que permanecieran como él (v. 8), para que también estuvieran dedicados totalmente a los intereses del Señor, sin distracción alguna (vs. 33-34a). En este deseo, expresó la aspiración del Señor con respecto a Sus llamados.
La capacidad que un creyente tiene de quedarse sin casar es un don de Dios (Mt. 19:10-12). Los que no han recibido dicho don, les es mejor casarse (v. 9). Todo depende del don que hayamos recibido de Dios. Si una persona no tiene el don de no casarse y se restringe intencionalmente, enfrentará dificultades y hasta puede perjudicarse a sí misma. Aunque la vida matrimonial es problemática, si alguien no tiene el don, es decir, la capacidad de no casarse, debe casarse y aceptar los problemas que vienen con la vida matrimonial. De lo contrario, si opta por no casarse, tal vez enfrentará mayores dificultades.
Leamos el versículo 8: “Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo”. Este era el deseo del apóstol y su opinión a principios de su ministerio (vs. 7, 25, 40). Más tarde, después de atestiguar el resultado tangible de esto, exhortó a las viudas jóvenes a casarse (1 Ti. 5:11-15).
Según lo dicho por Pablo en este versículo, es bueno que un creyente no se case. Pero esto no se puede cumplir si uno no recibe el don necesario de parte del Señor.
En el versículo 26 Pablo dice: “Tengo, pues, esto por bueno a causa de la necesidad presente, que hará bien el hombre en quedarse como está”. Pablo indica que a causa de la necesidad presente es bueno que las vírgenes no se casen. La palabra griega traducida presente puede también significar que la presencia de algo prefigura y da comienzo a otra cosa que está por venir. La expresión la necesidad presente, o la aflicción, indica que hay más angustia por venir, según profetizó el Señor en Mateo 24:8, 19, 21. La palabra traducida necesidad significa presión, estrechez, por lo tanto, aflicción, angustia. Se refiere a las necesidades vitales de la edad actual, la exigencia de las cuales limita y oprime a la gente, y llega a ser una aflicción y una angustia para ellos. Por consiguiente, es bueno no casarse (vs. 27, 40a).
En el versículo 9 Pablo dice: “Pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando”. Según este versículo, si alguien no tiene el don de continencia, es mejor que se case. La palabra griega traducida continencia significa también dominio propio. La misma palabra griega es usada en 9:25 con relación a los atletas que se abstienen de placeres y sensualidades durante la preparación para los juegos.
Pablo dice en los versículos 13-14: “Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado por la mujer, y la mujer incrédula por el hermano; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos”. En el versículo 16 Pablo se refiere a la posibilidad de que una mujer salve a su marido, o de que un marido salve a su mujer. En esto vemos el principio que consiste en quedarse casado para que el cónyuge incrédulo sea salvo, lo cual significa que un creyente que está casado con un incrédulo no debe tomar la iniciativa de abandonar el matrimonio. En lugar de cambiar su condición, debe permanecer en la vida matrimonial con el propósito de salvar al cónyuge incrédulo.
En el versículo 14 Pablo dice que un marido incrédulo es santificado por la mujer, y que una mujer incrédula es santificada por el marido. Ser santificado significa ser hecho santo, separado para Dios y Su propósito. Debido a que la esposa creyente pertenece al Señor y está dedicada a El, su marido incrédulo es hecho santo, es santificado, apartado para Dios, porque él es para su esposa, la cual está consagrada a Dios. Esto es semejante al hecho de que el templo y el altar santifican las cosas profanas cuando éstas están relacionadas con ellos (Mt. 23:17, 19). El mismo principio se aplica a la esposa incrédula y a los hijos incrédulos. El hecho de que un incrédulo sea santificado no quiere decir que sea salvo, así como la santificación del alimento por medio de la oración de los santos tampoco tiene que ver con la salvación (1 Ti. 4:5).
Pablo añade en el versículo 15: “Pero si el incrédulo se separa, sepárese; no está esclavizado el hermano o la hermana en semejante caso, pues en paz Dios nos ha llamado”. La expresión no está esclavizado significa no está sujeto a servidumbre, sino librado de su matrimonio con el incrédulo, cuando éste se separe del creyente.
Según este versículo, “Dios nos ha llamado en paz”. En Su salvación, Dios nos ha llamado a Sí en la esfera y el elemento de la paz como parte de Su salvación. Por lo tanto, debemos vivir en esta paz. Si el cónyuge incrédulo desea separarse, lo debemos permitir. Sin embargo, a fin de vivir nosotros en la paz en la cual Dios nos ha llamado, Dios no quiere que iniciemos ninguna separación mientras el cónyuge consienta en quedarse (v. 13). Los versículos siguientes (hasta el v. 24) se basan en que Dios nos ha llamado en paz. La palabra porque al principio del versículo 16 indica que los versículos 16-24 son una explicación de lo anterior, es decir, que Dios nos ha llamado en paz. Para permanecer en esta paz, debemos guardar lo que dicen dichos versículos.
En el versículo 16 Pablo pregunta: “Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si salvarás a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si salvarás a tu mujer?” Puesto que no sabemos si salvaremos a nuestro cónyuge incrédulo, no debemos insistir en que él o ella permanezca con nosotros o que se separe. Dios quiere que permanezcamos en el estado en el cual nos llamó (vs. 20, 24), sin iniciar ningún cambio. Por lo tanto, debemos dejar este asunto en las manos del cónyuge incrédulo.
En el versículo 20 Pablo dice: “Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede”. Debemos quedarnos en el estado en que fuimos llamados. Si estábamos casados cuando fuimos llamados, debemos quedarnos casados. Del mismo modo, si no estábamos casados cuando fuimos llamados, es mejor no casarse, si se puede.
Leamos el versículo 24: “Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca con Dios”. Los creyentes, después de ser llamados, no necesitan cambiar su estado exterior, pero sí su condición interior, es decir, necesitan cambiar su condición de no tener a Dios a tener a Dios, a fin de ser uno con Dios y tenerle con ellos en el estado en que estén.
Otro principio es el tener cuidado de las cosas del Señor y de Sus intereses sin tener otras preocupaciones. Leamos el versículo 32: “Ahora bien, quisiera que estuvieseis sin congoja. El soltero tiene cuidado de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor”. En el versículo 33 Pablo hace notar que el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, y como resultado, esto lo divide. La palabra griega traducida dividido significa literalmente distraído. Un hombre que desea agradar a su mujer está dividido, distraído de las cosas del Señor (v. 35).
Leamos el versículo 35: “Esto lo digo para vuestro provecho; no para tenderos lazo, sino para lo decoroso, y para que sin distracción atendáis al Señor”. La palabra griega traducida tenderos lazo significa enredaros con una trampa, obligaros a obedecer mi palabra. La intención de Pablo no era tenderles un lazo a los santos, sino que ellos atendiesen al Señor sin distracción. La vida matrimonial contiene muchas distracciones. Una persona casada siempre será distraída.
En los versículos 37-38 Pablo escribe: “Pero el que está firme en su corazón, sin presión alguna, sino que es dueño de su propia voluntad, y ha resuelto en su corazón guardar su virginidad, bien hace. De manera que él que la da en casamiento hace bien, y el que no la da en casamiento hace mejor”. En los versículos 36-38, la virginidad puede ser la de un hombre o la de una mujer, así como la palabra vírgenes en el versículo 25 se refiere a ambos géneros. Según el versículo 36, no hay nada malo que alguien dé su virginidad en casamiento si es necesario.
Los versículos 36-38 también han sido traducidos de la manera siguiente: “Pero si alguno piensa que se comporta indebidamente para con su hija virgen que pase ya de edad, y es necesario que así sea, haga lo que quiera, no peca; que se case. Pero el que está firme en su corazón, sin presión alguna, sino que es dueño de su propia voluntad, y ha resuelto en su corazón guardar a su hija virgen, hace bien. De manera que el que la da en casamiento hace bien, y el que no la da en casamiento hace mejor”. La mayoría de los traductores prefieren esta traducción. No obstante, según las expresiones que se emplean en estos versículos, particularmente del 25 al 28, y según el contexto del capítulo, la expresión hija virgen puede traducirse como virginidad. Esta es la perspectiva que adoptan muchas versiones, incluyendo una versión en inglés, la de John Nelson Darby.
Si la necesidad lo requiere, una persona virgen, sea hombre o mujer, puede darse en casamiento. Si opta por esto, hace bien. No obstante, haría mejor si guarda su virginidad. Lo dicho por Pablo indica que es mejor no casarse. Pero debemos recordar que esto depende del don que cada uno haya recibido del Señor.
En cuanto a volverse a casar, Pablo dice en el versículo 39: “La mujer casada está ligada mientras su marido vive; pero si su marido durmiera, libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea con alguien que esté en el Señor”. Después de la muerte del marido, la mujer es libre de casarse con otro hombre, con la condición de que dicho hombre esté en el Señor. Esto constituye otro principio básico acerca de la vida matrimonial.
Al exponer estos principios, Pablo contestó las preguntas que le hicieron los creyentes filosóficos de Corinto tocante al matrimonio. En ellos se halla la respuesta a las diversas preguntas que le hicieron. Al estudiarlos, no sólo conoceremos las respuestas a las preguntas de ellos, sino que también recibiremos respuesta a nuestras propias preguntas relacionadas con el matrimonio.