Mensaje 42
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Lectura bíblica: 1 Co. 7:1-40
Aunque en la vida matrimonial gozamos de muchas bendiciones, la intención de Pablo en 1 Corintios 7 no es recalcar este aspecto del matrimonio, sino hacer hincapié principalmente en los problemas y las distracciones relacionadas con él. Decimos esto porque en este capítulo él da respuesta a las preguntas que le plantearon los corintios. Como dijimos en el mensaje anterior, las personas filosóficas tienen muchas preguntas acerca del matrimonio. En cuanto a las preguntas planteadas por los creyentes corintios, Pablo les dio respuesta al exponerles algunos principios básicos relacionados con la vida matrimonial. Nos aprovecharía estudiar estos principios, pues nos ayudan a contestar nuestras propias preguntas y nos llevan también al disfrute de las bendiciones que nos brinda la vida conyugal.
En el mensaje anterior afirmamos que estos principios básicos incluyen lo siguiente: bueno le es al hombre no tocar mujer (v. 1); dedicarse a la oración (v. 5a); no dar ocasión a Satanás (v. 5b); todo depende del don que hayamos recibido de Dios (v. 7); es bueno quedarse sin casar (vs. 8, 26-27, 40); es mejor casarse si no se tiene la continencia (v. 9); permanecer casado para que el cónyuge incrédulo sea salvo (vs. 13-14, 16); al cónyuge incrédulo se le permite separarse para que el creyente viva en paz (v. 15); quedarse en el estado en que fue llamado (vs. 20, 24); procurar tener cuidado de las cosas del Señor sin tener otras preocupaciones (vs. 32, 34); atender al Señor sin distracción (v. 35); el que da su virginidad en casamiento hace bien, y el que no la da, hace mejor (vs. 36-38); y, al morir el marido, la mujer queda libre de casarse con alguien que esté en el Señor (v. 39).
Al leer este capítulo prestando atención a los principios contenidos en él, debemos tocar el espíritu del escritor. El espíritu de Pablo se expresa en lo que él escribe. Por ello, no sólo debemos conocer bien los principios, sino también tocar el espíritu del apóstol. No conocer el espíritu del escritor en este capítulo, indicaría que no hemos estudiado debidamente todos los principios contenidos en él.
Hemos dicho que en 1 Corintios 7 se da respuesta a las preguntas que los creyentes filosóficos de Corinto le escribieron a Pablo. Este capítulo abarca muchos puntos, y cada uno da respuesta a una pregunta planteada por los corintios. El hecho de que haya tantos puntos muestra que los creyentes de Corinto tenían muchas preguntas acerca de la vida matrimonial.
Nada es más representativo de la vida humana que la vida matrimonial. En un sentido, la vida humana es simplemente la vida matrimonial. Todo lo relacionado con nuestro trabajo y nuestra vida diaria atañe a nuestro matrimonio. Hasta podemos decir que la vida matrimonial representa nuestra vida humana.
Al contestar las preguntas que plantearon los corintios acerca de la vida matrimonial, Pablo fue sencillo, directo, franco y sincero. No expresó nada ambiguo ni habló con diplomacia. Además, todo lo contestó según su experiencia cristiana. Esto se ve en lo que dijo en el versículo 7: “Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo”. En el versículo 8 afirma: “Bueno les fuera quedarse como yo”. Esto indica que Pablo responde a las preguntas relacionadas con el matrimonio con base a su persona y su vida. Por consiguiente, si queremos entender cabalmente este capítulo, debemos preguntarnos para qué vivía Pablo. El era una persona cuyo espíritu estaba dado incondicionalmente al Señor y a Su economía. Al leer este capítulo, nos damos cuenta que él aspiraba que todos los creyentes le imitaran, dedicándose al Señor de la misma manera que él. El parecía decirles: “Yo sigo al Señor sin reservas y espero que todos ustedes hagan lo mismo. En esto, quiero que todos me sigan”.
Pablo no sólo estaba dedicado incondicionalmente al Señor, sino que era totalmente uno con El. Debido a esto, al contestar las preguntas de los corintios lo hizo de modo que los llevó a ser uno con el Señor en cada circunstancia. Sabemos que esto es así porque al contestar ciertas preguntas, él siguió el principio de no iniciar nada ni cambiar nada. Les aclaró que no debían iniciar ninguna acción ni cambiar su estado de ninguna forma.
Si cambiamos nuestro estado o iniciamos alguna acción, esto indica que ni somos uno con Dios ni queremos serlo. Si deseamos ser uno con El y si lo somos en realidad, no haremos ningún cambio, especialmente cambios relacionados con la vida matrimonial. Por el contrario, nuestra actitud será ésta: “Si Dios quiere que yo me case, que El lo inicie y lo lleve a cabo. Si El no lo quiere, seguramente me concederá el don que yo necesito para permanecer sin casarme”. Este don producirá una disposición, incluso un deseo, de no casarse. Además suplirá la capacidad de quedarse soltero. Pero nadie debe tomar esta decisión por su propia cuenta. Dios debe ser el que tome la iniciativa y el que nos conceda tanto el deseo como el don de no casarnos. Pablo no estaba casado, pero él no tomó esta decisión por su propia cuenta, sino que se originó en Dios, el cual le dio el deseo y la capacidad necesarios. Este fue el don que él recibió del Señor. Repito: la decisión de casarnos o de no casarnos no se origina en nosotros. Debemos dejar esto al Señor.
En 1 Corintios 7 Pablo explica claramente a los corintios que no deben cambiar su estado civil ni iniciar ninguna acción. En el versículo 12 escribe: “Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone”. En el versículo 13 le dice lo mismo a una esposa creyente: “Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone”. En los versículos 17-24 vemos que debemos quedarnos en el estado en que fuimos llamados. En el versículo 17 Pablo dice lo siguiente: “Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así ande”. En el versículo 20 añade: “Cada uno en el estado en que fue llamado, en él se quede”. Más adelante, concluye con el versículo 24: “Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca con Dios”. Esto muestra que los creyentes deben ser uno con Dios y disfrutarle en la condición que estén, cualquiera que sea. Estos ejemplos muestran que Pablo era absolutamente uno con Dios y que su deseo era que los creyentes corintios también lo fueran, que no iniciasen ningún cambio, ninguna acción.
No obstante, los creyentes corintios eran muy diferentes a Pablo, y en lugar de entregarse totalmente al Señor, ejercitaban su propia sabiduría y filosofía. Todo lo filosofaban, incluyendo el matrimonio. Algunos pensaban que era mejor no casarse, mientras que otros optaban firmemente por la vida matrimonial. La manera en que los corintios pensaban y hablaban acerca del matrimonio indicaba que el elemento humano influía demasiado en sus decisiones. Así que, al contestar las preguntas de ellos, Pablo muestra claramente que con relación al matrimonio, no debemos tomar ninguna iniciativa.
En este capítulo vemos que el espíritu de Pablo era completamente uno con Dios. Pablo no quería cambiar nada ni iniciar nada. Con base en ello, les pidió a los corintios que no cambiasen su estado con respecto al matrimonio. Los que estaban casados cuando los llamó el Señor debían permanecer casados. Este principio se aplica incluso al matrimonio en el que uno de los cónyuges es incrédulo. El cónyuge creyente no debe iniciar ningún cambio, sino encomendarlo todo a Dios y aceptar la decisión del cónyuge incrédulo, sea ésta permanecer o separarse, como algo que proviene del Señor. Todo depende de Dios y de las circunstancias que El disponga.
Un creyente que está dado al Señor como lo estaba Pablo, podrá decir: “Las decisiones relacionadas con mi vida matrimonial no representan ningún problema para mí. Si mi cónyuge incrédulo se queda conmigo, alabado sea el Señor. Si prefiere separarse, lo aceptaré como algo que viene del Señor. Ninguno de los casos me es problema ni tampoco me resisto a lo que el Señor disponga. Estoy consciente de que todo depende de Dios, y no quiero iniciar nada”. Esta es la actitud de una persona que está consagrada al Señor y que es uno con El; ella no inicia nada ni trata de generar ningún cambio.
Pablo aplica este principio incluso a los que eran esclavos cuando los llamó el Señor: “¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado; pero aunque puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condición de esclavo” (v. 21). Esto indica que un esclavo no debe tratar de cambiar su estado, sino usarlo para glorificar a Dios, es decir, debe permanecer con Dios en ese estado para la gloria de El. Aun si puede hacerse libre, debe permanecer en su estado de esclavo. No debería intentar cambiar nada. No obstante, si Dios dispusiera circunstancias tales que le obligaran a dejar su condición de esclavo, no debe resistirse al cambio ni insistir en seguir siendo esclavo. Dado que Dios ha preparado el cambio, debe aceptarlo. En cualquiera de los casos, debe conservar la actitud de que él es uno con Dios.
Es importante entender el principio de ser totalmente uno con el Señor en todas las circunstancias y condiciones. Si tenemos presente esto, al leer 1 Corintios 7 descubriremos que Pablo era tal persona, y que en sus instrucciones y respuestas expresa espontáneamente un espíritu incondicionalmente dedicado a Dios. Ya que tal era el espíritu de Pablo, él podía contestar las preguntas de los corintios en una manera franca y cabal que les proporcionara ayuda para que también ellos fueran uno con Dios.
Las respuestas de Pablo son muy diferentes a las que proporcionan los consejeros matrimoniales. Los consejos de éstos manifiestan que ellos no dependen de Dios, sino que actúan en contra de El. Al dar instrucciones, consejos y respuestas, lo hacen totalmente separados de Dios. Pablo era todo lo contrario. El actuaba bajo la dirección de Dios, para Dios y siendo uno con El.
Este capítulo revela otro punto muy importante, el cual consiste en que los que aman al Señor, obran para El y son uno con El, deben estar dispuestos a aceptar cualquier circunstancia que les venga. Por ejemplo, en el caso de un hermano cuya mujer es incrédula, si ésta desea quedarse con él, él debe aceptarlo, pero si ella decide separarse, de igual manera debe estar de acuerdo.
Es muy importante que veamos que Dios siempre está en nuestras circunstancias. Podemos decir que en realidad las circunstancias son el propio Dios que viene a nosotros de manera oculta. Aparentemente estamos en determinada situación, pero en realidad, ésta es el propio Dios que viene a nosotros y que está con nosotros. En el versículo 24 Pablo escribe: “Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca con Dios”. Observe las palabras con Dios; éstas muestran que aceptar nuestras circunstancias es aceptar a Dios, el cual está presente en las circunstancias y detrás de ellas.
Una vez más vemos que el espíritu de Pablo era excelente. Su espíritu era sumiso, estaba contento y satisfecho. Pablo no se quejaba de nada. En su espíritu, él era muy sumiso y estaba contento con su situación. No importa cómo lo trataran, no expresaba ninguna queja. Para él, todo venía del Señor, y no emprendía nada con el fin de cambiarlo. Pablo podía decir: “En cuanto a mí, todo obra para bien, por lo cual no quiero cambiar nada. Sé que cuando acepto mis circunstancias, estoy aceptando a mi Dios, pues en cada una de ellas está el Dios a quien amo y a quien pertenezco”. ¡Cuán excelente es el espíritu que se exhibe en esta actitud!
En 1 Corintios 7 Pablo manejó las preguntas que le hicieron los creyentes corintios de tal manera que exhibió su espíritu. Al leer este capítulo debemos percibir el espíritu de Pablo y aun tocarlo.
La manera en que respondemos a las preguntas de otros o reaccionamos a sus situaciones, siempre muestra la clase de espíritu que tenemos. Supongamos que un hermano está muy contento por la mañana. Cuando su mujer lo llama para el desayuno, él dice: “¡Alabado sea el Señor!” La manera en que él responde revela su espíritu. Pero digamos que su espíritu está insatisfecho cuando su esposa lo llama. En tal caso, tal vez responda muy diferente; su respuesta manifestará que él no está feliz. Esta reacción tal vez indique que no está contento con su esposa ni bien con el Señor. El principio que vemos en todo esto es que nuestras respuestas y reacciones siempre sacan a relucir nuestro espíritu.
Valoro mucho 1 Corintios 7, no principalmente por las respuestas que da, sino porque trasmite el espíritu de una persona que ama al Señor, que se ocupa de los intereses del Señor en la tierra, que obra totalmente para El, que es incondicionalmente uno con el Señor, que es obediente y sumisa en todos los aspectos y que se deleita en Dios y en todas las circunstancias que El dispone.