Mensaje 46
(3)
Lectura bíblica: 1 Co. 9:16-27
Hicimos notar que en 9:1-15 se revela cuán puro era Pablo. Empleamos la palabra puro en el sentido bíblico. Por ejemplo, el Señor dijo: “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios” (Mt. 5:8). Ser puro significa tener un solo propósito al buscar a Dios. Si tenemos una sola meta, somos puros, de lo contrario, somos impuros. Al decir que Pablo era puro y que los corintios eran impuros queremos decir que en éste había un solo propósito al buscar a Dios, mientras que ellos tenían diversas intenciones. Debido a que no eran puros, pusieron en duda el apostolado de Pablo y querían examinarle. En 2 Corintios 12:16 vemos que algunos creyentes corintios pensaban que Pablo se estaba aprovechando astutamente de los bienes materiales de ellos, lo cual comprueba que sus intenciones no eran puras.
Nuestras intenciones determinan si somos puros o no. Estas pudieran estar relacionadas con nuestro beneficio personal. Los problemas que suceden en las iglesias a menudo están ligados a la búsqueda de beneficios personales. Si se beneficia de algún aspecto de la vida de iglesia, usted estará contento y se dará a la iglesia. Pero si no halla ningún beneficio, tal vez se sentirá insatisfecho y le hallará defectos. Cuando no recibimos lo que esperamos, tal vez estaremos insatisfechos con la iglesia, los ancianos o los santos. Esto muestra que no somos puros y que nuestra intención es buscar el beneficio propio.
Todos nosotros amamos al Señor y valoramos Su recobro. Tal vez hasta nos levantamos en las reuniones y declaramos que nos consagramos a Cristo y la iglesia. Incluso podemos decir que Cristo es maravilloso y la iglesia también. Pero si nuestras intenciones no son puras, es posible que empecemos a tener problemas con la iglesia inmediatamente después de haber hecho estas afirmaciones. En cuanto a nuestras intenciones, debemos ser crucificados juntamente con Cristo. Necesitamos que la cruz afecte nuestras intenciones.
Pablo era puro porque sabía por experiencia lo que era estar crucificado juntamente con Cristo y ser un solo espíritu con El. Esto es lo que experimentaba en su vida cotidiana. Así que, sus intenciones no giraban en torno a su beneficio personal, sino que estaban fundadas en Cristo y en torno a El. A esto se debe que fuera tan puro y que pudiera hablar con denuedo, franqueza y firmeza en 9:1-15. Como el cirujano que se limpia de toda bacteria antes de intervenir a una persona, así Pablo pudo intervenir a los corintios. Si él no hubiera estado puro, les habría trasmitido su impureza. Pero como era puro, pudo intervenir espiritualmente a los creyentes corintios sin contaminarlos.
Después de ver la pureza de Pablo en 9:1-15, examinemos los versículos 16-23 y veamos su fidelidad. En el versículo 16 él escribe: “Pues si predico el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no predico el evangelio!” Al usar la palabra necesidad, Pablo se refiere a una carga que se convierte en presión. Esta necesidad, esta carga que presiona, la cual le fue impuesta, es la prédica del evangelio. Por esto podía decir: “¡Ay de mí si no predico el evangelio!” A Pablo no le importaba cómo lo trataban los corintios, ni cómo reaccionaban a sus palabras, lo que pesaba sobre él era el deseo de llevar a cabo la obra de su ministerio, la predicación del evangelio, la cual le era una necesidad. Pablo sabía que si no predicaba, sufriría pérdida. Esto muestra su fidelidad.
La fidelidad, así como el amor, nos ciega. Si estamos muy conscientes de la actitud y la reacción de los demás para con nosotros, eso podría indicar que no somos fieles. Predicar el evangelio sólo cuando los demás nos favorecen no es un acto de fidelidad. Si somos fieles en predicar el evangelio, no nos preocupará la reacción de los demás ni la manera en que nos traten, porque sentimos la carga y la necesidad de cumplir nuestro ministerio. Esta fidelidad ciega a la persona para que no vea la reacción de los demás.
En el versículo 17 Pablo añade: “Por lo cual, si lo hago por mi propia voluntad, recompensa tengo; pero si por fuerza, una mayordomía me ha sido encomendada”. No es fácil entender este versículo. Las palabras si por fuerza significan si no estoy dispuesto. Aunque Pablo no hubiese estado dispuesto a predicar el evangelio, habría sido imposible escapar de la comisión del Señor, pues se le había encomendado una mayordomía. Esto indica que no le quedaba otra alternativa que predicar el evangelio. El Señor lo había cautivado, reclutado, y le había encomendado una mayordomía. Dispuesto o no, tenía que cumplir con la encomienda. No le quedaba otra opción. No podía evadir la predicación del evangelio que le habían comisionado.
En este versículo Pablo se refiere a la comisión de Dios y también a su propio deseo. Puesto que Dios le dio una comisión, él sentía la necesidad. No tenía otra alternativa más que llevar a cabo la obra del ministerio. Por consiguiente, podía decir a los corintios: “No me importa cómo me traten ni que duden de mí ni que me examinen. Les prediqué el evangelio porque me fue impuesta necesidad. No tenía otra alternativa”.
En el versículo 17 Pablo habla de una recompensa. Esta epístola no se escribió para ayudar a los pecadores perdidos a ser salvos, sino para ayudar a los creyentes, los salvos, a crecer (3:6-7), a edificar con los materiales preciosos (3:10, 12-14), a cuidar de los miembros del Señor (8:9-13) y a correr la carrera (v. 24). De ahí que se menciona reiteradas veces la recompensa como incentivo para estimular a los creyentes a que progresen (3:14; 9:18, 24-25).
La palabra griega traducida mayordomía significa administración de una casa, distribución doméstica. El apóstol no sólo era un predicador, sino también un mayordomo, un administrador doméstico en la casa de Dios, que impartía a los creyentes la salvación, la vida y las riquezas de Cristo. Tal ministerio era la mayordomía que le había sido confiada y encomendada (Ef. 3:2; 2 Co. 4:1).
Leamos el versículo 18: “¿Cuál, pues, es mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio, para no hacer pleno uso de mi derecho en el evangelio”. Pablo no usaba su derecho para con los corintios, lo cual le dio la base para gloriarse, según se menciona en el versículo 16. Aunque no usó su derecho para con los corintios, sí lo hizo para con otras iglesias. En 2 Corintios 11:8 Pablo dice que despojó a otras iglesias para servir a los corintios. Algunas iglesias le proporcionaban salario, pero la iglesia de Corinto no. En 1 Corintios 9:18 descubrimos que Pablo predicó el evangelio a los corintios gratuitamente.
En el versículo 19 Pablo dice: “Por lo cual, aunque soy libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a mayor número”. Al usar la palabra todos, Pablo se refirió a todos los hombres. El era libre de todos los hombres en el sentido de no deberle nada a nadie, lo cual significa que era libre también de los corintios; no les debía nada. Pero aunque era libre de todos, se hizo esclavo de todos para ganar más personas para el Señor.
En los versículos 20-21 Pablo escribe: “Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si estuviera sin ley (no estando yo sin ley con respecto a Dios, sino dentro de la ley con respecto a Cristo), para ganar a los que están sin ley”. Pablo habló como si no fuera judío, pero en realidad sí lo era, aunque había dejado de vivir como tal, y ahora llevaba una vida cristiana. A pesar de esto, se hizo como judío para ganar a los judíos. Asimismo, a los que estaban sujetos a la ley, se hizo como uno que está sujeto a la ley para ganar a los que están sujetos a la ley. En el versículo 20 Pablo inserta entre paréntesis las palabras aunque no esté sujeto a la ley para indicar que no estaba bajo la ley. No quería que los corintios pensaran que estaba en pro de la ley. Sin embargo, aunque no estaba sujeto a la ley, se hizo como sujeto a la ley.
Según el versículo 21, a los que están sin ley, Pablo se hizo como si estuviese sin ley para ganar a los que están sin ley. Una vez más dice entre paréntesis que él no estaba sin ley con respecto a Dios, sino dentro de la ley de Cristo. La expresión griega que se traduce en la ley es ennomos que significa en la esfera, el límite, de la ley; por consiguiente, sujeto a la ley. Es lo opuesto a anomos, que significa: fuera de la esfera, el límite, de la ley; por consiguiente, sin ley. Estar dentro de la ley de Cristo significa que nos sometemos a Cristo, que nos sujetamos a Su regulación de una forma legítima, legal, propia y debida. La ley de Cristo denota una ley más alta y mejor que obra por medio del amor (Ro. 8:2; Jn. 13:34), la cual es el propio Cristo que es nuestra vida, la cual nos regula desde nuestro interior. Pablo ya no estaba sujeto a la ley de Moisés, pero si lo estaba a la ley de Cristo. Para con los gentiles, quienes no tenían la ley de Moisés, él llegó a ser como uno que estaba sin ley, no estando sin la ley de Dios, sino dentro de la ley de Cristo.
En el versículo 22 Pablo dice: “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho todo, para que de todos modos salve a algunos”. Esto significa que el apóstol se adaptaba a todo, es decir, a las diferentes maneras de comer y a las diversas prácticas (v. 23), por el bien de todos los hombres. El estaba dispuesto a vivir como los demás. Por ejemplo, cuando estaba con los vegetarianos, no comía carne; con los judíos, no comía cerdo. De esta manera, a todos se hizo todo para salvar a algunos.
El versículo 23 dice: “Todo lo hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él”. La palabra griega traducida copartícipe es rica en significado; significa también cooperador, consocio. El apóstol no sólo era un copartícipe que disfrutaba del evangelio, sino también un cooperador, un consocio, que laboraba por él. No obstante, en este versículo se refería al disfrute del evangelio. Por eso, en este texto la palabra se traduce copartícipe.
Predicar el evangelio equivale a laborar, pero mientras laboramos en la predicación del evangelio hay una porción para nuestro disfrute. Al predicar el evangelio a los demás, Pablo se mantuvo alerta para poder participar del disfrute del evangelio; tuvo cuidado de no perder la oportunidad.
En el versículo 24 Pablo añade: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo recibe el premio? Corred así, para ganar”. Esto revela que la vida cristiana es una carrera que debemos correr con éxito. El premio es una recompensa que sirve de incentivo. Ganar significa obtener el premio.
El versículo 24 no se debe separar del 23, pues explica qué es ser un copartícipe del evangelio, lo cual se menciona en el versículo 23. Correr en el estadio significa laborar, y recibir el premio es disfrutar. Mientras predicamos el evangelio hoy, corremos la carrera. Pero la recompensa, el premio que recibiremos en la venida del Señor será un disfrute especial.
En 9:17 Pablo habla de una recompensa, mientras que en Hechos 20:24 se refiere a la carrera: “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera, y el ministerio que recibí del Señor Jesús para dar solemne testimonio del evangelio de la gracia de Dios”. Para Pablo, predicar el evangelio equivalía a correr la carrera cristiana. El versículo 24 indica que todos los creyentes están corriendo una carrera. Pablo nos exhorta a correr de manera que obtengamos, es decir, que ganemos el premio.
Hemos visto que la carrera cristiana incluye la predicación del evangelio. Predicar el evangelio es impartir a Cristo en los elegidos de Dios. Puesto que éstos se encontraban entre los gentiles, Pablo les predicó el evangelio. Si alguien acepta nuestra predicación, esto demuestra que ha sido escogido por Dios, y nosotros debemos impartirle a Cristo. De esta manera corremos la carrera cristiana. No obstante, debido a que muchos cristianos no están en la carrera, necesitamos las palabras de Pablo: “Corred así, para ganar”.
En el versículo 25 Pablo dice: “Todo aquel que compite en los juegos, en todo ejerce dominio propio; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible”. Todos los que compiten en los juegos ejercen dominio propio. Por ejemplo, ellos cuidan rigurosamente su dieta. Si los atletas ejercen dominio propio para recibir una corona corruptible, con más razón debemos hacerlo nosotros para obtener una corona incorruptible.
La corona incorruptible que el Señor dará a los vencedores que ganen la carrera es una recompensa además de la salvación. Todos nosotros, los creyentes, hemos recibido la salvación por medio de la fe en el Señor. Esto quedó establecido de una vez por todas. Pero si hemos de recibir una recompensa de El o no, depende de cómo corramos. En este capítulo, el apóstol está en la carrera. En Filipenses, una de sus últimas epístolas, él seguía corriendo (Fil. 3:14). No fue sino hasta el último momento de su carrera, en 2 Timoteo 4:6-8, que tuvo la certeza de que recibiría una recompensa del Señor en Su manifestación. Con miras a este premio, el apóstol exhortó a los creyentes corintios a correr la carrera para que obtuvieran la recompensa.
En los versículos 26-27 Pablo dice de sí mismo: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera lucho en el pugilato, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado”. La palabra griega que se traduce golpea significa golpear el rostro debajo del ojo hasta dejarlo amoratado. Esto no es maltratar el cuerpo, como se hace en el ascetismo, ni considerar el cuerpo como maligno, como se le considera en el gnosticismo. Es someter el cuerpo para que sea un cautivo vencido a fin de que nos sirva como esclavo para el cumplimiento del propósito santo que tenemos. Esto equivale a hacer morir nuestros miembros terrenales (Col. 3:5), al hacer morir los hábitos del cuerpo (Ro. 8:13), y no dejar así que nuestro cuerpo sea usado para las concupiscencias ni que nosotros hagamos nada por nuestra propia cuenta, sino lo que es santo para Dios. Los corintios abusaron de su cuerpo abandonándose a la fornicación, sin importarles el templo de Dios (6:19), y comiendo sin restricción lo sacrificado a los ídolos, sin considerar a los creyentes débiles (8:9-13).
Pablo dice también que dirige su cuerpo, que lo pone en servidumbre. Esto se refiere a una metáfora que significa conducir como cautivo y esclavo al conquistado, es decir, ponerlo en cautiverio, haciéndolo así esclavo a fin de que sirva al propósito del conquistador. Esto deben ser nuestros cuerpos, lo cual significa que debemos conquistarlos y someterlos. Nuestros cuerpos fueron cautivados por las lujurias. Ahora debemos liberarlos y llevarlos cautivos a una esclavitud positiva en la cual se convierten en el templo del Espíritu Santo y en miembros de Cristo.
Debemos golpear nuestro cuerpo y ponerlo en servidumbre, así como lo hizo Pablo. Por ejemplo, cuando sus ojos no quieren leer la Biblia, usted necesita golpearlos y someterlos para que contribuyan a su propósito; el de leer la Escritura.
Según el versículo 27 a Pablo le preocupaba que habiéndole predicado a otros, él mismo fuera reprobado. Conforme al contexto de los versículos 24-27, esto se refiere a la predicación de la recompensa como incentivo para los corredores cristianos. Esto está relacionado con el reino, la manifestación del cual será una recompensa para los vencedores que hayan ganado la carrera cristiana.
La palabra griega que se traduce reprobado significa también descalificado, rechazado, es decir, indigno del premio. El apóstol ciertamente fue salvo por gracia mediante la fe en Cristo. Además, también fue llamado a ser apóstol para llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios. No obstante, en el versículo 27 le vemos muy alerta para correr su carrera (Hch. 20:24) poniendo su cuerpo al servicio del propósito santo que tenía, a fin de no ser desaprobado ni rechazado ante el tribunal de Cristo (2 Co. 5:10) ni ser hallado indigno de recibir la recompensa del reino venidero.
El juicio que se llevará a cabo en el tribunal de Cristo determinará si somos aprobados o reprobados por el Señor, si nos conocerá o nos rechazará. En Mateo 7:22 el Señor Jesús dice que en aquel día muchos le dirán que profetizaron, que expulsaron demonios y que hicieron muchas obras poderosas en Su nombre. Pero el Señor contestará que nunca los conoció (v. 23), lo cual significa que no aprobó lo que hicieron, que la vida cristiana que ellos llevaron no le complació, pues obraron de manera presuntuosa y conforme a su propia voluntad y elección. Por consiguiente, con relación a la recompensa que se recibe en el reino venidero, serán rechazados por el Señor. El temor de Pablo era que habiendo predicado el evangelio en cuanto a la recompensa, él mismo fuera reprobado por el Señor.
En 1 Corintios 9 se revela la fidelidad de Pablo. En su espíritu, él era sumamente fiel a lo que el Señor le había encomendado. El Señor le había exhortado que corriera la carrera, y él se esforzaba por hacerlo. Nosotros también debemos correr la carrera cristiana de tal manera que no seamos reprobados, rechazados ni descalificados de recibir el reino venidero como recompensa.
Los cristianos por lo general han pasado por alto la verdad en cuanto a la recompensa. Algunos se han atrevido a acusarnos de herejes por enseñar esta verdad. El hermano Nee y otros que le precedieron hablaron también de la recompensa dada a los creyentes vencedores. El Nuevo Testamento revela claramente que Dios nos ha preparado no solamente la salvación, sino también una recompensa para los que le sean fiel. En 3:14 Pablo escribe: “Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa”. La recompensa en este versículo difiere de la salvación. En el versículo siguiente, Pablo explica: “Si la obra de alguno es consumida, él sufrirá pérdida, pero él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego”. Esto indica claramente que recibir una recompensa es diferente de ser salvo. Se puede sufrir pérdida y no recibir recompensa, pero nunca perderemos nuestra salvación.
El fuego en 3:15 se refiere a una especie de sufrimiento o castigo. Sin embargo, esto de ninguna manera alude al purgatorio, lo cual es una herejía enseñada por el catolicismo en su distorsión diabólica de este versículo. El principio que rige las enseñanzas católicas consiste en mezclar la verdad con el error o la herejía. Por lo tanto, las doctrinas del catolicismo son a menudo una mezcla de la verdad y la herejía. El Señor profetizó de esto en Mateo 13 cuando habló de la mujer que añade levadura a la harina. Al enseñar sobre la recompensa, de ninguna manera nos referimos a la doctrina católica del purgatorio, sino que simplemente enseñamos lo que revela la Biblia, la cual nos dice que si somos fieles, recibiremos una recompensa además de nuestra salvación. Si no lo somos, perderemos la recompensa y sufriremos castigo, pero no perderemos nuestra salvación, ya que ésta es eterna y nos fue dada de una vez por todas.
En 1 Corintios 9 Pablo estaba sobre aviso, preocupado, de que habiendo predicado a otros, él mismo viniera a ser reprobado. No cabe duda de que él fue íntegro. En conclusión, estos versículos presentan un hermano que fue absolutamente fiel a la comisión del Señor y en la carrera cristiana.