Mensaje 54
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Lectura bíblica: 1 Co. 11:17-34
En el capítulo diez de 1 Corintios, Pablo habla de la cena del Señor. En el versículo 16 él pregunta: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” En el versículo 21 añade: “No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios”. Pablo ya había empezado a hablar de la mesa del Señor, ¿por qué no pasó directamente al tema de la cena del Señor? ¿Por qué introduce lo referente a estar bajo autoridad, o sea, el cubrirse la cabeza, después de hablar de la mesa del Señor y antes de tocar el tema de la cena del Señor?” Esto no parece ni lógico ni razonable. No obstante, esta interrupción tiene una razón.
En los diez primeros capítulos de esta epístola, Pablo afronta los problemas que tienen que ver con la vida cristiana; él no aborda el tema de la administración de Dios. Pero en el capítulo once, empieza a hablar de materias relativas a dicha administración. En la administración divina, la autoridad de Dios ocupa la principal prioridad. Siempre que se honre la autoridad de Dios, todo lo referente a Su administración será apropiado. Pero cuando no se tenga en cuenta Su autoridad, todo resultará incorrecto. A esto se debe que Pablo introdujera el asunto de la autoridad establecida en el universo antes de tratar el tema de la cena del Señor.
Con relación a hacer memoria del Señor, Pablo usa la expresión “la mesa del Señor” en 10:21, y “la cena del Señor” en 11:20. Existe una importante diferencia entre la mesa del Señor y Su cena. No debemos pasar por alto estas palabras; antes bien, debemos preguntarnos por qué Pablo habla de la mesa del Señor en el capítulo diez y de la cena del Señor en el capítulo once.
La mesa del Señor se refiere al disfrute que tenemos del Señor en comunión. Por lo tanto, ella habla de un deleite mutuo, de una comunión mutua. Cuando decimos que participamos de la mesa del Señor, queremos decir que disfrutamos al Señor en Su comunión, y esto nos deleita y satisface. No obstante, el objetivo de la cena del Señor es satisfacerlo a El, hacer memoria de El. Tanto en la mesa del Señor como en Su cena hay mutualidad. La mesa del Señor nos satisface a nosotros, mientras que Su cena lo deleita a El. En ocasiones, decimos: “Señor, venimos a Tu mesa y participamos de ella”. Esto indica que nosotros disfrutamos al Señor. En otras ocasiones, decimos: “Te damos gracias porque podemos celebrar Tu cena”. Esto indica que lo recordamos a El para Su deleite y satisfacción.
En 11:29 Pablo usa la expresión “el cuerpo”. En el Nuevo Testamento, el cuerpo denota al Cuerpo místico de Cristo, cuya realidad está en el Espíritu. No obstante, ya que en esta sección Pablo habla de la cena del Señor, el cuerpo en este versículo denota también el cuerpo de Jesús. En el versículo 24 Pablo cita las palabras del Señor Jesús: “Este es Mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de Mí”. ¿Se refiere esto a Su cuerpo físico o a Su Cuerpo místico? Las palabras “por vosotros” indican que en este contexto el cuerpo alude al cuerpo físico del Señor. Su cuerpo físico nos es dado a nosotros, mientras que el Cuerpo místico de Cristo le es ofrecido a El. La iglesia como Cuerpo místico no es dada a nosotros, es para Cristo. Pero el cuerpo físico de Jesús, quien fue crucificado, es nuestro. Por lo tanto, hacemos memoria del Señor participando del pan que representa Su cuerpo físico.
En 1 Corintios 11:25 leemos: “Asimismo tomó también la copa, después de que hubieron cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto establecido en Mi sangre; haced esto todas las veces que la bebáis, en memoria de Mí”. En este versículo, la sangre alude obviamente a la sangre física, no a la sangre mística. También participamos de la copa en memoria del Señor.
En 11:24, las palabras “el cuerpo” se refieren al cuerpo físico de Jesús. Sin embargo, en el versículo 29 Pablo usa la expresión “sin discernir el cuerpo” para referirse al Cuerpo místico de Cristo. Algunos tal vez argumenten que en este versículo, discernir el cuerpo de Jesús significa distinguirlo del alimento común. Efectivamente, en este versículo Pablo habla de comer y de beber; comer está relacionado con el cuerpo físico, y beber, con la sangre física. No obstante, al final del versículo 29 Pablo no dice nada acerca de no discernir la sangre ni el cuerpo. Más bien, él solamente habla de no discernir el cuerpo. Por consiguiente, Pablo no se refiere únicamente a que debemos distinguir el cuerpo físico y la sangre de Jesús de la comida y la bebida ordinarias; él habla de algo más.
El cuerpo físico de Jesús fue entregado en la cruz para que se efectuara la redención por nosotros. Pero este cuerpo no tiene nada que ver con la actual administración de Dios. El que está absolutamente ligado a la administración de Dios hoy es el Cuerpo místico de Cristo. Sin él Dios no puede llevar a cabo Su administración, pues no tendría el vehículo para hacerlo. Esto significa que la administración de Dios se lleva a cabo por medio del Cuerpo místico de Cristo. ¿Qué estamos haciendo en la tierra como Cuerpo místico de Cristo? Ciertamente no estamos obrando para efectuar la redención, pues ésta ya fue realizada una vez y para siempre por el Señor Jesús. El la llevó a cabo al entregar Su cuerpo físico en la cruz. Pero ahora Cristo tiene un Cuerpo místico, cuyo objetivo es llevar a cabo la administración de Dios.
Cuando venimos a la mesa del Señor, generalmente lo que nos preocupa no es ni la redención, ni la administración divina, sino el disfrute. Venimos a la mesa para disfrutar al Señor en comunión, y probablemente ni pensemos en la administración de Dios. Sin embargo, la cena del Señor está relacionada con el disfrute y la satisfacción del Señor. No sólo debe interesarnos el disfrute que tenemos en la mesa, sino también el deleite que el Señor obtiene en la cena. Es posible que deseemos disfrutar de la mesa, el banquete, y no sintamos mucha necesidad de recordar al Señor. Tal vez busquemos nuestra propia satisfacción y no la del Señor. Por lo tanto, necesitamos que el Señor nos ilumine con respecto a Su cena. Esto mejorará las reuniones de la mesa del Señor. Lo alabaremos porque en ella hacemos memoria de El, y ella le trae deleite y satisfacción. Nos daremos cuenta de que no sólo debe interesarnos nuestra propia satisfacción, sino aun más que Cristo satisfaga a Dios.
Si queremos que el Señor Jesús sea satisfecho en la cena del Señor, no sólo debemos hacer memoria de El, sino también darle importancia a la administración divina que El lleva a cabo. Lo que más satisface al Señor hoy es que se efectúe la administración de Dios. Si lo recordamos a El sin interesarnos por la administración divina, El no estará contento. Si queremos que El esté feliz y satisfecho, debemos declarar: “Señor, mientras te recordamos a Ti, discernimos Tu Cuerpo mediante el cual Tú efectúas la administración de Dios. Al hacer memoria de Ti, no olvidamos lo que estás efectuando en los cielos. Estás sentado en los cielos y llevas a cabo la administración de Dios”.
En el capítulo 10 Pablo no dice nada con respecto a participar de la mesa del Señor hasta que El venga. Pero en 11:26, él escribe: “Pues, todas las veces que comáis este pan, y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que El venga”. La venida del Señor traerá el reino de Dios para Su administración. La primera vez El vino para redimirnos, pero vendrá por segunda vez para establecer la administración de Dios. Cuando participamos de la mesa del Señor, lo hacemos para nuestro disfrute. Pero cuando tomamos de la cena del Señor, lo hacemos para recordarlo a El y por amor a Su administración. La mesa del Señor se estableció para nuestro disfrute, mientras que la cena del Señor, para el deleite y la satisfacción de El. Además, Su satisfacción depende de la administración de Dios que El lleva a cabo. ¿Procura usted recordar al Señor de la mejor forma posible? Si es así, usted debe interesarse por el Cuerpo místico, el cual es el medio que El usa para llevar a cabo la administración de Dios en la tierra. Debemos recordarlo así hasta que El venga. Y lo hacemos para llevar a cabo Su administración hasta que El regrese y establezca Su reino en la tierra.
Hemos subrayado que cuando tomamos la mesa del Señor, lo disfrutamos a El, y cuando comemos de Su cena, lo satisfacemos a El recordándole e interesándonos por la administración de Dios. Pero ¿de qué manera mostramos nuestra preocupación por Su administración? Lo hacemos al discernir el Cuerpo. Muchos cristianos no tienen la menor idea de lo que significa discernir el Cuerpo.
Discernir el Cuerpo es darse cuenta primeramente de que Cristo tiene un solo Cuerpo, el cual es místico. Pero observe la situación entre los cristianos de hoy. ¡Cuántas divisiones! Cada denominación y grupo tiene su propio pan. Algunos incluso no permitirían que usted participase de su pan si no ha sido bautizado por ellos y en su bautisterio. Cuando venimos a la cena del Señor debemos discernir el Cuerpo para determinar si el pan que está en la mesa representa el Cuerpo místico de Cristo. Esto es de suma importancia.
El Cuerpo místico de Cristo es el único medio por el cual Dios lleva a cabo Su administración. El propósito eterno de Dios consiste en tener un grupo de personas salvas, redimidas y regeneradas, quienes llegan a ser una sola entidad, el Cuerpo orgánico de Cristo, con el fin de llevar a cabo Su administración. Sin embargo, Satanás, en su sutileza, desea mutilar el Cuerpo, lo cual representa un impedimento para la administración de Dios. Si participamos en alguna división, no tendremos parte en la administración de Dios. A esto se debe que el cristianismo actual se haya vuelto inútil en lo que a llevar a cabo la administración divina se refiere. Los cristianos predican el evangelio para salvar almas o enseñan la Biblia para ayudar a los demás a conocer la Palabra. Pero esto no es suficiente para que se lleve a cabo la administración de Dios. Para lograrlo, se necesita el Cuerpo único, el Cuerpo místico. Puesto que estamos conscientes de esto, detestamos la división y rotundamente nos oponemos a ella.
Las divisiones perjudican el Cuerpo místico de Cristo e impiden que se lleve a cabo la administración de Dios. Los cristianos pueden predicar el evangelio y enseñar la Biblia, pero, son pocos los que se interesan por el Cuerpo místico de Cristo, el cual lleva a cabo la administración de Dios en la tierra. Supongamos que a todos los cristianos les interesara esto. ¡Cuán maravilloso sería! ¡Qué administración tendría Dios en la tierra! Sin embargo, las divisiones entre los cristianos no sólo paralizan el Cuerpo de Cristo, sino que lo cortan en pedazos. Esto dificulta sobremanera el que Dios haga lo necesario para llevar a cabo Su administración. Por muchos siglos, El no la ha podido efectuar porque el único medio que tiene para lograrlo, a saber, el Cuerpo místico de Cristo, ha sido mutilado a causa de las divisiones.
A través de los años nos ha impresionado mucho el significado de la mesa del Señor. Sabemos que el cuerpo físico de Jesús fue entregado para que se efectuase nuestra redención a fin de que disfrutásemos del Señor en comunión. Con base en esto, oramos frecuentemente: “Señor, gracias por Tu sangre redentora. Gracias por redimirnos derramando Tu sangre. Señor, te damos gracias también porque diste Tu cuerpo en la cruz para llevar nuestros pecados, para morir por nosotros, y para acabar con la vieja creación. Señor, ahora estamos aquí disfrutando de Tu mesa. Tú te entregaste por medio de la muerte, y ahora en resurrección, estás en la mesa para que te disfrutemos”. Ahora, también nos debe impresionar el hecho de que comer la cena del Señor significa satisfacerlo a El, recordarlo. Esto implica que nuestro objetivo es que se efectúe la administración de Dios. Y para que esto se logre, debemos preocuparnos por la unidad del Cuerpo místico de Cristo. Tener tal preocupación nos preservará en el Cuerpo y nos guardará de toda división. Si entendemos la cena del Señor de esta manera, nada podrá dividirnos. Por el contrario, permaneceremos en el Cuerpo místico de Cristo, el cual constituye el medio por el cual El lleva a cabo Su ministerio celestial y cumple la administración divina.
En cuanto a la cena del Señor, Pablo usa dos palabras cruciales: probarse y discernir. Leamos el versículo 28: “Pero pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa”. Probarse a sí mismo es verificar si comemos el pan y bebemos la copa de una manera digna o indigna. Cuando Pablo escribió esta epístola, algunos creyentes de Corinto comían la cena del Señor indignamente, sin darse cuenta de que la copa y el pan no eran algo ordinario y que no tenían nada que ver con la comida común. Debemos tener presente que la copa representa la sangre que el Señor derramó en la cruz por nuestros pecados, y por ende, no debemos beberla de una manera ordinaria ni común, sino de una manera que demuestre que tenemos tal conocimiento. Debemos tomar el pan de la misma manera.
No obstante, rechazamos la enseñanza supersticiosa de la transubstanciación, que sostiene la Iglesia Católica. Según esta enseñanza herética, el pan y el vino literalmente se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo.
Aunque rechazamos la transubstanciación, debemos por otra parte estar conscientes cada vez que bebemos la copa y comemos el pan, de que éstos son símbolos solemnes, santos y divinos. La copa representa la sangre preciosa que nuestro querido Señor Jesús derramó en la cruz por nuestros pecados, y el pan representa Su cuerpo, el cual El dio por nosotros en la cruz. Así que, no debemos tomar estos símbolos a la ligera. Si comemos y bebemos sin el debido discernimiento, entonces participamos de la cena del Señor indignamente. Debemos probarnos a nosotros mismos para asegurarnos de que no somos indignos de participar de la cena del Señor. Nuestro deseo es ser dignos al hacer memoria de El y por esto nos probamos.
La segunda palabra crucial que usa Pablo es discernir. Leamos el versículo 29: “Porque el que come y bebe, sin discernir el cuerpo, juicio come y bebe para sí”. Hemos dicho que esto se refiere a discernir tanto el cuerpo físico del Señor como el Cuerpo místico, el cual lleva a cabo la administración de Dios. Nos probamos a nosotros mismos para recordar al Señor, y discernimos el Cuerpo principalmente para llevar a cabo la administración de Dios. Cada vez que venimos a la mesa del Señor, no solamente debemos disfrutar al Señor, sino también recordarle a El probándonos a nosotros mismos. Debemos preguntarnos si estamos viviendo de una manera digna de comer la cena del Señor. Nunca debemos tomar la sangre y el cuerpo del Señor sin el debido discernimiento. Más bien, debemos tener presente que los símbolos que están en la mesa representan la sangre preciosa y el cuerpo del Señor. Luego, debemos preguntarnos si vivimos y si nos comportamos de una manera digna de comer esta cena. Esto es recordar al Señor. Al mismo tiempo, debemos discernir si el pan que está sobre la mesa representa el Cuerpo místico de Cristo o alguna división. Si el pan representa un grupo faccioso o una denominación, no debemos tomarlo, porque discernimos el Cuerpo. Discernir el Cuerpo de esta manera es reconocer que éste difiere completamente de toda división, y realizamos este discernimiento para llevar a cabo la administración de Dios.
Aunque todavía somos pocos, los ángeles y los demonios saben que nuestra posición es diferente a la del cristianismo faccioso. Además, en lo profundo de nosotros tenemos la certeza de que discernimos el Cuerpo para llevar a cabo la administración de Dios en la tierra. Por otra parte, somos la televisión celestial que refleja en la tierra lo que Cristo efectúa en los cielos con relación a la administración divina. Los demás pueden oponerse a nosotros, argumentar con nosotros, y justificarse, pero en lo profundo de su conciencia, no tienen la certeza de que disciernen el Cuerpo místico. Pero nosotros sí la tenemos. ¡Alabado sea el Señor!