Mensaje 6
Lectura bíblica: 1 Co. 1:10-17
En 1:10 Pablo dice: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer”. Con este versículo el apóstol comenzó a confrontar las divisiones que existían entre los corintios. Primero, les rogó que no hubieran divisiones entre ellos, y lo hizo por medio del nombre de nuestro Señor, el nombre que es sobre todo nombre (Fil. 2:9) y que debe ser el único nombre que alaban todos los creyentes. Sin embargo, los facciosos corintios pusieron los nombres de Pablo, Apolos y Cefas en el mismo nivel que el de Cristo; tal como Pedro, en el monte de la transfiguración, clasificó a Moisés y a Elías en el mismo nivel que a Cristo (Mt. 17:1-8). Para guardar la unidad en el Señor y evitar las divisiones, tenemos que exaltar únicamente el supremo nombre de nuestro Señor, y renunciar a todos los demás nombres.
En el versículo 10 Pablo exhorta a los creyentes a que hablen una misma cosa para que no haya divisiones entre ellos. En esta epístola el apóstol confronta once problemas que existían entre los creyentes de Corinto, el primero de los cuales era la división. Por lo general, la división es el problema principal, el que trae consigo todos los demás problemas que experimentan los creyentes, y puede considerarse la raíz de todos ellos. Por lo tanto, al hacer frente a los problemas de la iglesia de Corinto, el apóstol pone el hacha a la raíz, es decir, a las divisiones que existían entre los creyentes. La primera virtud de una conducta digna del llamamiento de Dios es guardar la unidad del Espíritu en el Cuerpo de Cristo (Ef. 4:1-6).
En el versículo 12 Pablo añade: “Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”. En principio, esto es exactamente lo mismo que decir: “Yo soy luterano”, “Yo soy wesleyano”, “Yo soy presbiteriano”, “Yo soy episcopal”, “Yo soy bautista”. Estas designaciones deben ser condenadas y rechazadas, y la única manera de llevarlo a efecto es tomando a Cristo como el centro único de todos los creyentes.
Decir “yo soy de Cristo” con la intención de excluir a los apóstoles y sus enseñanzas y a otros creyentes, es tan faccioso como decir “yo soy de esto o de aquello”.
Estos versículos indican que las divisiones entre los cristianos siempre resultan de exaltar un nombre por encima del nombre del Señor Jesús. Cuando algunos corintios decían: “Yo soy de Apolos”, elevaban automáticamente el nombre de Apolos sobre el nombre de Cristo. A lo largo de los siglos esta tendencia ha sido la causa de las divisiones entre los cristianos. Actualmente los creyentes se auto denominan luteranos, presbiterianos o bautistas sin sentir la más mínima vergüenza. En realidad, es vergonzoso que un cristiano se llame a sí mismo luterano, pues esto significa que pone el nombre de Lutero por encima del nombre de Cristo. Ningún creyente debería hacer semejante cosa.
Es muy significativo que en el versículo 10 Pablo base su exhortación en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Esto indica que nadie debería elevar ningún otro nombre por encima de éste. Los cristianos no deben adoptar ninguna designación. Identificarnos con un nombre significa que ponemos ese nombre por encima del nombre de Cristo y esto trae vergüenza tanto al Señor como a los creyentes. A pesar de esto, hay cristianos que se sienten orgullosos de decir que son de cierta denominación. Además, inscriben el nombre de ella en pancartas para anunciarse. Esto muestra hasta dónde ha llegado el descarrío de los cristianos de hoy. No sienten ni la mínima vergüenza cuando adoptan algún nombre que no es el de Cristo.
Pablo exhortó a los creyentes de Corinto, por el nombre del Señor Jesucristo, que hablaran todos una misma cosa. Cuando me convertí al Señor, algunos líderes cristianos me dijeron que no debería esperar que todos los cristianos llegarían a hablar una misma cosa. ¿Cree usted que es factible que los cristianos hablemos una misma cosa? Si usted dice que sí, le preguntaría cómo podemos lograrlo. Al observar las diferencias nacionales y familiares de hoy, es evidente que la gente no habla la misma cosa. Por ejemplo, los chinos no hablan lo mismo que los japoneses, ni los alemanes lo mismo que los franceses. ¿Cómo pueden los creyentes de diferentes nacionalidades hablar una misma cosa? Para contestar esta pregunta debemos entender lo que quiere decir Pablo con la expresión una misma cosa.
Cuando Pablo habla de una misma cosa se refiere a Cristo y éste crucificado. Por consiguiente, hablar una misma cosa significa que todos hablamos de Cristo y éste crucificado. Por experiencia puedo testificar que aunque la historia enseña que los chinos no pueden ser verdaderamente uno con los japoneses, ni los alemanes con los franceses, he visto una verdadera unidad entre los creyentes de estas nacionalidades. Es hermoso ver la unidad genuina entre los creyentes chinos y japoneses y también entre los creyentes alemanes y franceses. Esta unidad es posible únicamente cuando tomamos a Cristo como nuestro único centro y como nuestra única porción. Como tal, Cristo está en todos los santos (Col.1:27) e inclusive llega a ser todos ellos (Col. 3:11). Muchos cristianos están divididos porque adoptan muchas cosas que no son Cristo, pero nosotros somos uno porque sólo lo tenemos a El.
Los cristianos están divididos porque se preocupan por muchas cosas que no son Cristo. Por ejemplo, algunos argumentan acerca del nombre en que deberíamos bautizar a los creyentes. Para nosotros, sin embargo, el Cristo que todo lo incluye debe ser nuestro centro y nuestro único deleite. Mientras que la gente tenga una fe viva en Cristo Jesús, el hecho de que se bauticen en el nombre del Señor Jesús o en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, no importa.
Puesto que el Señor nos ha levantado para que llevemos adelante Su recobro, nosotros centramos nuestra atención en Cristo y no en las prácticas. Hemos dejado todo lo demás para volvernos a la persona del Señor. Esto ha causado que algunos esparzan rumores acerca de nosotros y nos critiquen. Por ejemplo, en 1968 algunos hermanos y hermanas se dieron cuenta de que habían envejecido espiritualmente y decidieron sepultarse en las aguas del bautismo. Más tarde, los opositores esparcieron rumores de que enseñábamos que había que volverse a bautizar, y nos citaban las palabras de Pablo en Efesios 4 donde dice que hay un solo bautismo para apoyar su oposición. Sin embargo, la singularidad del bautismo se refiere a su naturaleza o género, y no a la práctica de bautizar a un creyente una sola vez. Nosotros ni enseñamos ni practicamos que hay que volverse a bautizar. Esto es un hecho. Si algunos creyentes reconocen que se han envejecido y quieren ser sepultados, nadie debe censurarlos por ello.
Otros nos han criticado porque invocamos el nombre del Señor Jesús. Algunos incluso dijeron que esto es una mantra y que se parece al canto monótono de los orientales.
En el pasado algunos fueron distraídos por lo que consideraban una mejor manera de reunirse. Pero nuestro centro no es ningún método, sino Cristo mismo. Si alguien viene a usted con el propósito de criticar la manera en que nos reunimos y le propone otra, usted debe contestar: “No me interesa hablar de eso. Yo sólo conozco a Cristo, y éste crucificado”. Hablar de lo que no es Cristo, así sean las reuniones de la iglesia, puede ser una trampa. En el recobro del Señor nuestra única elección y preferencia es el Cristo crucificado. La mejor manera de hacer callar las lenguas chismosas es no contestar cuando alguien intenta desviarle de Cristo. Supongamos que un hermano viene a usted y le dice: “¿Qué le parecieron las reuniones de la semana pasada?” Usted debería contestar: “No me interesan las reuniones, lo único que me interesa es Cristo”. Sin embargo, si usted empieza a hablar de las reuniones, dará lugar al chisme y a la crítica.
Hay muchos cristianos que nunca hablan de Cristo. En su conversación, se preocupan por muchas otras cosas. Pero en las iglesias locales todos debemos hablar del Cristo crucificado. No hable de lo elevado o deplorable que son las reuniones, ni comente tocante a lo positivo o negativo de la iglesia. Tampoco hable de lo bien o mal que están los ancianos, ni de su competencia o incompetencia. Nuestra actitud debería manifestar que lo único que nos interesa es Cristo, la iglesia de Dios en cualquier lugar y el recobro del Señor. La meta de Dios en Su recobro consiste en recuperar a Cristo como el todo para nosotros.
Durante los más de cincuenta años que llevo en la vida de iglesia, he observado que muchos santos en diferentes países y ciudades todavía no han sido totalmente rescatados de la degradación del cristianismo. Algunos de los queridos santos que están el recobro del Señor incluso hablan conforme a la costumbre del cristianismo. En lugar de hablar de Cristo y éste crucificado, hablan de las reuniones, los ancianos y los santos. Cuando otros quieran conversar con usted de estos temas debe decirles: “Mi corazón no está puesto en esas cosas. Mi única preferencia es Cristo. El es lo único que me preocupa y no la condición de la iglesia o las reuniones”.
Lo que determina si una iglesia local es auténtica no es su condición. No piense que si una iglesia es saludable, eso la constituye la iglesia, pero que deja de serlo si su condición se deteriora. Un hermano no deja de ser quien es sólo porque en su condición él sea fuerte o débil, sano o enfermo. Del mismo modo, aun cuando la condición de la iglesia sea deplorable y degradada, sigue siendo la iglesia. Si en el recobro del Señor vemos la iglesia de esta manera y lo único que nos preocupa es Cristo como nuestro único centro, no habrá ninguna división.
Si una persona puede abandonar el recobro, esto significa que nunca lo conoció. Si usted puede irse de la vida de iglesia, esto demuestra que nunca vio la iglesia. Si la iglesia es adecuada o inadecuada, sana o enferma, si está viva o muerta, ella sigue siendo la iglesia. Si tenemos esta comprensión, esto indica que hemos visto que Cristo es el único centro de Dios.
Si como cristiano usted hubiera vivido en Corinto, ¿se habría reunido con la iglesia allí? Creo que la mayoría de nosotros, molestos por una iglesia tan confusa y dividida, habríamos preferido mudarnos a otra localidad para llevar la vida de iglesia. Esta actitud no parece facciosa, pero lo es. Sin importar la condición de nuestra iglesia local, no debemos hacer nuestra elección, tener nuestra preferencia ni buscar una oportunidad para nuestro bien. Por el contrario, debemos dejar que el Espíritu sople con libertad. Actualmente estamos en determinada localidad porque Dios así lo ha dispuesto. No debemos mudarnos a otra ciudad según nuestra preferencia. Pero si el viento nos lleva a otra ciudad, podemos deducir que esta es la voluntad de Dios y no nuestra elección o preferencia.
Usted está ahora en el recobro del Señor; sin embargo, no dé por sentado que siempre estará a salvo aquí y que nunca causará ninguna división. El estar a salvo en el recobro y protegido de la división depende de la visión que hemos recibido. Si ya vimos que Cristo es el único centro, estaremos a salvo y permaneceremos en la vida de iglesia cualquiera que sea la condición del recobro. Tendremos la seguridad de que estamos en el recobro del Señor.
Cada vez que visitamos otra localidad o tenemos comunión con los santos de otra ciudad, somos tentados a indagar sobre la condición de aquella iglesia. Esta indagación da lugar a muchas cosas negativas. Debemos aprender a ocuparnos de Cristo y no tener curiosidad en cuanto a la condición de las iglesias de otras partes.
En 1942 se suscitó un gran tumulto en Shanghai, provocado principalmente por los que se oponían al hermano Nee. El tumulto se esparció a otros lugares. En aquel tiempo, yo me encontraba en Chefú, en el norte de China. Los hermanos que llevaban la delantera en ese lugar tomaron la firme decisión delante del Señor de que a todo aquel que viniese de Shanghai se le prohibiese hablar de la situación que prevalecía en la iglesia de esa localidad. Dijimos: “No hablen de la iglesia de Shanghai. Aquí somos la iglesia en Chefú. Hablemos del Señor Jesucristo y de la iglesia de aquí”. Esto evitó que Chefú se involucrara en aquel tumulto.
Es vital que todos aprendamos la clave de no saber nada sino a Cristo y éste crucificado. No obstante, es bastante difícil llevarlo a la experiencia. Pero aunque no sea fácil debemos aprender a hablar una misma cosa: Cristo y éste crucificado.
En el versículo 10 Pablo dice a los corintios que estén “perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer”. La misma palabra griega que se traduce perfectamente unidos en este versículo, se traduce remendar en Mateo 4:21, y significa reparar, restaurar, ajustar, remendar; completar totalmente, unir perfectamente algo que se hubiera roto. Como entidad corporativa, los creyentes corintios estaban divididos, su unidad se había roto, y necesitaban ser restaurados para estar perfectamente unidos y recuperar la armonía, teniendo un mismo sentir y un mismo parecer a fin de hablar lo mismo: Cristo y Su cruz.
El testimonio de la iglesia en Corinto había sido gravemente perjudicado, y Pablo escribió esta epístola para restaurar esta situación, lo cual constituía también una afinación. La palabra afinar es un término musical. Entre los santos de Corinto no existía ninguna armonía. Cuando Pablo escribió esta epístola, él procuraba restaurar la armonía, afinarlos para que ellos pudiesen tener un mismo sentir y un mismo parecer.
El problema de los corintios no radicaba en su espíritu. Ellos habían sido regenerados, y el Señor Jesús moraba en su espíritu. Sus problemas giraban en torno a su mente y sus opiniones. Existe una diferencia entre la mente y la opinión. El pensamiento se produce en la mente, mientras que las opiniones son pensamientos expresados en palabras. Si sólo pensamos acerca de algo, esto constituye una actividad de la mente. Pero cuando nuestro pensamiento se concretiza en palabras, se convierte en opinión. No es fácil ser afinados en una misma manera de pensar, es decir, en un mismo sentir, en una misma manera de hablar, en un mismo parecer. Ser afinados para tener un mismo parecer equivale a hablar una misma cosa. Cuando todos hablamos una misma cosa, estamos en un mismo parecer.
Si queremos ser afinados en un mismo parecer, debemos tener una visión del lugar que ocupa Cristo en la economía de Dios. Siento carga de que todos los santos vean a Cristo y lo conozcan. Cuando usted haya visto al Cristo que lo es todo y haya aprendido a disfrutarlo, la manera en que usted piensa y habla cambiará. Usted llegará a ser puro y sencillo. En lugar de expresar sus opiniones, se preocupará únicamente por disfrutar a Cristo y hablar de El. Al llegar a ser una persona que no sabe nada sino a Cristo, será fiel al recobro del Señor.
Hoy el Señor desea un pueblo que se interese únicamente por El. Colectivamente, estas personas serán candeleros en diferentes lugares. Entre ellas, no habrá preferencias ni opiniones, sino Cristo solamente. Que todos aprendamos esta clave.
Supongamos que usted llega al local de reuniones y ve que las sillas están dispuestas de una manera muy diferente a lo habitual; completamente contrario a su preferencia. No debería importarnos el arreglo de las sillas. Mientras que podemos reunirnos para leer la Palabra y hablar de Cristo, debemos estar satisfechos. Si se queja acerca de la manera en que están acomodadas las sillas y permite que eso le distraiga, queda demostrado que usted no ha recibido la visión acerca de Cristo. La reunión de la iglesia nos ofrece diamantes divinos, pero a nosotros nos distrae el acomodo de las sillas. ¿Acaso no indica esto que usted no valora la preciosidad de los diamantes? Mientras que pueda recibir más diamantes del Señor, no debería preocuparse por el acomodo de las sillas. Si usted conoce el valor de los diamantes, no tendrá ni el mínimo interés por otras cosas. No se preocupará por el arreglo de las sillas, ya que irá a las reuniones para obtener a Cristo y nada más que El.
En el recobro del Señor nos interesa exclusivamente Cristo. Lo único que el Señor está recuperando es a Cristo en nuestra experiencia. Si queremos ser salvos de la división debemos tomar a Cristo como nuestro centro.
Todos nosotros somos facciosos por naturaleza; nacimos con este elemento. La única manera de ser rescatados de la división consiste en ver que Cristo lo es todo y en aprender a disfrutarlo. Dese cuenta de que la única manera de evitar la división es ver a Cristo, recibirlo y disfrutarlo. Solamente esto nos llevará a ser sincronizados en un mismo parecer. Entonces se producirá la verdadera armonía entre nosotros.
Si visita otra localidad, no procure enterarse de lo que allí ocurre. No indague sobre los ancianos ni sobre la juventud. Más bien, preocúpese por la armonía que procede del disfrute de Cristo. Cuando yo visito una iglesia, lo único que me interesa es contemplar la armonía. Si no hay armonía me doy cuenta que los santos en aquel lugar no han estado disfrutando a Cristo debidamente. Pero si le disfrutamos continuamente, habrá armonía entre nosotros.
A veces he quedado desilusionado por lo que me cuentan los santos respecto a lo que vieron durante su visita a las iglesias en los diferentes lugares. Pero lo que me desilusionó no fueron las noticias, sino el hecho de que hablaban cosas irrelevantes al disfrute de Cristo. Las conversaciones de estos santos indicaban que ellos no tenían una visión adecuada y que no habían sido completamente rescatados de su naturaleza facciosa. En lugar de ver a Cristo, se preocupaban por la manera en que los ancianos dirigían la iglesia y por la manera en que progresaban los jóvenes. Interesarse por estas cosas en lugar de Cristo constituye un acto faccioso. Cada vez que usted visite una iglesia local, debe hacer lo posible por no ver ninguna otra cosa que no sea Cristo. Entonces será uno que ha aprendido la clave, uno que habla una misma cosa, que tiene un mismo sentir y un mismo parecer.
Aprendamos a no tener ninguna elección, preferencia, ni sabor que no sea Cristo. El Cristo que todo lo incluye es nuestra única elección, preferencia, sabor y disfrute. Esto nos preservará en la iglesia en el recobro del Señor hasta que El regrese. De otro modo, seremos desilusionados o distraídos y abandonaremos el recobro del Señor.
En el versículo 13 Pablo pregunta: “¿Está dividido Cristo? ¿Acaso fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” Cristo es único y no está dividido. Tomarle a El como el centro de todos los creyentes da fin a todas las divisiones.
Cristo, y nadie más, fue crucificado por nosotros, y por ende, a El deben pertenecer todos los creyentes. Todos los creyentes fueron bautizados en el nombre, es decir, en la persona, del Cristo crucificado y resucitado, lo cual dio por resultado una unión orgánica con El. Su nombre y Su persona son únicos y no deben ser reemplazados por el nombre y la persona de ninguno de Sus siervos.
Pablo, después de que en los versículos del 14 al 16 enumera a las personas que él bautizó, dice en el versículo 17: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo”. Pablo no fue enviado a bautizar sino a predicar el evangelio, a ministrar a Cristo en las personas para producir la iglesia como expresión de Cristo.