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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Corintios»
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Mensaje 60

LO TOCANTE A LOS DONES

(4)

  Lectura bíblica: 1 Co. 13:1-13

  El capítulo trece de 1 Corintios es la continuación directa del capítulo doce. En 12:31 Pablo escribe: “Anhelad, pues, los dones superiores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente”. El camino más excelente es el amor, y de esto trata el capítulo trece.

  En el capítulo doce Pablo dio énfasis a cuatro asuntos: el hablar, el Espíritu, el Cuerpo y la administración de Dios. Ahora, en el capítulo trece vemos el quinto asunto que él subraya: el amor. El hablar nos introduce en el Espíritu, el Espíritu nos introduce en el Cuerpo y el Cuerpo nos mantiene en el Espíritu. Además, el Cuerpo efectúa la administración de Dios. El amor, que constituye el quinto asunto que Pablo aborda, es la manera por la cual ejercemos los dones, permanecemos en el Cuerpo y nos consagramos a él.

  El capítulo trece no es una sección aislada de 1 Corintios. Antes bien, está ubicada entre los capítulos doce y catorce, y juntamente con ellos conforma la sección que trata de los dones. Por lo tanto, jamás debemos estudiar el capítulo trece por sí solo, sino que debemos comprender que éste da continuación al capítulo doce y conduce al catorce. El primer versículo del capítulo catorce lo indica: “Seguid el amor; y anhelad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis”. El último versículo del capítulo doce introduce el capítulo trece, y el primer versículo del capítulo catorce, concluye el capítulo trece e inicia el catorce. En 12:31 Pablo habla del camino más excelente por el cual se ejercen los dones; en el capítulo trece dice que este camino es el amor; y en 14:1 nos aconseja que sigamos el amor y que anhelemos los dones espirituales, pero sobre todo que profeticemos. Por tanto, estos capítulos forman una sola unidad, en la que el capítulo trece da continuidad al capítulo doce, y el catorce al trece.

  El amor, ¿es sólo un camino o también un don? En Romanos 12 vemos que no hay ninguna base para afirmar que el amor sea un don. En los versículos 6-8, Pablo dice que tenemos dones que difieren conforme a la gracia que nos fue dada y que debemos ejercerlos según ella. Conforme al versículo 8, aun el hacer misericordia es un don. Luego, en los versículos 9-10, Pablo añade: “El amor sea sin hipocresía. Amaos entrañablemente los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a conferir honra, adelantándoos los unos a los otros”. Luego, en los versículos 12-13, escribe: “Gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; perseverantes en la oración, contribuyendo para las necesidades de los santos; prontos a ejercer la hospitalidad”. Se habla de todas estas cosas juntamente con el amor en un capítulo que trata de los dones. Por lo tanto, podemos decir que el amor es casi un don.

  Lo que Pablo dice en 1 Corintios 13:8 puede indicar también que el amor es un don y no simplemente un camino: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se volverán ineficaces, y cesarán las lenguas, y el conocimiento se tornará inútil”. Pablo enumera el amor juntamente con los dones de profecía, de lenguas y de conocimiento. No cabe duda de que profetizar, hablar en lenguas y enseñar con la palabra de conocimiento, son dones. Aunque las profecías se vuelvan ineficaces, las lenguas cesen y el conocimiento se torne inútil, el amor nunca dejará de ser.

  Como dije anteriormente, hay hermanos y hermanas que aparentemente no tienen ningún don, pero que están dados al Cuerpo. Entregarse al Cuerpo es cuestión de amor, y preocuparse por sus miembros también requiere de amor. Si no tenemos amor, ¿cómo nos interesarán los demás? El amor es un requisito para cuidar de los miembros, con el fin de edificar el Cuerpo. Por consiguiente, el amor es el don por excelencia. Nada edifica más a las personas que el amor. El amor es un antibiótico espiritual. Si hay amor en una iglesia local, no habrá necesidad de preocuparse por las enfermedades espirituales. El amor es la mejor medicina para sanar estas enfermedades. El amor es un don, aun el don por excelencia.

  No es difícil tener el don de amor. No se necesita ayunar u orar para recibirlo. Además, no es necesario imitar, fingir o simular. El amor está dentro de nosotros. Si usted tiene la vida divina, la cual se recibe mediante la regeneración, también tiene el amor, pues el amor es la expresión de la vida, es el amor en otra forma.

V. LA MANERA EXCELENTE DE EJERCITAR LOS DONES

A. La necesidad de amar

  Pablo dedica todo un capítulo para recalcar la importancia del amor. Para su primer tema: el hablar, él usa solamente tres versículos; para el segundo: el Espíritu, invierte nueve o diez versículos; y para el tercero y cuarto: el Cuerpo y la administración, se valió de dieciséis y tres versículos respectivamente. Pero al abordar el crucial tema del amor, le dedica todo un capítulo. Esto muestra cuán importante es el amor.

  El amor está ligado a la vida. Hay otros dones que también son orgánicos, pues se desarrollan a partir de los dones iniciales, a saber, el Espíritu Santo y la vida divina. Sin embargo, otros dones, especialmente los dones milagrosos como hablar en lenguas, la interpretación de lenguas, las obras de poder o los milagros y las sanidades, no son el fruto de la vida. Por esta razón Pablo empieza el capítulo trece con las palabras: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como bronce que resuena, o címbalo que retiñe”. El bronce que resuena y el címbalo que retiñe producen sonidos sin vida. Esto ejemplifica lo que es hablar en lenguas. En los capítulos doce y catorce, Pablo enumera el hablar en lenguas y la interpretación de lenguas al último. Sin embargo, en el versículo citado él menciona el hablar en lenguas primero, pero de manera negativa, lo cual indica que no se trata de un asunto de vida.

  Conforme al mismo principio, la sanidad divina no siempre es algo orgánico. Existe una sanidad que resulta del don, y una sanidad que es fruto de la gracia. Esta última procede de la vida, la vida de resurrección. Durante mi vida cristiana he experimentado el don de sanidad en algunos casos. Pero quisiera testificar que he disfrutado de la sanidad que viene de la gracia en numerosas ocasiones. Durante dos años y medio, desde septiembre de 1943 hasta la primavera de 1946, me enfermé gravemente de tuberculosis. Tuve que guardar cama durante muchos meses. Oré al Señor cada día y El me disciplinó. No oré por la iglesia o por la obra, sino por mi propia situación. Finalmente, lo que más me importaba no era que me sanara, sino que fuese completamente limpio y purificado. Puedo testificar que durante ese período el Señor me disciplinó con relación a mis intenciones y a cada parte de mi ser interior. Posteriormente, El me sanó, pero no por medio de un don poderoso, sino por la gracia que proviene de la vida. La sanidad fue completa y absoluta. Recurro a mi experiencia para hacer notar que la sanidad efectuada por medio de un don no tiene nada que ver con la vida. No obstante, existe una sanidad que es el fruto de la gracia en vida.

  Valoro mucho más los dones orgánicos que los dones milagrosos. He visto que algunos creyentes se apartan del Señor y se vuelven incrédulos, aun después de haber recibido auténticos dones milagrosos. Lo que necesitamos es vida y amor. El amor es el mejor don, pues éste ministra vida a los demás.

  Como personas que amamos al Señor, que nos hemos entregado a El incondicionalmente, y que nos interesa que se edifique Su Cuerpo para que se produzca el instrumento que lleva a cabo la administración de Dios sobre la tierra y así se cumpla el propósito eterno de Dios, debemos seguir el amor. Ancianos y colaboradores, necesitan amor. Hermanos y hermanas, necesitan amor. El amor es lo único que edifica al Cuerpo. Además, el capítulo trece revela que el don de amor es eterno, pues se compone de la vida divina y es la expresión de Dios, la expresión de la vida eterna. Por consiguiente, todos debemos seguir el amor.

  En 13:2-3 Pablo escribe: “Y si tuviese el don de profecía, y entendiese todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a otros, y si entregase mi cuerpo para gloriarme, y no tengo amor, nada me aprovecha”. Las palabras “entregase mi cuerpo” del versículo 3 significan sufrir el martirio. En lugar de: “para gloriarme”, algunos manuscritos leen: “para ser quemado”.

B. La definición del amor

  En 13:4-7 Pablo da la definición del amor. Esta definición incluye quince virtudes: el sufrimiento, la benignidad, no tener envidia, no jactarse, no hincharse de orgullo, no portarse indecorosamente, no buscar lo suyo, no irritarse, no tomar en cuenta el mal, no gozarse de la injusticia, gozarse con la verdad, cubrir todas las cosas, creer todo, esperarlo todo, y soportarlo todo.

  En el versículo 4 Pablo escribe: “El amor es sufrido. El amor es benigno”. El amor es la expresión de la vida, la cual es el elemento de Dios. Por tanto, Dios es amor (1 Jn. 4:16). El Dios que es vida se expresa en amor. Las quince virtudes del amor enumeradas en los versículos 4-7 son las virtudes divinas de la vida de Dios. Esta vida difiere de los dones exteriores que se enumeran en el capítulo doce. Los corintios buscaban los dones exteriores, pero descuidaban el amor, la expresión de la vida. Por lo tanto, seguían siendo carne, carnales, o anímicos (3:1; 2:14). Ellos necesitaban crecer en vida (la cual se expresa por el amor) siguiendo el amor y no los dones exteriores, y de esta manera llegar a ser hombres espirituales (2:14).

  En el versículo 4 Pablo dice que el amor no se jacta. Jactarse es vanagloriarse de sí mismo de una manera que daña a los demás. Es una clase de jactancia que desprecia a otros y los humilla. Obviamente el amor no hace esto.

  En el versículo 5 Pablo dice que el amor “no toma en cuenta el mal”. La palabra griega indica que el amor no contabiliza, como lo hace un contador. Esto significa que si amamos a los demás, no contabilizaremos sus errores.

  Leamos el versículo 6: “No se goza de la injusticia, mas se goza con la verdad”. La totalidad de la injusticia es Satanás, y la totalidad de la verdad es Dios. El amor es la expresión de la vida divina, y por ende, no se goza de la injusticia de Satanás, sino que se goza con la verdad de Dios. El amor no se goza de la injusticia de nadie; por el contrario, se goza con la verdad.

  En el versículo 7 vemos que el amor lo cubre todo. La palabra griega, usada también en 9:12, se puede traducir soportar, y significa literalmente contener (como un vaso), encerrar, cubrir (como un techo). Esta palabra se usa con respecto al incidente en el que algunas personas destaparon el techo para llevar a un enfermo al Señor Jesús. Ellos hicieron una abertura en el techo y bajaron al hombre al lugar donde se encontraba Jesús (Mr. 2:4). Esta palabra griega significa hacer una abertura en el techo. Esto se parece a lo que hacemos cuando esparcimos chismes acerca de los demás. Mientras hablamos de ellos, abrimos una hoyo en el techo, lo cual los exhibe, es decir, los pone al descubierto. Pero el amor lo cubre todo; no hace una abertura en el “techo” de las personas.

  Si analizamos las quince virtudes del amor enumeradas en estos versículos, nos daremos cuenta de que el amor no es otra cosa que Dios mismo. Aparte de Dios, ¿quién puede tener todas estas virtudes? Nosotros no podemos sufrirlo todo o creerlo todo. Tampoco tenemos la verdadera longanimidad. Dios es el único que tiene todas estas virtudes. Por lo tanto, el amor descrito en este contexto es el propio Dios. Además, en otro versículo la Biblia enseña claramente que Dios es amor (1 Jn. 4:16). Dios es también vida. La vida es la esencia de Dios, y el amor es Su expresión. En Sí mismo, Dios es vida, pero cuando se expresa, El es amor. El amor, el cual es Dios mismo con Su esencia divina como vida, tiene estas quince virtudes. Es por esto que en 1 Corintios Pablo exhorta a los creyentes a crecer en vida. A ellos les faltaba vida y les faltaba amor. En otras palabras, carecían de Dios y necesitaban crecer en vida.

C. El amor sobresale

  En 13:8-13 Pablo habla de la excelencia del amor. En el versículo 8, expresa: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se volverán ineficaces, y cesarán las lenguas, y el conocimiento se tornará inútil”. El hecho de que el amor nunca deja de ser quiere decir que sobrevive a todo, mantiene su posición para siempre. Nunca falla, nunca se desvanece ni se acaba. Es como la vida eterna de Dios. Todos los dones, ya sean profecías, lenguas o conocimiento, son medios para la operación de Dios, pero no son la vida, la cual expresa a Dios. Por lo tanto, cesarán y se volverán inútiles. Todos estos dones pertenecen a esta dispensación. Sólo la vida, la cual se expresa por el amor, es eterna. Según los versículos siguientes, estos dones son para los “niños”, quienes no han alcanzado la madurez en este siglo. Todos los dones se volverán ineficaces en la edad venidera. Sólo el amor es la característica de un hombre maduro y perdurará por la eternidad. Por tanto, cuando vivimos y actuamos por el amor, tenemos un anticipo de la edad venidera y de la eternidad.

  Nada puede eliminar el amor. Todos los demás dones, incluyendo la profecía, se acabarán finalmente, pero el amor permanecerá; jamás se desvanecerá. En la edad venidera habrá amor, pero no existirán las lenguas, la interpretación ni la profecía. Se acabarán tanto las lenguas, que son el don más infantil, como la profecía, la cual es un don de madurez.

  En los versículos 9-10 Pablo añade: “Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte quedará anulado”. En esta edad, conocemos y profetizamos solamente en parte, y no en plenitud. La palabra “mas” del versículo 10 se refiere a la edad venidera, la era del reino. La palabra “perfecto” significa también maduro, en contraste con “niño” del versículo siguiente. Además, las palabras “lo que es en parte” se refieren a cosas tales como las profecías y el conocimiento, mencionadas en el versículo 8.

  Leamos el versículo 11: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”. En esta edad, los creyentes son niños y tienen todos los dones pueriles o infantiles. La palabra “niño” denota a alguien que no tiene madurez. Razonar como niño significa tomar en cuenta las cosas infantiles. En la edad venidera, los creyentes maduros llegarán a ser hombres, y todos los dones infantiles, especialmente los menores (hablar en lenguas y su interpretación) se volverán inútiles. Sin embargo, podemos tener un anticipo de la edad venidera llevando una vida de amor en este siglo. El amor nos hace madurar en vida; los dones nos mantienen en la infancia.

  En el versículo 12, Pablo dice: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré plenamente como fui conocido”. La palabra ahora se refiere a esta edad. En cuanto a la expresión “por espejo, oscuramente”, J. N. Darby escribe en su Nueva Traducción: “es decir, a través de algún medio que, en cierto grado, impide la visión. La palabra significa también ‘espejo’, pero se refiere a una ventana, no de vidrio transparente como se hacen hoy en día, sino de materiales translúcidos”. En el versículo 12, la palabra “entonces” se refiere a la era venidera.

  En el versículo 13 Pablo concluye, diciendo: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor”. La palabra “y” indica un contraste entre el versículo 13 y los versículos anteriores.

  La fe recibe las cosas divinas (Jn. 1:12) y da sustantividad a las cosas espirituales e invisibles (He. 11:1). La esperanza cosecha y participa de ellas (Ro. 8:24-25). El amor disfruta de las cosas que han sido recibidas y hechas reales por la fe, y de las cuales se participa por la esperanza, para que nos alimentemos a nosotros mismos, edifiquemos a otros (1 Co. 8:1) y expresemos a Dios, cumpliendo así toda la ley (Ro. 13:8-10). Tal amor nos hace crecer en vida para poder desarrollar y emplear los dones espirituales, y es la manera más excelente de tener los dones mayores. Así que, el amor es la mejor de las tres virtudes que permanecen para siempre. Por lo tanto, debemos seguirlo (1 Co. 14:1).

  El amor se preocupa por el Cuerpo y lo edifica. Primero, el amor une al Cuerpo, y luego lo edifica. Por tanto, nosotros centramos nuestra atención en el amor que edifica al Cuerpo. Debemos seguir el amor y permanecer en el Cuerpo para disfrutar al Espíritu.

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