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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Corintios»
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Mensaje 61

LO TOCANTE A LOS DONES

(5)

  Lectura bíblica: 1 Co. 14:1-25

  Mientras Pablo escribía los capítulos doce, trece y catorce de 1 Corintios, él sentía carga en su espíritu y en su corazón con respecto a ciertos asuntos cruciales: el hablar, el Espíritu, el Cuerpo, la administración de Dios y el amor. Los capítulos doce y trece hacen hincapié en estos cinco asuntos. En el capítulo catorce, Pablo llega a otro tema importante: la superioridad de un don particular con relación a la edificación de la iglesia. De los muchos dones espirituales, uno es superior a todos, pero no en cuanto a nuestra obra, madurez o intereses espirituales, sino en cuanto a la edificación de la iglesia. Como veremos, este don superior es el de profetizar. Así que, al abordar el tema de los dones, Pablo subraya seis puntos: el hablar, el Espíritu, el Cuerpo, la administración de Dios, el amor, y el mayor de los dones, el don que más edifica la iglesia.

  Lo que más le preocupaba a Pablo no era el hablar, el Espíritu, el Cuerpo, la administración de Dios, ni el amor, que es el camino excelente para ejercer los dones, sino la edificación de la iglesia. El estaba muy consciente de la iglesia y estaba centrado en ella. Toda su preocupación giraba en torno de la iglesia.

  En Colosenses 1:24 Pablo dice: “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y de mi parte completo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por Su Cuerpo, que es la iglesia”. Cristo murió no sólo por nuestra redención, sino también por la iglesia. Efesios 5:25 revela que Cristo se entregó a Sí mismo por la iglesia. No hay duda de que Cristo murió para efectuar la redención, pero ésta era sólo el procedimiento; no era la meta de Dios. La redención es el camino que lleva a la meta, pero la meta misma es la iglesia.

  La iglesia es la meta de Dios; por esta razón, no podemos estar de acuerdo con aquellos cristianos que pasan por alto la iglesia y que sólo tienen un entendimiento superficial de la redención. A muchos ni siquiera les gusta que se mencione la palabra iglesia. No obstante, la iglesia constituye la meta principal y final por la cual Cristo murió.

  Dios nos escogió y nos predestinó en la eternidad. Debido a que caímos y nos apartamos de Dios, fue necesario que Cristo efectuara la redención para traernos nuevamente a Dios. Pero la redención no es la meta de Dios ni Su intención final. El objetivo de Dios, Su intención, es que Sus escogidos se unan orgánicamente para formar el Cuerpo, que es la iglesia. Aunque no hubiésemos caído, Dios habría tenido que efectuar ciertos procedimientos para obtener la iglesia.

  Cuando era joven, se me dijo simplemente que Cristo vino porque nosotros habíamos caído en pecado. Me enseñaron que Dios nos amó y nos dio a Su único Hijo para salvarnos. Según este entendimiento, si no hubiésemos caído, no habría sido necesario que Cristo viniera. Pero es un error pensar que la intención de Dios consiste simplemente en rescatarnos del infierno para llevarnos al cielo. El deseo de Dios es tener la iglesia, y la muerte de Cristo nos redime para que seamos Su Cuerpo. A esto se debe que Pablo estuviera consciente de la iglesia y centrado en ella. La iglesia era algo sumamente crucial para él.

  Cuando hablamos de los dones espirituales, debemos preguntarnos para qué son dichos dones. Muchos cristianos se preocupan solamente por los dones, pero no por el propósito de éstos. Algunos desean tener el don de predicar, y otros anhelan los dones milagrosos tales como el don de hablar en lenguas o el don de sanidad. Sin embargo, puede ser que no les interese en absoluto el propósito por el cual se otorgan tales dones. Pablo era muy diferente. Lo que a él le preocupaba en lo profundo de su ser era la edificación de la iglesia. El sabía que los dones eran útiles para edificar a la iglesia. Debemos aprender de Pablo y preocuparnos por la edificación de la iglesia. Si somos espirituales, maduros, o dotados, es algo secundario. Lo principal en la economía de Dios es la edificación de la iglesia. En el capítulo catorce, el énfasis de Pablo, su tema principal, es cuál don rinde mayor provecho, pero no para nosotros, sino para la edificación de la iglesia. Dios ha dado muchos dones, pero no todos son importantes con respecto a la edificación de la iglesia. Por consiguiente, en este capítulo Pablo muestra cuál es el don más eficaz para edificar la iglesia.

IV. PROFETIZAR ES SUPERIOR A HABLAR EN LENGUAS

A. Edifica más a la iglesia

1. Seguir el amor y anhelar los dones espirituales, pero sobre todo, el profetizar

  En 14:1 Pablo escribe: “Seguid el amor; y anhelad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis”. Este mandato se basa en la revelación que se encuentra en 12:31—13:13. Seguir el amor es procurar crecer en vida con miras a desarrollar los dones en vida. Por lo tanto, debe ser complementado por un deseo ferviente de poseer el don más provechoso, el don de profecía.

  Pablo era muy sabio y redactó el versículo 1 sabiamente. En este versículo, en realidad él no estaba alentando a los corintios a buscar dones tales como el de sanidad, el don de obrar milagros, o el de hablar en lenguas. Su intención era que ellos procuraran el don de profecía. Sin embargo, Pablo no dijo a los corintios que se olvidaran de todos los dones espirituales, menos del de profecía. Más bien, les pidió que anhelaran los dones espirituales, pero sobre todo, en especial, que profetizaran. El deseaba que ellos obtuvieran lo mejor, lo que rendía más beneficio. Sabía bien que los corintios atravesaban por una confusión y que necesitaban ser tranquilizados. De ahí que usó mucha sabiduría al decirles que el amor es la mejor manera de ejercer los dones, y luego les instó a seguir el amor y anhelar los dones espirituales, pero especialmente que profetizasen.

  Puesto que profetizar significa hablar por el Señor y proclamar al Señor, es decir, ministrar a Cristo en las personas, lo cual es el elemento principal en las reuniones de la iglesia, se requiere que la vida divina llene cada profecía, que sea su contenido. El amor es la manera más excelente de experimentar la vida divina y de hacer que ella sea el contenido del don de profecía, con miras a la edificación de la iglesia. Por consiguiente, debemos seguir el amor y anhelar los dones superiores.

2. La comparación entre hablar en lenguas y profetizar

  En los versículos 2-3 Pablo escribe: “Porque el que habla en lengua desconocida no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, sino que en el espíritu habla misterios. Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, aliento y consolación”. Las palabras del apóstol en los versículos 2-6 dan una vista clara y definida del hecho de que hablar en lenguas es mucho menos importante que profetizar. El apóstol dio muy poca importancia al don de hablar en lenguas y exaltó a lo sumo el don de profecía, porque su interés principal era la iglesia, y no los creyentes en lo individual. El hablar en lenguas, aun cuando sea genuino y correcto, sólo edifica al que habla, pero el profetizar edifica a toda la iglesia. Profetizar con revelación o enseñar con conocimiento, usando palabras claras e inteligibles, es más provechoso para la iglesia que hablar en lenguas usando palabra desconocidas (v. 19). El profetizar, es decir, proclamar al Señor, ministra a Cristo en las personas, y por ende, las edifica y les infunde aliento y consuelo.

  Quisiera subrayar el hecho de que en el Nuevo Testamento, profetizar no consiste principalmente en predecir, sino en hablar de parte del Señor y trasmitirlo a los demás. Aun en los libros de Isaías y Jeremías, el profetizar no es esencialmente un asunto de predicción, sino de hablar por Dios y emitirlo a El. Por supuesto, el elemento de predicción está incluido. En toda la Biblia, profetizar significa hablar por Dios y proclamar a Dios, y en menor grado, predecir. Profetizar significa hablar, anunciar y también predecir. Este es el entendimiento correcto de lo que es profetizar según la Biblia.

  Profetizar en el sentido de hablar y de anunciar requiere de mucho crecimiento en vida. Por esta razón, debemos conocer a Dios y experimentar a Cristo. Si no tenemos suficiente conocimiento de Dios y si no experimentamos a Cristo, no tendremos nada para hablar de parte de El, ni podremos transmitirlo a los demás. En cambio, profetizar en el sentido de predecir algo antes de que ocurra, es algo milagroso y no requiere de crecimiento en vida.

  Quisiera reiterar que en 1 Corintios 12 y 14, el sustantivo profecía y el verbo profetizar no se refieren principalmente a la predicción, más bien, denotan principalmente a hablar por Dios y proclamarlo. A pesar de esto, muchas personas en los movimientos pentecostal y carismático, hacen demasiado hincapié en el elemento de predicción y descuidan los elementos más importantes de hablar por Dios y proclamarlo.

  En el versículo 4 Pablo dice: “El que habla en lengua desconocida, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza edifica a la iglesia”. Profetizar, o sea, hablar por el Señor y proclamarlo, no edifica solamente a los santos en lo personal, sino mayormente a la iglesia. Hablar en lenguas, por su parte, no edifica a la iglesia.

  En el versículo 5 Pablo añade: “Yo quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación”. En su corazón, Pablo no deseaba que los corintios buscasen el don de hablar en lenguas; antes bien, les alentaba a que profetizasen para que la iglesia fuese edificada. El deseo ardiente de Pablo era que se edificara la iglesia. Esta era la preocupación que había en lo profundo de su corazón.

  En el versículo 6 Pablo hace una pregunta: “Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovecharé yo, si no os hablo con revelación, o con conocimiento, o con profecía, o con enseñanza?” Esto implica que hablar en lenguas beneficia únicamente al que las habla. Una vez más vemos la sabiduría de Pablo en lo que escribe a los corintios. El sabía que ellos experimentaban un desorden y les habló con mucha precaución para tranquilizarlos. Les dijo que no les iba a aprovechar si no les hablaba con revelación o con conocimiento, o con profecía, o con enseñanza.

  En el versículo 7 Pablo dice: “Aun las cosas inanimadas que producen sonidos, como la flauta o la cítara, si no dan distinción de notas, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o con la cítara?” Los ejemplos que el apóstol pone en los versículos 7-11 indican que los creyentes corintios abusaron del hablar en lenguas por hacerlo de una manera insensata, produciendo “sonidos inciertos” (v. 8), que “no dan distinción de notas” (v. 7), y que “carecen de significado” (v. 10). Además, lo usaron con exceso, practicándolo en cualquier lugar, de cualquier manera y en cualquier situación. Por consiguiente, Pablo los corrigió y los restringió en cuanto al uso y abuso de este don tan pequeño que era el menos provechoso, a fin de que buscaran los dones más importantes y que procuraran ser excelentes para la edificación de los santos y de la iglesia.

  En el versículo 7, el apóstol indica claramente que los corintios debían cesar de producir sonidos inciertos. Hoy son muchos los que practican el don de lenguas de una manera insensata. En muchos casos, los que hablan no tienen la menor idea de lo que están diciendo.

  En el versículo 8 Pablo pregunta: “Y si la trompeta da sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?” Entre la mayoría de los miembros del movimiento pentecostés actual, nadie se puede preparar para la batalla, porque no existe ninguna dirección definida.

  En el versículo 9 Pablo dice: “Así también vosotros, si por la lengua no dais palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que se habla? Porque hablaréis al aire”. En este contexto, “la lengua” se refiere a la lengua como órgano, y no a un idioma o un dialecto. Definitivamente, en este versículo Pablo no promueve la práctica de hablar en lenguas.

  Leamos el versículo 10: “Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado”. En el griego la palabra traducida idioma es la misma que se traduce sonido en los versículos 7 y 8. En este versículo, denota voces, es decir, idiomas.

  El versículo 11 añade: “Si pues, yo ignoro el significado de las palabras, seré como bárbaro para el que habla, y el que habla será como bárbaro para mí”. Literalmente, la palabra griega traducida “significado” quiere decir: poder o fuerza. La palabra griega traducida “bárbaro” alude a un extranjero, es decir, alguien que no es griego, alguien que no habla griego. “Se supone que originalmente era una palabra que describía a aquellos cuyo acento era rudo o marcado ... más tarde la palabra adquirió el sentido de estrafalario o tosco” (Vincent).

  En el versículo 12 Pablo expresa: “Así también vosotros: puesto que estáis ávidos de espíritus, procurad sobresalir en la edificación de la iglesia”. En este versículo vemos que los creyentes corintios no eran solamente celosos sino que se habían vuelto fanáticos.

  En este versículo, la frase “sobresalir en la edificación de la iglesia” muestra una vez más que la única preocupación del apóstol era edificar a la iglesia. Estaba plenamente consciente de la iglesia y centrado en ella; caso completamente contrario al de los corintios, quienes se centraban en sí mismos. El problema que ellos tenían con respecto a los dones espirituales se debía a sus afanes egoístas, es decir, a que no tenían interés en edificar la iglesia. Al abordar los primeros seis problemas, los cuales pertenecían a la esfera de la vida humana, el apóstol realzó a Cristo como porción única que Dios nos dio. Al hablar de los últimos cinco problemas, que pertenecían a la esfera de la administración divina, dio énfasis a la iglesia como la única meta de Dios para nosotros. Los corintios no sólo carecían de Cristo, sino que permanecían en ignorancia en cuanto a la iglesia. El ministerio del apóstol, que completa la revelación divina (Col. 1:25), está compuesto de Cristo como misterio de Dios (Col. 2:2), y de la iglesia como misterio de Cristo (Ef. 3:4). No obstante, los corintios pasaban por alto a ambos, a pesar de que estaban bajo el ministerio del apóstol. Ellos estaban en sí mismos, permanecían en una condición lamentable, y eran ciegos e ignorantes.

  En los versículos 13-14 Pablo expresa: “Por lo cual, el que habla en lengua desconocida, pida en oración poder interpretarla. Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi mente queda sin fruto”. Usar y ejercitar nuestro espíritu en oración ciertamente es saludable para nuestra vida espiritual, pero tener una mente infructífera y ociosa es bastante perjudicial. Al orar al Señor, debemos ejercitar nuestro espíritu regenerado y nuestra mente renovada. Nuestra mente debe estar puesta en nuestro espíritu (Ro. 8:6), y nunca debe estar separada de él, incluso durante nuestro andar diario, y sobra decir, durante nuestra oración. Si queremos que nuestra oración toque a Dios, nos alimente, nos fortalezca, y edifique a otros, ésta debe provenir de un espíritu que esté en contacto con Dios, debe pasar por una mente sobria y entendida, y debe constar de palabras claras y comprensibles.

  Leamos el versículo 15: “¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con la mente; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con la mente”. Lo que dice Pablo acerca de orar “también con la mente” implica que él animó a los destinatarios de su epístola a que no sólo oraran en una lengua desconocida, sino también en palabras claras y comprensibles.

  La frase “con la mente” no significa orar exclusivamente con la mente sin usar el espíritu. En Efesios 6:18 el apóstol nos mandó que oráramos en todo tiempo en el espíritu. La oración es adoración, y debe hacerse en el espíritu (Jn. 4:24). Cuando oramos con el espíritu, no en una lengua desconocida sino con palabras comprensibles, de manera automática empleamos nuestra mente para interpretar y expresar el pensamiento del espíritu. Lo que el apóstol quería decir es que en la reunión de la iglesia, para provecho de todos los que están presentes, debemos orar con nuestra mente usando palabras inteligibles (1 Co. 14:19), que expresen la carga de nuestro espíritu. En una reunión de la iglesia nuestra oración no sólo debe ser oída por el Señor para obtener Su respuesta, sino que también la deben entender todos los que asisten a dicha reunión para que les sea de provecho. Con este propósito, debemos aprender a usar nuestra mente al orar públicamente, así como usamos nuestro espíritu, adiestrando nuestra mente a cooperar con nuestro espíritu, incluso a ser uno con él, a fin de que nuestro espíritu sea el espíritu de nuestra mente (Ef. 4:23).

  El versículo 16 dice: “De otro modo, si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de indocto, ya que no sabe lo que has dicho, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias?” Esto revela que en las reuniones de la iglesia que se celebraban en los tiempos del apóstol, cuando uno oraba, todos los demás decían amén, incluso “el Amén”, con énfasis.

  En el versículo 17 Pablo indica nuevamente lo preocupado que estaba por la edificación de la iglesia: “Porque tú bien das gracias; pero el otro no es edificado”. Esto indica que no sólo nuestra profecía y enseñanza en las reuniones de la iglesia, sino también nuestras oraciones y nuestra acción de gracias al Señor, tienen el propósito de edificar a otros. Esto muestra hasta qué grado el apóstol se preocupaba por la edificación de la iglesia y de los santos. Sus palabras en este versículo no sólo son una corrección, sino también un encargo.

  Los que fomentan la práctica de hablar en lenguas aprecian lo que escribe Pablo en el versículo 18: “Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros”. No obstante, parecen olvidar que el pensamiento de Pablo no termina en el versículo 18, sino que continúa en el versículo 19, donde agrega: “Pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi mente, para instruir también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida”. Esto demuestra cuánto se necesita el hablar con palabras comprensibles en la reunión de la iglesia para que ésta sea edificada, y que no se necesita en absoluto el hablar en lenguas. Ciertamente, en estos versículos Pablo no nos alienta a hablar en lenguas.

B. Convence a las personas

  En el versículo 20, Pablo añade: “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar”. Los creyentes corintios no sólo eran niños en cuanto a la vida (3:1), sino también en el entendimiento; necesitaban crecer en ambos. Todos los esfuerzos del apóstol al afrontar sus problemas tenían este propósito: que maduraran en todo.

  La palabra griega traducida “modo de pensar” significa también razonamiento, mentalidad. En el griego esta palabra es diferente de la que se traduce “mente” en los versículos 15 y 19, y “marca una diferencia entre ella y el término éxtasis” (Vincent). Esto tiene que ver con el entendimiento y la mentalidad de los creyentes de Corinto acerca del hablar en lenguas. Ellos estaban extasiados en esta práctica y, por ende, seguían siendo infantiles en su entendimiento al respecto, no usando su mente apropiadamente como corresponde a creyentes maduros. El apóstol les aconsejó que crecieran y que con respecto a hablar en lenguas, llegaran a la madurez en su entendimiento, esto es, en el uso adecuado de su mente, como él lo había hecho (v. 19). Los creyentes infantiles de Corinto necesitaban madurar en su entendimiento para poder conocer las cosas mencionadas en los versículos 21-25.

  Leamos el versículos 21: “En la ley está escrito: ‘Por medio de hombres de otras lenguas y con los labios de otros hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor’”. En este versículo, la ley se refiere al Antiguo Testamento. Esta palabra, que proviene de Isaías 28:9-13, indica que el hablar en lenguas extrañas se dio como castigo a los hijos de Israel, porque no creyeron la palabra comprensible de Dios. Por lo tanto, el hecho de que el apóstol citara este pasaje, implica que los corintios no habían recibido adecuadamente la revelación comprensible que Dios les había dado por medio de los apóstoles.

  El versículo 22 dice: “Así que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes”. La expresión “así que” al principio de este versículo indica que, según la cita de Isaías 28:21, las lenguas son una señal negativa a los incrédulos, lo cual alude a la miserable condición incrédula de ellos. Implica que dondequiera que se hable lengua extraña, allí hay incredulidad. La intención del apóstol era restringir a los corintios en su práctica excesiva de hablar en lenguas. Pero la profecía es una señal positiva a los creyentes, lo cual indica que están en la condición correcta de creer. Esto es un estímulo para la práctica de profetizar. El hecho de que las lenguas sean por señal a los incrédulos, puede indicar que aquellos que buscan recibir el don de lenguas tal vez tengan un corazón maligno de incredulidad.

  Leamos el versículo 23: “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos en cuanto a las lenguas o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?” Lo que dice Pablo acerca de hablar en lenguas no se refiere a todos lo que asisten a las reuniones, sino únicamente a los que ejercen su función. Si toda la iglesia se reúne y todos hablan en lenguas, un observador podría considerar que todos los asistentes están locos. Por lo tanto, fomentar que todos los santos hablen en lenguas en la reunión de la iglesia no es correcto; antes bien, es contrario a la palabra del apóstol Pablo.

  La palabra griega que se traduce “locos” denota locura extrema. Esto es una fuerte exhortación en contra del uso excesivo de las lenguas.

  En el versículo 24 Pablo dice: “Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es examinado”. Las palabras “todos profetizan” se refieren a todos los que funcionan, y no a todos los miembros de la iglesia que estén en las reuniones. Si todos ejercen su función en las reuniones y profetizan, esto convencerá a las personas. Profetizar de esta manera no tiene como fin primordial predecir, sino hablar de parte del Señor y proclamarlo.

  El hecho de que una persona sea convencida y juzgada por todos, no resultaría de una profecía a modo de predicción, sino de una profecía en la cual se habla por el Señor y se le proclama. Esta última requiere cierta medida de crecimiento en vida. Estas palabras también tienen el propósito de animar a los creyentes a que profeticen.

  En el versículo 25 Pablo concluye, diciendo: “Los secretos de su corazón se hacen manifiestos; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros”. Esto implica que profetizar, es decir, hablar por Dios y proclamarlo, siendo Dios el mismo contenido de la profecía, ministra a Dios en los oyentes y les trae a Dios. Además, indica también que las reuniones de la iglesia deben estar llenas de Dios, y que todas sus actividades deben impartirlo en las personas, con miras a que Dios se infunda en ellas.

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