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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Corintios»
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Mensaje 63

LO TOCANTE A LOS DONES

(7)

  Lectura bíblica: 1 Co. 14:26-40

  A través de los años se ha hablado y escrito mucho acerca de 1 Corintios 14:26-40. Esto obedece a que en el Nuevo Testamento no se especifica cómo deben reunirse los cristianos ni cómo deben funcionar en las reuniones de la iglesia, y este pasaje parece dar ciertos indicios al respecto. Algunos consideran que este pasaje es único en el Nuevo Testamento, ya que aborda el tema en cuestión. No obstante, cuanto más lo estudiamos, más perplejos quedamos. Pero ya que Pablo lo incluyó en esta sección de Corintios, debemos estudiarlo detenidamente.

  En el título que le dimos a 1 Corintios 14:26-40 en la Versión Recobro, a saber, “La función de los miembros en la iglesia”, nuestro objetivo no es dar un método. El Nuevo Testamento presenta las palabras del Espíritu, no es un libro de recetas que nos indique cómo hacer las cosas. A la mente humana siempre le gustan los métodos, lo cual es un deseo natural. [Por esta razón, en este pasaje no se ofrece ningún método, sino algunas pautas para funcionar en la iglesia].

VII. LA FUNCION DE LOS MIEMBROS EN LA IGLESIA

A. En cuanto a cada uno

  En el versículo 26 Pablo escribe: “¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene enseñanza, tiene revelación, tiene lengua, tiene interpretación. Hágase todo para edificación”. La palabra “tiene”, la cual aparece cinco veces en este versículo, es una palabra griega extensamente usada, que tiene diversos significados. Sus tres significados principales son: retener, poseer o guardar cierta cosa; tener cierta cosa para disfrutarla; y tener los medios o el poder para hacer cierta cosa. Los primeros dos significados se aplican a los primeros tres elementos enumerados en este versículo: un salmo, una enseñanza, una revelación, y el tercer significado, a las dos últimos: lengua e interpretación. Esto indica que cuando asistimos a la reunión de la iglesia, debemos tener algo del Señor para compartir con los demás, ya sea un salmo para alabar al Señor, una enseñanza (de parte de un maestro) para ministrar las riquezas de Cristo y edificar y nutrir a otros; una revelación (de parte de un profeta, v. 30), para transmitir la visión del propósito eterno de Dios, con respecto a Cristo como misterio de Dios y a la iglesia como misterio de Cristo; una lengua para señal a los incrédulos (v. 22), a fin de que conozcan y acepten a Cristo; o una interpretación que pueda lograr que lo hablado en lenguas acerca de Cristo y Su Cuerpo sea comprensible. Antes de ir a la reunión, debemos prepararnos para ella, o sea, que debemos llevar a la reunión lo que hayamos recibido del Señor, ya sea por medio de experiencias que hayamos tenido de El o de lo que hemos disfrutado en Su Palabra y en nuestra comunión con El en oración. No debemos esperar recibir una inspiración al llegar a la reunión; más bien, debemos funcionar ejercitando nuestro espíritu y empleando nuestra mente sobria para presentar lo que hemos preparado para la gloria y satisfacción del Señor, y también para el beneficio de los asistentes, es decir, para que sean iluminados, nutridos y edificados.

  Esto es semejante a la fiesta de los tabernáculos que se celebraba en los tiempos antiguos: los hijos de Israel llevaban a la fiesta el fruto de la buena tierra, el cual habían cosechado como producto de su labor, y lo ofrecían al Señor para que El lo disfrutara y para participar ellos mutuamente en la comunión con el Señor y unos con otros. Nosotros también debemos labrar a Cristo, quien es nuestra buena tierra, para poder cosechar algún producto de Sus riquezas a fin de traerlo a la reunión de la iglesia y ofrecerlo. De esta manera la reunión de la iglesia será una exhibición de las riquezas de Cristo, un disfrute mutuo de Cristo y de todos los asistentes, los cuales compartirán delante de Dios y juntamente con El, para la edificación de los santos y de la iglesia.

  Conforme a lo que se subraya en esta epístola, los cinco elementos enumerados en este versículo deben centrarse en Cristo como centralidad de Dios dado a nosotros por porción, y en la iglesia como meta de Dios, la cual es nuestro objetivo. El salmo debe ser una alabanza a Dios por habernos dado a Cristo como sabiduría y poder para nuestra vida diaria y nuestra vida de iglesia. La enseñanza que imparten los maestros y la revelación que transmiten los profetas deben enseñar y ministrar a Cristo y la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo. De igual manera, una lengua y su interpretación deben tener como centro y contenido a Cristo y la iglesia. Cualquier otro énfasis que no sea Cristo y la iglesia, traerá confusión y desviará a la iglesia de la línea central de la economía neotestamentaria de Dios, y producirá una iglesia como la de Corinto.

  En el versículo 26 Pablo dice que todo debe hacerse para edificación. Todo lo que hagamos en las reuniones de la iglesia debe tener como fin la edificación de los santos y de la iglesia misma. Exhibir a Cristo y disfrutarle en la reuniones para la edificación de Su Cuerpo, debe ser nuestro único propósito y meta.

  La palabra “tiene” del versículo 26 es muy importante. Como dice Pablo, cada vez que nos reunamos, debemos tener algo. El no dice “tendrá” ni “debe tener”; sino que habla en el tiempo presente para subrayar el hecho de que cada uno de nosotros tiene algo. Además, no dice que sólo algunos tienen, ni que muchos tienen o que la mayoría tiene; él dice: “cada uno tiene”. Luego él enumera los cinco elementos en este orden: salmo, enseñanza, revelación, lengua e interpretación. Esta lista no lo incluye todo; es sólo un ejemplo. El menciona el salmo primero, y el don de lenguas y la interpretación al último. El hablar en lenguas y la interpretación aparecen al final porque en este capítulo Pablo está consciente de la edificación de la iglesia, la cual ejecuta la administración de Dios.

  El hecho de que Pablo menciona el salmo en primer lugar indica que la alabanza es fundamental en las reuniones de la iglesia. Podemos decir que un salmo equivale a un himno. En el movimiento pentecostal de hoy se cantan versículos bíblicos. No obstante, la mayoría de estos versículos pertenecen al Antiguo Testamento. Dudo que hayan cantado alguna vez un himno que diga que Cristo es el misterio de Dios o que la iglesia es el misterio de Cristo. ¿Ha oído usted alguna vez que en ese movimiento canten en sus reuniones los capítulos uno, tres, o cuatro de Efesios? Debemos escribir música para cantar estos capítulos y otros pasajes contenidos en los libros que conforman el corazón de la revelación divina, a saber, Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses. Debemos cantar de que agradó a Dios revelar a Su Hijo en nosotros; que Cristo vive en nosotros; que fuimos crucificados juntamente con El; que debemos andar en el Espíritu y conforme a Su regulación; que necesitamos un espíritu de sabiduría y de revelación para conocer la esperanza a la que Dios nos ha llamado, la gloria de Su herencia en los santos y la grandeza del poder que El ejerció para resucitar a Cristo y sentarlo en los cielos; que la iglesia es la plenitud de Cristo, Aquel que lo llena todo en todo; que hemos de ser fortalecidos con poder por el Espíritu de Dios en nuestro hombre interior, para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones y comprendamos con todos los santos las dimensiones universales de Cristo a fin de ser llenos de toda la plenitud de Dios; que hay un solo Cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, y un solo Dios y Padre de todos; que debemos andar en la verdad de Jesús, despojarnos del viejo hombre, revestirnos del nuevo, y ser renovados en el espíritu de nuestra mente a fin de experimentar la realidad del nuevo hombre. Debemos cantar también de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo; de magnificar a Cristo viviéndole, de ser hallados en El, de seguirlo y así obtener la excelencia de Su conocimiento; del Cristo que es el Amado, la imagen del Dios invisible, el Primogénito de la creación. Aprendamos a cantar versículos de estos cuatro libros así como de Romanos, de 1 y 2 Corintios y de Hebreos. Los temas que cantamos deben ascender a la norma de la economía neotestamentaria de Dios.

  [La versión inglesa de] nuestro himnario contiene más de mil trescientos himnos. Cuando compilamos el himnario, seleccionamos himnos que Dios ha dado a Su pueblo en el transcurso de los siglos. Esto demuestra que lejos de ser sectarios, estamos abiertos a todos los creyentes. Sin embargo, debemos avanzar y escribir más himnos y cantos que hablen del ministerio de Pablo, el cual completó la Palabra, y del ministerio restaurador de Juan. Necesitamos muchos himnos que hablen de Romanos, de 1 y 2 Corintios, de Gálatas, de Efesios, de Filipenses, de Colosenses, de 1 y 2 Timoteo, de Tito, de Filemón, y de Hebreos. Necesitamos también himnos y cantos que expresen el contenido del evangelio de Juan, de 1 Juan y de Apocalipsis. Cantemos himnos basados en Juan 15, que hablen de permanecer en Cristo y de que Cristo permanece en nosotros. Cantemos también acerca de las siete lámparas de fuego y del río que fluye según consta en el libro de Apocalipsis.

  No debemos seguir lo tradicional respecto a los cantos y al uso del himnario. Nuestros himnos y alabanzas no solamente deben centrarse en Dios como Creador, o en las dispensaciones mediante las cuales El se relaciona con el hombre, sino también en Su economía neotestamentaria. Por ejemplo, debemos cantar sobre el Dios Triuno procesado.

  Espero que en los años venideros mejorarán nuestros cantos y también nuestro himnario. En nuestros cantos y alabanzas todavía seguimos padeciendo la influencia de la tradición. Debemos abandonar la manera tradicional y regresar totalmente a la economía neotestamentaria de Dios.

  Puede ser que los creyentes que vivieron en los tiempos de Pablo hayan cantado los salmos del Antiguo Testamento. Los escritores del Antiguo Testamento no tenían una clara revelación acerca de la iglesia como misterio de Cristo. Pero hoy, esta verdad ya no está escondida, debemos escribir himnos que la expresen, basados en la revelación del Nuevo Testamento. Pablo escribió catorce epístolas y debemos cantarlas. No obstante, es posible que el ambiente y la influencia del cristianismo no nos deje avanzar. Sin embargo, les aliento a que escriban himnos acerca de la economía neotestamentaria. Cantemos himnos sobre el ministerio de Pablo, el cual completó la revelación divina, y sobre el ministerio de Juan, un ministerio restaurador.

  Después de escribir: “Cada uno tiene salmo”, Pablo habla de tener enseñanza, revelación, lengua e interpretación. La enseñanza debe concordar con lo que enseñan los apóstoles, mientras que la revelación debe manifestar algo que estaba escondido pero que ahora es revelado. En las reuniones necesitamos enseñanza y también revelación. Como ya dijimos, la enseñanza del maestro y la revelación del profeta deben enseñar y ministrar a Cristo y la iglesia, la cual es Su Cuerpo. En principio, lo mismo se aplica al hablar en lenguas y a la interpretación de éstas; Cristo y la iglesia deben ser su centro y contenido, es decir, deben girar en torno a Cristo como misterio de Dios y la iglesia como misterio de Cristo. El don de lenguas genuino debe expresar a Cristo y la iglesia. Esto se basa en el contexto completo de 1 Corintios, una epístola que habla de Cristo como sabiduría y poder de Dios y como las cosas profundas de Dios, y de la iglesia como el Cuerpo que expresa a Cristo y como el instrumento que establece la administración de Dios.

  Lo que se canta y se habla en los círculos pentecostales, carece de la visión de la economía de Dios revelada en el Nuevo Testamento. Les falta la revelación divina, y por ende, lo que cantan y lo que enseñan se halla en el ámbito natural. Damos gracias al Señor de que Su recobro está en otra esfera, la esfera espiritual, la esfera celestial, o sea, la esfera de Cristo y la iglesia. No obstante, necesitamos elevar más nuestro entendimiento y comprensión. Debemos pedirle al Señor que nos traslade de la esfera natural a la esfera celestial y espiritual, para que todo lo que digamos y hagamos en las reuniones redunde en el cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios. Espero que ésta sea la experiencia de las iglesias, y que en todas sus reuniones se hable de Cristo y la iglesia.

B. En cuanto a hablar en lenguas

  En los versículos 27-28, Pablo dice lo siguiente acerca del hablar en lenguas: “Si habla alguno en lengua desconocida, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios”. En el versículo 28, al usar la palabra iglesia, Pablo indica que la reunión de la iglesia es la iglesia misma. En estos versículos vemos que Pablo no pasó por alto el hablar en lenguas, sino que dio algunas pautas al respecto. Deben hablar sólo dos, o a lo más tres, y por turno; y uno debe interpretar. No obstante, en algunas reuniones cristianas de hoy se alienta a que todos hablen en lenguas al mismo tiempo. Los que practican esto deben prestar atención a estos versículos y aprender a hablar por turno; esto requiere que esperen, lo cual los restringirá y los probará. Pero si no hay intérprete, deben callar en la reunión y hablar para sí mismos y para Dios. Cuando estudiamos estos versículos nos damos cuenta de que, conforme a las regulaciones que dio Pablo, las reuniones cristianas no deben conducirse en la manera en que se llevan las reuniones pentecostales de hoy.

C. En cuanto a profetizar

  Leamos el versículo 29: “En cuanto a los profetas, que hablen dos o tres, y los demás disciernan”. Este versículo nos enseña que dos o tres profetas deben hablar, mientras los demás profetas disciernen. La frase “los demás” se refiere a los otros profetas. Los versículos 29-32 hablan solamente de los profetas, y no de todos los miembros de la iglesia. Los demás profetas deben discernir, juzgar (lit. discriminar), lo que hablan los profetas en función. Esto es juzgar o discernir si lo que se profetiza es de Dios o no, discriminando lo correcto de lo incorrecto, lo cual indica que es posible que alguna profecía no sea de Dios.

  En el versículo 30 Pablo añade: “Pero si algo le es revelado a otro que está sentado, calle el primero”. La palabra “otro” se refiere a otro profeta, y “el primero” se refiere al primer profeta. Por consiguiente, el versículo 30 se refiere a los profetas, y no a todos los que asisten a la reunión de la iglesia.

  Leamos el versículo 31: “Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan y todos sean alentados”. Conforme al contexto de los versículos 29-32, las palabras “podéis” y “vosotros” (usada dos veces) se refieren a los profetas, y no a todos los miembros de la iglesia. La palabra griega traducida “alentados” significa también consolados. Aun los profetas deben aprender y ser consolados.

  En el versículo 32 Pablo dice: “Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas”. La conjunción “Y” indica que el versículo anterior se refiere a los profetas, y no a todos los miembros de la iglesia. El hecho de que se diga que los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas significa que los profetas no están bajo el control de su espíritu, sino que su espíritu está bajo la dirección de ellos. Por eso, pueden decidir cuándo profetizar y cuándo dejar de profetizar, esto con el fin de mantener un buen orden en la reunión de la iglesia. El espíritu de ellos no es su amo, sino que es el medio que usan para funcionar. Deben aprender a ejercitar su espíritu y emplearlo con sensatez.

  El versículo 32 indica claramente que nuestro espíritu debe estar sujeto a nosotros, y no nosotros a él. No obstante, algunas personas del movimiento pentecostal se justifican diciendo que todo lo que hacen en las reuniones es conforme al espíritu; aseguran que son llevados por su espíritu. Por ejemplo, tal vez alguien grita sin preocuparle nada ni nadie. Si alguien le pregunta por qué grita tanto, tal vez contestaría: “Esto no depende de mí; soy llevado por el espíritu”. Esto va en contra de lo que enseña Pablo. El afirma claramente que nosotros no debemos estar sujetos al espíritu, sino que el espíritu debe sujetarse a nosotros.

  Por muchos años he hecho hincapié en lo necesario que es ejercitar el espíritu. Esto implica que nuestro espíritu está sujeto a nosotros. Nosotros ejercitamos el espíritu, y no él a nosotros. ¿Ejercita usted el espíritu o el espíritu lo ejercita a usted? La expresión ejercitar el espíritu está dirigida a los que son de mente muy moderada, especialmente a los que tienden a quedarse sentados tranquilamente durante las reuniones. Todos ellos deben ejercitar el espíritu. Pero aquellos que, como los corintios, son llevados fácilmente en éxtasis, Pablo diría: “No os sujetéis al espíritu; más bien, permitan que su espíritu se someta a ustedes. Abandonen su éxtasis y hagan que su espíritu esté sujeto a ustedes”. No se justifiquen diciendo que todo lo que hacen concuerda con el espíritu. El ejercicio de los dones se debe efectuar de una manera ordenada, y no sin control alguno. Nuestro espíritu debe estar sujeto a nosotros. Esto significa que debemos tener una mente moderada para usar correctamente nuestro espíritu.

  Leamos el versículo 33: “Pues, Dios no es Dios de confusión, sino de paz”. El principio estipulado en los versículos 26-32, mayormente con respecto al hablar en lenguas y al profetizar, es que se debe mantener un decoroso orden de paz, conforme a lo que el propio Dios es.

D. En cuanto a las mujeres

  La última parte del versículo 33 introduce el versículo 34, y dice lo siguiente: “Como en todas las iglesias de los santos”. La palabra “como” indica que todas las iglesias locales deben ser iguales en la práctica. En 1 Corintios 1:2 y 10:32 se usa la expresión “la iglesia de Dios”. Pero en este versículo leemos “las iglesias de los santos”. “La iglesia de Dios” hace referencia al elemento que constituye la iglesia: la iglesia está constituía del elemento de Dios, mientras que “las iglesias de los santos” alude a los componentes de las iglesias: las iglesias se componen de los santos.

  Leamos el versículo 34: “Las mujeres callen en las iglesias; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice”. La frase “en las iglesias” significa: en las reuniones de la iglesia. Conforme a 11:5, las mujeres pueden profetizar (por supuesto, en público) teniendo su cabeza cubierta, y Hechos 2:17-18 y 21:9 confirma que las mujeres sí profetizaban. Pero 1 Timoteo 2:12 dice que no se permite que las mujeres enseñen, es decir, que enseñen como autoridades (allí la enseñanza está relacionada con el ejercicio de la autoridad), como para definir la doctrina. Por tanto, conforme al principio neotestamentario, no permitir que las mujeres hablen en las reuniones de la iglesia significa no permitir que enseñen con autoridad con respecto a definir doctrinas. En este sentido, deben callar en las reuniones de la iglesia. No se les permite hablar, porque deben estar sujetas a los hombres. Esto se relaciona con el asunto de la autoridad ordenada por Dios en Su gobierno. Conforme a la administración gubernamental de Dios, no se permite que las mujeres hablen ejerciendo autoridad sobre los hombres. Pueden orar y profetizar, que es (principalmente) hablar por el Señor y proclamar al Señor. Sin embargo, deben hacerlo bajo el resguardo de los hermanos, porque aquí se les encarga que estén sujetas a ellos.

  En el versículo 34, la palabra “ley” se refiere a los libros escritos por Moisés (Mt. 5:17; 7:12; 11:13). En los escritos de Moisés, Génesis 3:16 manda que la mujer esté sujeta al varón. Esto fue lo que Dios dispuso.

  No debemos entender el versículo 34 de 1 Corintios 14 fuera del contexto de toda la Biblia, pues ésta se interpreta con ella misma. Conforme a lo que enseña el Nuevo Testamento, las hermanas pueden profetizar, pero no tienen autoridad para definir doctrinas. Esto debe ser confiado a los hermanos. Además, es un hecho patente en la historia que algunas de las herejías más graves las han introducidos mujeres.

  En 1933, después de renunciar a mi trabajo para servir al Señor a tiempo completo, visité al hermano Nee en Shanghai. Durante mi estancia allí, él me dijo que por la influencia de la práctica de las Asambleas de los Hermanos, ellos no permitían que las hermanas orasen en las reuniones, mucho menos que hablasen. Me dijo que habían seguido esta práctica desde hacía once años. No obstante, el hermano Nee se daba cuenta de que si las hermanas no oraban en las reuniones, la mitad de la iglesia quedaría paralizada y no funcionaría. Esto perjudicaría las reuniones y les traería pérdida. Por consiguiente, el hermano Nee procuraba cambiar la situación. El me habló de esta cuestión y me preguntó qué me parecía. Yo le dije que me parecía que debíamos permitir que todas las hermanas orasen en las reuniones. Este es un ejemplo de una toma de decisión relacionada con la doctrina, la cual involucra la autoridad.

  A este tipo de decisiones es a lo que Pablo alude en el versículo 33. El no está de acuerdo en que las hermanas hablen en las reuniones de la iglesia en el sentido de ejercer autoridad sobre los hermanos. Si no entendemos el versículo de esta manera, no podremos reconciliarlo con el capítulo once, donde Pablo habla de las hermanas que oran o profetizan con sus cabezas cubiertas. Esto demuestra claramente que las hermanas pueden hablar en las reuniones, con tal de que tengan sus cabezas cubiertas.

  En el versículo 35 Pablo dice: “Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es vergonzoso que una mujer hable en la iglesia”. Una vez más, las palabras “en la iglesia” significan en las reuniones de la iglesia.

  En el versículo 36 Pablo pregunta: “¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado?” Estas palabras firmes y francas indican que una iglesia local debe seguir a las demás iglesias en la práctica. Todas las iglesias locales deben someterse al orden universal del Espíritu, conforme a la palabra de los apóstoles, de quienes procede la palabra de Dios.

  En el versículo 37 Pablo añade: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, sepa claramente que lo que os escribo son mandamientos del Señor”. En este versículo Pablo habla con autoridad y expresa un mandamiento del Señor.

  Esto también indica que ser profeta o ser una persona espiritual es de alta estima en la iglesia, por causa del cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios. En la administración de Dios en la iglesia, un profeta viene después de un apóstol (12:28). El profeta es uno que habla de parte de Dios y que proclama a Dios, uno que ha recibido revelación de los misterios en cuanto a Cristo y la iglesia (Ef. 3:5), revelación que constituye el fundamento sobre el cual se edifica la iglesia (Ef. 2:20). Una persona espiritual es alguien que vive conforme a su espíritu, el cual está mezclado con el Espíritu de Dios, y que puede discernir todas las cosas espirituales (3:1 y las notas; 2:15 y la nota). Tales personas dotadas de conocimiento espiritual, deben saber claramente que las enseñanzas del apóstol Pablo son el mandamiento del Señor, y lo que ellos hablan debe corresponder a las enseñanzas del apóstol. Al corregir a los corintios desordenados, el espíritu de Pablo fue fuerte y su palabra fue franca. Les mandó que entendieran claramente que sus enseñanzas eran mandamiento del Señor y que poseían la autoridad auténtica de El. Puesto que las enseñanzas del apóstol dependían de la ordenación de Dios (v. 34), eran el mandamiento mismo del Señor.

  El versículo 38 dice: “Mas el que no quiere reconocerlo, que no lo reconozca”. A veces Pablo es cortés, pero en este versículo él es estricto y franco.

  Leamos el versículo 39: “Así que, hermanos míos, anhelad el profetizar, y no impidáis el hablar lenguas”. Con estas palabras Pablo suaviza un poco su tono para poner orden a la confusión por la cual pasaban los desordenados corintios. En realidad, todo este capítulo trata del profetizar y del hablar en lenguas. Puesto que la profecía es el don más provechoso para edificar a los santos y a toda la iglesia con el rico ministerio de Cristo, era altamente valorado y fue promovido por el apóstol. Ya que el hablar en lenguas no proporciona ningún provecho para la edificación, el apóstol fue fiel al exponerlo como algo de menos valor. Tanto la evaluación del apóstol como su manera franca de hablar al respecto, concordaban con el interés que sentía por el cumplimiento del propósito de Dios en cuanto a edificar la iglesia con las riquezas de Cristo. Al final de este capítulo, seguía exhortándonos a que anheláramos profetizar con miras al edificio de Dios. No obstante, para guardar la generalidad y unidad de la iglesia, también nos exhortó a que no prohibiéramos el hablar en lenguas.

  En el versículo 40 Pablo concluye, diciendo: “Pero hágase todo decentemente y con orden”. La preocupación del apóstol con respecto a la iglesia era que Cristo como centro y la iglesia como meta de Dios, fueran llevados adelante hasta la culminación, y que todo se hiciera decentemente y con buen orden delante de los hombres y de los ángeles (4:9; 11:10). Nuestra vida natural no sirve para cumplir un propósito tan elevado. Para tener la adecuada vida de iglesia es necesario que experimentemos al Cristo crucificado (1:23; 2:2) para que dé fin a nuestro yo, y que experimentemos a Cristo en resurrección como nuestra santificación y redención diarias (1:30).

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