Mensaje 6
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Lectura bíblica: 2 Cr. 11:5-23; 13:1-21; 14:6-24; 25:5-15:15; 17:1-19; 19:1-11; 20:1-30
Los libros de 1 y 2 Crónicas constituyen un suplemento a los demás libros históricos del Antiguo Testamento. En 1 Crónicas se presenta un suplemento a la historia de la humanidad. Esto se puede apreciar en el hecho de que 1 y 2 Samuel y 1 y 2 Reyes no incluyen la genealogía del linaje humano, la cual se narra en 1 Crónicas 1—9. En el mensaje anterior abarcamos el suplemento de la historia de David, y en éste, empezaremos a examinar el suplemento de la historia de los reyes de Judá.
En 2 Crónicas 11:5-23, se habla acerca del reino de Roboam.
Roboam era sagaz y sabio (v. 23).
Roboam era capaz y sabio, pero en lugar de laborar por los intereses de Dios, a saber, edificar el reino de Dios, buscó su propia conveniencia y transmutó el reino de Dios en una monarquía personal y para sus descendientes (vs. 22-23). Esto le costó la pérdida de la mayor parte de su reino. El reino de su padre Salomón fue glorioso y espléndido, pero él al poco tiempo de empezar a reinar, lo perdió casi por completo. Esta pérdida fue ocasionada por descuidar los intereses de Dios.
Aunque el reino de Roboam estaba establecido sobre la base de unidad correcta, el lugar que Dios había escogido (Dt. 12:13-14), y aunque él se apegaba a la verdad y no apostataba, el camino que siguió y la labor que realizó no eran apropiados. El permaneció en Jerusalén, la base de unidad correcta, y creyó a las enseñanzas de Moisés y las guardó, las cuales eran acordes a la revelación de Dios. No obstante, aunque no abandonó la verdad de Dios ni Su oráculo, cometió el error de laborar únicamente por sus propios intereses, y no por los de Dios.
Los ancianos deben aprender de esta lección. Ancianos, es posible que ustedes honren la base de unidad y que sean fieles a las verdades bíblicas, pero ¿cuál es su meta al laborar? ¿Laboran realmente por los intereses de Dios, o por los suyos? Si sólo se ocupan de sus intereses, convertirán la iglesia local en una monarquía, en su pequeño imperio, y no en una parte integral del reino de Dios.
Gracias a que el reino de Roboam estaba fundado sobre la base de unidad correcta y a que él sostenía la fe fundamental, los sacerdotes y los levitas en todo Israel abandonaron sus propiedades y fueron a Judá y a Jerusalén. Todos aquellos de las tribus de Israel que propusieron en su corazón buscar a Jehová, acompañaron a los levitas a Jerusalén para ofrecer sacrificios al Dios de sus padres. De este modo fortalecieron el reino de Judá y apoyaron a Roboam, hijo de Salomón, durante tres años, pues tres años anduvieron en el camino de David y de Salomón (vs. 13-17). El hecho de que Roboam se mantuviera en el lugar correcto, preservando la unidad del pueblo y guardando la fe fundamental, motivó a los que buscaban sinceramente a Dios a ir a Jerusalén y unírsele con miras a edificar el reino de Dios. A pesar de esto, a Roboam realmente no le interesaba el reino de Dios, sino que procuraba su propia monarquía.
Roboam se abandonó a los placeres sexuales y tuvo dieciocho mujeres y sesenta concubinas, engendró a veintiocho hijos y sesenta hijas, y buscó muchas mujeres para sus hijos (vs. 21, 23). Esto trajo la corrupción a sus hijos, a sus descendientes y a su monarquía. Aunque preservó la base de unidad correcta y se apegó a la verdad, él llevó una vida entregada a los apetitos carnales. No hay duda que su padre, quien tuvo centenares de mujeres y concubinas, influyó mucho en esto.
En 2 Crónicas 13:1-21 se presenta una crónica del reino de Abías.
Abías derrotó a Jeroboam, rey de Israel (vs. 2b-20). En esto, Abías actuó apropiadamente.
Abías proclamó la apostasía de Jeroboam ante el mismo Jeroboam y ante todo Israel. Abías y Judá tomaron la debida posición, y Abías aconsejó a Jeroboam que no luchara contra ellos, porque Jehová estaba del lado de ellos (vs. 4-12). Así vemos que Abías se mantuvo sobre la base fundamental correcta para hacer su proclamación.
Jeroboam y los hijos de Israel fueron derrotados por Abías y los hijos de Judá, y Jehová hirió a Jeroboam y éste murió (vs. 13-20). Esto indica que Jehová estaba con Abías.
Abías también cayó en los abusos sexuales y tomó para sí catorce mujeres y engendró veintidós hijos y dieciséis hijas (v. 21).
En 14:6—15:15 tenemos el relato en cuanto al reino de Asa.
Asa edificó ciudades fortificadas en Judá, por cuanto había paz en la tierra y no había guerra contra él en aquel tiempo, pues Jehová le había dado reposo (14:6-8). Asa era bueno, y Dios se agradó de él.
Asa derrotó a los cusitas invocando a Dios y confiando en El (vs. 9-15).
Asa llevó a cabo algunas reformas adicionales (15:1-15). Estas reformas complementaron a las que se mencionan en 14:3-5 y 15:16, 18.
Las reformas adicionales de Asa se llevaron a cabo por medio del consejo e instancia del profeta Azarías, hijo de Obed (15:1-7).
Asa quitó las abominaciones (los ídolos) de toda la tierra de Judá, de Benjamín y de las ciudades que había conquistado en la parte montañosa de Efraín, y reparó el altar de Jehová (v. 8). El pueblo había caído a tal grado que se había olvidado del altar de Dios y había erigido otros altares para rendir culto a ídolos paganos. Pero Asa acabó con esa situación.
Asa reunió a todo Judá y Benjamín, y con ellos a los forasteros de Efraín, de Manasés y de Simeón (pues muchos de Israel se habían puesto de su lado, al ver que Jehová estaba con él), y sacrificaron para Jehová parte del botín que habían traído y prometieron solemnemente que buscarían a Jehová y que cualquiera que no hiciera así, que muriese. Y Jehová Dios les dio reposo por todas partes (vs. 9-15).
Asa era un rey bueno, pero según el capítulo dieciséis, hizo algunas cosas malas. Cuando Baasa rey de Israel subió contra Judá, Asa concertó una alianza con el rey de Ben-adad, rey de Siria (16:1-6). Hanani el vidente vino a Asa y lo reprendió por confiar en el rey de Siria y no en Jehová (vs. 7-9). Entonces Asa se disgustó con el vidente y lo echó a la cárcel. Y oprimió Asa en aquel tiempo a algunos del pueblo (v. 10). En el trigesimonoveno año de su reinado, Asa se enfermó severamente de sus pies, “y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos” (v. 12). Finalmente, murió en el año cuarenta y uno de su reinado (vs. 13-14).
En 2 Crónicas 17:1-19 y 19:1—20:30 se narra lo referente al reino de Josafat.
Josafat se hizo fuerte contra Israel y puso tropas en todas las ciudades fortificadas de Judá, y colocó guarniciones en tierra de Judá y en las ciudades de Efraín que su padre Asa había tomado (17:1-2).
Jehová estuvo con Josafat porque éste siguió los primeros pasos de David su padre, desechó a los baales y a los ídolos, y quitó los lugares altos y las imágenes de Asera de en medio de Judá. Todo Judá le rindió tributo, y obtuvo riquezas y honra en abundancia (vs. 3-6). En este relato vemos un principio que Dios confirma: que todo aquel que se conduce apropiadamente delante de Dios, recibirá de El paz y disfrutará de la buena tierra.
Josafat estableció el reino de Dios al enviar a sus oficiales, los levitas y los sacerdotes, a enseñar el libro de la ley de Jehová a los hijos de Judá (vs. 7-9).
Jehová hizo que todos los reinos alrededor de Judá temieran a Josafat y le trajeran tributo, de modo que Josafat se engrandeció sobremanera y formó un gran ejército constituido de 1,160,000 hombres de guerra muy valientes para resguardar la nación (vs. 10-19). Esto muestra el poder que adquirió y lo mucho que disfrutó de la buena tierra durante su reinado.
El vidente Jehú amonestó a Josafat por haber ayudado a Acab, el perverso rey de Israel (19:1-3; cfr. cap. 18).
Josafat puso jueces en todas las ciudades fortificadas de Judá para que juzgaran las causas del pueblo. Los jueces estaban bajo la dirección del sacerdote Amarías en todo lo relacionado con Jehová, y bajo las ordenes de Zebadías, príncipe de la casa de Judá, en todos los asuntos que atañían al rey. Además, puso a los levitas como oficiales (19:4-11). En todo esto vemos una situación saludable: había un buen sacerdote que atendía el culto de Dios y un buen príncipe que administraba los asuntos gubernamentales. Además, los levitas eran leales a Josafat. En esta situación saludable, Josafat disfrutó de la buena tierra por haber temido a Dios.
En 20:1-30 vemos que Josafat, por haber confiado en Jehová, derrotó al gran ejército de los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir.
Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová e hizo pregonar ayuno a todo Judá, y de todas las ciudades de Judá vinieron a buscar el amparo de Jehová (vs. 3-4). El pregón del ayuno resultó muy positivo, pues el pueblo dedicó tiempo para orar por su situación.
Josafat oró a Jehová delante de la asamblea de Judá y Jerusalén, y ellos trajeron consigo a niños, mujeres e hijos (vs. 5-13).
Jehová contestó la oración de Josafat por conducto de Jahaziel, un levita. Josafat y todo Judá y los moradores de Jerusalén adoraron a Jehová, y todos los levitas alabaron con fuerte y alta voz a Jehová, el Dios de Israel (vs. 14-19).
A la mañana siguiente salieron al encuentro del enemigo, alentados por el rey Josafat, quien dijo: “Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados” (v. 20). Ellos salieron también con los cantores dando gracias en orden delante del ejército. Entonces Jehová destruyó y desmenuzó a los enemigos; y Josafat y su pueblo obtuvieron un botín tan abundante que no lo podían llevar, tres días les tomó para reunirlo. Luego, regresaron a Jerusalén con arpas, liras y trompetas y entraron en la casa de Jehová. Ciertamente esa fue una celebración triunfante. Entonces hubo paz en el reino de Josafat, pues Dios le dio tranquilidad por todas partes (vs. 21-30).
Los casos relatados acerca de estos reyes muestran que debemos aprender a conducirnos apropiadamente. Aunque Dios es grandioso, El presta atención a los detalles pequeños. Tal vez nos preocupemos por actuar correctamente en las cosas principales, pero descuidamos los detalles. No pensemos que las cosas insignificantes no tienen importancia. En principio, es muy grave errar al blanco, tanto en asuntos grandes como pequeños. Al leer la crónica de los reyes de Judá, vemos cómo Dios los disciplinó tomando en cuenta cada detalle de su conducta, sin importar si el asunto era grande o pequeño.