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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Juan»
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Mensaje 20

EL MUNDO Y LAS COSAS QUE ESTÁN EN EL MUNDO

  Lectura bíblica: 1 Jn. 2:15-17

  En este mensaje examinaremos 1 Juan 2:15-17, versículos que hablan del mundo y de las cosas que están en el mundo. En estos tres versículos Juan define lo que es el mundo y las cosas que hay en él.

  Las palabras contenidas en 2:15-16 no son dirigidas propiamente a los padres ni a los niños, sino a los jóvenes. Por supuesto, todo lo que está escrito en la Palabra santa está dirigido a todos los hijos de Dios. No obstante, según el contexto del capítulo 2, estos versículos se escribieron específicamente para los jóvenes, aquellos que son fuertes, en quienes permanece la palabra de Dios y quienes han vencido al maligno.

LAS MÁSCARAS DEL DIABLO

  En la primera sección de esta epístola, la sección que trata de la comunión de la vida divina (1:1—2:11), vimos que el pecado y los pecados perjudican nuestra comunión. Ahora, en la segunda sección de esta epístola, vemos otras dos cosas negativas: el mundo y el anticristo. En los versículos 13 y 14 Juan también menciona al maligno. Sin embargo, el maligno, quien es Satanás, el diablo, no se da a conocer aquí de manera directa, sino que está escondido detrás de las máscaras del mundo y del anticristo. Nadie amaría al diablo si éste se manifestara directamente. Pero todos aman el mundo. El mundo es la máscara que usa Satanás para engañarnos y defraudarnos. En esta sección de 1 Juan, el problema no tiene que ver con el diablo, sino con el mundo, la máscara del diablo.

  A aquellos que aman las cosas materiales según sus deseos concupiscentes, Satanás se aparecerá con la máscara del mundo. Pero a aquellos que son religiosos y les interesan las cosas religiosas, filosóficas o doctrinales, Satanás vendrá con otra máscara: la máscara del anticristo y sus enseñanzas heréticas.

  La unción que está en nosotros nos capacita para afrontar las máscaras del mundo y del anticristo. Los jóvenes necesitan confrontar la máscara del mundo. Por esta razón, esta exhortación acerca del mundo está dirigida a los jóvenes. ¿Cuál es el principal problema que afrontan los creyentes que son niños, los creyentes más jóvenes de la vida de iglesia? El problema de la herejía, la máscara del anticristo. Los anticristos no se consideran a sí mismos anticristos, sino que dicen estar a favor de Cristo. Sin embargo, esta clase de afirmación es meramente un pretexto, una farsa, un engaño. Por eso Juan menciona que los tales son anticristos, pues no están a favor de Cristo. Aunque portan el nombre de Cristo, eso no es más que un pretexto. Así que, los jóvenes en la vida divina deben vencer el mundo, mientras que los niños tienen que cuidarse del anticristo. Estas dos cosas negativas, el mundo y el anticristo, se hallan en la segunda sección de esta epístola.

UNA DEFINICIÓN DEL MUNDO

  En el versículo 15 Juan dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él”. La palabra griega traducida “mundo”, kósmos, tiene más de un significado. En Mateo 25:34; Juan 17:15; Hechos 17:24; Efesios 1:4 y Apocalipsis 13:8, esta palabra denota el universo material como un sistema creado por Dios. En Juan 1:29; 3:16; y Romanos 5:12, denota a la humanidad caída, a la cual Satanás corrompió y usurpó para que los seres humanos vinieran a ser los componentes del mundo, su sistema maligno. En 1 Pedro 3:3 denota adorno u ornamento. Aquí, como en Juan 15:19; 17:14; y Jacobo 4:4, denota una orden, algo preestablecido, un conjunto de cosas dispuestas en forma ordenada, por ende, un sistema ordenado (establecido por Satanás, el adversario de Dios), y no denota la tierra. Dios creó al hombre para que viviese sobre la tierra con miras al cumplimiento de Su propósito. Pero Su enemigo, Satanás, a fin de usurpar al hombre creado por Dios, estableció en la tierra un sistema mundial opuesto a Dios para recluir en él de modo sistemático a los hombres valiéndose de la religión, la cultura, la educación, la industria, el comercio y el entretenimiento, al aprovecharse de la naturaleza caída de los hombres, la cual se manifiesta en sus concupiscencias, placeres, aspiraciones, y aun en la forma exagerada con que atienden a necesidades como el alimento, la ropa, la vivienda y el transporte. La totalidad de este sistema satánico yace en poder del maligno (1 Jn. 5:19). No amar al mundo es el punto de partida para vencer al maligno. Y amarlo sólo un poco da lugar a que el maligno nos derrote y ocupe nuestro ser.

  En el versículo 15 Juan dice que si amamos al mundo, el amor del Padre no estará en nosotros. Aquí el amor del Padre es nuestro amor hacia Él, generado por Su amor en nosotros. Nosotros le amamos a Él con el mismo amor con que Él nos amó.

  Es importante entender los diferentes significados de la palabra kósmos según el Nuevo Testamento. Ya mencionamos que esta palabra se usa para denotar el universo material, el linaje humano caído, el cual fue corrompido y usurpado por Satanás, y el sistema mundial que está en contra de Dios y que fue establecido por Satanás para usurpar al hombre que Dios creó para el cumplimiento de Su propósito. Es la última connotación de kósmos la que aplica a 2:15. En este versículo el mundo se refiere a un sistema que está contra Dios y ha sido establecido por Satanás. El maligno, el adversario de Dios, ha hecho de cada cosa, cada persona y cada asunto parte de su sistema, el mundo.

  Dado que es así, ¿a dónde iremos? La respuesta es que debemos acudir al Dios Triuno. El Dios Triuno es el único que no forma parte del sistema de Satanás. Además de acudir al Dios Triuno, debemos acudir también a la Palabra de Dios. Por lo tanto, puesto que Satanás ha hecho de cada cosa, cada persona y cada asunto parte de su sistema, debemos huir de todo y refugiarnos en el Dios Triuno y en Su Palabra. La Palabra de Dios es nuestro refugio, nuestra protección.

VENCER AL MALIGNO

  Según el contexto, los jóvenes han vencido al maligno, al que formó este sistema que se opone a Dios, al que hizo un sistema de todas las cosas, personas y asuntos. ¿Cómo pueden los jóvenes vencer al maligno? Lo pueden vencer porque la palabra de Dios permanece en ellos. La Palabra de Dios es también su refugio, su baluarte, su fortaleza. Día tras día, los jóvenes deben permanecer en la Palabra de Dios. Nosotros sabemos por experiencia que cuando la palabra de Dios permanece en nosotros y nosotros permanecemos en la Palabra, nuestro refugio, somos protegidos del maligno.

  En 5:19 Juan dice que el mundo entero está en el maligno. No solamente el maligno ha hecho un sistema de todas las cosas, sino que además el sistema entero yace bajo su poder. Para que entendamos lo que significa que el mundo yace bajo el poder del maligno, usemos como ejemplo un paciente que es intervenido quirúrgicamente. Durante la cirugía, el paciente yace anestesiado sobre la mesa de operación. En tales condiciones el cirujano puede operar al paciente, y el paciente no se entera de nada de lo que está pasando. Esto es un cuadro de cómo el mundo entero yace en manos de Satanás. Las personas del mundo no se percatan de que están en la “mesa de operación” del maligno y de que él las está “operando”.

NO AMAR AL MUNDO

  En el versículo 15 del capítulo 2, Juan nos encarga no amar el mundo, ni las cosas que están en el mundo. Nos dice que si amamos al mundo, el amor del Padre no está en nosotros. No amar al mundo es el punto de partida para vencer al maligno. Sin embargo, si amamos al mundo, esto dará lugar al maligno para que nos ocupe. Cada vez que abrimos nuestro ser al mundo, al sistema satánico que se opone a Dios, perdemos la batalla contra el maligno.

LAS COSAS QUE ESTÁN EN EL MUNDO

  En el versículo 16 Juan habla de las cosas que están en el mundo, diciendo: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”. Los deseos de la carne son el intenso apetito del cuerpo; los deseos de los ojos son el intenso apetito del alma estimulado por los ojos; y la vanagloria de la vida es el orgullo, la jactancia, la confianza, la seguridad y la exhibición vanas de las cosas materiales de la vida presente. Éstos son los componentes del mundo.

Los deseos de la carne

  Los deseos de la carne, el intenso apetito del cuerpo, tienen que ver principalmente con el cuerpo. Debido a que el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal entró en el linaje humano, nuestro cuerpo llegó a ser caído y corrupto. Adán y Eva, nuestros primeros padres, comieron del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Como resultado, entró en el linaje humano un elemento maligno, y ahora se encuentra en nuestro cuerpo físico. Por experiencia sabemos que un elemento satánico y maligno mora en la naturaleza del hombre.

  El ascetismo es un intento por suprimir los deseos de la carne; sin embargo, no es eficaz en suprimir el intenso apetito del cuerpo. En ciertos escritos cristianos puede percibirse el elemento del ascetismo. Por ejemplo, encontramos ascetismo en el famoso libro, La imitación de Cristo. Algunas enseñanzas cristianas que hablan de llevar la cruz, en realidad introducen el ascetismo. En los cuatro Evangelios el Señor Jesús habló claramente acerca de la cruz. Sin embargo, no debemos confundir la verdadera experiencia de llevar la cruz con el ascetismo. No importa a qué grado las personas maltraten su cuerpo siguiendo las prácticas ascéticas, el ascetismo no podrá suprimir los deseos del cuerpo.

Los deseos de los ojos

  En el versículo 16 Juan también habla acerca de los deseos de los ojos. Ya mencionamos que los deseos de los ojos aluden al intenso apetito del alma estimulado por los ojos. Cuando el fruto del árbol del conocimiento del bien y el mal entró en el cuerpo humano, el cuerpo vino a ser carne; y puesto que el cuerpo rodea el alma, el alma cayó bajo la influencia del cuerpo caído. Como resultado, muestra alma también fue corrompida. Así pues, el alma, nuestro ser psicológico, se volvió concupiscente debido a la influencia del cuerpo caído.

  El alma y el cuerpo caídos ahora operan juntos. Nuestro cuerpo influye sobre nuestra alma, y nuestra alma influye sobre nuestro cuerpo. El cuerpo y el alma operan juntos cada vez que hacemos algo pecaminoso. Debido a que el cuerpo y el alma operan conjuntamente, es difícil detectar si es el cuerpo o el alma el que toma la iniciativa para pecar. Así que, por un lado, tenemos los deseos de la carne; y por otro, tenemos los deseos de los ojos. Aparentemente, los deseos de los ojos simplemente forman parte de los deseos de la carne; pero en realidad esto se refiere a algo que está dentro de nuestro cuerpo. Nuestros ojos son concupiscentes porque nuestra alma es concupiscente. Los deseos de nuestros ojos, por tanto, provienen de nuestra alma.

La vanagloria de la vida

  En el versículo 16 Juan también menciona la vanagloria de la vida. Ya vimos que la vanagloria de la vida se refiere al orgullo, la jactancia, la confianza, la seguridad y la exhibición vanas de las cosas materiales de la vida presente. La palabra griega que aquí se traduce “vida” es bíos, la cual denota la vida física y se refiere a la vida presente. Difiere de la palabra griega zoé usada en 1:1-2, la cual se refiere a la vida divina.

  En el Nuevo Testamento se usan tres palabras griegas que se traducen “vida”: zoé, que denota la vida divina, la vida de Dios; psujé, que denota nuestra vida humana, nuestra vida anímica o psicológica; y bíos, que denota la vida física. La palabra griega bíos también denota la vida presente. Por consiguiente, la vanagloria de la vida significa la vanagloria de la vida presente. Todo lo que ocurre en la sociedad humana constituye la vida presente. En esta presente vida terrenal, hay vanagloria. Esta vanagloria incluye el orgullo, la jactancia, la confianza, la seguridad y la exhibición vanas de las cosas materiales.

EL CONTENIDO DEL SISTEMA SATÁNICO

  Hemos visto que el mundo mencionado en 2:15 denota un sistema maligno y satánico que se opone a Dios, un sistema que está compuesto de las cosas creadas por Dios. Satanás ha usado estas cosas para formar su sistema. Sin embargo, estas cosas no constituyen el contenido del sistema satánico del mundo. Este sistema está conformado por los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida presente. Por ejemplo, Dios creó diferentes clases de alimentos. Sin el alimento no podríamos sobrevivir. Sin embargo, Satanás usa el alimento para formar un sistema satánico. Con todo, ello no significa que el alimento forme parte del contenido del sistema maligno de Satanás.

  La agricultura y la industria también son necesarias para la vida humana. Sería imposible sobrevivir sin la agricultura y la industria. Sin embargo, Satanás ha utilizado la agricultura y la industria al formar su sistema maligno. Aun así, estas cosas en sí mismas no son el contenido del sistema mundano formado por Satanás. ¿Cuál es entonces el contenido del sistema satánico? El contenido de este sistema es los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida.

  No es fácil ver la diferencia entre las cosas, los asuntos y las personas que Satanás usa para formar su sistema maligno y el verdadero contenido de este sistema mundano. Su auto y su casa pueden ser usados por Satanás para formar el mundo que se opone a Dios. Sin embargo, ni su auto ni su casa forman parte del contenido del sistema maligno de Satanás. Quiero recalcar una vez más que el contenido del sistema de Satanás es los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida presente.

  Usemos como ejemplo el hecho de comprar un auto para mostrar la diferencia entre lo que es usado por Satanás para formar su sistema y el contenido mismo de dicho sistema. ¿Cómo puede un auto ser utilizado por el enemigo de Dios para formar su sistema maligno? El auto en sí no es un problema ni forma parte del contenido del sistema de Satanás. El problema reside en los deseos de la carne, en los deseos de los ojos y, en particular, en la vanagloria de la vida presente. Si no fuera por la vanagloria del hombre, el auto no llegaría a ser un problema. Sin embargo, a mucha gente le gusta comprar un auto costoso para exhibirse. En el caso de ellos, el auto que conducen es usado para vanagloria. En este país es una necesidad tener un auto. El problema, sin embargo, no tiene que ver con el auto en sí, sino con los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Cuando usted piensa en cierta clase de auto, tal vez desee obtenerlo. Hay quienes piensan en cierto auto día y noche. El problema no radica en el auto sino en las personas, es decir, el problema no es el auto que ellos necesitan, sino los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida.

  Podemos dar otros ejemplos con relación a la necesidad que tenemos de ropa y vivienda. Tener vivienda es una necesidad, y la ropa también es una necesidad. Una vez más, el problema no estriba en la casa ni la ropa; estas cosas no forman parte del verdadero contenido del sistema del mundo. El problema radica en los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, ya que éstos constituyen el contenido del mundo maligno de Satanás.

DOS TRINIDADES

  Según la Biblia, el mundo se opone al Padre (1 Jn. 2:15); el diablo se opone al Hijo (3:8); y la carne se opone al Espíritu (Gá. 5:17). Por un lado, tenemos la Trinidad Divina: el Padre, el Hijo y el Espíritu; por otro, tenemos una trinidad maligna: el mundo, Satanás y la carne. Si disfrutamos de la Trinidad Divina, no tendremos nada que ver con la trinidad maligna.

EL PADRE Y SU VOLUNTAD

  En 1 Juan 2:17, Juan dice además: “Y el mundo pasa, y su concupiscencia; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Así como el mundo se opone a Dios el Padre, del mismo modo las cosas que están en el mundo (v. 15), las cuales constituyen la concupiscencia del mundo, se oponen a la voluntad de Dios. Así que, en un sentido positivo, tenemos al Padre y Su voluntad, y, en un sentido negativo, tenemos el mundo y todas las cosas que están en el mundo. El mundo se opone al Padre, y las cosas que están en el mundo se oponen a la voluntad del Padre.

  Según lo dicho por Juan en el versículo 17, el mundo pasa y su concupiscencia, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Hacer la voluntad de Dios es hacer Su voluntad de manera habitual y continua, y no sólo de vez en cuando. El mundo, su concupiscencia y los que aman al mundo pasan; pero Dios, Su voluntad y los que hacen Su voluntad permanecen para siempre.

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