Mensaje 1
Lectura bíblica: 1 P. 1:1-2
En este mensaje daremos inicio a nuestro estudio-vida de las epístolas de 1 y 2 Pedro y Judas. En el pasado no prestamos mucha atención a los escritos de Pedro, debido a que invertimos mucho tiempo y energía en estudiar otros libros de la Biblia, especialmente los escritos de Pablo. Tal vez parte de la razón por la cual no hemos prestado mucha atención a 1 y 2 Pedro, es que el catolicismo ha exaltado excesivamente a Pedro. El catolicismo considera a Pedro su primer Papa. No estamos de acuerdo con esta aseveración del catolicismo. Por consiguiente, nuestro Pedro, el Pedro revelado en la Biblia, es en cierto sentido diferente del concepto que se halla en el catolicismo. Es debido a que el catolicismo exalta a Pedro desmedidamente que yo he prestado menos atención a los escritos de Pedro.
Aun así, he dado algunos mensajes sobre 1 y 2 Pedro. En 1973, di una conferencia sobre 1 y 2 Pedro en Vancouver, Columbia Británica. También ese mismo año, durante una conferencia que di en San Francisco, compartí algunos mensajes sobre la gracia, los cuales se basaban en los escritos de Pedro. Estos mensajes fueron publicados en la revista The Stream [El manantial] (tomo 12, núm. 1, febrero de 1974, y núm. 2, mayo de 1974). En dichos mensajes recalqué que Pedro definitivamente tiene una porción muy rica, elevada y particular que ministrarnos.
Pablo escribió catorce epístolas, mientras que Pedro sólo escribió dos, las cuales contienen un total de ocho capítulos. No obstante, aunque los escritos de Pedro son breves, él usa ciertos términos que no se encuentran en los escritos de Pablo. Por ejemplo, Pedro habla de la sangre preciosa de Cristo (1 P. 1:19). Aunque Pablo también habla acerca de la sangre de Cristo, él no usa esta expresión especial: la sangre preciosa.
Cabe resaltar que una característica particular de los escritos de Pedro es el uso de adjetivos, y en especial, de adjetivos que denotan un alto aprecio. Además de la expresión “la sangre preciosa”, Pedro usa otras expresiones tales como “simiente incorruptible”, “gloria inmarcesible” y “divino poder”. Pablo no usa estas expresiones. Sin embargo, Pedro acostumbraba a usar adjetivos como éstos. En realidad, más que una costumbre suya, esto nos da a entender que algo verdaderamente se había forjado en el carácter de Pedro.
Durante los años que Pedro siguió al Señor Jesús, vio muchas cosas, pero no llegó a entender el significado de lo que había visto. De hecho, al leer los cuatro Evangelios, podríamos pensar que Pedro era insensato. Sin embargo, aunque Pedro no se comportaba de manera inteligente, el Señor Jesús lo escogió y lo puso en primer lugar entre los discípulos. Es por eso que en los Evangelios el nombre de Pedro aparece en primer lugar entre los discípulos.
Pedro no tenía el entendimiento espiritual de las cosas que había visto. Le faltaba la comprensión adecuada de ellas conforme a la vida divina. Fue por esta razón que en los capítulos catorce, quince y dieciséis de Juan, el Señor Jesús habló del Espíritu de realidad: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de realidad, Él os guiará a toda la realidad; porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oye, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Jn. 16:12-13).
El Espíritu de realidad efectivamente vino el día de la resurrección de Cristo, y Pedro probablemente fue el primero en quien se infundió este Espíritu. Esto explica la razón por la cual el Pedro que vemos en el primer capítulo de Hechos es tan diferente del Pedro de los Evangelios. En los Evangelios, Pedro a menudo hablaba insensatamente; pero en Hechos 1 no habló de esa manera. Cuando se puso en pie para hablar, él era una persona transparente, clara como el cristal. Pedro llegó a ser transparente porque el Espíritu de realidad había entrado en él. Este maravilloso Espíritu, que se había infundido en él, le recordó todas las cosas que había visto y oído. Este hecho lo confirman los propios escritos de Pedro. Por ejemplo, en 2 Pedro 1:16-18 él se refiere a aquella ocasión en que junto con Jacobo y Juan estuvieron con el Señor Jesús en el monte de la transfiguración. Esto indica que el Espíritu de realidad le había recordado aquel momento y le había mostrado lo que significaba.
El Espíritu le recordó a Pedro todas las cosas que vio durante los tres años y medio que estuvo con el Señor Jesús. Pedro había visto muchas cosas, pero en aquel entonces no tenía la debida comprensión o entendimiento de ellas. No obstante, después que el Espíritu de realidad vino y le recordó estas cosas, Pedro empezó a entender lo que significaban. Quizás Pedro se dijo a sí mismo: “Oh, ahora entiendo por qué el Señor me corregía tanto y a menudo me avergonzaba ante los demás. Recuerdo lo que le dije al recaudador de impuestos. Él me preguntó si el Señor pagaba impuestos, y yo enseguida le contesté: ‘Sí’. Inmediatamente después, el Señor me avergonzó diciéndome que Él no tenía que pagar el medio ciclo. Luego me mandó a pescar y me dijo que pescaría un pez que tendría un ciclo en la boca. Ahora entiendo por qué cuando yo decía ‘sí’, el Señor decía ‘no’, y por qué cuando decía ‘no’, Él decía ‘sí’”. Pedro experimentó un gran cambio después de la resurrección del Señor y después de que el Espíritu de realidad entró en él.
Por medio del Espíritu de realidad, algo sólido, elevado, rico y poderoso se forjó en las fibras mismas del ser de Pedro. Es por eso que al hablar acerca de la sangre del Señor, él añadió la palabra “preciosa”. Este adjetivo conmueve nuestros sentimientos. Al emplear esta palabra, Pedro debe de haber tenido un sentimiento particular respecto al valor de la sangre de Cristo. En 1 Pedro 1:18 y 19 él dice: “Sabiendo que fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero sin defecto y sin mancha”. ¿No cree usted que Pedro expresó un sentimiento muy particular cuando expresó estas palabras? En el versículo 23 del mismo capítulo, Pedro añade: “Habiendo sido regenerados, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre”. En este versículo Pedro habla de la simiente incorruptible y de la palabra que vive y permanece para siempre. En 1:4 él describe nuestra herencia diciendo que es “incorruptible, incontaminada e inmarcesible”. Por consiguiente, en estos versículos, donde vemos que Pedro acostumbraba a usar adjetivos, encontramos calificativos tales como: preciosa, incorruptible, que vive, que permanece, incontaminada e inmarcesible. Esto indica que al menos en este aspecto, los escritos de Pedro son más enfáticos, más excelentes y más ricos que los de Pablo.
En 1 Pedro 2:21 leemos que Cristo padeció por nosotros, dejándonos un modelo, para que sigamos Sus pisadas. La palabra griega traducida “modelo” es difícil de traducir. Algunas versiones la han traducido como “ejemplo”. Literalmente, la palabra griega significa “patrón de escritura”. El Señor Jesús es nuestro “patrón de escritura”, muy semejantemente al que ponían los estudiantes debajo del papel para calcar las letras y así aprender a escribirlas. Hoy en día, el término que usamos para describir el proceso de copiado es “fotocopiar”. El proceso de fotocopiar no tiene nada que ver con seguir o imitar a alguien; más bien, consiste en reproducir un original. (Véase el mensaje titulado: “Spiritual Xeroxing” [“El fotocopiado espiritual”], publicado en la revista The Stream [El manantial], tomo 12, núm. 1, febrero de 1974). Cristo, nuestro “patrón de escritura”, no nos ha sido dado para que nosotros lo imitemos o simplemente le sigamos, sino para ser “fotocopiado”, es decir, para reproducirse, dentro de nosotros. Esto significa que todos nosotros debemos llegar a ser reproducciones, fotocopias, de Cristo. Esto es lo que significa la palabra griega traducida “modelo” en 2:21, un término que Pablo no usa en sus escritos.
En 3:7 Pedro usa otra expresión muy particular: “la gracia de la vida”. Nosotros estamos familiarizados con las palabras “gracia” y “vida”, mas no con la expresión “la gracia de la vida”. Las esposas, como vasos más frágiles, son coherederas junto con sus maridos de la gracia de la vida. ¡Qué expresión tan dulce! Es posible que hayamos escuchado muchas veces expresiones como la gracia de la salvación o la gracia del perdón de pecados, y nunca nos halla llamado la atención la frase: la gracia de la vida. Pablo, en sus escritos, no usa esta expresión tan especial, preciosa y dulce.
En 4:17 Pedro dice: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios”. Aquí encontramos una expresión particular por el lado negativo: el juicio de Dios comienza por Su propia casa. Pablo no nos dice esto; pero Pedro fue muy específico al decirnos que el juicio de Dios comienza por Su propia casa.
Pablo a menudo usa la expresión “gracia y paz a vosotros”; en cambio, Pedro expresa en dos ocasiones que la gracia y la paz nos sean multiplicadas. En 1:2 él dice: “Gracia y paz os sean multiplicadas”, y en 2 Pedro 1:2 dice: “Gracia y paz os sean multiplicadas, en el pleno conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor”. Pedro no sólo expresa su deseo de que la gracia sea con los santos, sino además que la gracia les sea multiplicada. ¿Alguna vez se ha preguntado usted qué significa que la gracia sea multiplicada? ¿Ha escuchado alguna vez algún sermón o mensaje en el que se le diga que la gracia y la paz pueden ser multiplicadas? Es posible que a la mayoría de nosotros nos cause desconcierto esta expresión. El uso de la palabra “multiplicadas”, nos muestra una vez más esta característica de Pedro. En este sentido, ni siquiera Pablo era tan minucioso como Pedro, ya que en ninguna de sus epístolas dijo que la gracia y la paz nos fueran multiplicadas.
La palabra “multiplicadas” indica que ya tenemos cierta cosa, y que, en lugar de que nos sea añadido algo más de lo mismo, necesitamos que se multiplique aquello que ya tenemos. Esto significa que necesitamos que la gracia, la cual ya poseemos, nos sea multiplicada. No necesitamos otra gracia; más bien, necesitamos que se multiplique la gracia que ya poseemos.
Más adelante, Pedro, basándose en el concepto de que la gracia nos es multiplicada, nos habla en 4:10 de la multiforme gracia: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos mayordomos de la multiforme gracia de Dios”. Todos debemos ser buenos mayordomos de lo que Pedro llama la “multiforme gracia”, que es la gracia en sus diferentes aspectos y categorías. Pedro vuelve a mencionar la gracia en 5:10, donde nos habla del Dios de toda gracia. Así, pues, en 1 Pedro encontramos cuatro expresiones excepcionales en cuanto a la gracia: “la gracia de la vida”, “la gracia que nos es multiplicada”, “la multiforme gracia” y “toda gracia”. La gracia de la vida nos está siendo multiplicada. Luego, esta gracia llega a ser la multiforme gracia, y finalmente, toda gracia. Como resultado de ello, la gracia viene a nosotros no de una sola dirección, sino de muchas direcciones. Por ejemplo, viene a nosotros de los cielos y de la tierra, de nuestro esposo o esposa, y de nuestros hijos. Cuantos más hijos tengamos, más aspectos de la gracia experimentaremos. Si usted tiene cuatro hijos, disfrutará la gracia en cuatro aspectos. Pero si tiene más hijos, disfrutará más aspectos de la gracia. De la misma manera, mientras un hermano permanezca soltero, le hará falta cierto aspecto de la gracia. En cambio, un hermano casado experimentará la gracia en un aspecto particular. Asimismo, si la esposa de un hermano es muy buena pero de una manera natural, posiblemente él tendrá deficiencias en algún aspecto rico de la gracia. En cambio, si su esposa es una persona difícil, y en cierto modo terca, él tendrá la oportunidad de disfrutar de un aspecto de la gracia, el cual es a la vez muy específico y rico. Así que, la gracia varía conforme a nuestra situación y entorno. Por ejemplo, variará según la clase de esposa que usted tenga, sea ella naturalmente sumisa o difícil. Si su esposa es buena, usted no recibirá tanta gracia como la que recibiría si ella tuviese un carácter difícil. Asimismo, si usted no tiene hijos, no disfrutará del aspecto de la gracia que está relacionado con los hijos. ¡Oh, cuánto necesitamos conocer esta multiforme gracia!
En 2 Pedro 1:3 Pedro dice: “Ya que Su divino poder nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad”. Al parecer a Pedro le gusta mucho usar la palabra “todo” o “toda”. En 1 Pedro 5:10 él habla de toda gracia, y aquí en 2 Pedro 1:3, habla de todas las cosas. La frase “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad” es una expresión tremenda. En ninguna de las epístolas de Pablo se encuentra tal expresión. Pedro es quien nos dice que el divino poder nos ha concedido todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, es decir, todas las cosas que pertenecen a la vida interiormente y a la piedad, a la expresión de Dios, externamente.
En 2 Pedro 1:4 Pedro nos dice además que Dios “nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina”. La palabra griega traducida “grandísimas” es una palabra difícil de traducir. Traducida literalmente, sería: “las más grandes de todas”. Dios nos ha dado promesas que no sólo son preciosas, sino también grandísimas.
Según 2 Pedro 1:4, Dios nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas para que por ellas llegásemos a ser participantes de la naturaleza divina. Nosotros somos partícipes de la naturaleza divina. A menudo, cuando hablo de este asunto, me siento extasiado de gozo. ¡Qué maravilloso es que podamos ser participantes de la naturaleza divina! ¿Se da cuenta usted de que es partícipe de la naturaleza divina, esto es, partícipe de la naturaleza de Dios? Nosotros los seres humanos podemos de hecho ser participantes de la naturaleza divina. Esto significa que, como creyentes de Cristo, no sólo tenemos la vida divina, sino que continuamente disfrutamos, participamos, de la naturaleza divina. Si Pablo leyera tal expresión, sin duda alguna diría: “Hermano Pedro, en este aspecto, tus escritos son superiores a los míos”.
Pablo en sus escritos no nos dice nada acerca del cielo nuevo y la tierra nueva; esto se menciona tanto en los escritos de Pedro como en los de Juan, quien tenía una relación muy estrecha con Pedro. (Con frecuencia en el libro de Hechos, los nombres de Pedro y Juan se mencionan juntos.) En el libro de Apocalipsis, Juan abunda más acerca del cielo nuevo y la tierra nueva, mientras que Pedro sólo nos habla brevemente al respecto en 2 Pedro 3:13, donde dice: “Pero nosotros esperamos, según Su promesa, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. Lo que dice Pedro respecto de los cielos nuevos y la tierra nueva nos muestra una vez más que sus escritos contienen detalles que no se encuentran en los escritos de Pablo.
Los escritos de Pedro son breves, pues constan de tan sólo ocho capítulos. Sin embargo, el período que ellos abarcan es muy vasto. Por ejemplo, en 1 Pedro 1:2 él habla de la presciencia de Dios Padre. Luego, en 1:20 él dice que Cristo fue conocido desde antes de la fundación del mundo. Dios, basado en Su presciencia, nos escogió. Como veremos, fuimos escogidos antes de la fundación del mundo. El hecho de que Pedro hable de la presciencia de Dios y diga que Cristo fue conocido desde antes de la fundación del mundo indica que el período que abarcan sus escritos empieza a partir de la eternidad pasada, desde antes de la fundación del mundo. Luego, como hemos indicado, Pedro habla también de los cielos nuevos y la tierra nueva. Esto se refiere a la eternidad futura, ya que será en la eternidad futura que habrá cielos nuevos y tierra nueva. Esto nos permite ver que el período que abarcan los escritos de Pedro comprende las dos eternidades, pues comienza en la eternidad pasada y se extiende hasta la eternidad futura.
¿Y qué podemos decir en cuanto a la temática de las epístolas de Pedro? La temática de sus epístolas es también muy amplia. El ministerio de Pedro aborda una gran variedad de temas. Esto lo indican los primeros dos versículos de 1 Pedro, capítulo uno: “Pedro, apóstol de Jesucristo, a los peregrinos de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo”. ¡Cuán amplia es la temática de estos versículos y cuán rico su contenido! Aquí se nos habla de la elección del Padre, de la santificación del Espíritu y de la redención del Hijo. Como podemos notar, en el versículo 2 Pedro no usa la palabra “redención”; en vez de ello, él usa otra expresión: “rociados con la sangre de Jesucristo”. Habría sido demasiado sencillo si solamente hubiera usado la palabra “redención”. Pero al decir que hemos sido rociados con la sangre de Jesucristo, él explicó el tema de la redención, lo definió y lo aplicó. El hecho de “ser rociados con la sangre de Jesucristo” denota la aplicación de la redención; es la redención explicada, definida y aplicada.
Quizás podríamos dar una definición especial del contenido de 1:1 y 2. Lo que estos versículos nos presentan es la revelación de la economía de la Trinidad de la Deidad, la cual opera en Sus elegidos a fin de que ellos participen del Dios Triuno. Aquí se ve claramente la manera en que el Dios Triuno opera en Sus escogidos a fin de que ellos participen de la plena salvación que Él les ha otorgado. Esta definición la explicaremos con más detalle más adelante. Por ahora, simplemente la enunciamos para que nos demos cuenta de cuán amplia es la temática de los escritos de Pedro.
La epístola de 1 Pedro es bastante difícil de traducir. En ella, Pedro aborda muchos asuntos, y el estilo con que escribe no es muy fluido. Por ejemplo, algunas de sus oraciones son considerablemente extensas. Pese a que Pedro era un pescador de Galilea, una persona muy rústica, él usó algunas palabras griegas extraordinarias. Los escritos de Pedro ciertamente son muy ricos y elevados por los asuntos que abordan. Por lo tanto, debemos estimar y valorar a Pedro y su ministerio.
No resulta fácil determinar cuál es el tema central de 1 Pedro. Aun si usted lee muchas veces 1 y 2 Pedro, le será difícil precisar el tema central de estas epístolas. Pedro es también muy particular al respecto. Él nos habla de cierto asunto, pero no nos provee ningún término que lo describa.
En ambas epístolas, Pedro trata el tema del gobierno universal de Dios. De hecho, estos dos libros nos hablan del gobierno universal de Dios. Como hemos visto, Mateo nos habla acerca del reino. No debemos pensar que el gobierno y el reino significan lo mismo. No, el reino es una cosa, y el gobierno es otra. Un país o una nación tiene un gobierno. No obstante, el gobierno no es la nación en sí, sino más bien el centro administrativo de la nación. Por ejemplo, el gobierno localizado en Washington, D. C., es el centro administrativo de Estados Unidos. Si bien Mateo nos presenta el reino, en dicho libro no se nos habla del gobierno. Son los escritos de Pedro los que nos hablan del gobierno de Dios.
Marcos nos presenta el servicio; Lucas, la salvación; y Juan, la vida. Por consiguiente, en los cuatro Evangelios encontramos el reino, el servicio, la salvación y la vida, pero no encontramos el gobierno divino. Así que, Pedro en sus epístolas suple esta carencia al revelarnos el gobierno universal de Dios.
La esfera del gobierno de Dios abarca todo el universo. Sabemos esto porque Pedro nos habla de los cielos nuevos y la tierra nueva. Esto indica que el gobierno de Dios es universal. Finalmente, en la eternidad futura, todo estará en armonía y en buen orden, porque en los cielos nuevos y en la tierra nueva reinará la justicia. Hoy en día, en la tierra imperan la injusticia y el desorden. Con todo, Dios aún ejerce Su gobierno en el cielo y en la tierra.
Dios gobierna al ejecutar Su juicio. Ésta es la manera en que Dios ejerce Su gobierno. Soy una persona de avanzada edad y, como tal, he estado estudiando y observando por mucho tiempo la situación mundial; por eso, sencillamente no puedo hacer otra cosa que postrarme ante Dios. Él es quien gobierna, y Él gobierna ejecutando Sus juicios. Dios juzgó a Hitler, a Stalin y a otros malhechores. Por una parte, Dios toleró, en cierta medida, que ellos hicieran ciertas cosas que contribuyeron a Su propósito, como el hecho de que Hitler hubiera masacrado a tantos judíos, ya que esto hizo que ellos se unificaran. No obstante, Dios juzgó a tales hombres.
En 1 y 2 Pedro encontramos un relato del juicio de Dios. Dios juzgó la tierra por medio del diluvio y más tarde juzgó a Sodoma y Gomorra. La historia del juicio de Dios también incluye el juicio que Él trajo sobre los hijos de Israel en el desierto. Durante los años que anduvieron vagando, los hijos de Israel experimentaron el juicio de Dios una y otra vez. A excepción de Josué y Caleb, todos los que salieron de Egipto, incluyendo a Moisés, Aarón y María, murieron en el desierto bajo el juicio de Dios. Además, la Biblia nos dice que Dios hizo que los miles que desobedecieron quedaran postrados en el desierto. Ésta fue la manera en que Dios ejerció Su juicio.
No debemos pensar que Dios juzga solamente a malhechores, tales como Hitler y Stalin. Dios también juzga a Su propio pueblo. Según 4:17, el juicio gubernamental de Dios comienza por Su propia casa: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?”. Esta palabra se refiere al gobierno de Dios.
¿Con qué propósito ejerce Dios Su juicio gubernamental? Dios juzga a fin de depurar el universo que Él creó. Dios creó el universo para que cumpliera un propósito muy positivo, pero Satanás intervino y lo contaminó. Ahora, Dios está depurando el universo por medio de Sus juicios. Él está realizando una limpieza completa de todo el universo. Finalmente, el universo vendrá a ser nuevo. ¿Sabe usted cuál es el significado principal de los cielos nuevos y la tierra nueva mencionados en 2 Pedro 3? El significado es que ello alude a la novedad del universo de Dios.
Dios no está dispuesto a vivir ni a morar en un lugar que esté inmundo. Ésta es la razón por la cual Dios está depurando y purificando el universo. Primero Él nos purifica a nosotros, Su casa. Es aquí donde Dios ahora concentra Su obra de purificación. Probablemente usted en ocasiones se haya preguntado: “¿Por qué será que cuanto más amo al Señor Jesús, más dificultades me sobrevienen? A mis familiares les va bien en todo y en todo prosperan. En cambio, mi situación parece empeorar cada vez más”. Algunos santos tienen problemas de salud, mientras que otros no saben qué hacer con sus hijos. La razón por la cual experimentamos tantas dificultades es que el juicio de Dios comienza por Su propia casa. Usted y yo estamos bajo el juicio de Dios.
La razón por la cual se escribieron las dos epístolas de Pedro, y en especial la primera, fue que los creyentes judíos que habían sido dispersados, estaban sufriendo persecución. Ellos estaban pasando por una prueba de fuego. Pedro comparó esta persecución con el fuego de un horno. Debido a que los creyentes estaban turbados y quizás comenzaban a dudar, Pedro les escribió para darles algunas instrucciones y también para consolarlos. En 5:10 él dice: “Mas el Dios de toda gracia, que os llamó a Su gloria eterna en Cristo Jesús, después que hayáis padecido un poco de tiempo, Él mismo os perfeccione, confirme, fortalezca y cimiente”. Aquí Pedro parecía decirles a los creyentes que no debían dudar, ya que era Dios quien los estaba perfeccionando. De la misma manera en que se cortan las piedras para que puedan ser acopladas y formar parte de un edificio, también es necesario que nosotros seamos “cortados” a fin de ser perfeccionados, confirmados, fortalecidos y cimentados. Pedro escribió esto para confortar a los santos que estaban sufriendo y siendo perseguidos; su deseo era mostrarles que todos ellos estaban bajo el gobierno de Dios. Dios ejerce Su gobierno primeramente sobre Sus propios hijos.
Por consiguiente, el tema de 1 Pedro es: La vida cristiana bajo el gobierno de Dios. El tema de 2 Pedro es un poco diferente; dicho tema es: La provisión divina y el gobierno divino. Pedro nos muestra en su segunda epístola que Dios no sólo ejerce Su gobierno sobre nosotros, no sólo rige sobre nosotros, sino que además nos provee todo lo que necesitamos. Dios nos provee de todo lo necesario para que podamos llevar una vida santa, una vida cristiana, bajo Su gobierno.