Mensaje 33
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Lectura bíblica: 1 P. 5:5-9
En este mensaje empezaremos a estudiar 1 Pedro 5:5-11, una sección que trata sobre la poderosa mano de Dios y su meta. Examinaremos 5:5-9 versículo por versículo.
El versículo 5 dice: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, ceñíos de humildad en el trato mutuo; porque Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia”. Una vez más Pedro usa la palabra “igualmente”. En este versículo, la palabra “igualmente” debe de referirse a lo que Pedro dijo anteriormente acerca de la sumisión o sujeción (2:18; 3:1). Las mujeres deben estar sujetas a sus propios maridos, y los siervos, a sus amos. Como hemos señalado, los maridos, al menos en cierta medida, deben también sujetarse a sus esposas. Ahora, en 5:5, Pedro dice que en la vida de iglesia los jóvenes deben sujetarse a los ancianos.
Aunque la palabra griega traducida “ancianos” en el versículo 5 es la misma que se usa en el versículo 1, en principio debe de referirse a todos los hombres de más edad. Esto quiere decir que los jóvenes no solamente deben estar sujetos a los ancianos de la iglesia, sino a todos los hermanos de más edad. Yo creo que este mismo principio se aplica con respecto a que las hermanas jóvenes deben estar sujetas a las de más edad.
En 5:5 Pedro dice que todos nosotros debemos ceñirnos de humildad en el trato mutuo. Todos los que formamos parte de la iglesia, incluyendo a los ancianos, debemos ceñirnos de humildad. En 1:13 Pedro nos exhorta a que ciñamos los lomos de nuestra mente, pero aquí nos da a entender que debemos ceñir todas las partes de nuestro ser.
La palabra griega traducida “ceñíos” en este versículo se deriva de un sustantivo que denota el delantal que usaba un esclavo, el cual ceñía sus vestiduras para que no estuvieran sueltas mientras servía. En este contexto se usa en sentido figurado y significa vestirse de la virtud de humildad para servir. Evidentemente este sentido figurado surgió de la impresión que Pedro recibió cuando el Señor se ciñó con una toalla al humillarse para lavarles los pies a los discípulos, en particular a Pedro (Jn. 13:4-7).
Hoy en día, los carpinteros y los tipógrafos suelen usar delantales mientras trabajan. En la antigüedad, la gente usaba vestiduras sueltas. Debido a que estas vestiduras dificultaban el trabajo, los esclavos se ceñían con un delantal. Pedro usó esta metáfora para indicar que en la vida de iglesia todos tenemos que aprender a ceñirnos. No debemos comportarnos descuidadamente de ninguna manera. Si nos comportamos descuidadamente, automáticamente nos volveremos soberbios. Debemos ceñirnos de humildad. Si nos ceñimos de humildad, seremos personas humildes y cuidadosas, y no nos conduciremos descuidadamente. En la vida de iglesia todos debemos ponernos el delantal de humildad.
Según las palabras de Pedro, debemos ceñirnos de humildad “porque Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia”. La palabra griega traducida “resiste” es bastante enfática, y denota un ejército que se prepara para resistir al enemigo. Pedro usó esta palabra para mostrar la firmeza con que Dios resiste a los soberbios.
La palabra griega traducida “soberbios” en el versículo 5 literalmente significa hacer alarde por encima (de otros). Ser soberbios significa demostrar a los demás que somos superiores a ellos. Dios resiste a aquellos que se exaltan por encima de los demás y se consideran mejores que ellos. En vez de ser soberbios y altivos, debemos ceñirnos con el delantal de humildad. Ponernos tal delantal siempre nos hará descender y adoptar una actitud humilde.
Pedro dice que Dios no sólo resiste a los soberbios, sino que a los humildes da gracia. Hablando con propiedad, esta gracia se refiere al propio Dios Triuno como provisión de vida, la cual es multiplicada en el creyente humilde. Hemos visto que la gracia multiplicada (1:2) corresponde a la multiforme gracia (4:10) y a la expresión “toda gracia” (5:10). Si bien los creyentes han recibido la gracia inicial, es necesario que dicha gracia sea multiplicada en ellos para que puedan participar de toda gracia. La multiforme gracia de Dios, como también “toda gracia” en 5:10, es la rica provisión de la vida divina, la cual no es otra cosa que el Dios Triuno ministrado a nosotros en muchos aspectos (2 Co. 13:14; 12:9). Dios se da a Sí mismo como gracia, como provisión de vida, a los creyentes humildes.
La palabra griega traducida “humildes” en 5:5 implica asumir una posición baja como se ve en Mateo 11:29 donde el Señor Jesús se describe a Sí mismo como “manso y humilde de corazón”. Ser soberbio es ser altivo, mientras que ser humilde es asumir una posición baja. Si queremos ser humildes en la vida de iglesia, debemos asumir una posición baja. En vez de enaltecernos, debemos humillarnos continuamente. Entonces estaremos en la posición adecuada para recibir al Dios Triuno como nuestro suministro de vida; es decir, recibiremos la gracia que Dios da a los creyentes humildes.
En el versículo 6 Pedro dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo”. En el griego, la palabra “humillaos” está en voz pasiva, lo cual indica que Dios nos hace humildes, principalmente por medio de los sufrimientos en la persecución (v. 10). Sin embargo, esto exige que nosotros cooperemos con la operación de Dios, esto es, que estemos dispuestos a humillarnos bajo la poderosa mano de Dios. De ahí que se nos diga: “Humillaos”. Así que, mientras Dios opera en nosotros, es necesario que también nosotros estemos dispuestos a permitirle operar en nosotros. En esto consiste estar dispuestos a ser sometidos bajo la mano de Dios, la cual es poderosa para hacerlo todo a nuestro favor.
Dios puede usar la persecución para hacer que nos humillemos. De hecho, cualquier clase de sufrimiento puede ser usado por Dios para este propósito. Es posible que cuando nos suceden cosas buenas, nos enorgullezcamos; pero el sufrimiento o la persecución pueden ayudarnos a ser humildes. Por ejemplo, es posible que un hermano sea humillado como resultado de haber perdido su empleo. Un estudiante puede ser humillado al recibir notas muy por debajo de lo esperado. Si dicho estudiante recibe una nota alta, tal vez se sienta un poco enaltecido. Pero si recibe una nota baja, será humillado.
También en nuestra vida familiar podemos tener la experiencia de ser humillados. Si los padres tienen hijos brillantes, es posible que se vuelvan orgullosos. Pero si sus hijos les causan problemas o dificultades, esto los hará humillarse. Asimismo, si el padre de un hermano joven ocupa un cargo muy importante en su trabajo, es posible que este hermano joven se vuelva orgulloso. Supongamos que el padre de este joven fuera el presidente de una empresa o el rector de una gran universidad. Sin duda alguna, este hermano se sentiría muy orgulloso del cargo que ocupa su padre. Pero supongamos que en vez de ello su padre hiciera trabajos de limpieza y tuviera un nivel educativo muy bajo. Esto podría hacer humilde a este hermano joven. Él sería humillado por el hecho de que su padre no tiene una posición alta.
Quisiera recalcar que en el versículo 6 Pedro dice “humillaos”. Por nosotros mismos no podemos humillarnos; en vez de ello, necesitamos que Dios nos haga humildes. No obstante, para lograr que nos humillemos, Dios requiere que nosotros cooperemos con Su operación. Esto significa que tenemos que estar dispuestos a ser humillados, a permanecer bajo la poderosa mano de Dios.
Podríamos decir que “humillaos” implica una acción tanto de parte de nosotros como de Dios. Por un lado, nosotros debemos estar dispuestos a humillarnos, y por otro, Dios opera para hacer que nos humillemos. Aunque la mano de Dios es poderosa para hacer por nosotros todo lo que necesitamos, Su mano aún requiere nuestra cooperación. La operación de Dios requiere nuestra cooperación. De ahí que en griego la palabra traducida humillaos esté tanto en voz activa como pasiva.
Pedro dice que si nos humillamos bajo la poderosa mano de Dios, Él nos exaltará a su debido tiempo. Ser sumisos bajo la poderosa mano de Dios, es decir, estar dispuestos a ser humillados, significa tomar el camino de honrar a Dios, lo cual le permite exaltarnos cuando Él lo determine. Estar dispuestos a ser humillados por la mano de Dios, la cual nos disciplina, es un requisito para que podamos ser exaltados por Su mano cuando Él nos glorifique. Por tanto, aquí se nos habla del camino que honra a Dios y de la mano de Dios, la cual, por un lado, hace que nos humillemos, y, por otro, nos exalta. Nuestra actitud es lo que determina si Dios tendrá que hacer que nos humillemos o si habrá de exaltarnos. En otras palabras, es posible que nosotros escojamos un camino que obligue a Dios a humillarnos, o que optemos por otro camino, el camino que honra a Dios, lo cual le facilitará a Dios exaltarnos a Su debido tiempo. Las palabras “a su debido tiempo”, halladas en el versículo 6, se refieren al tiempo en que Dios considera propicio exaltarnos.
En el versículo 7 Pedro dice: “Echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él se preocupa por vosotros”. La palabra echando significa “lanzando”, es decir, “encomendando”, “entregando”. El tiempo verbal denota un acto realizado una vez por todas. Las palabras “toda vuestra ansiedad” indican que debemos echar sobre el Señor la totalidad de la ansiedad que hayamos acumulado a lo largo de nuestra vida. Debemos aprender a echar la carga de nuestra ansiedad sobre Dios. Tal vez ahora la carga esté sobre nuestros hombros, pero debemos, más bien, ponerla sobre los hombros de Dios.
Aunque el verbo echando indica un acto que se realiza una vez por todas, es probable que, debido a que somos débiles, tengamos que echar nuestras ansiedades sobre Dios una y otra vez. A veces echamos nuestras ansiedades sobre Él sólo para retomarlas secretamente poco después. Ésta ha sido mi experiencia. Después de haber echado mi ansiedad sobre el Señor, me daba cuenta unos días después que había vuelto a echar esta ansiedad sobre mis hombros, y tenía que orar: “Oh Señor, perdóname por haber retomado esta ansiedad. Una vez más echo mis ansiedades sobre Ti”.
A veces he tenido que decirle al Señor: “Señor, no sólo echo sobre Ti mi ansiedad de hoy, sino todas las ansiedades que pienso que tendré en el futuro. Señor, preveo que tendré muchas ansiedades. Todas esas futuras ansiedades te las entrego ahora mismo”.
La palabra griega traducida “ansiedad” también significa inquietud, preocupación. Los sufrimientos que los creyentes experimentan al ser perseguidos les causan inquietud y ansiedad. Así que no solamente es necesario que ellos se humillen, que sean despojados de su orgullo, de su altivez, sino que también echen sobre Dios su vida junto con las ansiedades que ella conlleva, porque Él no sólo es poderoso y justo, sino también amoroso y fiel con ellos.
La manera en que la ansiedad viene a nosotros es muy semejante a como aterrizan los aviones en un aeropuerto de mucho tráfico. Si observan los aviones cuando se preparan para aterrizar, verán que ellos vienen uno tras otro. A veces aterrizan en pares, y otras veces en fila, uno tras otro. La ansiedad puede dar vueltas a nuestro alrededor al igual que un avión da vueltas sobre el aeropuerto, esperando el momento oportuno para aterrizar.
Los hermanos que tienen familia por lo general experimentan más ansiedad que los solteros. Por ejemplo, es probable que un hermano soltero tenga mucho menos ansiedad que un hermano que es casado y tiene varios hijos. La preocupación que el hermano casado siente por su esposa y por sus hijos le hace estar ansioso. Primero, su esposa se convierte en una fuente de ansiedad, y luego cada uno de sus hijos, a medida que nacen, le proveen más razones para estar ansioso. Aún más, las causas de su ansiedad pueden aumentar a medida que sus hijos crecen, se casan y tienen sus propios hijos, pues aun los nietos vienen a ser un motivo de ansiedad.
De la misma manera, nuestros bienes o posesiones materiales pueden también ser causa de ansiedad. Si usted es dueño de una casa, tal vez sienta ansiedad con respecto al cuidado de esa casa. Y si tiene una segunda casa, también se sentirá ansioso por esa casa. Podemos decir lo mismo acerca de los depósitos bancarios; es decir, el dinero que usted tenga en el banco también puede convertirse en un motivo de ansiedad. Por experiencia puedo testificar que mientras más cosas poseo, más ansiedades tengo, más “aviones” de ansiedad circulan sobre mi cabeza.
Todos debemos aprender a echar toda nuestra ansiedad sobre el Señor. Si no echamos nuestra ansiedad sobre Él, no tendremos paz. Quizás los niños menores de cuatro años de edad no tengan ninguna ansiedad. Pero a medida que crecemos, más ansiedades tenemos, ya que habrá más aviones de ansiedad esperando aterrizar en nuestro “aeropuerto”. ¿Qué debemos hacer entonces? Aunque no es fácil, debemos echar nuestra ansiedad sobre el Señor. Si descubrimos que hemos vuelto a tomar la misma ansiedad que le habíamos entregado al Señor, debemos volverla a echar sobre Él.
La razón por la que podemos echar toda nuestra ansiedad sobre el Señor es que “Él se preocupa” por nosotros. Las palabras “Él se preocupa por vosotros” también se podrían traducir: “A Él le interesa lo que a vosotros os pasa”. El Dios que disciplina y juzga, ama a los creyentes y se preocupa por ellos, especialmente por los que son perseguidos. Él cuida de ellos fielmente; por ende, ellos pueden echar sobre Él su ansiedad, especialmente cuando son perseguidos.
En el versículo 8 Pedro dice: “Sed sobrios, y velad. Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”. Ser sobrio significa tener una mente clara y sobria y dominio propio, para saber, especialmente como se revela en este capítulo, cuál es el propósito de Dios al disciplinarnos y cuáles son las estratagemas de Su enemigo en su propósito de destruirnos.
Si no echamos toda nuestra ansiedad sobre el Señor, nos será difícil ser sobrios. Muchos santos se sienten confusos debido a la ansiedad. Si no nos deshacemos de nuestras ansiedades, no podremos tener una mente sobria. En vez de ser sobrios, nos encontraremos bajo una densa nube de confusión y no tendremos ningún sentido de dirección. Si nuestra mente es perturbada por la ansiedad, no podremos ser sobrios. Nuestros pensamientos no serán claros, sino confusos y desordenados. Si ésta es la condición de nuestra mente, nos será difícil escuchar la palabra del Señor. La ansiedad también puede llevarnos a hablar de forma insensata. Por consiguiente, si queremos ser sobrios, tenemos que echar nuestra ansiedad sobre el Señor.
Según lo que Pedro dice en 5:8, también debemos velar. Velar consiste en estar alerta como en una batalla, como soldados que están en territorio desconocido. La ansiedad es un enemigo muy sutil. Muchas veces la ansiedad no es otra cosa que la encarnación misma de Satanás. Por tanto, debemos velar y no permitir que la ansiedad nos invada. La defensa de un país requiere mucha vigilancia. Los que trabajan en el ministerio de defensa permanecen siempre alerta, para que ningún enemigo invada el país. Éste era el concepto de Pedro cuando nos instó a ser sobrios y velar.
Pedro escribió el versículo 8 según su experiencia. Si bien es cierto que Pedro no recibió una educación muy alta, él era muy rico en términos de su experiencia. Él fue llamado por el Señor siendo aún muy joven. Después de la resurrección del Señor, Pedro aprendió mucho en el Espíritu. Antes de la resurrección de Cristo, Pedro había oído y visto muchas cosas, pero carecía de la capacidad para interpretarlas y entenderlas correctamente. Sin embargo, después de la resurrección del Señor, el Espíritu vino para estar dentro de Pedro y sobre él, y él empezó a entender lo que había experimentado durante los tres años y medio que estuvo con el Señor. Así, pues, Pedro era un hombre de mucha experiencia. Sus escritos se basan no solamente en la doctrina, sino también en la experiencia. Fue debido a su experiencia que Pedro pudo exhortar a los santos a que fueran sobrios y velaran.
Como hemos dicho, la palabra velar implica un combate. Estamos en medio de una guerra, y tenemos que ser vigilantes. No dejen que el enemigo actúe. La ansiedad es un enemigo muy sutil. A menudo el diablo se disfraza de ansiedad o se oculta detrás de ella. Si le dan cabida a la ansiedad, le estarán dando cabida a Satanás, el diablo. Por lo tanto, ustedes deben velar. El Señor Jesús también les encargó a Sus discípulos que velaran y oraran (Mt. 26:41). Debemos velar y estar alertas.
Debemos velar porque nuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. Literalmente, la palabra adversario en el griego significa “oponente” (como en un litigio). Aquí se refiere a Satanás, quien es nuestro acusador (Ap. 12:9-10). La palabra griega traducida “diablo”, diábolos, significa acusador, calumniador. El diablo, quien es Satanás, nos acusa delante de Dios y nos calumnia delante de los hombres.
El diablo, el adversario, mencionado en el versículo 8, está relacionado con la ansiedad del versículo 7. Si damos cabida a la ansiedad, también estaremos dando cabida al adversario, al diablo. De hecho, podríamos afirmar que la ansiedad del versículo 7 es el adversario del versículo 8.
Un adversario es diferente de un enemigo. Un enemigo es un oponente objetivo a nosotros, externo a nosotros, mientras que un adversario es un oponente subjetivo, un oponente que está dentro de nosotros. Satanás no es solamente un enemigo que está fuera de nosotros, sino también el adversario que está dentro de nosotros. La ansiedad es una de las formas en las que se presenta el diablo, nuestro adversario. Cada vez que nos sintamos ansiosos o preocupados, debemos decir: “Satanás, estás descubierto. Esta ansiedad en realidad eres tú mismo. No intentes esconderte. Sé quién eres. Esto no es ansiedad sino tú mismo, el diablo. ¡Aléjate de mí, Satanás!”.
Según el contexto, la ansiedad en realidad es el diablo. El diablo viene a atacarnos vestido de ansiedad; él finge ser ansiedad. Por consiguiente, tenemos que estar alertas y velar.
En el versículo 8 Pedro también dice que el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. La palabra rugiente indica que este león, el diablo, ruge de hambre. Las palabras “anda alrededor” denotan la actividad constante y agresiva del diablo al buscar la presa. Hay un proverbio que dice que el diablo nunca duerme. Él siempre anda ocupado y se muestra agresivo, buscando a quien devorar.
Aquí Pedro les da una advertencia a los creyentes que sufren persecución. Si ellos no se humillan bajo la poderosa mano de Dios ni echan su ansiedad sobre Dios, serán devorados por el león rugiente, el diablo, su adversario. Esto nos enseña que la soberbia y la ansiedad nos convierten en una apetitosa presa que satisface el hambre del león rugiente. Sin duda alguna, Pedro no podía olvidar la advertencia que el Señor le había dado con respecto a la intención del diablo (Lc. 22:31).
Lo que Pedro escribe en el versículo 8 es muy sencillo, breve y preciso. Todos tenemos algo que aprender de él, especialmente en cuanto a cómo testificar. Algunos de nuestros testimonios son historias largas, llenas de detalles innecesarios. En nuestras reuniones, en vez de contar historias largas debemos dar testimonios que sean breves y al punto. A menudo esta clase de testimonio resulta más eficaz.
En el versículo 9 Pedro dice: “Al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en la hermandad vuestra que está en el mundo”. Resistir aquí no consiste en oponernos ni luchar, sino en estar firmes, como una roca, sobre la base de nuestra fe delante del diablo rugiente. En este versículo “la fe” alude a nuestra fe, es decir, a la fe subjetiva de los creyentes, a la fe en el poder protector de Dios y en la preocupación nacida de Su amor.
En el versículo 9 Pedro dice que los mismos padecimientos se van cumpliendo en la hermandad nuestra que está en el mundo. Según el contexto de este capítulo y del anterior, éstos son padecimientos relacionados con la persecución. Hemos visto que la hermandad se refiere al conjunto de los hermanos, a los hermanos como una familia, según el sentimiento de fraternidad (2:17).
La ansiedad de la que se habla en 5:7 está relacionada con la persecución. Cuando los santos están siendo perseguidos, se vuelven ansiosos, no sabiendo qué les acontecerá. Esta ansiedad, esta preocupación, puede hacerlos dudar del evangelio que han escuchado, y podría tener un efecto negativo en su fe. Por esta razón, Pedro encarga a los creyentes que resistan al diablo, permaneciendo firmes en la fe, es decir, firmes en su fe. En vez de dudar de lo que hemos creído, debemos permanecer firmes en nuestra fe, sabiendo que los mismos padecimientos relacionados con la persecución se van cumpliendo en la hermandad que está por todo el mundo.