Mensaje 15
Lectura bíblica: 2 R. 8:16-29; 9:1-37; 10:36
Hemos recalcado claramente que la historia del Antiguo Testamento está estrechamente relacionada con la economía de Dios en tipología. Si leemos los libros históricos del Antiguo Testamento sin conocer la tipología, seguramente no los entenderemos. En 2 Reyes vemos que dos personas: Eliseo y Jezabel, tipifican ciertas realidades neotestamentarias. Eliseo era una persona muy agradable, pero Jezabel era muy mala. En este mensaje, que tratará de los reinados de Joram y de Ocozías sobre Judá y del reinado de Jehú sobre Israel, veremos cómo es destruida Jezabel.
Tanto en la tipología del Antiguo Testamento como en el cumplimiento, en el Nuevo Testamento, se habla de Jezabel. La maldad de Jezabel, una persona aborrecible, es idéntica a la maldad de Satanás. Ella envenenó, estafó, cegó y usurpó a mucha gente.
La Jezabel del Antiguo Testamento era un tipo o sombra. Es importante que veamos quién es Jezabel en la realidad del Nuevo Testamento. Ella era la esposa pagana de Acab y tipificaba a la iglesia apóstata. El cristianismo es la religión más predominante de la tierra, y la parte principal de dicha religión la compone la Jezabel actual, o sea, la Iglesia Católica Romana. En Apocalipsis 2:24, el Señor Jesús declaró que Jezabel enseña “las profundidades de Satanás”. Y en Mateo 13:33, esta misma mujer mezcló levadura, el elemento de Satanás, con la harina fina, que representa al Señor Jesús como la ofrenda de harina que satisface a Dios y a los hombres. Jezabel, la iglesia apóstata, ciertamente enseña la deidad de Cristo, pero ha añadido mucha levadura a esta enseñanza. Por lo tanto, con Jezabel tenemos una pequeña parte de verdad y una gran parte de levadura, y son numerosas las personas y los países que se encuentran bajo su influencia. En Apocalipsis 17, esta mujer es la gran ramera que mezcla abominaciones con las cosas divinas.
Vayamos a 2 Reyes 8:16—10:36 y leamos el relato de lo que le sucedió a Joram, Ocozías, Jehú y Jezabel.
En 8:16-24a vemos el reinado de Joram sobre Judá.
A la edad de treinta y dos años, Joram empezó a reinar, en el quinto año de Joram, hijo de Acab, rey de Israel, mientras su padre Josafat era rey de Judá, y reinó ocho años en Jerusalén (vs. 16-17).
Joram se casó con la hija de Acab y anduvo en el camino de los reyes de Israel, al igual que los de la casa de Acab. Aunque era rey sobre Judá, anduvo en el camino de los reyes de Israel debido a su relación con la casa de Acab y a la influencia que recibió de ésta. Al igual que casi todos los reyes anteriores, hizo lo malo delante de Jehová (v. 18).
Leamos el versículo 19: “Con todo eso, Jehová no quiso destruir a Judá, por amor a David su siervo, porque había prometido darle lámpara a él y a sus hijos perpetuamente”. Esto indica que Joram merecía que Dios lo destruyera, pero Jehová no quiso destruir a Judá porque había prometido que daría lámpara a David y a sus hijos.
Anteriormente, los edomitas no tenían rey, pero pusieron rey sobre ellos y se rebelaron contra el dominio de Judá (v. 20). Joram, con todos sus carros, peleó contra Edom, pero su pueblo huyó a sus tiendas (vs. 21-22a).
Durante el mismo tiempo, Libna también se rebeló (v. 22b).
Joram murió y fue sepultado con sus padres en la ciudad de David (vs. 23-24a).
En 8:24b-29; 9:14b-16 y 21-29 leemos acerca del reinado de Ocozías sobre Judá.
A la edad de veintidós años, Ocozías hijo de Joram empezó a reinar sobre Judá, en el año doce de Joram hijo de Acab, rey de Israel. Ocozías reinó un año en Jerusalén (8:24b-26; 9:29).
Ocozías anduvo en el camino de la casa de Acab e hizo lo malo ante Jehová, al igual que los de la casa de Acab, porque él era yerno de la casa de Acab (8:27).
Ocozías se unió a Joram hijo de Acab, rey de Israel, para luchar contra Hazael rey de Siria. Joram fue herido por los sirios y Ocozías lo visitó en su enfermedad (vs. 28-29; 9:14b-16).
Ocozías se unió a Joram para enfrentarse a Jehú, el cual se había rebelado. Pero Ocozías recibió una herida fatal de mano de Jehú y fue sepultado en la ciudad de David (vs. 21-28).
En 2 Reyes 9:1—10:36 se narra el reinado de Jehú sobre Israel. Jehú fue usado por Dios como ejecutor de justicia, para ejecutar juicio sobre toda la casa de Acab.
El profeta Eliseo dijo a uno de los hijos de los profetas que tomara un frasco de aceite, lo derramara sobre la cabeza de Jehú y declarara que Jehová lo había ungido por rey sobre Israel. El joven hizo como Eliseo le había mandado y ungió a Jehú, declarando que Dios le había hecho rey sobre el pueblo de Jehová, Israel. Entonces, el hijo de los profetas dijo a Jehú que Dios le había mandado herir la casa de Acab su señor a fin de que Dios vengara la sangre de Sus siervos los profetas y la sangre de todos Sus siervos, de la mano de Jezabel. El declaró que toda la casa de Acab perecería, que todo varón de entre sus descendientes sería destruido, que la casa de Acab sería como la casa de Jeroboam hijo de Nabat y como la casa de Baasa hijo de Ahías, y que Jezabel sería comida por los perros y no habría quién la sepultase (9:1-10).
Jehú fue reconocido y proclamado rey por los siervos de su señor Joram, rey de Israel (vs. 11-13).
Jehú se rebeló contra Joram, rey de Israel, lo mató y lo arrojó en el campo de Nabot, como cumplimiento de la profecía de Dios de que El iba a venganza la sangre de Nabot y la sangre de sus hijos. Nabot y sus hijos, ciudadanos inocentes, fueron matados por Jezabel. Su sangre estaba continuamente ante Dios, y Dios buscaba venganza. Jehú también hirió de muerte a Ocozías rey de Judá (vs. 14-27). En esto vemos que para disfrutar de la buena tierra, el pueblo de Dios debe mantenerse en una condición justa y recta.
Jehú ejecutó el juicio de Dios sobre Jezabel (vs. 30-37) al mandar que los eunucos la echaran por la ventana. Los eunucos respondieron rápidamente al mandato de Jehú, lo cual indica que ellos habían odiado a esta mujer maligna durante mucho tiempo pero que no habían podido hacer nada en su contra. Parte de su sangre salpicó la pared y los caballos, y Jehú la atropelló. Cuando fueron para sepultarla, no hallaron más de ella que la calavera, los pies y las palmas de sus manos. Esto cumplió la profecía que Dios había dicho de ella, según la cual los perros comerían su carne y su cadáver sería como el estiércol sobre la faz de la tierra en la heredad de Jezreel, de manera que nadie pudiese decir: “Esta es Jezabel” (v. 37).
Apocalipsis 17 muestra el fin de la verdadera Jezabel, la gran ramera, la apóstata Iglesia Católica Romana. Cuando el Anticristo y sus diez reyes persigan las religiones de la tierra, comerán la carne de Jezabel y la quemarán totalmente (v. 16).
Jehú también mató a los setenta hijos de Acab (2 R. 10:1-11). El propuso a los gobernadores de Jezreel, a los ancianos y los ayos de los hijos de Acab que escogieran a uno de los hijos de Acab como sucesor del trono para que peleara por la casa de Acab (vs. 1-3). El mayordomo, el gobernador de la ciudad, los ancianos y los ayos de los hijos de Acab, se rebelaron contra los setenta hijos de Acab y los mataron y enviaron sus cabezas a Jehú, y éste mató a todos los príncipes, familiares y sacerdotes de Acab hasta que no quedó ninguno (vs. 4-11).
Los versículos 12-14 revelan que Jehú mató a los hermanos de Ocozías rey de Judá.
Luego, conforme a la palabra de Jehová, que había hablado por medio de Elías, Jehú mató a todos los que habían quedado de Acab en Samaria (vs. 15-17).
Jehú mató astutamente a todos los profetas de Baal, a todos sus siervos, sacerdotes y adoradores. Luego, quemó las estatuas de la casa de Baal y derribó la casa de Baal, la cual se convirtió en letrinas, y así desarraigó a Baal de Israel (vs. 18-28).
Aunque Jehú hizo cosas rectas y agradables delante de Dios, no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, con los cuales hizo pecar a Israel, es decir, los becerros de oro que estaban en Bet-el y en Dan (vs. 29, 31).
En el versículo 30, Jehová habló a Jehú, declarando: “Por cuanto has hecho bien ejecutando lo recto delante de mis ojos, e hiciste a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en mi corazón, tus hijos se sentarán sobre el trono de Israel hasta la cuarta generación”. Esto indica también que para disfrutar de la buena tierra, debemos ser rectos. El disfrute que tenemos de Cristo, nuestra buena tierra, depende de lo que somos y de cuán rectos somos.
En aquellos días, Jehová empezó a cercenar el territorio de Israel por medio de Hazael, quien los derrotó por todas sus fronteras (vs. 32-33).
Después de reinar sobre Israel veintiocho años en Samaria, Jehú durmió con sus padres y fue sepultado en Samaria, y su hijo Joacaz reinó en su lugar (vs. 34-36).