Mensaje 13
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1 SAMUEL 16—2 SAMUEL 1
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Lectura bíblica: 1 S. 18; 1 S. 19; 1 S. 20
Cuando leemos la Biblia, no debemos interpretarla a la ligera. Debemos conocer los principios que la gobiernan y permitir que el Señor nos guíe, para evitar darle una interpretación inadecuada. Al estudiar los libros históricos de la Biblia, debemos ser pobres en espíritu y tener un espíritu que busca al Señor. Debemos orar: “Señor, no entiendo este pasaje de la Palabra, pero Tú conoces su interpretación; Señor, revélamelo”. Esta debe ser nuestra oración mientras seguimos estudiando la historia de David, a quien Dios preparó para que fuese un hombre según Su corazón.
Saúl perseguía y afligía a David. El fue el origen de casi todas las tribulaciones que le sobrevinieron a David. Sin embargo, junto con las tribulaciones, las cuales en realidad le acontecieron por intervención divina, Dios hizo provisión para él, y le preparó a Jonatán, el hijo de Saúl, el cual amó mucho a David (18:1-5).
Jonatán amó a David como a sí mismo (vs. 1b, 3b). Mientras el padre perseguía a David y complotaba su muerte, el hijo lo amaba a lo sumo. Da la impresión de que había discordia en la familia por causa de David; el padre lo odiaba y el hijo lo amaba. Si Dios no hubiese provisto a Jonatán de esta manera, David difícilmente habría soportado los sufrimientos que Saúl le ocasionó. David pudo pasar por estas pruebas debido principalmente a la ayuda que Jonatán le proporcionó. Con esto vemos que cuando pasamos por las pruebas que Dios nos envía, El sabe que necesitamos ser suministrados. Por una parte, están las tribulaciones; por otra, la provisión que Dios nos envía para apoyarnos y sostenernos en medio de ellas.
Jonatán y David hicieron pacto; algo que debían guardar y cumplir totalmente (v. 3a).
Con el objetivo de equipar a David, Jonatán le dio su manto, sus ropas, su espada, su arco y su talabarte (v. 4).
Saúl tomó a David y no le permitió volver a la casa de su padre (v. 2). Esto indica nuevamente que Dios había preparado todos los detalles que rodeaban a David.
La clave del éxito de David era su sabiduría. El se condujo con prudencia desde su juventud. Por ejemplo, cuando su hermano mayor lo censuró por haber venido al campamento de los israelitas, su respuesta (17:29) manifiesta que él estaba consciente de que Dios tenía un propósito, para lo cual lo había preparado y enviado. Dios lo había puesto soberanamente en el campo para cuidar ovejas, y usó el ataque del león y del oso para adiestrarlo, prepararlo y equiparlo para que matara a Goliat. No era nada insignificante el que un adolescente matara un león y un oso. Su juventud estaba llena de experiencias las cuales le daban la seguridad de que vencería a Goliat. David también era muy sabio cuando hablaba y confrontaba a la gente.
Puesto que David se portaba prudentemente, Saúl lo puso sobre los hombres de guerra, y esto fue acepto a los ojos de todo el pueblo y a los ojos de los siervos de Saúl (18:5b). Todo lo que Saúl concedía a David contribuía a que éste ganara el favor del pueblo.
En 18:6-9, vemos que Saúl tenía celos de David.
Saúl tuvo celos de David después de que éste regresa de matar a los filisteos (v. 6a).
Cuando David regresó después de matar a los filisteos, las mujeres salieron de todas las ciudades de Israel al encuentro de Saúl cantando: “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles” (v. 7). Cuando Saúl oyó este halago, se enojó en gran manera y dijo: “A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino. Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David” (vs. 8-9). Saúl se enojó con David y tuvo celos de él.
Hoy hay muchos “Saúles” en la vida de iglesia. Posiblemente sintamos celos cuando los demás son aprobados y nosotros no. Por ejemplo, supongamos que usted expresa algo en una reunión y casi nadie le dice amén. Luego, otro hermano habla y él sí recibe muchos aménes. Probablemente usted piense: “¿Por qué este hermano recibe tantos aménes y yo tan pocos?” Si piensa así, esto indica que usted es el Saúl de hoy.
Apliquemos el asunto de los Saúles que hay en la vida de iglesia a la cuestión de nombrar ancianos. Con respecto a la designación de ancianos, debemos ser justos y puros, y no actuar de manera diplomática. Supongamos que en determinada iglesia hay cinco hermanos que presiden, pero ninguno ha recibido un nombramiento oficial. Finalmente, se designa a tres de estos hermanos, ya que los otros dos, aunque son buenos hermanos, no tienen la capacidad de ser ancianos. Esta designación les molesta y se preguntan por qué estos tres hermanos fueron designados ancianos y ellos no. Posiblemente se pregunten por qué si los cinco han laborado juntos para cuidar a la iglesia, a ellos se les hizo a un lado; por qué los otros fueron designados ancianos y no ellos. Estos hermanos deben recibir gracia y poner su carne en la cruz, ya que si no lo hacen, se enfriarán, no seguirán fieles en la vida de iglesia y finalmente se irán de ella.
La carne es el origen de las dificultades que se suscitan en la vida de iglesia; así que debemos eliminarla. Gálatas 5:17 dice: “El deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu contra la carne”. En todo el universo, existe una sola guerra: la guerra entre el hombre y Dios. El hombre que guerrea contra Dios es la carne, y el Dios contra quien guerrea la carne es el Espíritu. Dios es el Espíritu y como tal guerrea contra nuestra carne. Nuestra carne es el verdadero enemigo de Dios. Gálatas 5 no sólo habla de esta guerra, sino que declara también que “los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias” (v. 24). Cristo crucificó la carne, y ahora debemos aplicar esto a nosotros mismos.
David era muy diferente de Saúl y se comportaba en conformidad con el corazón de Dios. El no pensaba en sí mismo; antes bien, a él sólo le interesaba conducirse y laborar para el pueblo y el reino de Dios.
En 1 Samuel 18:10—20:42 vemos la estratagema que Saúl utilizó para matar a David. Saúl tuvo celos de David y tramó matarlo sin manchar su propio nombre.
Saúl intentó matar a David arrojándole una lanza (18:10-11a). Aunque Saúl intentó matarlo, David no hizo nada por vengarse; él sencillamente huyó (v. 11b). Saúl le tenía miedo a David, pues Jehová se había apartado de él y estaba con David. Si Saúl hubiera aprendido a conocer la carne, habría adorado al Señor por haber escogido a David. Se habría dado cuenta de que el Señor era soberano y que El debía ser el que originara las cosas.
Saúl alejó a David de él y le hizo jefe de mil (v. 13). En todas sus campañas, David actuó sabiamente, y Jehová estaba con él. Cuando Saúl vio que David se portaba con prudencia, le tuvo temor (v. 15). Mas todo Israel y Judá amaba a David (v. 16).
Saúl confabula para que los filisteos mataran a David (vs. 17-30). Esta confabulación consistía en darle a David a su hija mayor, Merab, por mujer; sin embargo, Saúl no sostuvo su palabra (vs. 17-19). Cuando Saúl se entera de que su otra hija, Mical, amaba a David, decide dársela por mujer para que le fuese por lazo (v. 21). Saúl convino con David que le daría a Mical en cambio de cien prepucios de filisteos (vs. 22-25). El usa esta estrategia para llevar a cabo su plan de matar a David por mano de los filisteos.
David trajo todos los prepucios a Saúl, y éste le dio a Mical por mujer. Cuando Saúl vio que Jehová estaba con David y que su hija Mical lo amaba, le tuvo más temor y fue su enemigo todos los días (vs. 28-29). Además, cuando salieron a campaña los príncipes de los filisteos, David superó a todos los siervos de Saúl. Así que, se hizo de mucha estima su nombre (v. 30).
Saúl no sólo formó un complot para matar a David, sino que determinó matarlo (19:1-7). El le pidió a su hijo Jonatán y a todos sus siervos que mataran a David.
Jonatán amaba tanto a David que lo protegía (vs. 1b-3). El le dijo que su padre procuraba matarlo, y le prometió que intercedería por él ante Saúl y que lo tendría al corriente de todo.
Jonatán apaciguó a Saúl con respecto a David contándole los hechos maravillosos que éste había hecho por él y por todo Israel (vs. 4-5). Saúl cayó en razón, desistió de matar a David y lo llamó para que estuviera delante de él como antes (vs. 6-7).
Por un tiempo Saúl desistió de matar a David (vs. 8-24; cfr. Sal. 59, título), pero luego lo intentó de nuevo.
Mientras David tocaba el arpa, un espíritu malo de parte de Dios vino sobre Saúl, y éste intentó de nuevo clavar a David contra la pared (vs. 9-10a). Es posible que algunos de los que leen este libro les inquiete el hecho de que un espíritu malo de parte de Jehová haya venido sobre Saúl. Tal vez se pregunten cómo puede suceder semejante cosa. En asuntos como estos, debemos estar conscientes de que Dios es soberano, que todo está bajo Su autoridad y que El usa cualquier medio para llevar a cabo Su plan eterno.
David escapó de la presencia de Saúl con la ayuda de su esposa Mical, hija de éste (vs. 10b-17). La persona a quien Saúl usó como trampa, ayudó a escapar a David.
Al venir a Samuel en Ramá (vs. 18-24), David vino a la fuente correcta para recibir consuelo. En tres ocasiones, Saúl envió mensajeros para prender a David, y en cada una de ellas el Espíritu de Dios vino sobre los mensajeros y éstos profetizaron (vs. 19-21). Entonces Saúl mismo fue a Ramá, y el Espíritu de Dios vino sobre él y lo hizo profetizar, a tal grado que se despojó de sus vestidos y estuvo desnudo todo el día y toda la noche (vs. 22-24).
El capítulo veinte describe la ayuda que brindó Jonatán a David. David rogó a Jonatán que lo protegiera (vs. 1-10), y éste le ayudó a huir de Saúl (vs. 11-41a). Finalmente, David y Jonatán se despiden con un voto de amor (vs. 41b-42a). Y David huye de Saúl (v. 42b), que era lo único que podía hacer.