Mensaje 15
Lectura bíblica: 1 S. 18; 1 S. 19; 1 S. 20; 1 S. 21; 1 S. 22; 1 S. 23; 1 S. 24
Valoro mucho los libros de 1 y 2 Samuel porque contienen muchas historias que presentan lecciones de la vida real. En la extensa sección que habla de las persecuciones y aflicciones que sufrió David por parte de Saúl, se destacan dos puntos: la soberanía de Dios y el hecho de que David aprendió las lecciones de la cruz. En este breve mensaje, mi carga consiste en hablar de estos dos temas.
El primero punto que destaca este pasaje de 1 Samuel es la soberanía de Dios. Es crucial que veamos la soberanía de Dios. Dios es soberano, y como tal está por encima de todo, detrás de todo y en todo.
Por una parte, Dios preparó a David para que fuese un hombre conforme a Su corazón con miras a Su reino; por otra, prepara a Saúl para que perfeccionara a David poniéndolo a prueba y atribulándole. Lo que produjo y preparó a Saúl fue la soberanía de Dios. Sin Saúl, David no habría sido perfeccionado. El padre de David y sus hermanos no le daban mucha importancia, así que lo más que recibió fue un perfeccionamiento limitado a través de su experiencia con el león y el oso. La parte más importante del perfeccionamiento de David se efectuó por medio de Saúl. Bajo la soberanía de Dios, Saúl fue un excelente perfeccionador.
En Su soberanía, Dios no sólo preparó a Saúl para que perfeccionara a David, sino también a Jonatán, el hijo de Saúl, y a Mical su hija, la cual llegó a ser esposa de David. Sin la ayuda de ellos, David no habría soportado las persecuciones y aflicciones que le sobrevinieron por parte de Saúl. El Dios soberano preparó a David, y por el bien de éste, preparó también a Saúl, a Jonatán y a Mical.
El segundo punto que se destaca en esta sección de 1 Samuel es el hecho de que David acepta las lecciones que la cruz enseña.
Pese a que David fue perseguido y sufrió mucho, nunca peleó, reaccionó ni respondió. Usando la expresión neotestamentaria, diríamos que él siempre estuvo bajo la cruz. El llevó la cruz todos los días y en cada circunstancia, sin quejarse, criticar, resistirse, ni condenar; sencillamente permanecía bajo la cruz sufriendo todo tipo de pruebas.
El Nuevo Testamento habla de llevar la cruz, pero ¿quién puede llevarla? Filipenses 3:10 indica que el poder de resurrección de Cristo es la fuerza que nos capacita para llevar la cruz. El que está en nosotros no sólo es el poder de la resurrección, sino también la resurrección misma (Jn. 11:25). El es nuestro Jonatán y nuestra Mical, y a la vez es mucho mayor que ellos. El está muy cerca de nosotros. El Cristo que tenemos está en nosotros y es El quien lleva la cruz por nosotros.
El Nuevo Testamento usa la preposición en para referirse a dos hechos cruciales. La revelación neotestamentaria recalca el hecho de que, por una parte, Cristo está en nosotros (Ro. 8:10; 2 Co. 13:5; Gá. 2:20; 4:19; Col. 1:27) y por otra, nosotros estamos en El (Jn. 14:20; 15:4; Ro. 6:3; 1 Co. 1:30; 2 Co. 5:17; 12:2; Gá. 3:27-28). ¡Qué maravilloso que estamos en Cristo y que Cristo está en nosotros! La entrada de Noé y su familia en el arca, la cual tipifica a Cristo, muestra que hoy podemos entrar en Cristo. No obstante, esta representación tiene sus limitaciones, pues Noé podía entrar en el arca, pero ésta no podía entrar en él. Nosotros no sólo entramos en Cristo, sino que El también entra en nosotros. El vive en nosotros y lleva la cruz por nosotros.
A la vez que aprendía las lecciones de la cruz, David disfrutaba la provisión divina. Jonatán representaba al Cristo que es la provisión que Dios nos brinda, y Mical representaba la provisión de Dios. Vimos que cuando Saúl lo perseguía, David no se resistía, no se quejaba, no condenaba, ni criticaba, lo único que hacía era huir. Por provisión divina, Jonatán y Mical le ayudaron a escapar. Sin ellos, David no habría logrado huir de Saúl (1 S. 20:1-42; 19:11-18). Al final, David “se graduó” de las tribulaciones que Saúl le infligía. Si Dios hubiera evaluado a David, ciertamente le habría dado la calificación más alta.
Bajo la soberanía de Dios, David aprendió las lecciones de la cruz. Debido a esto, él no fue un perdedor, sino un ganador; no fue un sufridor sino uno que disfrutaba. Mientras David ganaba, Saúl perdía y sufría. Esta debe ser nuestra experiencia hoy. Debemos aprender dos lecciones fundamentales: la lección de la soberanía de Dios y la lección de tomar la cruz junto con el poder de la resurrección. Cuando no reaccionamos y permanecemos bajo la cruz, aparentemente sufrimos y perdemos, pero en realidad, ganamos y disfrutamos. Cuanto más aprendamos las lecciones de la soberanía de Dios y a tomar la cruz, más ganaremos y más disfrutaremos.
Debemos leer los libros de 1 y 2 Samuel con la perspectiva de la economía de Dios. En particular, debemos tener el discernimiento de uno que conoce la soberanía de Dios y que ha recibido la gracia de aprender a sufrir bajo la cruz, mientras disfruta de todas las provisiones que nos brinda el Dios Triuno procesado y consumado: el Padre, el Hijo y el Espíritu.
El Nuevo Testamento, aunque contiene la revelación pura, no presenta muchos ejemplos. Sin embargo, los libros históricos del Antiguo Testamento, sobre todo 1 y 2 Samuel, contienen muchas historias que ejemplifican la realidad de la revelación neotestamentaria. Hay muchas lecciones que no las podemos aprender adecuadamente si no tenemos los ejemplos correspondientes. Mientras leemos los relatos presentados en estos libros, debemos orar como Pablo y pedir que “el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria,” nos dé “espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de El” (Ef. 1:17). Con dicho espíritu, podremos ver al Dios Triuno, la cruz de Cristo y el poder de Su resurrección, en el relato que describe las tribulaciones que sufrió David de parte de Saúl.