Mensaje 11
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Lectura bíblica: 1 Ts. 1:1; 2:12; 3:12; 4:7; 5:23-24; 2 Ts. 1:3, 5, 10; 2:13-14, 16; Col. 3:10-11; Ap. 1:11-12
En 1 Tesalonicenses 2:12 leemos: “A fin de que anduvieseis como es digno de Dios, que os llama a Su reino y gloria”. En el mensaje anterior vimos lo que significa andar como es digno de Dios. Veamos ahora, de un modo práctico, lo que significa ser llamados por Dios a Su reino y gloria.
Muchos cristianos —inclusive nosotros mismos— damos por sentado muchas cosas en la Biblia. Por ejemplo, tal vez leamos 2:12 y pensemos que en efecto lo entendemos. Sin embargo, es posible que no entendamos debidamente lo que significa el reino y la gloria de Dios. Por supuesto, tampoco pretendo entender cabalmente 2:12. No obstante, sí tengo cierto entendimiento basado en mi estudio y experiencia. Lo que deseo compartirles acerca del reino y la gloria mencionados en 2:12 se basa principalmente en mi experiencia espiritual.
En este versículo Pablo dice que Dios nos llamó a Su reino y gloria. Sin duda, el reino y la gloria de Dios son la meta de Su llamamiento. Es lamentable que los cristianos piensen que Dios nos ha llamado a una mansión celestial. Dios no nos ha llamado a una mansión celestial, sino a Su reino y gloria.
Según la comprensión de muchos cristianos, la tierra en la actualidad no es el reino de Dios, pero un día el Señor Jesús regresará, tomará posesión de la tierra y establecerá Su dominio sobre ella. Este dominio será el reino de Dios. Muchos de nosotros probablemente tuvimos este mismo concepto acerca del reino de Dios. No digo que esto sea totalmente errado, pero sí puedo afirmar que no es completamente acertado, y que definitivamente es muy superficial.
¿Qué es el reino de Dios? El reino de Dios es Dios mismo manifestado por medio de nosotros. Siempre que expresamos a Dios en nuestro diario andar, eso es el reino. La expresión de Dios mismo, la cual emana desde nuestro interior, es el reino de Dios. Supongamos que un hermano trabaja en una oficina y que algunos de sus colegas se opongan a él por ser creyente. Quizás a ellos les disguste su presencia. No obstante, si él expresa a Dios cada día en la oficina, sus compañeros de trabajo comprobarán que hay algo extraño con respecto a él. Descubrirán que hay algo especial en este hermano. Éste es el reino de Dios, Dios expresado desde el interior de este hermano. Por un lado, tal vez otros se nos opongan, nos critiquen y no estén contentos con nosotros; por otro lado, ellos perciben algo indescriptible con respecto a nosotros. Éste es el reino de Dios como la manifestación Suya por medio de nosotros. ¡Cuán maravilloso sería si todos los cristianos expresaran a Dios! Esta expresión verdaderamente sería el reino de Dios en la tierra.
En los comienzos de mi vida cristiana, entendía 2:12 según la manera tradicional. Pensaba que Dios me había llamado meramente para entrar a Su reino y gloria en el futuro. Mi concepción del reino de Dios y de la gloria de Dios era muy superficial y completamente objetiva. Ésta no era la perspectiva de Pablo con respecto al reino y la gloria de Dios. Si examinamos el contexto de 2:12, podremos ver que ser llamados al reino y a la gloria de Dios está relacionado con el hecho de andar como es digno de Dios. Cuando andamos como es digno de Dios, nuestra presencia traerá cierta atmósfera, la cual es el reino de Dios. Además, donde está el reino de Dios, allí también está la gloria de Dios.
El reino de Dios y la gloria de Dios pueden hacerse manifiestos en nuestra vida matrimonial. Si un hermano y su esposa viven a Dios, andarán como es digno de Dios. Entonces, en su vida matrimonial, se podrá percibir cierta atmósfera. Así, cuando otros sean envueltos en esta atmósfera, espontáneamente sentirán respeto. Éste es el reino de Dios con la gloria de Dios. Si los cristianos hoy en día anduvieran como es digno de Dios, es decir, si anduvieran de una manera que lo exprese a Él, el reino vendría. El reino de Dios sería visto en la tierra.
Como hemos hecho notar en varias ocasiones, la gloria es Dios mismo expresado. Cada vez que el Señor se expresa desde nuestro interior, nos encontramos en una condición que podríamos calificar como gloriosa. Si entráramos en la casa de un hermano mientras éste discute con su esposa, no veríamos allí ninguna gloria. En cambio, si usted visita a un hermano y ve que tanto él como su esposa están brillando, resplandeciendo y fluyendo, verá la expresión de Dios, la gloria de Dios.
Muchos de nosotros podemos testificar que cuando vivimos a Dios y andamos como es digno de Dios, es decir, de un modo que corresponda a Él, hay una atmósfera a nuestro alrededor que no es otra cosa que el reino de Dios. Espontáneamente el Señor es expresado, y esta expresión es la gloria de Dios. El reino y la gloria mencionados en 2:12 nos proveen una explicación más de 1:1, donde se nos dice que la iglesia está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.
En 3:12 Pablo dice: “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros”. La iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo debe estar compuesta de personas que crecen y abundan en amor unos para con otros y para con todos los hombres. No importa cuántos creyentes haya en una iglesia —ya sean cincuenta, quinientos o cinco mil—, todos los santos deben amarse unos a otros. Aun más, ellos deben crecer en este amor y abundar en él. Esta clase de amor ciertamente no procede de nuestra naturaleza humana, pues, como seres humanos caídos que somos, no somos capaces de amar así. Pero la iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo se caracteriza por este amor que crece y abunda. Si verdaderamente somos una iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo, el amor que tenemos los unos por los otros crecerá y abundará.
En 4:7 Pablo añade: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino en santificación”. Estar en Dios Padre y en el Señor Jesucristo equivale a estar en santificación. La palabra griega traducida “santificación” significa separación. Sólo cuando estamos en Dios Padre y en el Señor Jesucristo somos verdaderamente apartados para Dios y separados de todo lo que no es Él. Si no estamos en el Dios Triuno, seguimos siendo comunes y, en lugar de habernos separado del mundo, seguimos involucrándonos, mezclándonos, con la gente mundana y con asuntos mundanos.
Quisiera decir algo especialmente a los jóvenes. A pesar de que ustedes todavía son jóvenes, es preciso que entiendan que como personas que pertenecen al Señor Jesús, ustedes son parte de la iglesia, y que la iglesia está en el Dios Triuno. Si comparamos a Dios con un cajón, podríamos decir que Dios los está “encajonando” en Sí mismo. Todos ustedes deben ser encajonados en Él cada vez más. Dios los ha puesto en Sí mismo, los ha puesto en este cajón espiritual, divino y celestial. Estar en este cajón los separa para Dios. En otras palabras, el hecho de estar encajonados en Dios —con la separación que esto implica— es la santificación.
Dios nos ha llamado en santificación. La frase “en santificación”, mencionada en 4:7, califica la acción de llamarnos. Es dentro del “cajón” de la santificación que Dios nos ha llamado. Ahora todos debemos ver que somos personas apartadas para Dios, “encajonadas” en Él. No tenemos derecho alguno para salirnos de este cajón.
En 5:23 y 24 Pablo dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. La frase el “Dios de paz os santifique por completo” quiere decir que Él nos “encajonará” por completo. Ninguna parte de nuestro ser quedará fuera de Dios, fuera de este “cajón espiritual”. Dios, quien es “el cajón divino”, no es pequeño. Al contrario, Él es infinitamente grande y profundo.
Si un joven se siente tentado a participar en cierta clase de entretenimiento mundano, eso significa que él está pensando salirse del cajón celestial. Sin embargo, muchos han testificado de que cuando intentaron salirse de este cajón, encontraron que no podían hacerlo. Al parecer, no tenían la fuerza para salirse.
Según estos versículos, Dios desea encajonarnos por completo en Sí mismo. ¿Ha sido usted encajonado completamente por Dios? El versículo 23 dice que Dios guardará nuestro espíritu y nuestra alma y nuestro cuerpo irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo. El versículo 24 dice que Dios, Aquel que nos llama y nos santifica, o sea, nos aparta para Él, es fiel. Él realizará la tarea de “encajonarnos” hasta que nos haya separado completamente del mundo. Dondequiera que estemos, sea en la escuela, en el trabajo, en la casa o con nuestros vecinos, al final seremos plenamente encajonados en Dios. Jóvenes, si alguien los invita a hacer algo mundano, tal vez debieran decir: “Yo no puedo participar en eso, debido a que he sido encajonado en Dios. Puesto que estoy en este cajón celestial, no tengo libertad para ir a ese lugar”.
En 1 Tesalonicenses hemos visto ciertos requisitos necesarios para ser la iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Si queremos ser tal iglesia en un sentido real y práctico, debemos andar como es digno de Dios y responder al llamamiento que nos ha hecho a Su reino y gloria. Como ya hemos dicho, no debemos considerar el reino y la gloria como algo que vendrá en el futuro y que no podemos experimentar hoy en día. Debemos estar en el reino de Dios y en la gloria de Dios hoy. Además, debemos crecer y abundar en amor, y ser plenamente santificados, es decir, totalmente encajonados, por el Dios Triuno.
En 2 Tesalonicenses 1:3 Pablo dice: “Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es propio, por cuanto vuestra fe crece sobremanera, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con el otro”. En este versículo Pablo habla de dos asuntos: de la fe que crece y del amor que abunda. La fe que crece y el amor que abunda son también condiciones, requisitos, para ser la iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.
En 2 Tesalonicenses 2:13 Pablo dice también: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación en santificación por el Espíritu y en la fe en la verdad”. La salvación en santificación por el Espíritu es un tema muy profundo. Dios nos escogió desde el principio para esta salvación que se efectúa en santificación. Esto está relacionado con una vida en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Esto también es un requisito necesario para ser la iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.
El versículo 14 dice: “A lo cual también os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. Aquí vemos que Dios nos llamó para alcanzar Su gloria. Una vez más, éste es un aspecto de la vida de la iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.
En 2 Tesalonicenses 2:16 leemos: “Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza en la gracia”. ¡Qué profundo es esto! Dios nos dio consolación eterna y buena esperanza en la gracia. Aunque no comprendamos estos asuntos adecuadamente, los hemos recibido. Tenemos una consolación que es eterna y una esperanza que es buena. Dios nos ha dado tanto esta consolación como esta esperanza en la gracia. ¡Esto es maravilloso! Es un incentivo para que llevemos la vida de iglesia en Dios Padre y en el Señor Jesucristo.
Nosotros no carecemos de un incentivo, ni nos falta esperanza. Nunca digan que no tienen esperanza. En lugar de ello, deben declarar: “Estoy lleno de esperanza. Tengo una buena esperanza, la esperanza que Dios me dio en la gracia. Además de esta buena esperanza, tengo también una consolación eterna”.
En Colosenses 3:10 y 11 Pablo habla de la iglesia como nuevo hombre: “Y vestido del nuevo hombre, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. La palabra “imagen” del versículo 10 se refiere a Cristo, el Amado de Dios, quien es la expresión misma de Dios (Col. 1:15; He. 1:3). Las palabras “del que lo creó” en este versículo, se refieren a Dios el Creador, a Aquel que creó el nuevo hombre en Cristo (Ef. 2:15). La iglesia, como corporificación del Dios Triuno, finalmente exhibirá la imagen de Dios.
En la Biblia encontramos diversos símbolos de la iglesia, de los cuales se incluyen: la casa de Dios, el reino de Dios, la morada de Dios, la plenitud de Dios, el guerrero y la novia. En el libro de Apocalipsis, la iglesia es simbolizada por un candelero de oro. En Apocalipsis 1:12 el apóstol Juan dice: “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro”. El versículo 20 de Apocalipsis 1 dice claramente: “Los siete candeleros son las siete iglesias”.
En Éxodo 25 encontramos una descripción de un candelero de oro. Este candelero es un tipo de Cristo. Cristo es la corporificación de Dios, y el candelero es un tipo de Cristo como tal corporificación. Anteriormente hemos hecho notar también que el candelero representa al Dios Triuno. En sustancia, en elemento, el candelero es de oro. En tipología, el oro representa la naturaleza divina, la naturaleza de Dios el Padre. En segundo lugar, el oro del candelero tiene una forma definida. Esta forma representa a Dios el Hijo. Así que, Dios el Padre es el elemento del candelero y Dios el Hijo es la forma del mismo. Finalmente, las siete lámparas del candelero representan los siete Espíritus de Dios como expresión de Dios. Por consiguiente, cuando observamos el candelero, vemos el elemento que representa a Dios el Padre, la forma que representa a Dios el Hijo y las siete lámparas que representan al Espíritu de Dios, la expresión. Por lo tanto, el candelero nos presenta un cuadro del Dios Triuno corporificado en una sola entidad.
En Éxodo 25 el candelero es un tipo de Cristo, mientras que en Apocalipsis 1 el candelero representa a la iglesia. Cada iglesia es un candelero de oro. Esto quiere decir que la iglesia es la corporificación del Dios Triuno, pues es una entidad que se halla en el Dios Triuno. ¿Se dan cuenta de lo que el Señor está haciendo hoy? Él desea moldearnos, transformarnos y conformarnos a todos nosotros, a toda la iglesia, a la imagen del Dios Triuno. Es de este modo que todas las iglesias llegan a ser candeleros de oro como corporificación del Dios Triuno.
¡Cuán benditos somos de ver que la iglesia es la corporificación del Dios Triuno! Nuestros oídos son benditos por oír estas palabras. En el pasado, muchos creyentes nunca oyeron ni vieron nada acerca de esto. ¡Aleluya, estamos en la iglesia que está en Dios Padre y en el Señor Jesucristo! Ahora estamos siendo transformados y conformados a la imagen del Dios Triuno para ser, en realidad y en la práctica, la corporificación del Dios Triuno, que tiene al Padre como el elemento, al Hijo como la forma y al Espíritu como la expresión, y que brilla en el universo con la gloria del Dios Triuno. Ésta es la iglesia que está llena del Dios Triuno.