Mensaje 23
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Lectura bíblica: 1 Ts. 4:9, 13; 5:8, 16-24; 2 Co. 7:1; 1 Jn. 1:6; 1 Ti. 1:5; Ro. 6:6, 19; 7:24; 8:10-11; 12:1; 1 Co. 6:13, 15, 19-20
En 1 Tesalonicenses 5:23 Pablo dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Para poder entender este versículo, debemos hacer un breve repaso de todo el libro de 1 Tesalonicenses. El capítulo uno nos muestra que la estructura de la vida santa para la vida de iglesia se compone de la fe, el amor y la esperanza. Llevando tal vida, uno se vuelve de los ídolos a Dios, sirve al Dios vivo y espera la venida del Señor. Ésta es la idea principal que se revela en el capítulo uno. El capítulo dos nos dice que los apóstoles, como madres que amamantan y padres que exhortan, hicieron lo posible por fomentar el desarrollo de dicha vida. Ellos tomaron cuidado de esta vida y la alimentaron de manera que ello redundara en un andar digno del reino y en la gloria de Dios.
¿Cómo es que tal vida puede llegar a ser digna del reino de Dios y de la gloria de Dios? No hay otra forma que ser santificados. Es por eso que el capítulo tres nos dice que esta vida debe ser perfeccionada en fe y que también debe crecer y abundar en amor para que el Señor pueda afirmar nuestro corazón, el delegado o representante de nuestro ser, irreprensible en santidad. Así es afirmada la parte interna de nuestro ser, nuestro corazón, nuestro delegado.
En el capítulo cuatro, Pablo hace notar que no sólo necesitamos que nuestro corazón, la parte interna de nuestro ser, sea afirmado en santidad, sino que además nuestro cuerpo, la parte externa de nuestro ser, necesita ser guardado en santificación, o sea, en el proceso de ser hecho santo. Además, es preciso que nuestro cuerpo sea guardado no sólo en santificación delante de Dios, sino también en honor ante los hombres. En este capítulo Pablo también habla acerca de los santos que han muerto, los cuales duermen. Él habla de este asunto dentro del contexto de la esperanza. En el capítulo tres Pablo dice que la vida santa para la vida de iglesia debe ser perfeccionada en fe y que debe crecer y abundar en amor, y luego, en el capítulo cuatro, nos muestra que la resurrección de los santos que han muerto es un asunto relacionado con la esperanza.
En 5:8 Pablo abarca tres asuntos, a saber: la fe, el amor y la esperanza: “Mas ya que nosotros somos del día, seamos sobrios, vistiéndonos con la coraza de fe y de amor, y con el yelmo de la esperanza de salvación”. En una guerra, las dos partes de nuestro cuerpo que más necesitan ser guardadas son: la cabeza y el pecho. El pecho debe estar cubierto y la cabeza necesita ser protegida. De ahí que se mencione la coraza de la fe y del amor, la cual cubre nuestro pecho, y el yelmo de la esperanza de salvación, el cual cubre nuestra cabeza. En nuestro estudio de Cantar de los Cantares dijimos que los pechos de la buscadora representan la fe y el amor en Cristo. Es por esta razón que se nos dice que la coraza es de fe y de amor. Nuestra cabeza, o sea nuestra mente —el órgano con el cual pensamos— necesita ser protegida con el yelmo de la salvación de Dios. Por esta razón, en el capítulo cinco vemos que al pelear la batalla espiritual, necesitamos estar cubiertos con la armadura de Dios, la cual incluye la coraza de fe y del amor y el yelmo de la esperanza de salvación. En el capítulo cinco también se incluyen la fe, el amor y la esperanza, los tres elementos básicos de la vida cristiana.
Finalmente, en 5:23, Pablo expresa su deseo de que el Dios de paz santifique por completo nuestro ser, y no solamente nuestro corazón o nuestro cuerpo. Interiormente, tenemos el corazón, y exteriormente, tenemos el cuerpo. El corazón y el cuerpo constituyen la estructura básica de una persona viva y activa.
Como personas vivas, tenemos un corazón, interiormente, y un cuerpo, exteriormente. El corazón es el delegado, el agente que dirige nuestras acciones, actividades y movimientos. El cuerpo es el medio, el órgano, por el cual llevamos a cabo nuestras acciones. Así que, es a través de nuestro cuerpo que nuestro corazón actúa, y nuestro cuerpo actúa bajo la dirección de nuestro corazón. Ésta es la razón por la cual el capítulo tres trata de la santificación del corazón, y el capítulo cuatro, de la santificación del cuerpo.
¿Qué podemos decir, entonces, de nuestro espíritu y de nuestra alma? Aunque el alma es muy similar al corazón en las partes que la componen, aún existe una diferencia entre el alma y el corazón. En lo que a la composición de nuestro ser se refiere, tenemos un espíritu, un alma y un cuerpo. Pero en lo que respecta a nuestro proceder, a nuestro vivir, tenemos un corazón y un cuerpo. De manera que cuando hablamos de nuestro ser, debemos hacer referencia al espíritu, al alma y al cuerpo; pero cuando hablamos de nuestro vivir y de nuestras acciones, debemos hablar del corazón y del cuerpo. Nuestro vivir diario depende de nuestro corazón y nuestro cuerpo. Es por ello que en 1 Tesalonicenses, Pablo hace una distinción entre lo que somos y lo que hacemos. Con respecto a nuestras acciones, tenemos un corazón y un cuerpo; y con respecto a nuestro ser, es decir, con respecto a lo que somos, tenemos un espíritu, un alma y un cuerpo.
En el capítulo tres de 1 Tesalonicenses, la santificación se aplica a nuestra parte interna, esto es, a nuestro corazón; mientras que en el capítulo cuatro, la santificación se aplica a nuestra parte externa, a nuestro cuerpo. Luego, en el capítulo cinco, y como conclusión a este libro, la santificación abarca todo nuestro ser. Por esta razón, Pablo aquí dice que el Dios de paz nos santificará por completo. Al decir “por completo”, Pablo se refiere a nuestro espíritu, alma y cuerpo. Así, él expresa el deseo de que el espíritu y el alma y el cuerpo de los santos sean guardados perfectos. Esto es lo que significa ser santificado por completo.
La cláusula adverbial “por completo” que aparece en 5:23 es cuantitativa. Se refiere al hecho de que cada parte de nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— necesita ser santificada y guardada. Además, el adjetivo “perfectos” es cualitativo. De este modo, Pablo, un escritor excelente, indica de manera breve que, en un sentido cuantitativo, debemos ser santificados por completo, y que, en un sentido cualitativo, debemos ser guardados perfectos. Debemos ser guardados no parcialmente ni superficialmente, sino completamente, incluso de manera absoluta y perfecta. Espero que este breve repaso de 1 Tesalonicenses les ayude a entender lo que abarcaremos en este mensaje y en el siguiente.
Ciertamente Dios aspira a santificarnos por completo. Él desea guardar las tres partes de nuestro ser; desea guardar nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. Según 5:23, somos seres tripartitos, es decir, seres compuestos de tres partes: espíritu, alma y cuerpo.
En los comienzos de mi vida cristiana aprendí la verdad de que el hombre es un ser tripartito, y contendí por esta verdad. En la teología, esto se conoce como tricotomía. También existe la escuela acerca de la dicotomía, que enseña que el hombre se compone de dos partes, cuerpo y alma. El versículo 23 del quinto capítulo de 1 Tesalonicenses nos muestra claramente que la escuela de la dicotomía está errada, pues en este versículo encontramos una conjunción entre las palabras “espíritu” y “alma”, y también entre las palabras “alma” y “cuerpo”. Esto indica que el espíritu, el alma y el cuerpo son diferentes y distintos. Con todo, algunos maestros de la Biblia afirman que las palabras espíritu y alma son sinónimas. Esto sería equivalente a decir que los diferentes miembros de nuestro cuerpo físico, por ejemplo, el estómago y el hígado, son iguales. Es un grave error decir que el alma y el espíritu son sinónimos.
Hace algunos años, un misionero que creía en la dicotomía vino a Hong Kong para asistir a una conferencia que yo iba a dar allí. Después de una de las reuniones, me preguntó si disponía de unos minutos para tener comunión con él. Me expresó que la conferencia le había parecido maravillosa, y luego añadió: “Usted enseña que el hombre se compone de tres partes. Yo no creo eso. El hombre sólo se compone de dos partes, una visible y otra invisible”. Le contesté: “Hermano, decir que el hombre consta de tres partes no es una enseñanza mía; es lo que la Biblia enseña. ¿Qué piensa usted de 1 Tesalonicenses 5:23? En este versículo Pablo menciona el espíritu y el alma y el cuerpo, tres sustantivos unidos por dos conjunciones. ¿Cómo puede usted sostener que el hombre sólo consta de dos partes?”. Él contestó: “Yo conozco ese versículo, y aun así no creo que el espíritu y el alma sean dos cosas diferentes”. Entonces, le dije: “Hermano, eso quiere decir entonces que usted no cree lo que dice la Biblia”. Él inmediatamente afirmó que creía absolutamente en la Biblia, pero que, sin importar lo que yo dijera, él seguiría creyendo que el espíritu y el alma son sinónimos. Así que le dije: “Si usted cree que el espíritu y el alma son sinónimos, eso es como decir que la nariz y la boca son iguales. Si usted prefiere creer eso, no le discutiré. Pero para mí, la boca es la boca, y la nariz es la nariz. ¿Acaso habla usted con la nariz, o huele con la boca?”.
Les cuento esta anécdota para mostrarles que existe una gran diferencia entre el espíritu y el alma. El espíritu y el alma no son términos sinónimos; más bien, el espíritu es el espíritu, y el alma es el alma. Tal como la nariz y la boca son órganos diferentes y realizan funciones diferentes, de la misma manera el espíritu y el alma son órganos diferentes y realizan funciones diferentes. En 1 Tesalonicenses 5:23 se nos habla del espíritu y del alma y del cuerpo. Esto indica claramente que somos seres compuestos de tres partes.
Es fácil entender lo que significa que el cuerpo sea guardado. En el capítulo cuatro Pablo manda a los creyentes que se abstengan de fornicación. Abstenernos de fornicación es la manera en que guardamos nuestro cuerpo en santificación. Pero, ¿cómo guardamos nuestra alma y nuestro espíritu? Debemos ser capaces de explicar, de una manera práctica, cómo podemos guardar nuestro espíritu y nuestra alma.
Nosotros los cristianos tenemos un defecto con respecto a la manera en que leemos la Biblia. Este defecto consiste en dar por sentado muchas cosas y pensar que las hemos entendido. Por ejemplo, al leer 5:23, tal vez digamos: “Oh, yo sé lo que dice 1 Tesalonicenses 5:23, pues nos dice que nuestro espíritu y nuestra alma y nuestro cuerpo deben ser guardados perfectos. Basándonos en este versículo podemos concluir que no debemos creer en la dicotomía, la cual afirma que el hombre se compone sólo de dos partes, y que, en lugar de ello, debemos creer en la tricotomía, según la cual el hombre consta de tres partes. Por consiguiente, yo creo en el hecho de que el hombre consta de tres partes”. Esto es bueno, pero no es suficiente, ya que no nos brinda mucha ayuda práctica. Así que, en lugar de dar por sentado este versículo, debemos procurar entender cómo guardar nuestro espíritu y nuestra alma.
¿Pueden decirme el título de algún libro cristiano que explique cómo guardar nuestro espíritu y nuestra alma? Yo no sé de ningún libro cristiano que hable de este asunto, pero estoy seguro de que si existiera uno, ya nos habríamos enterado de ello en los últimos cincuenta años. Como hemos dicho, algunos maestros de la Biblia no creen que nuestro espíritu y nuestra alma sean diferentes. ¿Cómo podrían ellos decirnos cómo guardar nuestro espíritu y nuestra alma? Así que, mi carga en este mensaje tiene que ver con la manera en que podemos guardar el espíritu y el alma.
Dios no sólo nos santifica por completo, sino que además guarda perfectos nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. La expresión “por completo” es cuantitativa, mientras que la palabra “perfectos” es cualitativa. Cuantitativamente, Dios nos santifica por completo y, cualitativamente, Él nos guarda perfectos; en otras palabras, Él guarda perfectos nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. Por medio de la caída, nuestro cuerpo fue arruinado, nuestra alma fue contaminada y nuestro espíritu fue afectado por la muerte. En la plena salvación de Dios, todo nuestro ser es salvo y restaurado de manera completa y perfecta. Con este propósito, Dios guarda nuestro espíritu, de cualquier elemento que le imparta muerte (He. 9:14), guarda nuestra alma, impidiendo que ella permanezca en una condición natural y de vejez (Mt. 16:24-26), y guarda nuestro cuerpo, rescatándolo de la ruina causada por el pecado (1 Ts. 4:4; Ro. 6:6). La obra de Dios de guardarnos y santificarnos por completo, nos sostiene para que vivamos una vida santa hasta la madurez, a fin de que podamos reunirnos con el Señor en Su parousía.
Nuestro espíritu se compone de tres partes: la conciencia, la comunión y la intuición. Nuestro espíritu nos es útil principalmente para tener comunión con Dios. Cuando tenemos comunión con Dios, tenemos contacto con Él. Este contacto que tenemos con Dios espontáneamente nos permite percibir a Dios, es decir, percatarnos de Él. La intuición denota el sentir y percepción que vienen a nosotros directamente de Dios. A través de la intuición podemos saber si estamos bien o mal. Si estamos mal, la conciencia nos condenará; pero si estamos bien, nuestra conciencia nos justificará. Nuestra conciencia, por tanto, nos acusa y condena, o nos excusa y justifica. La manera en que podemos guardar nuestro espíritu es primeramente ejercitarlo para que tengamos comunión con Dios. Si no ejercitamos nuestro espíritu de esta manera, lo dejaremos sumido en una condición de muerte.
Cada vez que nosotros los cristianos acudimos a alguna reunión de la iglesia, debiéramos ejercer nuestra función, es decir, debiéramos orar, alabar o dar algún testimonio. De este modo, ejercitaríamos nuestro espíritu y no lo dejaríamos permanecer adormecido ni en una condición de muerte. Sin embargo, es muy lamentable que son muchos los santos que no ejercitan su espíritu de esta manera y, por ende, no guardan su espíritu. En vez de ello, dejan que su espíritu permanezca adormecido. Pareciera que dejaran su espíritu en una tumba.
Por otra parte, hay otros hermanos que dañan la atmósfera de la reunión al participar con demasiada frecuencia, sin tener realmente las riquezas de Cristo. Una y otra vez se ponen de pie para hablar sin tener nada que decir. Quisiera exhortar a hermanos como éstos a permanecer callados por algún tiempo, hasta que tengan la certeza de que algunas de las riquezas de Cristo han llegado a ser verdaderamente su porción. De este modo, cuando ellos se pongan de pie y comuniquen estas riquezas, todos los santos se sentirán contentos con ellos por la ayuda que les brindó su testimonio.
Si bien es cierto que algunos santos participan demasiado sin tener las riquezas de Cristo, lo que la mayoría de los santos necesita hacer es ejercitar su espíritu y participar más.
Ciertos versículos del capítulo cinco de 1 Tesalonicenses nos ayudan a comprender que la mejor forma de guardar nuestro espíritu es ejercitarlo apropiadamente para mantenerlo avivado. Los versículos del 16 al 19 dicen: “Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros”. Regocijarse, orar y dar gracias es ejercitar nuestro espíritu. Cuando ejercitamos nuestro espíritu de esta manera, lo avivamos. Ejercitar el espíritu para mantenerlo avivado es la mejor forma de guardarlo.
A nadie le gusta tener ningún tipo de enfermedad o dolencia en su cuerpo físico. Si usted se enferma, ciertamente no querrá que su cuerpo permanezca en una condición de enfermedad. Al contrario, usted hará todo lo posible por rescatar su cuerpo de dicha condición. Del mismo modo, no debemos dejar nuestro espíritu en una condición de muerte. Debemos luchar por librar nuestro espíritu de esa condición.
¿Cómo podemos librar nuestro espíritu de una condición de muerte? Podemos hacerlo al ejercitar nuestro espíritu regocijándonos, orando y dando gracias. ¿Se han dado cuenta ustedes que si permanecen callados, dejan su espíritu en una condición de muerte? Si ustedes permiten que su espíritu permanezca en una condición de muerte, eso indica que no cooperan con el Dios que los santifica para guardar su espíritu.
A causa de la caída, nuestro espíritu fue afectado por la muerte. Nuestro espíritu, por tanto, debe vencer el problema de la muerte. Muchas veces, los santos asisten a las reuniones de la iglesia estando en una condición de muerte. Cuando vienen a la reunión, permanecen en su silla con un espíritu que está en una condición de muerte. Sin embargo, es posible que otras partes de su ser estén muy activas. Por ejemplo, es posible que en su mente critiquen los testimonios de los demás; quizás piensen que algunos testimonios no son genuinos y que otros están llenos de vejez. Estos santos critican a otros, pero no guardan su propio espíritu. En lugar de guardar su espíritu, lo dejan en una condición de muerte.
Quisiera recalcarles una y otra vez que guardar nuestro espíritu significa principalmente ejercitarlo para rescatarlo de la muerte. El espíritu de un incrédulo está absolutamente en muerte. La mayoría de las personas que usted frecuenta en la escuela, en el trabajo o en su vecindario están completamente muertas en su espíritu. Muchos de sus parientes, aún miembros de su propia familia, también están muertos en su espíritu. ¿Ha sido usted santificado, apartado, de alguna situación que le imparte muerte a su espíritu? Muchos santos aún no han experimentado esta separación. Es por ello que nunca oran ni alaban al Señor en las reuniones, ni se regocijan ni dan gracias. En vez de ejercitar su espíritu para alabar al Señor, prefieren guardar su compostura, y dejan su espíritu en una condición de muerte. Algunos se dicen a sí mismos: “Yo soy una persona culta. Quiero que otros se lleven la impresión de que soy una persona refinada, con un alto nivel educativo. Por lo tanto, permaneceré quieto en mi asiento durante la reunión, como una persona muy culta. Dejaré que los jóvenes y los de poca educación griten alabanzas en las reuniones. A mí no me agrada comportarme de esa manera”. Si ésta es la actitud de usted, su espíritu permanecerá en muerte. Además, al menos en lo que respecta a su espíritu, usted no será santificado. Usted será igual que la gente del mundo, porque cae en la misma categoría de los que están muertos en su espíritu.
La práctica de dejar nuestro espíritu en muerte ya se ha vuelto común aun en el recobro en las reuniones de la iglesia. No pretendo con esto animar a nadie a gritar escandalosamente en las reuniones. Lo que quiero decir es que debemos librar nuestro espíritu de la muerte y cooperar con la operación que realiza el Dios Triuno para santificarnos. Él desea apartarnos a todos nosotros de aquellos cuyos espíritus están llenos de muerte. Ya que hemos sido regenerados, nosotros debemos ser diferentes. Debemos mostrar que nuestro espíritu está avivado, que no está en una condición de muerte. Por lo tanto, nuestro espíritu debe regocijarse, orar y dar gracias al Señor.
Otra manera en que podemos guardar nuestro espíritu se halla en 2 Corintios 7:1. En este versículo Pablo dice: “Así que, amados, puesto que tenemos estas promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Este versículo nos dice que debemos abstenernos de toda contaminación de carne y de espíritu. Debemos mantenernos alejados de cualquier cosa que pueda contaminar nuestro espíritu. Ésta es la razón por la cual debemos evitar que nuestros ojos vean cosas perversas, tales como fotos contaminantes. Tales fotos no sólo contaminan nuestros ojos, sino también nuestro espíritu. Esto es algo que he aprendido por experiencia. En 1933, fui por primera vez a Shangai. La iglesia en ese entonces tenía dos salones de reunión, uno al oeste de Shangai y el otro al norte, las cuales estaban muy lejos el uno del otro. Por lo general usábamos el tranvía como medio de transporte. El recorrido desde el oeste hasta el norte de Shangai tardaba más de una hora. Las primeras veces que tomé el tranvía, me iba mirando todos los sitios de interés que había en la calle principal. Finalmente, cuando llegaba al salón de reuniones, sentía que mi espíritu estaba muerto. Había caído en muerte por haber mirado tantas cosas en la calle. Esto me enseñó a cerrar mis ojos y a orar mientras iba en el tranvía. Esto guardó mi espíritu. Debido a que aprendí a guardar mi espíritu de esta manera, al llegar al salón de reuniones del norte de Shangai, mi espíritu estaba avivado. Yo había sido verdaderamente santificado en mi espíritu.
Si usted se contamina por haber mirado ciertas fotos, su espíritu se contaminará y caerá en muerte. Como resultado, no podrá orar a menos que primero le pida al Señor que lo limpie de toda contaminación. Les doy este ejemplo para mostrarles la necesidad de cooperar con el Dios Triuno que nos santifica, y así nuestro espíritu pueda ser guardado de la muerte y la contaminación.